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La Reina Roja (Werty Dic10) Prologo

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Academic year: 2018

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La Reina Roja (Werty Dic10)

Prologo

Desde hace mucho, mucho tiempo, en algún lugar del Olimpo, las rencillas, las ironías, y los ideales de cada uno de los grandes Dioses se habían sucedido sin ningún tipo de repercusión. Sin embargo, desde un tiempo a ésta parte, esas “guerras verbales” habían comenzado a ser algo más que simplemente “debates entre ideales diferentes” lo que les había llevado a mantener una conversación que poco a poco aumentaba a la categoría de discusión y que marcaría la vida de muchas personas.

Eros, el Dios del amor, se enfrentaba a Ares, dios de la guerra que junto a Eris, diosa de la discordia, se mofaban de su contrincante, ante las miradas del resto de los dioses.

Ares: Jajaja - reía - mal soñáis si así pensáis - decía - Eros, eso que proclamas es tan efímero como utópico - continuaba - todos en su sano juicio lo ven.

Eros: Tú, Dios de la Guerra, te empeñas en destruir lo que yo intento crear, pero ten por seguro, que, pese a lo que intentes, el amor supera cualquiera de tus barreras…

Eris: El “amor” - dijo con desdén - se desvanece ante nosotros, mi querido Eros - sonrió con malicia.

Afrodita: El amor con el deseo, unidos al corazón, es el arma más letal contra vosotros - afirmó categórica - y acabaréis vencidos si seguís con vuestros propósitos.

Ares: Querida Afrodita - continuó el Dios de la Guerra - vuestra belleza, aunque abrumadora, no logrará convencerme - se sonrió - Y con la ayuda de Ptono y Némesis podré demostrarlo.

Eros: Esos Dioses que citas, creados para la envidia y los celos nada podrán hacer contra nosotros - afirmó - y lo demostraremos. Podréis jugar con la mentira, con el odio, con todas las armas que podáis, pero no podréis vencer al destino cuando se una con el amor.

Ares: ¿Te falla la memoria querido enemigo? ¿O no recuerdas que el destino está de nuestro lado? - preguntó autosuficiente.

Eros: Eso deberán decidirlo Las Moiras - contestó - aunque ellas siempre se guardarán su elección para ellas.

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Todos los dioses murmuraron, sopesando la idea de la Diosa y tras hablarlo con sus aliados, decidieron que era una buena forma para saber quién tenía razón.

Ares: Está bien - aceptó - por una vez haremos así las cosas, pero, si demostramos nuestra verdad, lo cual no tengo ninguna duda de que así será - miró a Eros retándole - Eros quedará desertado de éste Olimpo - sentenció y antes de que Eros pudiera decir una sola palabra siguió hablando - bien… veamos, busquemos entre los mortales algo que demuestre que nosotros tenemos razón… por ejemplo - decía mientras sacaba una sonrisa al encontrar su objetivo…

“- ¡Vete! ¡Vete de una vez! - decía desde el suelo, sintiendo el dolor y la quemazón.

- ¡No! ¡No pienso dejarte aquí! - contestaba llorando al ver como se encontraba.

- ¡Lárgate de una vez! - gritó todo lo que sus fuerzas le permitían - ¡no quiero verte! ¡no te quiero cerca!

¡No te quiero! ¿¡Me oyes!? - dijo incorporándose un poco y volviendo a tumbarse - ¡No te quiero! ¡Te

odio! ¡Nunca te he querido! ¡Vete!”

Ares: jajajaja ¿Lo veis? - preguntó con autosuficiencia - el amor no gana ¡Nunca ganará mientras yo esté aquí!

Eros: ¡Un momento! - le cortó - no podemos juzgar tan solo con esto que nos has mostrado - decía con energía - Némesis podría haber creado una mentira y Eris bien podía haber intervenido con su discordia para crear esta escena - defendió su creencia con convicción.

Atenea: Eros tiene razón - afirmó - debemos ver la historia completa, desde sus inicios, para poder juzgar sin confusiones… - miró a su alrededor, Ares parecía no estar conforme, sin embargo, la Diosa se sentó con parsimonia - tomen asiento Dioses, pues esto será largo…

Todos los Dioses tomaron asiento y esperaron para ver el comienzo de la historia que el mismo Ares había elegido.

I

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que podría ocurrir, pero la ley era la ley y cuando el juez dictaminó la custodia compartida no pudo hacer nada para separarlos.

Ese día, le tocaba con él, con tan solo cinco añitos, sin entender absolutamente nada de la vida, brincaba contenta por ir de la mano de su padre.

Madrid estaba iluminada, no solo por la luz del sol, sino por el ambiente relajado y festivo que se respiraba. Los museos, centros de ocio, así como algunas de las tiendas más exclusivas de la ciudad, celebraban el día de “puertas abiertas”. La gente paseaba por la calle, yendo de un lado para otro, parándose en algún teatro, en algún museo y aprovechando la entrada gratuita, decidían entrar y visitar por fin, lo que sus trabajos, sus rutinas y la celeridad de la vida no les permitían visitar en un día “normal”.

Había colas que incluso daban toda una vuelta a la manzana, a ella no le importaba, con su piruleta en la mano y agarrando la de su padre con la otra, sonreía a aquel hombre con barba de tres días que la miraba con ojos encantados. La cola avanzaba en su ritmo habitual, a pesar de la cantidad de gente que se congregaba frente a aquel museo.

Su padre portaba con él, una carpeta de grandes dimensiones comparada con los portafolios normales, una mochila con varios utensilios de pintura y un pequeño caballete, intentando que no se le cayera nada mientras continuaba andando junto a su hija.

