• No se han encontrado resultados

Sección I — La Navidad y La Anunciación de Nuestra Señora

Si Roma es en verdad la Babilonia del Apocalipsis, y si la Madona tenida como reliquia en sus santuarios es la misma reina del cie- lo, por cuya adoración se encendió el furor de la ira de Dios contra los judíos en los días de Jeremías, la última consecuencia que de tal hecho podría demostrarse está fuera de toda posibili- dad de duda, porque una vez que esto se haya demostrado, todos los que tiemblan ante la Palabra de Dios deben estremecerse ante el sólo pensamiento de permanecer en tal sistema. Ya se ha dicho algo que servirá de mucho para probar la identidad de los sistemas de Roma y de Babilonia; pero a cada paso, la evidencia se hará todavía más abrumadora. Y la que surge de la compara- ción de las diferentes fiestas, lo es en modo particular.

Las fiestas de Roma son innumerables; pero se pueden escoger cinco de las más importantes para dilucidar el asunto: La Navi- dad, La Anunciación de Nuestra Señora, La Pascua Florida, La Natividad de San Juan, y la Fiesta de la Asunción. Puede pro- barse que todas y cada una de ellas son babilónicas. Primero, la fiesta en honor del nacimiento de Cristo, o Navidad. ¿Cómo ocurrió que tal fiesta se relacionara con el 25 de diciembre? En las Escrituras no hay una sola palabra sobre el día preciso de Su nacimiento, ni sobre la época del año en que El nació. Lo que allí se relata implica que sea como fuere, el tiempo en que tuvo lugar Su nacimiento, no pudo ser el 25 de diciembre. En el mo- mento en que el ángel anunció Su nacimiento a los pastores de Belén, ellos estaban pastoreando sus rebaños, de noche y a cam- po raso. Sin duda, el clima de Palestina no es tan riguroso como

1Folleto Londinense, Comentario de la Sociedad, vol. I. p. 472. ALFORD, Testa-

mento Griego, vol. I. p. 412. GRESWELL, vol. I., Disertación, XII. pp. 381-437.

2 GILL, en su Comentario sobre Lucas 2:8, trae lo siguiente: “Hay dos clases de

ganado entre los judíos... hay el ganado casero que pernocta en la ciudad; el ganado del campo, que pernocta en las dehesas. Sobre el cual uno de los comentaristas (MAIMONIDES, Misn. Betza, cap. 5, secc. 7), observa: ‘Estos ganados pernoctan en las dehesas, que están en las aldeas, todos los días fríos o cálidos, y no entran en las ciudades hasta cuando empiezan las lluvias.’ La primeras lluvias caen en el mes de Marchesvan, que corresponde a la última parte de octubre y a la primera de noviem- bre.... Por lo que parece que Cristo debió de nacer antes de mediados de octubre, puesto que todavía no habían llegado las primeras lluvias.” KITTO, sobre Deuteronomio 11:14 (Comentario Ilustrado, vol. I. p. 398), dice que las “primeras lluvias” son en “el otoño,” es decir, “en septiembre u octubre.” Esto haría que el traslado de los rebaños de los campos se hiciera un poco antes de lo que yo he dicho en el texto; pero no hay duda de que no podía ser después de lo que allí se dijo, según el testimonio de Maimónides, cuyo conocimiento de todo lo que concierne a los ju- díos es bien conocido.

el de este país; pero aun allí, aunque el calor del día sea conside- rable, el frío de la noche de diciembre a febrero es muy pene- trante,1 y no se acostumbraba que los pastores de Judea cuida-

