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Form ación del castellano.

§ i. Reglas generales.

El castellano actual se considera como formado de los despojos o de la corrupción del latín. L a transformación de los vocablos consistió sobre todo en alteraciones eu­ fónicas.

L os substantivos se formaron generalmente del ablativo del singular de la voz latina correspondiente ; v. g. : de amore, animo, arte, plebe, unionese formaron amor,· ánimo, arte, plebe, unión. El p lu ra l se formó comúnmente del acusativo del plural de la correspondiente voz latina; v. g. : de amores, ánimos, artes, plebes, uniones tenemos amores, ánimos, artes, plebes, uniones.

Otros substantivos se formaron del plural, como, v. g. : cima, deuda, leña, maravilla, del latín summa, debita, ligna, mirabilia.

L a índole de los romances desechó la declinación de los nombres tal como la tiene el latín y en lugar de ella se emplean para las modificaciones las preposiciones en com­ binación con algunos pronombres. Los pronombres ille, illa , dieron lugar a la formación del artículo : Ule = e l ; illa = la ; los plurales las, los, vienen, como fácilmente se nota, de illos, illas. También se ve claramente el origen latino en las preposiciones que se emplean para la forma­ ción del genitivo y dativo, recordando que del es la con­ tracción de de el y a l la contracción de a el; para se formó de per ad. El nuevo romance, es decir, el castellano, - mostró desde su principio gran propensión al empleo de derivados, de ahí resulta que en castellano tenemos tantos

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aumentativos y sobre todo diminutivos. Muchas de nuestras palabras actuales no son más que formaciones de diminutivos latinos, como abeja de apicula, de apis; aguja de amia, de acus; cuchillo de cultellum, de culter, etc.

Los adjetivos siguieron en su formación un procedimiento idéntico al de los substantivos; v. g. : malode malo (abl.); malos de malos (acus.), etc.

El comparativolatino se ha perdido casi totalmente, sólo han quedado muy pocos, como mejor de melior, peor de peior ; superior, m ferior de superior, inferior, y otros seme­ jantes. — Nótese también que la formación de todos los nombres se hizo siempre, en el singular, del ablativo; de ahí el acento en la última, v. g. : superior de superi ore.

El superlativo latino ha quedado intacto con respecto a su formación, pero en el uso queda bastante arrinconado, pues casi no se emplea sino en el estilo familiar y en unas cuantas calificaciones honoríficas.

En cuanto al verbo, debemos notar ante todo que se perdió la voz pasiva; pero la voz activa ha conservado desinencias muy parecidas a las latinas. Los infinitivos ex­ perimentaron sobre todo alteraciones eufónicas. Cosa de notarse es también que los verbos que son irregulares en latín, lo son igualmente en castellano; además sucede que aquellos verbos que pertenecen más al uso común son los que tienen en todas las lenguas esas alteraciones por las que los llamamos irregulares, y es que les sucede lo que a los objetos del uso diario: cuanto más se usan más se gastan y alteran, a consecuencia de ese mismo uso.

§ 2. Alteraciones eufónicas.

Los griegos y los latinos solían intercalar en las voces alguna letra adicional, con el fin de hacer más agradable el sonido de aquéllas. Las letras intercaladas eran por lo común las líquidas l, m, n, r. Así los griegos no decían a-arche, «sin mando» o «sin gobierno», sino que a la a privativa añadían una n eufónica, y decían a-n-arche, «an­ arquía». Los latinos no decían pro-es, «tú aprovechas», sino pro-d-es, intercalando una d eufónica. Alteraciones eufónicas se forman generalmente por la conmutación, la

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transposición, la adición o la supresión de letras vocales o consonantes, o de sílabas.

Por conmutación. En pelo romanceado del ablativo latino pilo, la i «se mudó» en e; en frente, formado de fronte, la o se ha convertido en e; en fuente, de fonte, la o se convirtió en ue ; en agudo, de aculo, la c se ha con­ mutado en su afín g. Esta conmutación se nota sobre todo en aquellas letras que son afines.

P or transposición. En siento está transpuesta la i del latín senlio; en baldío (además conmutación de la v en b) está transpuesta la i de válido; en viuda, Ia u de vidua. En esta misma transposición consiste la figura de dicción llamada «metátesis» ; v. g. : perlado por prelado, etc.