- ¿De verdad quieres ayudar a papá? - le preguntó a la pequeña viendo como poco les quedaba para entrar, dejando todos sus bártulos y agachándose para quedar a su altura.

- Zí - contestó la niña sacándose la piruleta de la boca.

- Vale… ¿Y te acuerdas de todo lo que tienes que hacer? - volvió a preguntar.

- Zí - dijo de nuevo haciendo que su padre sonriera.

- Muy bien, peque - se levantó - te quiero mucho.

- Y yo, papi - contestó poniendo morritos para que le diera un beso.

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hombre se paró ante uno de los cuadros y lo dispuso todo para hacer una pequeña reproducción. Preparó el caballete, sacó de la enorme carpeta un lienzo en blanco y de la mochila sacó todos los utensilios necesarios.

Tras una sonrisa de su padre y un guiño de ojos, la pequeña se alejó, mezclándose con la gente, pocos minutos después, ya no sabía donde estaba. Se había perdido. Comenzó a dar vueltas sobre sí misma, se había alejado demasiado, algunas personas la miraban y se preguntaban qué hacía una niña tan pequeña dando tumbos por aquel museo ella sola, pero nadie se acercó. La desesperación comenzó a llegar a sus ojos y en un instante ya lloraba.

- ¡Papá! ¡Papá! - gritaba mientras las lágrimas cruzaban sus ojos.

- ¿Qué te pasa pequeña? - preguntó con amabilidad uno de los chicos de seguridad.

- No encuentro a papá - dijo mirándolo con tristeza - no ze donde eztá…

- Bueno… vente conmigo - contestó - seguro que lo encontramos - la niña negó con la cabeza - ¿No?

- No, papa dice que no me junte con eztraños - dijo convencida, incluso diría que algo más calmada.

- Ya, pero mira - dijo enseñándole su identificación - me llamo Juan, y soy como un policía - sonrió - soy el policía del museo… y te puedo ayudar a buscar a tu papá.

- El muzeo ez muy grande y zeguro que no lo encontramoz nozotroz zoloz - contestó.

- Bueno… pero para eso tengo yo esto de aquí - señaló su walki - y mira, con esto yo llamo a otros policías del museo y entre todos encontramos a tu papá.

- ¿De verdad? - preguntó.

- De verdad - contestó el seguridad.

Los llantos y los gritos de la niña habían llamado la atención a buena parte de los visitantes del museo que se acercaron curiosos para saber qué pasaba. Pese a los intentos del hombre de seguridad por calmar las cosas y que no se hiciera un “corrillo” no consiguió que la gente volviera a sus cosas, todos querían saber qué pasaba y cuando se enteraban todos querían ayudar a la niña.

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con la niña, estuvieron calmándola y buscando por los alrededores, pero no parecía que le padre estuviera por allí.

- A ver bonita - dijo uno de los agentes - ¿Cómo es tu padre?

- Tiene barba - contestó la niña compungida - Y mamá dice que tiene mucha cara, pero yo no le veo mucha cara - dijo haciendo que el agente de seguridad esbozara una sonrisa - y habla azí - continuó emitiendo un sonido sordo y rudo imitando la voz de su padre - y me compra piruletaz - continuó la cría - y me cuenta cuentoz antez de dormir…

- Ya, ya pequeña - la cortó el seguridad - pero ¿Cómo es físicamente?

- ¿Fizicaqué? - preguntó mirándolo como si le hubiera hablado en chino.

- Ummm… A ver ¿Tiene gafas? - preguntó

- Zi y No - contestó la niña negando con la cabeza, el chico la miró cuestionándola - ez que a vecez ze laz pone…

- ¿Has dicho que tiene barba? - siguió preguntando.

- Zí - contestó la niña.

En ese momento, de lejos, vio como un hombre se acercaba lentamente al corrillo que habían formado. Entre todo el revuelo, los agentes de seguridad buscando por el museo y los visitantes intentando calmar a la niña apareció por fin su padre, con el gesto claramente preocupado y preguntando por su hija.

- Disculpen… ¿han visto a una niña pequeña? - preguntaba a una mujer - tiene cinco años, es así de alta - dijo haciendo la señal con la mano indicándole su cadera - lleva un abrigo rosa…

El chico de seguridad escuchó aquella pregunta y se volvió para mirar a aquel hombre, dejando a la vista a la pequeña quien sonrió al ver a su padre y corrió hacia él.

- ¡Papi! - exclamó la niña abrazándose a su hija.

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- Disculpe - dijo el agente de seguridad - ¿es usted su padre?

- Sí… - decía mirando a su hija - lo siento mucho… estaba pintando y cuando me quise dar cuenta no estaba… - abrazó a la niña - dios, pequeña, que susto me has dado…

- Perdone - insistió el chico de seguridad - ¿Tiene alguna identificación que acredite que es usted el padre de ésta niña?

- Ez mi papá - contestó la niña

- Sí, claro - dijo el padre - este mire - le enseñó una foto - somos nosotros - guardó la foto a penas el chico le echó un vistazo - y mi carné de conducir - dijo diligente enseñándole dicho documento.

- Bien - continuó el agente sin a penas mirar el documento, puesto que tan solo la reacción de la niña ya le había demostrado que era su padre - pues… intente que no se vuelva a perder - le terminó de decir.

- Sí, no se preocupe, nosotros ya nos vamos a casa - dijo al chico.

- Les acompaño - contestó cortés el chico de seguridad.

Vio como se dirigían hacia el lugar donde el padre había estado pintando, lo vio recoger todo y tras terminar, tomó la mano de la pequeña que ahora sí sonreía ampliamente y los acompañó a la puerta. Se despidió de la pequeña y tanto él como sus compañeros volvieron a sus puestos recuperando la normalidad de aquel día.