ran sus rebaños a campo abierto desde fines de octubre.2 Enton-

ces, es increíble, desde todo punto de vista, que el nacimiento de Cristo pudiera haber tenido lugar a fines de diciembre. A este respecto, existe gran unanimidad entre los comentaristas. Ade- más, Barnes, Doddridge, Lightfoot, Joseph Scaliger, y Jennings, en sus “Antigüedades Judías,” todos ellos opinan que el 25 de diciembre no puede ser la fecha correcta de la natividad de nues- tro Señor. Al efecto, el famoso Joseph Mede emite un concepto decisivo. Después de una larga y cuidadosa disertación sobre el asunto, él aduce, entre otros argumentos, el siguiente: “Cuando ocurrió el nacimiento de Cristo, toda mujer y todo niño iban a ser censados en la ciudad a la cual pertenecían, a algunas de las cuales había largas jornadas; pero a mediados del invierno no era la época apropiada para tales asuntos, especialmente para una mujer embarazada, ni para que viajaran los niños. Por tanto, Cristo no pudo nacer en la mitad del invierno. Además, en el tiempo del nacimiento de Cristo, los pastores permanecían afue- ra para cuidar sus rebaños en las horas de la noche, pero no era probable que ocurriera esto a mediados del invierno. Si alguien cree que el viento en invierno no era tan difícil de soportar en estas regiones, que recuerde las palabras de Cristo en el Evange-

lio: ‘Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno.’ Si el invierno era un tiempo tan malo para huir, parece que no era un tiempo adecuado para que los pastores permanecieran en los cam- pos, ni para que viajaran las mujeres y los niños.”3 Ciertamente,

los más instruidos y sinceros escritores de todas partes4 están de

acuerdo en que el día del nacimiento de nuestro Señor no puede determinarse,5 y que no se tiene noticia de que dentro de la Igle-

sia cristiana hubiera alguna fiesta como la Navidad hasta el si- glo tercero, ni que ella se guardara mucho hasta bien avanzado el siglo cuarto. Entonces, ¿cómo fijó la Iglesia romana el 25 de diciembre como el día de la Navidad? Por esto: Mucho antes del siglo cuarto, y mucho antes de la misma era cristiana, se celebraba una fiesta entre los paganos, exactamente en esa épo- ca del año, en honor del nacimiento del hijo de la reina del cielo babilónica, pudiéndose presumir cabalmente que, con el fin de atraer a los paganos y aumentar el número de adherentes al cris-

3 MEDE, Obras, 1672. Discurso XLVIII. El anterior argumento de Mede se basa en

la suposición de la racionalidad y análisis que distinguía a las leyes romanas.

4 Archidiácono WOOD, El Comentador Cristiano, vol. III. p. 2. LORIMER, Manual

del Presbiterio, p. 130. Lorimer cita a Sir Peter King, quien, en su Investigación del Culto de la Iglesia Primitiva, etc. concluye que tal fiesta no se celebraba en esa Iglesia, y añade: “Parece improbable que celebraran la natividad de Cristo cuando no estaban de acuerdo en el mes y en el día en que nació Cristo.” Ver también al Rev. J. RYLE, en su Comentario sobre Lucas, cap. II., Nota al versículo 8, quien admite que el tiempo del nacimiento de Cristo es incierto, aunque no acepta la idea de que los rebaños no podían haber estado a campo raso en diciembre, por la queja de Jacob a Labán: “De día me consumía el calor, y de noche la helada.” Toda la fuerza de la queja de Jacob contra su avaro pariente estriba en que Labán le hizo hacer lo que ningún otro hombre habría hecho y, por tanto, si él se refiere al frío de las noches de invierno (que, sin embargo, no es el significado común de la expresión), esto prueba justamente lo contrario de lo aducido como prueba por el Sr. Ryle, a saber, que los pastores no acostumbraban cuidar sus rebaños en los campos por la noche en el in- vierno.

