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Principio de supervivencia en Marta Vázquez

CAPÍTULO 1. PRINCIPIOS ÉTICOS DEL MEDIO AMBIENTE

1.3 Principios de responsabilidad y de continuidad

1.3.2 Principio de supervivencia en Marta Vázquez

En Marta Vázquez, (1998), encontramos una referencia básica al concepto de la supervivencia, que es crucial a la hora de establecer fundamentos para las éticas ecológicas y ambientales:

“La aceptación de la supervivencia (entendida esta como impulso o deseo de seguir viviendo y no como condiciones extremas de vida humana) como valor fundamental puede considerarse un axioma del que partir a la hora de fundamentar una ética ecológica, sin más argumento que la consideración del hecho de vivir como la condición previa de posibilidad de cualquier otro valor. Si éticamente ha sido posible mantener hasta ahora la defensa de otros valores o intereses, este valor fundamental no puede ser negado en modo alguno”.60

La filosofía moral contemporánea responde, a dos preocupaciones fundamentales: a) la preocupación por la permanencia de la especie humana en el espacio y el tiempo planetarios; y b) la preocupación, vinculada a la anterior, por la preservación de la forma

moral de la especie, en el sentido de que más allá de esa forma moral pueda hallarse algo

que no sea posible categorizar ni expresar como ―moral‖, por salirse de lo hasta ahora considerado como tal. En esta segunda preocupación, entra, no sólo el posible nuevo hombre que alumbre el hipotético descontrol de la tecnología, el hombre que tenemos ahora, sólo que perdido y anulado en la informática, la cibernética, la farmacología de la mente y la ingeniería genética.61

La posición de John Passmore (1980), es la que considera innecesaria una ética medioambiental, ya que el interés humano por la supervivencia sería la mejor base para argüir en favor de un equilibrio biológico deseable, tanto para los seres humanos como para la comunidad biológica total sin realizar cambios en la ética actual 62. Richard A. Watson, (1979) se opone a una visión biocéntrica anti-antropocéntrica porque ―sólo los humanos son miembros plenos de una comunidad moral‖ (Watson, 1983, 256) y ni los animales

60

VÁZQUEZ, M. 1998. Tesis Doctoral: Hacia la fundamentación de una ética ecológica: la contaminación y

su contexto económico, político y jurídico. U. Complutense de Madrid. p.640. 61

JONAS, Hans. 1979. El principio de responsabilidad. Págs. 157-162.

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irracionales ni los seres humanos tenemos algo que pueda llamarse derechos intrínsecos. Los derechos, dice, tenemos que ganarlos como ciudadanos que cooperamos en una comunidad moral. Este autor mantiene la tesis de que la postura biocéntrica no es igualitaria, desde el momento en que postula un dejar hacer y un dejar estar a la naturaleza, pero excluyendo al hombre, a quien se le restringe su libre desarrollo. La tesis antropocéntrica (Watson, 1983) basada en la superioridad moral del ser humano.63

Los problemas medioambientales constituyen problemas cuya magnitud y riesgo deben evaluarse en relación con la diferencia entre consecuencias y resultados que se produce durante la búsqueda o la protección del bien individual egoísta y la búsqueda o protección de los bienes colectivos.64 Eugene Odum (1972); nos recuerda: ―la supervivencia en el futuro depende de que se encuentre o no un equilibrio entre el hombre y la naturaleza en un mundo de recursos limitados. Esto no significa que el hombre deba volver a la naturaleza, pero significa que necesitara volver a algunas de las cosa buenas, sensatas y anticuadas como la de las botellas a devolver, el ir a pie y la preocupación humana por el vecino‖.65

Cuando el riesgo recae sobre todo en aquellos que no pueden participar en la decisión hay que reconsiderar como base para las decisiones actuales la valoración del riesgo por ejemplo, una catástrofe nuclear o las consecuencias de la industria atómica, con la responsabilidad de la prueba sobre los promotores de la técnica de la energía nuclear. Una decisión de la que no puede quedar fuera la consideración de la hipoteca sobre la vida y libertad de desarrollo de las generaciones venideras.66

Por otra parte, aunque las sociedades altamente industrializadas no permiten una adecuada toma de conciencia del hecho, en todas las civilizaciones ha existido siempre una relación de cooperación entre el ser humano y ciertas especies animales superiores (fundamentalmente mamíferos). Los aspectos más visibles de esta han recaído sobre la domesticación de animales y el uso de los mismos para la realización de trabajos:

63

Citando a Watson, 1983 pág. 252. En SOSA, N. M. Ética ecológica. Necesidad, posibilidad, justificación y debate. Madrid. Editorial Universidad Libertarias. 1990.

64 NORTON, Brian G., (1984). "Environmental Ethic and weak Anthropocentrism". En Environmental Ethics.

vol.1. nº.4, p.131-148.

65

ODUM, E. (1992). Ecología: bases científicas para un nuevo paradigma. Bacelona: Vedra, p. 488.

66

SOSA, N. 1990. Ética ecológica. Necesidad, posibilidad, justificación y debate. Madrid. Universidad Libertarias.

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agricultura, ejército, policía, guías, etc. Los animales superiores han formado parte de la civilización humana desde tiempos remotos, no solo como potencia mecánica, sino también como elementos primordiales de las mitologías, en su dimensión simbólica y en su esencialidad, en su modo de ser propio.

La heurística del temor de la que habla Jonas aparece en Nicolás M. Sosa (1995) con una cita de Jungk que muestra también la preocupación por la capacidad destructora de nuestra tecnología y la necesidad de tomar conciencia del problema ecológico:

―Robert Jungk comienza uno de sus últimos escritos sobre la amenaza nuclear

(Jungk, R. 1984) con estas palabras: “En el curso de mi larga vida he tomado parte en numerosas manifestaciones contra la amenaza de la paz y de los derechos humanos”. Discúlpeseme la petulancia, que en modo alguno pretende un parangón con el director del primer Instituto para cuestiones de Futuro Europa, en 1964, y autor de una decena de libros que han recorrido el mundo, paro se me hace indispensable manifestar la vinculación de mi modesto empeño teórico con el hecho de una conciencia practica largamente mantenida y expresada en centenares de acciones, escritos, encuentros y proyectos, en definitiva, en una participación en las propias situaciones problemáticas, por mas de la misma exigencia- que yo entiendo como exigencia moral- que luego he pretendido tematizar y elaborar al nivel de la teoría. Diríase que he ido a buscar la “noción”, el “concepto” y las “razones”, desde una conciencia generada en la “practica”’ una práctica en la que he podido constatar la entrega de miles de personas, jóvenes y no tan jóvenes que, sin otro interés ideológico, político o económico, dedicaban horas y tiempos libres a documentarse y a planificar acciones que tenían como fin mostrar a sus semejantes que el problema ecológico revestía extrema gravedad y que era necesario de todo punto que se tomara conciencia de él”. 67

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