- Vamos, cariño - decía el padre subiéndola al coche con rapidez.

- ¿Lo he hecho bien, papi? - preguntó una vez emprendieron el camino.

- Lo has hecho muy bien - sonrió - eres la mejor - le dijo con cariño - y por eso te has ganado que te compre el helado más grande de todos.

Diez minutos después, cuando ya se habían alejado del lugar, una alarma comenzó a sonar dentro del museo. Un robo, acababa de sucederse un robo, a plena luz del día, y con el museo atestado de gente…

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Le encantaba Madrid en esa época del año. Las luces, la gente, los adornos, la vida que tenía la gran ciudad. No soportaba la Navidad, era cierto, desde hacía años ese tiempo estival era bastante triste, sin embargo, y aunque pudiera ser contradictorio, sí le gustaba ver el ambiente, la ciudad se llenaba de niños, de gente corriendo en sus últimas compras, eso era lo que le gustaba…

Ese día, podría haber sido como cualquier otro, sin embargo, era un día importante. Como cada año, Madrid celebraba otro de sus días “de puertas abiertas” así que con su cámara de fotos, su mochila al hombro y una gorra que le tapaba del sol, se dispuso a hacer la cola para entrar al museo.

Deambuló por varias salas durante una media hora, disfrutando del arte que se respiraba, visualizando cada pintura, cada pincelada de cada uno de los cuadros que se mostraban.

Entró en una sala algo más pequeña, tan solo un par de personas más estaban allí, miró uno a uno cada obra colgada hasta que quedó frente a aquella que tanto recordaba, había visto mil veces una reproducción casi exacta colgada en el salón de casa. Sonrió, aquel que mostraban no era el original, se parecía mucho y daba el pego, pero no lo era. Cualquiera con un poco de “experiencia” en arte se habría dado cuenta. Sonrió, debía estar restaurándolo… aunque eso, ya lo sabía.

Moviéndose ligeramente, tomó su cámara de fotos que colgaba de su cuello y comenzó a fotografiar los cuadros de aquella sala. El flash iluminaba los lienzos, y las instantáneas quedaban perfectas…

Seguridad: Disculpe - se acercó un hombre de seguridad - No puede utilizar el Flash

- Oh, ¡Lo siento! - se disculpó quitándose la cámara del cuello - verá, mi marido me ha comprado ésta cámara y no sé como va - decía tocando varios de los botones de la cámara - he intentado quitárselo pero no hay manera… - continuaba diciendo apurada.

Seguridad: Lo comprendo pero…

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Seguridad: no se preocupe - el chico se alejó con una sonrisa y ella le devolvió otra con algo de vergonzonería.

A pocas calles de allí, aparcado en una de las filas de aparcamiento, un ordenador, escondido en el maletero, comenzaba a trabajar sin que nadie a su alrededor le diera órdenes.

“Sistema Bluetooth Activado” rezaba en la pantalla “Conexión completada” “Descargando video de

seguridad al sistema Central”

En el museo, la chica miraba la pantalla de su móvil y sonreía “Datos cargados satisfactoriamente” decía la pantalla. Miró su reloj y pulsó el cronómetro, tenía exactamente 9 minutos antes de que la conexión se cayera.

Guardó el teléfono, miró una vez más los cuadros y con un total disimulo entró en los servicios, se metió en un cubículo vacío. Con cuidado de no tocar más de lo estrictamente necesario, se descolgó la cámara de fotos y la colgó en el pomo de la puerta. Sacó de su mochila un caja de lo que parecían polvos de maquillaje y con un pincel, empolvó toda la superficie de la cámara. Sonrió al encontrar aquella huella del pulgar, rebuscó de nuevo en su bolsa y encontró aquel adhesivo extremadamente adherente y absorbente que había comprado hacía unos días en el mercado negro, colocó el adhesivo sobre la huella y cuando lo despegó, miró al trasluz, su sonrisa volvió a ampliarse al ver aquella huella en el adhesivo.

Guardó todo de nuevo y salió del servicio, se cruzó con una chica que entraba y le dejó pasar, tras esto, se movió con tranquilidad por el museo, miró su reloj, 6 minutos,“voy genial de tiempo” se dijo a sí misma.

Llegó por fin a una de las “zonas de conflicto” como ella misma las había denominado: La entrada hacia las salas de restauración, las cuales debían estar vacías en esos momentos según los horarios que había estado estudiando durante días. La puerta estaba custodiada por un sistema de huellas digitales, custodiada por otro hombre de seguridad y según lo que había estudiado del museo, tras aquella puerta, el sistema de seguridad era muchísimo menor al que había fuera.

- 5… 4… 3… 2… 1… - vio como otro hombre de seguridad entraba en su campo de visión, hablaba con quien custodiaba la puerta, volvió a sonreírse, el cambio de turno llegaba puntual, ambos hombres se alejaron un poco de la puerta y ella aprovechó su distracción para llegar a ella.

Con maña y rapidez, colocó el adhesivo con la huella de aquél otro seguridad y una lucecita verde sobre el lector le dijo que tenía campo abierto. Miró hacia atrás, cerciorándose de que nadie la veía y abriendo la puerta entró, cerrando tras ella.