5 GIESELER, vol. I. p. 54, y Nota. CRISOSTOMO (Monitium in Hom. de Natal.

Christi), escrito en Antioquía hacia el año 380 D.C., dice: “Todavía no hace diez años desde que este día nos fue dado a conocer” (Vol. II., p. 352). “Lo que sigue,” agrega Gieseler, “proporciona un ejemplo notable del caso en que las costumbres de época reciente pueden asumir el carácter de instituciones apostólicas.” Crisóstomo prosigue de este modo: “Era conocido desde antes de los tiempos antiguos y primiti- vos por los habitantes de Occidente; y, desde antes, era familiar y bien conocido por los moradores desde Tracia hasta Gadeira [Cádiz],” es decir, el día del nacimiento de nuestro Señor, ¡que era conocido en Antioquía en el Oriente, en las propias fronteras de la Tierra Santa, donde El nació, y perfectamente bien conocido en toda la Europa occidental desde Tracia hasta España!

tianismo, se adoptara la misma fecha por la Iglesia romana, dán- dole solamente el nombre de Cristo. Esta tendencia de parte de los cristianos de hacer algunas concesiones al paganismo, se ma- nifestó desde muy temprano; y así encontramos a Tertuliano que, incluso en sus días, cerca del año 230 D.C., se lamentaba amar- gamente de la inconsecuencia de los discípulos de Cristo a este respecto, contrastando esto con la estricta fidelidad de los paga- nos a su propia superstición. “Para nosotros,” dice él, “que des- conocíamos los sábados6 y las lunas nuevas, y las fiestas en otro

tiempo aceptables para Dios, ahora concurrimos a la Saturnalia, a las fiestas de enero, a la Brumalia, a la Matronalia; las ofren- das son llevadas de acá para allá, los regalos del día de año nue- vo se hacen con estrépito, y los deportes y los banquetes se cele- bran con alboroto; ¡oh, cuánto más fieles son los paganos a su religión, pues tienen cuidado especial para no adoptar ninguna solemnidad de los cristianos.”7 Hombres rectos hicieron lo po-

sible para detener la marea pero, a despecho de sus esfuerzos, la apostasía continuó hasta que la Iglesia, con excepción de un pe- queño remanente, se sumergió bajo la superstición pagana. Está fuera de toda duda que la Navidad fue, originalmente, una fiesta pagana. La época del año y las ceremonias con las cuales se celebra todavía, prueban su origen. En Egipto, el hijo de Isis, el título egipcio para la reina del cielo, nació en esta misma época, “cerca del tiempo del solsticio de invierno.”8 El mismo nombre

– el día Yule9 – por el cual se conoce popularmente la Navidad

entre nosotros, prueba enseguida su origen pagano y babilóni- co. Yule es el nombre caldeo para “niño” o “bebé,”10 y como el 6 Se refiere a los sábados judíos.

7 TERTULIANO, De Idolatria, c. 14, vol. I. p. 682. Para los excesos relacionados

con la práctica pagana de la primera parte del Día de Año Nuevo, ver GIESELER, vol. I. secc. 79, Nota.

8 WILKINSON, Los Egipcios, vol. IV, p. 405. PLUTARCO (De Iside, vol. II. p. 377,

B), dice que los sacerdotes egipcios pretendían que el nacimiento del hijo divino de Isis a fines de diciembre era prematuro. Pero esto es evidentemente sólo copia de la historia clásica de Baco, el cual, se dice, fue rescatado en estado embrionario de las llamas que consumieron a su madre Semele, cuando ella fue consumida por el fuego de Jove. El fundamento de la historia, al ser tomado de una nota previa (ver Nota Cap. Segundo, sub-sección V), cae por el suelo.

25 de diciembre fue llamado por los anglosajones, nuestros an- tepasados paganos, “Yule-day,” o “el día del Niño,” y a la noche que lo precedía, “la noche de la Madre”11 mucho antes de que

ellos entraran en contacto con el cristianismo, esto prueba sufi- cientemente su verdadero carácter. Por todas partes, en los ám- bitos del paganismo, se guardaba este día del nacimiento. Se cree, por lo general, que esta fiesta tenía solamente un carácter astronómico por referirse simplemente a la terminación del año en curso y al comienzo de un nuevo ciclo.12 Pero hay evidencia

indudable de que la fiesta en mención tenía una referencia de mayor jerarquía que la de una conmemoración, no solamente del día del nacimiento simbólico del sol en el renacimiento de su curso, sino del día del nacimiento del gran Libertador. Entre los sabeos de Arabia, que consideraban la luna en lugar del sol como el símbolo visible del objeto favorito de su idolatría, se observa- ba el mismo período como la fiesta del nacimiento. Así leemos en la Filosofía Sabea de Stanley: “El 24 del décimo mes,” es decir, diciembre, según nuestro cómputo, “los árabes celebra- ban el NACIMIENTO DEL SEÑOR, es decir, de la Luna.”13 El