Por adición. A la j líquida del latín antepone el cas­ tellano una e, como en escorpión, escribir, escuela, forma­ dos de scorpione, scribere, schola. Las voces hambre, hombre, hombro, romanceadas de las latinas fam e, hómine, húmero, han agregado una b, por efecto de la «atracción» que las letras fácilmente ejercen sobre sus afines.

P or supresión. En creer están suprimidas las letras d y e de crédere. Encontramos suprimida generalmente la letra final del ablativo latino de la tercera declinación en los correspondientes vocablos castellanos ; v. g. : amor, can, fin, pan, vil, de amore, cane, fine, pane, vili.

Más profusamente se encuentran los efectos de la eufonía en la siguiente tabla.

§ 3. Tabla de eufonías, a.

Conmutación: «eje, leche, queso, trecho», romanceados de axe, lacte, cáseo, tracto.

Adición: «aplacar, afear, arrugar», vienen de placare, fœdare, rugare.

æ.

Las voces latinas que tienen este diptongo, lo mudaron en e al romancearse ; v. g. : de œdificare, œtas, pressens, se hicieron «edificar, edad, presente».

Apéndice I I I : Raíces latinas del idioma castellano,

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I

au.

Este diptongo se ha conmutado generalmente en o; así lo notamos en «cosa, gozo, moro, oro», que vienen de causa, gaudio, mauro, auro.

b.

Esta letra se encuentra conmutada en u en algunas pa­ labras, como en «deuda», que antes era debda, del latín débita; añadida se encuentra en «hombre», antes home, de hómine; queda suprimida una b cada vez que se encuentra doble en la correspondiente palabra latina, como «abad» de abbate; suprimida está también en otras palabras, como en «lamer, lomo, plomo», del latín lámbere, lumbo, plumbo.

c.

Conmutada en ch en «chantre, chinche», formados de cantore, cimice; conmutada muy a menudo en g , v. g. : «amigo, lagarto, lago, miga», de amico, lacerto, lacu, mica; conmutada en q en «duque, queso», de duce, cáseo; a veces está conmutada en z, como en «calzar, cor­ teza, lanza», que vienen de calcare, cor tice, lánce a, y en todos los derivados del ablativo que termina en ce; como «feliz» de felice etc. — Las palabras que llevan c doble en latín, tienen una sola en sus correspondientes derivados; v. g. : «boca, pecado», de bucca, peccato. — c l queda con­ mutada en II; v. g. : «llamar, llave», de clamare, clave.ct conmutada en ch; v. g. : «lecho, lucha, noche, ocho, pecho», d e lecto, lucia, nocte, octo, péctore.— Hállase supri­ mida la h de ch en aquellas palabras que, sacadas del griego, empezaban con dichas letras; v. g., de chaos, christiano, chronologia tenemos «caos, cristiano, cronología».

d.

Esta letra se conmutó en muchas palabras en l; v. g.: «cola», de caitda; — también en t, como en «marchito», de márcido. Suprimida está la den muchas palabras, como en «caer, creer», de cádere, crédere.

e.

L a e queda frecuentemente conmutada en ie, como en «cierto, ciervo, tierra», de certo, cervo, terra.·— Como ya

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he dicho anteriormente, se suprimió la e final en todas las palabras derivadas del ablativo de la tercera declinación e igualmente en la desinencia de los infinitivos; v. g. : «amor» de amore, «amar» de amare, «recibir» de recipere.

f.

L a f se ha conmutado con frecuencia en h al principio de las palabras, como en «hacer» de facere, «horca» de fu rca , «hurto» de fu r to , etc. — f l se conmutó en II;

v. g. : «llama» de flamma.