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Con pasos rápidos se acercó a otra puerta, la abrió con una horquilla del pelo y entró en la sala “soy genial” se susurró a sí misma, al verse en el lugar correcto. Se acercó a una de las mesas de

restauración y ahí estaba, su objetivo, el cuadro por el que había llegado allí. De su mochila sacó una que por la manera de doblarla bien parecía el fondo de la primera, la desdobló, enrolló el cuadro con cuidado, lo metió en la mochila viendo como al cerrarla, el lienzo sobresalía por uno de los laterales sin daño alguno. Se acercó a la ventana, la abrió y mirando hacia el exterior, lanzó la mochila al pequeño y solitario callejón que separaba el museo del edificio colindante. Cerró de nuevo la ventana, rebuscó en su mochila una pequeña figura y dejándola en el lugar donde previamente había estado el lienzo salió de la habitación con cuidado de no ser descubierta.

Salió de nuevo al museo, se alejó de la puerta para ver como, escasos segundos después, el agente de seguridad del nuevo turno, volvía a su puesto. Continuó andando y miró su teléfono.

“Desconexión Parcial Completada” leyó dos segundos después “Sistema Interior reestablecido” guardó el

terminal y volvió a la sala en la que se había encontrado con aquel agente. Lo saludó y se acercó a él con el rostro avergonzado aún.

-Quería pedirle disculpas una vez más - le dijo al chico.

Seguridad: No se preocupe - contestó con una sonrisa - es algo habitual, no tiene importancia…

Justo en ese instante, el walki del hombre comenzó a sonar, ante la atenta escucha de la chica, el seguridad se disculpó y se separó de ella.

Seguridad: Aquí José - dijo al walki.

Seguridad2: José, dime tu posición, no te veo en el monitor - escuchó que decían desde la sala de visionado.

Seguridad: Deberías verme, estoy en la sala Gándara - contestó mirando directamente a la cámara de seguridad - no me he movido de aquí.

Hubo un silencio, donde el seguridad, en la sala de visionado, veía a su compañero cerca de una mujer. Miró interrogativo a otro compañero, un novato que acababa de llegar al museo y que le mostraba, desde otro monitor, a José hablando con la misma mujer hacía escasos tres minutos. “¿Es que estabas ciego?” le recriminó al ver ambas imágenes, el otro chico se disculpó.

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Seguridad2: No, todo en orden, gracias - contestó cortando la comunicación.

-Bueno… muchas gracias por todo y disculpe - dijo una vez se acercó de nuevo el agente de seguridad - ha sido muy amable.

Seguridad: No hay de qué - contestó amable volviendo a su puesto.

Salió con tranquilidad tras un grupo de estudiantes, pasó por el cordón de seguridad sin levantar sospecha alguna. Ya en la calle, comenzó a andar con pasos despreocupados, se alejó de la puerta principal, entró en aquel callejón, dando pasos firmes y tranquilos, tomó la mochila y continuó su camino en la misma dirección. El callejón acabó llevándola a otra calle, ahora sí aumentó el ritmo de sus pasos siempre con precaución de no levantar sospechas ante tanta gente con la que se cruzaba, disimuló su rapidez con las prisas que todos llevaban para las compras de última hora. Llegó a su coche, lo abrió con el mando a distancia, metió las mochilas en el maletero, y colocó el portátil de manera que le fuera más fácil manejarlo. Pulsó varias teclas, metió varios códigos y sonrió cuando leyó en la pantalla “Todos los sistemas reestablecidos satisfactoriamente” “Desconexión Total Completada” cerró la pantalla, hizo lo

mismo con el maletero, entró en el coche y arrancando el motor, se internó en el tráfico madrileño.

-Felices Fiestas - murmuró al pasar con su coche por el museo.

Minutos después, las alarmas saltaban, el museo comenzaba a cerrar con rapidez, los agentes de seguridad se movilizaban desconcertados y en la sala de restauración, alguien encontraba, en lugar del lienzo, una figura que se reía de ellos:

“Roban un cuadro de Antonio Dávila valorado en 50.000 euros.

A plena luz del día, cuando el museo estaba lleno de gente, aprovechando la jornada de puertas

abiertas, alguien ha robado un cuadro de Antonio Dávila: “El complejo Mundo”. Las autoridades aún

están sorprendidos por este robo y afirman que están trabajando para atrapar al ladrón. Aún no se ha

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“El Complejo Mundo” ya fue robado hace años y recuperado tiempo después. Tras eso no había sido

expuesto aún en ningún museo ni galería y éste año al fin había vuelto a colgarse para que el público

disfrutara con su pintura…”

Soltó el periódico de mala manera, miró a todos los presentes con el rostro visiblemente enfadado. Volvió a tomarlo y lo aireó frente a ellos, tomó aire, intentando serenarse antes de seguir con aquella reunión de urgencia.

- ¿Puede alguien decirme por qué la prensa se ha enterado tan rápido del robo? - preguntó con exaltación

- Bueno… es una noticia de gran calibre y…

- ¡Me importa un pimiento el calibre de la noticia! - soltó elevando la voz - ¡dije que nada de prensa, solo saben obstaculizar! - todos bajaron la mirada, hubo un silencio largo, en el que intentaba que la calma llegara de nuevo, elevó la vista y una vez más tomó aire - bien, quiero saber cómo ha podido saltar el sistema de seguridad, quiero saber qué tiene la policía - comenzó a dar instrucciones - trabajaremos con ellos y les facilitaremos toda nuestra ayuda… pero quiero una investigación paralela - continuó - somos los encargados del sistema de seguridad de ese museo y nos han pasado por encima de una manera fácil y dejándonos como tontos - afirmó - quiero las cámaras de seguridad, quiero hablar con todo el que tuviera acceso a la sala de restauración y quiero que ese agente se presente aquí inmediatamente.