Señor Luna era el gran objeto de culto de los árabes, y ese Señor Luna, según ellos, nació el 24 de diciembre, lo que demuestra claramente que el nacimiento que ellos celebraban no tenía rela- ción necesaria con el curso del sol. También es digno de espe- cial consideración que el día de Navidad entre los antiguos sajones en esta isla, se observara para celebrar el nacimiento de algún Señor de las huestes celestiales, lo cual debe haber sido exacta- mente lo mismo aquí que en Arabia. Los sajones, como bien se sabe, consideraban el Sol como una divinidad femenina, y la luna como una divinidad masculina.14 Por tanto, debe hacer sido 10 De Eöl, “niño,” que se pronuncia lo mismo que la terminación eón de Gedeón. En

Escocia, al menos en las tierras bajas, a los pasteles de navidad (Yule-cakes) también se les llama Nür-cakes (pronunciando la u como la u francesa). En Caldea, Noür significa “nacer;” por tanto, Nür-cakes son los “pasteles del nacimiento.” La diosa escandinava “Norns,” que señalaba el destino de los niños al nacer, se deriva evi- dentemente de la palabra caldea “Nor,” “niño.”

11 SHARON TURNER, Los Anglosajones, vol. I. p. 219. 12 SALVERTÉ, Las Ciencias Ocultas, p. 491.

13 STANLEY, p. 1066, col. 1.

14 SHARON TURNER, vol. I. p. 213. Turner cita un poema árabe que comprueba

que en Arabia, lo mismo que los anglosajones, el sol era reconocido como femenino, y la luna como masculina.–(Ibid.).

el día del nacimiento del Señor Luna, y no del Sol, lo que era celebrado por ellos el 25 de diciembre, así como los árabes ob- servaban el 24 de diciembre como el nacimiento del Señor Luna. El nombre del Señor Luna en el Oriente, parece haber sido Meni, porque ésta parece ser la interpretación más natural de la afirma- ción divina en Isaías 65:11: “Pero vosotros los que olvidáis mi santo monte, que ponéis mesa para la Fortuna (Gad), y suminis- tráis libaciones para el Destino (Meni).”15 Hay razón para creer

que Dios se refiere al dios-sol, y que el Destino (Meni) alude, de algún modo a la divinidad lunar.16 Meni, o Manai, significa “El

que numera,” siendo por los cambios de la luna por los que se numeran los meses: Salmo 104:19, “Hizo la luna para los tiem- pos; el sol conoce su ocaso.” El nombre del “Hombre de la Luna,” el dios que presidía sobre la luna entre los sajones, era Mané, como se dice en las “Eddas,”17 y Mani en el “Voluspa.”18

De que era el nacimiento del Señor Luna el que se celebraba entre nuestros antepasados en Navidad, tenemos notable eviden- cia en el nombre que todavía se da en las tierras bajas de Escocia a la fiesta del último día del año, y que parece ser un remanente de la antigua fiesta del nacimiento, por los pasteles que entonces se hacían, llamados pasteles Nur, o pasteles del Nacimiento. Ese nombre es Hogmanay.19 En caldeo, “Hog-Manai” significa “La

fiesta del que numera;” en otras palabras, la fiesta del Deus Lunus,

15 En la versión autorizada, Gad se tradujo por “esa tropa,” y Meni, por “esa canti-

dad;” pero los más eruditos admiten que esto es incorrecto, y que esas palabras son nombres propios.