Los romanos carecieron durante mucho tiempo de esta letra y en lugar de ella usaban la c; suavizando el sonido de la c se le agregó una i (o j ) , de manera que se puede considerar la g como letra compuesta (de c y j ) . Dícese que se debe la invención de la g a un tal Carvilius, de quien se cuenta que, habiendo sido el primer romano que se divorció de su mujer a causa de la esterilidad de ésta, no había dejado otra posteridad que la g. L a g de los vocablos latinos se encuentra a menudo conmutada en c en los correspondientes castellanos; v. g. : en «hago» de fa c ió ; «yago» de ja c io ; también en h, como en «her­ mano», de germano; en i, como en «reino» de regno; en s, como en «cisne» de cygno; en y, como en «yema, yerno, yeso», de gemma, género, gypso. Se ha añadido una g en «amargo», de amaro; suprimido en «frío, maestro, saeta», de frig o re, magistro, sagitta. — L a gn se conmutó general­ mente en ñ, como se ve en «cuñado, leño, puño, seña, ta­ maño», formados de cognato, ligno, pugno, signa, tam-magno.

h.

El castellano tomó la h del alfabeto latino, pero apenas ha conservado el accidente de la aspiración, como no sea - antes de la sílaba ue; én este caso algunos, y sobre todo los andaluces, exageran la aspiración hasta convertirla en g, según puede notarse en los que pronuncian «giieso, güevo» por «hueso, huevo». — Se agregó la h al principio en algunas palabras, como en «huérfano, hueso, huevo», formados de órphano, osse, ovo; se suprimió en «aborrecer, España», de abhorrèscere, Hispania.

Apéndice I I I : Raíces latinas del idioma castellano. 123 i.

Se ha conmutado esta letra muy frecuentemente en e, como se ve en «beber, cerca, lengua», etc., de blbere, circa, lingua. Se ha suprimido en algunos casos, como en «abeto, asno, noble, pared», de abiete, ásino, nobili, pariete.

L a «jota» latina, que en el fondo es la misma i, ha pa­ sado en castellano a y en algunas voces, como ayudar, mayor (adüware, maiore), y a g impropia, gutural fuerte, o j , en otras voces; v. g. : jocoso, Juan, judío, etc.

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.

Encontramos esta letra seguida de i conmutada en j en voces como «mujer, ajeno, ajo, consejo», de muliere, alieno, allio, consilio; en II como letra particular del alfabeto castellano, siendo l doble en latín; v. g. : «avellana» de avel­ lana, «calle» de cal-le o cal-li. A menudo encontramos II en castellano cuando en las correspondientes voces latinas tenemos / seguida de i, v. g. : «humillar» de humiliare; «vitualla» de victualia. Suprimida está una l siempre que en latín hay dos y que no hay conmutación; v. g. : «iluso» de il-luso. ■— lt, como ct, se conmuta en ch, como se ve en «cuchillo, escuchar, mucho», de cultello, auscultare, multo.

m.

Vese conmutada; la m en n en «asunto, exento, ninfa, triunfo», de assumpto, exempto, nympha, triumpho; se su­ prime una m cada vez que el latín lleva dos; nin se con­ muta en ñ, como en «daño, escaño, otoño, sueño», de damno, scamno, autumno, somno.

η.

Esta letra tiene de característico que en casi todos los idiomas expresa dos ideas muy distintas: el nacimiento y la negación. A veces está conmutada en ñ, como en «ra­ piña, riñón, viña», de rapina, rene, vínea; está suprimida en otras palabras, como en «esposo, mes, mesa», de sponso, mense, mensa. — n'g está conmutada en ñ en «ceñir, tañer, teñir, uña», de cingere, tángere, tingere, ungue. L a n doble

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del latín se ha convertido por regla general en ñ, como vemos en «caña, cáñamo, estaño, paño», de canna, cannabo, stanno, panno, etc.

o.

Encontramos la o conmutada en a en «langosta, navaja», de locusta, novacula; conmutada en e, como en «hermoso, redondo» de formoso, rotundo; en uen otras palabras, como «culebra, cumplir, lugar, nudo», de colubra, complere, loco, nodo; en ue, como en «bueno, buey, cuerpo, fuerte», etc., de bono, bove, cor pore, forti. Suprimida está la o en «diablo» y «labrar», de diabolo, laborare; suprimida también en tus, sus, del latín tuos, suos.— œ, lo mismo como ce,ha desapare­ cido en todas las voces castellanas cuya original latina lo lleva, y se ha conservado sólo la e; v. g., del latín ccena, pœna, pœnitentia tenemos «cena, pena, penitencia».