- La policía tiene las cintas… las están procesando ahora mismo - dijo uno de los chicos de la sala - y… el agente de seguridad está prestando declaración…

- Lo quiero todo aquí ¡YA! - terminó de decir saliendo de la sala de juntas y acelerando el paso hasta su despacho. Una vez allí, tomó el teléfono y pulsó la marcación rápida - Hola…

- Dime que lo tienes todo - contestó una nueva voz al otro lado de la línea.

- Aún no… la policía está con ello - le dijo.

- Bien… cuando lo tengas, me lo traes, quiero verlo con mis propios ojos y saber qué cojones ha fallado - terminó de decir colgando el teléfono.

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sistema de reconocimiento de voz y un scaner de retina, se presentaban ante sus ojos para poder acceder al “gran despacho”. Una vez conseguida la autorización, tras pasar por otro sistema de seguridad más, la puerta se abrió, dejando ver un pasillo de tonalidades claras, al fondo, una única puerta.

Llamó con los nudillos esperando la invitación de entrada y una vez la escuchó, abrió enseñando las cintas.

- Bien… vamos a verlas - dijo encendiendo el DVD.

Comenzaron a visionar las cintas, una a una y apuntando en una libreta todo aquello que le parecía extraño. Todo parecía normal, salvo la afluencia de público, aunque teniendo en cuenta que la entrada era gratuita, entraba dentro de la “normalidad”.

- Para, para ahí - le dijo haciendo que parara la grabación - ahí está - dijo señalando un punto en concreto. Alternando varios televisores, siguieron cada paso que daba, hasta que en un momento, todas las imágenes devolvían la mismas escenas… - menuda panda de incompetentes - soltó - ¿¡No os dais cuenta que han metido una clonación de los videos!? - miró a su lado encontrando un gesto sorprendido - no me jodas que no te has dado cuenta - le dijo - ¡es un bucle! ¡Han cargado un bucle con la misma imagen durante… - pasó el video hacia adelante - durante nueve minutos!

- No sé como ha podido pasar - afirmó - tenemos un sistema informático que… - se calló al leer el informe que tenía - … El museo tenía contratado un sistema muy básico - le comunicó - no lo actualizaron…

- ¡Genial! - protestó - En fin… qué tenemos de ella - dijo señalando a la ladrona.

- Pues… poca cosa… es Morena, mide entre 1,60 y 1,70… no mira jamás a las cámaras y según la declaración del agente de seguridad, su rostro es bastante normal, no recuerda ningún rasgo significativo, ojos marrones, pelo moreno… evitaba mirarlo al igual que hacía con las cámaras y tampoco se fijó demasiado, le entretuvo con otras cosas… por lo que dice que no recuerda nada que pueda identificarla… Salvo que utilizaba gafas…

- Ya… menuda pandilla de idiotas - murmuró para sí misma refiriéndose a la poca capacidad de observación de aquel agente de seguridad - ¿Dices que es morena? - le preguntó sin apartar los ojos de la pantalla.

- Sí… se ve el pelo bajo la gorra.

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natural… puede ser morena y también tener el pelo azul… y la gafas… puede ser solo una estratagema… seguramente ni las usará… por lo tanto no tenemos nada…

- Tenemos esto - dijo sacando una foto en la que se veía la pieza de ajedrez y mostrándosela - la dejó en la sala de restauración.

- Genial - contestó de manera neutra - Una Reina Roja…

- Parece que es su firma - contestó.

- ¿Hay algo en ella? - quiso saber sin apartar la vista de aquella instantánea.

- Según el análisis de la policía no tiene huellas… - le dijo de nuevo - está limpia…

- Estupendo - contestó una vez más, ésta vez utilizando un tono más serio, aquello no le gustaba nada, absolutamente nada - La Reina Roja… Es presuntuoso, arrogante y presumido - dijo mirando la fotografía - pero hay que reconocer que realmente tiene gancho… - dijo haciendo que su acompañante se sorprendiera por aquella “broma” - déjame todo esto aquí, intentaré averiguar algo más - siguió - puedes irte a casa…

- Gracias… Hasta mañana - se despidió tras dejarlo todo donde estaba.

- Hasta mañana - contestó mirando la fotografía donde se mostraba la imagen de aquella figura de ajedrez… - genial… si hay firma, habrá más robos… - dijo para sí misma sentándose en su mesa y comenzando a leer todos y cada uno de los informes policiales y con la idea de que, en algún momento, ella querría hacer sus propios informes y análisis…

Llevaba sentada en la barra un rato, no tenía ganas de volver a casa, donde la soledad sería su única compañera. Miraba hacia la pista, donde algunas personas bailaban al son de los acordes que salían por los amplificadores. Sonrió, algunos no tenían sentido del ritmo y sus movimientos eran extremadamente descoordinados. No es que ella fuera una bailarina nata, ni mucho menos, pero al menos, nadie se preocupaba por si su cadera salía volando en uno de sus movimientos.

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descubierta. Continuó bebiendo y mirando a la pista, pese a que sus ojos se empeñaban en ir hacia aquel cuerpo que la llamaba, por suerte para ella, aún los mantenía a ralla.

Sintió movimiento a su lado. Se irguió en el taburete al ver que aquella chica se acercaba a ella, con su copa en la mano y una sonrisa en los labios terminó por sentarse justo a su lado. Ella volvió la vista al frente, dio un nuevo trago y clavó la mirada en la barra.

-Hola - saludó la chica con una voz penetrante.

-Hola - contestó mirándola un segundo.

Durante un par de minutos se mantuvieron en silencio, cada una metida en sus pensamientos y las miradas rehuyéndose, hasta que aquella chica comenzó a hablar.

