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Dominio de la palabra

In document El Dominio de Si Mismo (página 41-45)

Toda tu vida de trato con los otros se resuelve por medio de palabras. La palabra es el único medio de que disponen los hombres para comunicarse y entenderse entre ellos.

Los demás no conocen tu pensamiento; sólo conocen tus palabras y sólo por ellas te juzgarán. Aunque lo pienses todo bien, si todo lo dices mal no merecerás jamás un juicio favorable. Pero si consigues ejercer un severo, hábil e inteligente dominio de tus palabras, los demás te valorizarán y, en cierta manera, se someterán a ti.

Callar no es lo mismo que dominar las palabras. Sólo lo es cuando las palabras que se pronunciaran son absolutamente innecesarias. Pero en la mayoría de los casos la mejor demostración del dominio que ejerces sobre tus palabras es usarlas bien, o sea saber hablar.

Saber hablar consiste en saber expresar tus ideas con las palabras más adecuadas y, al mismo tiempo, con las menos posibles.

Toda idea expresada sin precisión a con gran lujo de palabras innecesarias tiende al confusionismo. No olvides que todo lo que puede ser mal interpretado es siempre mal interpretado. Expresa, pues, tus ideas claramente, con precisión y sin miedo. Y sólo así evitarás que sean mal interpretadas.

¡Cuántas palabras vanas se están oyendo siempre! ¡Cuántas palabras decimos sin más ni más, que nada añaden a la expresión de nuestras ideas, y sólo sirven para mantener una especie de contacto con las otras personas!

Esto se puede hacer cuando no se tiene nada que decir. Es la ocasión de hablar del tiempo, de usar expresiones ambiguas, frases sin sentido y palabras sueltas, que ni siquiera llegan a formar frases.

Pero cuando hablas con otra persona para decirle algo, has de saber dominar tus palabras de tal manera que le digas precisamente aquello que piensas decir y no otras cosas que distraigan su atención.

El dominio de la palabra consiste, pues, en dos cosas:

a) Saber decir lo que se quiere decir. O sea usar palabras que expresan claramente tus ideas.

Mucha gente no acierta a expresar sus ideas con claridad. La palabra no parece estar en inmediata dependencia de las ideas. Se presume que en el proceso de la idea a la palabra interviene un tercer factor, nuestra conciencia tal vez, que va escogiendo las palabras correspondientes a cada idea y las va ensartando en frases.

Quizás algunas personas no usan jamás las palabras que expresan claramente sus ideas, porque empiezan por no tener ideas claras. Pero muchas otras personas, que hacen las cosas bien y tienen, por tanto, una idea clara de como se han de hacer, no lo saben explicar con palabras.

Todos hemos conocido personas que pueden citarse como verdaderos ejemplos cómicos de falta de relación entre sus palabras y sus ideas, y hemos conocido otras que, al revés de éstas, se pueden citar como ejemplos de claridad en la expresión de sus ideas. Éstas no hacen reír jamás y da gusto oírlas.

b) No usar palabras inútiles, que sólo pueden desviar la atención ajena y perjudicar la precisa claridad de los conceptos expresados.

Son interminables los ejemplos de personas que usan palabras inútiles. Hay quien para decir sencillamente que sí, está hablando durante dos minutos. Son personas incapaces de dominar su lenguaje. Hay algo en ellas que va produciendo palabras, como con independencia de su voluntad. Nada hay más agotador que sostener una conversación con una de estas personas.

Un antiguo proverbio dice: «O calla, o di algo mejor que el silencio». Esta sentencia puede tomarse como fórmula del dominio de la palabra. Callar es bueno muchas veces. Pero otras es mejor hablar. Pero sólo hablarás con dominio de tus palabras si dices alguna cosa que sea de veras mejor que el silencio. Si no, más te valiera haber callado.

Dos medios para adelantar en el dominio de la palabra.

1º Fíjate bien en cómo hablan los otros, analiza sus frases y suprime de ellas mentalmente toda palabra inútil o perjudicial para la claridad.

Así, con un continuo ejercicio, al darte cuenta de lo que no has de hacer y sí hacen los otros, descubrirás la manera de hablar con claridad y precisión.

Tu vida diaria de relación es un continuo ejercicio de conversación. Por tanto, con un poco de atención puedes aprovechar todo momento para avanzar en el dominio de tus palabras. La vida, si no te abandonas,, se convierte en una experiencia continua.

2º Este segundo punto es muy importante: Piensa siempre lo que vas a decir.

No es exagerado asegurar que la mayoría de la gente no piensa lo que dice. Ni lo piensa antes, ni lo piensa mientras habla, ni lo piensa después. Algunos se dan cuenta después de lo que han dicho, y entonces les parece que lo han pensado, lo consideran como una auténtica opinión y se aferran a ello.

Nada sorprende tanto en las discusiones como la tenacidad de ciertas personas en sostener una opinión que se ha formado evidentemente en sus labios y que no había sido pensada jamás.

Muy poca gente sigue este orden aparentemente tan natural: pensar las cosas y decirlas después.

Hazlo. Antes de hablar, piensa lo que vas a decir. Y dilo después tan concisa y claramente como sea posible.

Si consigues hacer esto, tu manera de hablar cambiará en seguida, y hallarás en ti una nueva y sorprendente posibilidad de expresión que antes desconocías.

Piensa que si alguien te repitiera lo que acabas de decir, muchas de tus frases te sorprenderían. Y si mantuvieras una conversación ante una cinta magnetofónica que la repitiera después, quedarías probablemente más decepcionado al oírte a ti que al oír a los otros.

Y no digo nada si alguien se entretuviera en analizar razonablemente el sentido de tus frases y su relación con tu pensamiento auténtico.

Piensa siempre que sólo serás juzgado por las palabras, y aprenderás a dominarlas, para convertirlas en verdaderos medios de expresión de tus ideas.

Habla de las cosas más que de las personas

Los hombres, entre ellos, cuando no han de tratar de un asunto concreto, hablan casi siempre de los otros hombres. Ésta es ley general.

Siempre que dos personas sostienen una conversación íntima, es casi seguro que están comentando la manera de ser de otras personas, o que se dedican a informarse mutuamente de todo lo que saben acerca de las vidas ajenas.

¿Crees que ésta es la conversación más provechosa? Tal vez no; pero es la conversación más fácil, y, para mucha gente, la mas entretenida.

Tú, que te has propuesto sacar provecho de tu relación constante con los demás, mejor será que tomes poca parte en este tipo cae conversación. Si se habla de otra persona, adopta siempre la misma actitud: limítate a pensar en las cualidades más aparentes de aquella persona, las que nadie puede contradecir, exponlas brevemente y no intervengas más.

Piensa que casi todo el mundo domina alguna materia. Si llevas la conversación hacia esta especialidad de cada persona que trates te enterarás de muchas cosas que ignoras y que algún día pueden serte útiles.

También tú conoces alguna materia. Si la ocasión es propicia y los demás muestran deseo de documentarse, di sencillamente lo que sabes. Pero no te excedas jamás. No digas también, por vanidad, aquello que no sabes bien o de lo que no estás completamente seguro.

Intenta siempre que tu conversación te sirva para aprender algo nuevo de lo que saben los demás. Así cada día enriquecerás tus conocimientos.

Sobre todo, ten siempre muy en cuenta lo que te he aconsejado al principio: habla siempre de las cosas más que de las personas.

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