L a p del latín se conmuta en muchas voces en b, letra menos fuerte ; v. g. : aperire, cápere, lupo, pópulohan dado «abrir, caber, lobo, pueblo» ; se halla suprimida la p en «neuma, salmo, tisana, tisis», del latín pneuma, psalmo, ptisana, phthisis. D e la p doble en latín queda en las voces castellanas sóla una; v. g .: «aplicar» de applicare.

Algunas veces se encuentra la p h conmutada en b; v. g. : «rábano, Esteban» de ráphano, Stéphano. L a p l del latín queda generalmente conmutada en II, como se nota en «llaga, llano, llorar, llover», de plaga, plano, plorare, plúere.

En muchas voces está conmutada la q en c ; v. g. : «casi, cual, cuando, cuestión, nunca», de quasi, quali, quando, qucestione, nunquam; conmutada en g, en «agua, águila, antiguo, igual», etc., de aqua, áquila, antiquo, œquali.

r.

Se encuentra conmutada en l, como en «árbol, cárcel, estiércol, mármol, roble», de árbore, cárcere, stércore, már- niore, robore.

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S .

Esta letra se halla conmutada en c en «Cerdefia, cerrar, Córcega», de Sardinia, serare, Cársica. Todas las voces que en latín empiezan con s con consonante y se han romanceado, empiezan en castellano con es, siempre que no se haya suprimido la s; v. g. : «escribir, especie, espíritu», de scribere, spècie, spiritu. — En algunas otras voces está la s conmutada en j ; v. g . : «jabón, jeringa, jibia, jugo», de sapone, siringa, sepia, succo. —■ Suprimida está la í inicial en «centella, cetro, ciencia, pasmo», de scintilla, sceptro, scientia, spasmo.

t.

Por regla general queda conmutada la t en c en todas las voces cuya primitiva latina lleva t seguida de i y otra vocal; así es que todas las desinencias latinas en antia, entia o itiahacen en castellano «ancía, encia, icia»; v. g. : «ava­ ricia» de avaritia; a veces se conmuta la t en z, como en «razón» y «tizón» de rationey titione. Conmútase frecuente­ mente la t en su afín d, como en «cadena, madre, nadar», de catena, matre, natare.th perdió últimamente la h en las voces castellanas derivadas de palabras greco-latinas, como «teatro» de theatro, «trono» de throno, etc. — Se conmutó en d la t en los nombres derivados de los ablativos latinos en -te; v. g. : «virtud» de virtute; «ciudad» de civitate, etc.

u.

L a u queda conmutada en o en muchas palabras, como en «boca, correr, corto, gota», de faicca, cúrrere, curto, gutta; además todos los ablativos de la cuarta declinación latina mudaron la ufinal en o; v. g . : «miedo» de metu, etc. — En varias otras palabras se suprimió la u; v. g.: «regla» de régula, «establo» de stábulo, «tabla» de tábida.

V.

El sonido que en castellano se confunde con más fre­ cuencia con el de la v, es el sonido de la b: esta con­ fusión se nota también en la escritura. Para evitarla se hace necesario el conocimiento etimológico de las voces. —

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En algunas palabras queda sin embargo conmutada la v en b, como en «abuelo, barrer, bochorno», que vienen del latín ávolo, vérrere, vulturno.

X .

Encuéntrase la x conmutada en j en muchas voces, como en «Alejo, eje, ejemplo, ejército, lejía, lujuria, mejilla, tejer», etc., del latín A lexio, axe, exemplo, exércitu, lixivia, luxuria, maxilla, tèxere; en s: «ansiedad, destreza, siesta, tasa, tósigo», de anxietate, dexteritate, sexta, taxa, tóxico,etc.

Los latinos usaban la y (que equivale a dos i: ii ó ij) únicamente en palabras de origen griego; mucho tiempo se siguió el mismo ejemplo en castellano, pero últimamente se conmutó e n f ; v. g . : «etimología, lira, mártir», áe etymo­ logia, lyra, martyr, etc.

z.

L a z es otra letra que los latinos sólo usaban en palabras que tomaban con igual letra del griego. En castellano se ha conmutado esta 2 en c cuando antecede a la e; v. g. : «cé­ firo» de zéphyr o, «celo» de zelo; aunque también se es­ cribe «zéfiro, zelo».