-¿Sabías que a la hora se fabrican 200.000 bolígrafos bic? - preguntó y ella la miró con un gesto absolutamente asombrado por aquella salida tan extraña - Lo vi el otro día en Discovery Channel - continuó - 200.000 bolígrafos a la hora… - repitió - si la jornada laboral es de ocho horas, eso nos da una cantidad de 1.600.000 bolígrafos al día, que en una semana teniendo en cuenta tan solo los cinco días laborables, suponen 8.000.000 de bolígrafos, lo que en 52 semanas que son las que tiene un año, resultan ser 416.000.000 de bolígrafos bic repartidos por todo el mundo - siguió ante al mirada más que asombrada y expectante de la chica.

-Perdona… ¿quieres llegar a algún lugar con esto o… simplemente me lo dices como mera información? Porque te aviso que no tiene ningún sentido y que no me interesa demasiado - dijo al ver que aquello era lo más absurdo y surrealista que le habían dicho nunca.

-Por supuesto que tiene sentido - contestó como si nada, con una sonrisa perfecta que la deslumbró - verás… hemos dicho que al año resultan ser 416 millones de bolígrafos bic por todo el mundo - recapituló - bien, teniendo en cuenta que todos y cada uno de ellos pasan por un estricto control de calidad y que tan solo el 0,0001% resultan llegar defectuosos a sus puntos de venta… nos da una probabilidad de 0,0001 entre 416 millones de que yo, que me he comprado éste bolígrafo ésta misma mañana - dijo sacando uno de su bolso - haya escogido el bolígrafo defectuoso…

-¡Qué interesante! - dijo con gran ironía.

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todo el mundo - hizo un gesto gracioso con la cabeza - redondeando los datos de nuevo, claro - volvió a apuntar antes de darle otro sorbo a su copa.

-Claro, claro - dijo fingiendo interés.

-Bien, la cuestión es que de esas 3 mil millones y pico de mujeres… digamos que, el 40% … Porcentaje arriba o porcentaje abajo, son abiertamente lesbianas - ella la miró con una expresión de sorpresa por aquella salida - o, han pensado alguna vez en su vida que lo eran o alguna vez se han sentido atraídas por una mujer - dijo dando alguna posibilidad más a su teoría - lo que nos lleva a la siguiente pregunta - hizo una pausa para hacerse la interesante - ¿qué probabilidad hay de entrar en un bar que no sea de ambiente, en una noche de miércoles, día laborable, y encontrarme con una chica guapa en la barra, sola, que sea lesbiana y que además yo le guste? - terminó su pregunta y ella no pudo más que soltar una carcajada por aquel final.

-Jajajá - reía - ¿tú esto te lo has preparado antes de salir de casa?

-No - contestó mostrando una leve sonrisa - pero piénsalo… si hacemos una ponderación de datos entre los bolígrafos bic y la población femenina mundial, creo que hay tantas posibilidades de que éste boli sea defectuoso, como de que tú seas esa chica lesbiana, en un bar hetero, sola y a la que yo le gusto - dijo haciendo un gracioso gesto con las cejas - es decir… para finalizar, si suponemos que los datos pueden relacionarse y hacemos la suposición de que son iguales, tengo un 0,0001 entre casi 3 mil millones de probabilidades, descartando muchas otras variables - dijo a modo de apunte - de salir de aquí contigo… y… - tomó un papel - creo que hoy es mi día de suerte - dijo intentando garabatear con el bolígrafo - está defectuoso - terminó de decir, mostrándole el bolígrafo que no pintaba y dándole un tono sugerente a sus palabras…

-Ya… - dijo con una sonrisa, pues toda aquella puesta en escena debía reconocer que le había hecho bastante gracia - no me vas a llevar a la cama esta noche, si es lo que pretendes con tanta pantomima.

-¡Uau! - exclamó haciendo un gracioso gesto de indignación - ¿Quién ha dicho que quiera llevarte a la cama? - dijo mostrándose un tanto ofendida, pese a que en realidad no lo estaba - solo he dicho salir de aquí contigo… el resto… - volvió a poner ese tono sugerente de antes - ya lo iremos viendo…

-¿Estás muy segura de ti misma no? - preguntó de nuevo, dando un sorbo a su copa y sin borrar su sonrisa - ¿Por qué afirmas que soy lesbiana?

-Umm… no lo digo yo - dijo sin apartar la mirada - lo dicen las estadísticas… de ahí mi seguridad - sonrió una vez más.

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-Sí - contestó mirándola - además, tampoco lo has negado… más a mi favor - sonrió una vez más - ¿nos vamos ya? - preguntó al ver que se levantaba - ¿Tanta prisa tienes? - sonrió malévola.

-Creo que tus estadísticas fallan por hoy - contestó graciosamente - pero sigue intentándolo - le dijo dándole un pequeño golpecito - aún tienes una probabilidad entre…

-3 mil millones - terminó por ella.

-Eso… entre 3 mil millones…

Dicho esto y con una sonrisa en los labios por aquella nueva forma de ligar, salió del bar y se dirigió a la parada de taxis más cercana. Su coche, a última hora no había arrancado, así que lo había dejado en casa cuando salió esa tarde. Al llegar a la parada vio, sorprendida que no había ningún taxi que pudiera coger. Suspiró, frustrada, se dio media vuelta y comenzó a andar mientras miraba la carretera para ver si se encontraba con alguno.

- En Madrid hay en activo 16.000 taxis - suspiró al escucharla tras ella y reconocer su voz - hoy es miércoles… los miércoles no sale demasiada gente, lo que supondría que debería haber más taxis libres… tus probabilidades de encontrar alguno son bastante mayores a las que serían un viernes o sábado por la noche - continuó, ella puso los ojos en blanco - lo que hace que mis probabilidades para irme contigo disminuyan considerablemente, sobre todo dado el poco interés que te he despertado… pero - apuntó - sigue siendo mi día de suerte… no hay ni un solo taxi en la parada y yo tengo el coche aquí mismo - sonrió - y estaría encantada de llevarte…

- ¿Tienes algún trauma infantil con las estadísticas? - preguntó.