16 Ver KITTO, vol. IV. p. 66 y Nota. El nombre Gad se refiere evidentemente, en

primera instancia, al dios de la guerra, pues significa “atacar;” pero también significa “el que congrega;” y, en ambos sentidos, se refería a Nimrod, cuya característica general era la del dios-sol, por ser el primer gran guerrero; y, porque con el nombre de Foroneo se le celebró, primero, por haber reunido a la humanidad en comunidades sociales. El nombre Meni, “el que numera” parece ser, por otra parte, un sinónimo para el nombre de Cus o Chus que, al tiempo que significa “cubrir” u “ocultar,” también significa “contar o numerar.” El propio y verdadero nombre de Cus es, sin duda, “El que numera” o “El aritmético,” porque mientras su hijo Nimrod, como el “poderoso,” fue el gran propagador del sistema de la idolatría babilónica, mediante la fuerza y el poder, y quien, como Hermes, fue el verdadero ideólogo de ese sistema, pues se dice que él “enseñó a los hombres la manera adecuada de acercarse a la Divinidad con oraciones y sacrificios” (WILDINSON, vol. V. p. 10); y, como la ido- latría y la astrología estaban íntimamente relacionadas, para permitirle hacerlo así efectivamente, era indispensable que fuera hábil, sobre todo, en la ciencia de los números. De Hermes, es decir, de Cus, se dice que había “descubierto primero los números y el arte del cálculo, la geometría, la astronomía, y los juegos de azar y el

o del Hombre de la Luna. Para mostrar la conexión entre un país y otro, y la permanencia inveterada de las viejas costumbres, es digno de observarse que Jerónimo, al comentar las palabras de Isaías, ya citadas, “ponéis mesa para la Fortuna (Gad)” y “sumi- nistráis libaciones para el Destino (Meni),” observa que esa “era la costumbre, tan antigua como su época [el siglo cuarto] en todas las ciudades, especialmente en Egipto y Alejandría, de poner mesas el último día del mes y del año, y disponerlas con variados y suculentos manjares alimenticios, y con grandes co- pas que contenían una mezcla de vinos nuevos, mesas sobre las cuales la gente hacía presagios relacionados con la fertilidad del año.”20 El año egipcio empezaba en una época distinta al nues-

tro, pero está lo más cerca posible por la forma en que todavía se celebra el Hogmanay (cambiando solamente el vino por el whis-

ajedrez” (Ibid. p. 3); y, esto se refiere, con toda probabilidad, al nombre de Cus, al que alguien llamó “NUMERO, el padre de los dioses y de los hombres” (Ibid. vol. IV. p. 196). El nombre caldeo Meni corresponde exactamente al hebreo Mené , “el numera- dor,” porque en caldeo la i toma con frecuencia el lugar de e la final. Como hemos visto razonable concluir con el Génesis que Nebo, el gran dios profético de Babilonia, fue solamente el mismo dios Hermes, esto demuestra el énfasis particular de las pri- meras palabras del juicio divino que selló la sentencia de Belsasar, como representan- te del dios primigenio: “MENE, MENE, tekel, upharsin,” que es tanto como decir secretamente: “El numerador es numerado.” Como la copa era peculiarmente el sím- bolo de Cus, de aquí que se derramara la libación para él como el dios de la copa; y como fue el gran Adivinador, adivinaciones como las del año venidero, Jerónimo las relaciona con la divinidad mencionada por Isaías. En Egipto, Hermes, como “El numerador” se identificaba con la luna, que numera los meses, se le llamó el “Señor de la Luna” (BUNSEN, vol. I. p. 394); y como el “dispensador del tiempo” (WILKINSON, vol. V. p. 11), llevaba una “hoja de palma, que es el emblema del año” (Ibid. p. 2). Así, entonces, si Gad era la “divinidad solar,” Meni era considerado muy naturalmente como “El Señor Luna.”

17 MALLET, vol. II. p. 24. Edimburgo, 1809.

18 Suplemento para Islandia, de IDA PFEIFFER, pp. 322,323.

19 Ver JAMIESON, Diccionario Escocés, sub voce. Jamieson trae teorías muy bue-

nas de diferentes autores con respecto al significado del término “Hogmanay;” pero el siguiente extracto es todo lo que parece necesario citar: “Hogmanay es el término

Documento similar