- No… - contestó - solo intento hacerte ver que la única posibilidad que tienes de llegar a casa pronto y no esperar una eternidad a un taxi, soy yo - dijo haciendo un gracioso gesto con el que no pudo más que sacarte una sonrisa - reconoce que he sido original - afirmó - seguro que estabas harta de eso de “¿eres nueva por aquí? Nunca te había visto” o lo de “¿estudias o trabajas?”

- Sí… original sí has sido - continuó - un poco pedante con tanto número y tanta parafernalia… pero original, sí.

- Gracias - contestó haciendo una graciosa reverencia.

- ¿Eres un poco payasa no? - preguntó.

(17)

- Ya, ya… según tus estadísticas todo está a tu favor - la cortó.

- Exacto - afirmó con autosuficiencia - venga… te llevo a casa.

Durante un instante pensó en la posibilidad de irse con ella, miró de nuevo la parada de taxis, ni un solo coche esperando, el metro a esas horas ya estaría cerrado y por supuesto, no parecía haber nadie por la calle. La miró de nuevo, viendo que sonreía mirando a su alrededor, esperando una respuesta, suspiró, volvió la vista a la parada y dándose por vencida de nuevo al encaró.

- Está bien - afirmó - la verdad es que me harías un gran favor.

- Señorita - dijo indicándole el camino - por aquí - comenzó a andar hacia su coche, con una sonrisa de autosuficiencia, ella la miraba desde atrás haciéndole una radiografía y fijándose en su trasero - este es mi coche.

- Es bonito - fue lo único que dijo.

- Gracias… - contestó, abriéndole la puerta y mirándola un segundo antes de cerrar - espero que te hayan gustado las vistas - terminó de decir, cerrando la puerta y dirigiéndose al asiento del conductor, ella bajó la mirada un tanto avergonzada. Cuando se sentó en el asiento, accionó el motor, la miró, intuyendo que la había avergonzado y sacando una nueva sonrisa volvió a mirar al frente - por cierto… me llamo Maca.

- Yo Esther - contestó.

- Pues… encantada Esther - dijo mirándola seductora.

- Igualmente Maca - contestó, mirándola de la misma forma que ella.

En el trayecto, no hablaron demasiado, tan solo Esther le iba indicando el camino hacia su casa preguntándose una y otra vez, como era que había accedido a montarse en aquel coche. Maca por su parte, la miraba con una sonrisa de autosuficiencia que más nerviosa la ponía a ella.

E: Es aquí - dijo una vez entraron en su calle - gracias por traerme.

(18)

E: Ya te he dicho que esta noche no me llevarías a la cama - contestó con una sonrisa.

M: También podemos jugar al parchís - bromeó.

E: Ya… - sonrió y abrió la puerta - muchas gracias… hasta la próxima.

M: ¡Ey! Espera - salió elle también del coche antes de que se marchara - que… no sé, digo yo que… podrías darme tu número de teléfono o algo ¿no?

E: ¿No te cansas nunca? - preguntó volviéndose divertida, pues debía reconocer que toda aquella situación era como mínimo, cómica.

M: Cuando algo me interesa, no, no me canso - afirmó mirándola de arriba abajo - va, dame tu número… ¿qué puede pasar? Lo único que pasaría es que te llame y si no quieres saber nada de mí, basta con que no me respondas… te prometo que si no descuelgas a la primera llamada que te haga, no volveré a molestarte…

Debía reconocer que toda aquella situación le había agradado desde el principio, su forma de acercarse, de hablarle, de ligar con ella había sido lo más payaso y original que había le había pasado en su vida. La verdad es que aquella chica le parecía divertida, simpática y obviamente y sin poder negarlo, estaba bastante buena… así que, ¿por qué no? Se preguntó, la miró un instante y acto seguido sonrió.

E: Está bien 659… - dijo pronunciando su número, y al ver que no lo apuntaba se extrañó - ¿No querías mi número?

M: Claro, gracias por dármelo - sonrió.

E: Umm… como no lo has apuntado ni nada - soltó un tanto decepcionada, le estaba tomando el pelo, estaba claro.

M: Tengo una memoria infalible - dijo dándose golpecitos graciosos en la cabeza - está todo aquí.

E: Ya - soltó sin creerse nada y cada vez con la idea de que se estaba riendo de ella más asentada en su cabeza - buenas noches - terminó de decir, con el rictus más serio y alejándose de ella.

(19)

Habían pasado tres días desde aquel “Encuentro” y no había tenido noticias de ella, así que simplemente, se había olvidado del tema y había decidido no pensar en ello. Al fin y al cabo no era algo que le quitara el sueño…

Iba andando por la calle, necesitaba hacer un par de gestiones bastante importantes cuando escuchó el sonido de su móvil salir del bolso. Rebuscó entre sus cosas y cuando lo encontró, miró la pantalla leyendo un número que no identificaba.

E: ¿Sí? - dijo nada más contestar.

M: El 95% de las mujeres pensamos que una llamada demasiado pronto significa desesperación - escuchó que decía y no pudo más que sacar una sonrisa a este lado de la línea - dejar pasar dos días antes de llamar, hace que pensemos que no hay interés y llamar el tercer día crea una grata sorpresa al ver que sí se realiza la llamada prometida puesto que ya lo habíamos dado por perdido… - seguía sonriendo - así que ¡Hola! - dijo dándole un tono cómico a su voz - ¿te he sorprendido?

E: Lo cierto es que no - dijo aun siendo mentira, pero no iba a ponérselo tan fácil - de hecho, ni tan siquiera recordaba que existías… te olvidé nada más irte…

M: Ummm… - escuchó - me lo pones complicado, ¿eh? Eso me gusta… es todo un reto.

E: Y claro - decía mientras continuaba andando - a ti deben encantarte los retos…

M: Bastante… - bajó el tono de voz - son apasionantes…

E: No sé porqué lo imaginaba - contestó.

M: ¿Te lo imaginabas? - preguntó con intención.

E: Sí - dijo un tanto dubitativa al escuchar el tono.

M: Así que has estado pensando en mí - dijo chulesca.

E: Yo no he dicho eso - contestó mordiéndose el labio por su metedura de pata.

(20)

E: ¿Querías algo, Maca? - preguntó para cambiar drásticamente de tema - porque tengo que hacer unas cosas y…

M: Ah, sí, claro - dijo aun sabiendo que quería cambiar de tema - quería invitarte a cenar.

E: No creo que pueda - sonrió para sí misma.

M: Pues a comer - lo intentó de nuevo.

E: Me viene fatal - contestó una vez más.

M: Ummm… ¿Un café? - insistió.

E: El café me sienta mal para los nervios - se divertía.

M: Uy… vaya… - sonreía también al otro lado de la línea - ¿Un té? El té no afecta tanto a los nervios…

E: ¿Tú no pillas las indirectas, verdad? - preguntó.

M: Claro que sí, es solo que las ignoro - contestó - además, has contestado a la llamada, lo que me deja el camino libre para no desaparecer - continuó haciendo alusión a la promesa que le hizo días antes.

E: Empiezo a arrepentirme de haber descolgado - sonreía.

M: Eso ha dolido - dijo haciéndose la dañada - Está bien… te lo pondré fácil… a las seis estaré en el World Coffee. Esperaré 15 minutos, ni uno más y ni uno menos, si apareces, genial, nos tomaremos algo y empezaremos a conocernos… si no apareces, tampoco pasará nada, y yo, dejaré de llamarte…

E: Como quieras - contestó - y ahora tengo que colgar… he de hacer algunas cosas.

M: Claro - escuchó que decía al otro lado de la línea - hasta luego.

(21)

No sabía muy bien qué hacía ahí, frente a aquella puerta se debatía entre abrir o darse media vuelta. Eran las 18:12 de la tarde, tan solo quedaban tres minutos para que se cumpliera el margen de tiempo que la misma Maca había dado por teléfono. Sería sencillo, darse la vuelta, no mirar a tras y tras tres minutos aquella chica dejaría de llamarla, entonces… ¿Por qué no lo hacía? Porque le gustaba, realmente le había gustado y le hacía gracia el juego que se traía… por eso no se iba de allí.

Tamborileaba con los dedos sobre la mesa mientras removía una vez más aquel café que ya debía estar frío. Miraba el reloj continuamente, quedaban tan solo dos minutos para que acabara el plazo de tiempo que le dio a Esther y no aparecía… comenzaba a hacerse a la idea de que no lo haría y cuando casi había tirado la toalla, levantó la vista para llamar al camarero cuando la vio entrar. Sonrió con amplitud y se levantó a la espera de que se acercaba.

M: Pensé que no venías - dijo robándole dos besos que dejó un tanto parada a Esther.

E: He estado a punto de no venir, la verdad - contestó con total sinceridad, sin tener nada que perder…

M: Me alegro de que te lo hayas pensado mejor - dijo tomando asiento - ¿qué quieres tomar?

E: Un café con leche - miró al camarero que acababa de llegar.

M: ¿No te alteraba los nervios el café? - Esther sonrió - Vale… - dijo haciéndose cargo de la excusa - ¿Y que te ha hecho cambiar de opinión? - preguntó una vez el camarera las dejó solas.

E: ¿Perdón? - no la entendió.

M: Has dicho que has estado a punto de no venir - sonrió, con esa sonrisa que desde el primer día tanto había impactado a Esther - ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión? - preguntó nuevamente.

E: Siento curiosidad - contestó levantándose de hombros.

M: Vaya… - dijo intentando ponerle decepción a sus palabras - y yo que creí que era porque te gustaba…

E: Pues lo siento - sonrió - solo es curiosidad…

M: Me tendré que conformar con eso - la miró - de momento… Gracias - le dijo al chico cuando volvió con el pedido de Esther.

(22)

y el que, al parecer, Esther aún no conocía, pero no dijeron nada acerca de ellas. Maca la observaba, intentaba descifrar lo que sus ojos escondían y Esther rehuía su mirada sintiéndose un tanto incómoda.

M: Bueno… - dijo al ver que ninguna decía nada - ¿Y me vas a decir qué es lo que te causa tanta curiosidad? Porque he de decirte que mis dotes adivinatorias no están demasiado afinadas hoy…

E: En realidad no lo sé - contestó - no es solo una cosa, ni es algo que pueda decirte así como así… digamos que eres tú quien me causa curiosidad, tú y esa forma de acercarte, todo eso que te sacaste de la manga… toda tú me crea curiosidad…

M: Jumm… - asintió medio riendo - toda yo…

E: Es una forma de hablar - dijo para que no lo llevara hacia otro lado.

M: Vale - lo aceptó - pues… pregunta lo que quieras… estaré encantada de contestarte - sonrió una vez más y de nuevo Esther quedó prendada de aquella sonrisa - para eso es este café ¿no? Para conocernos…

E: ¿Cómo supiste que era lesbiana? - preguntó, Maca sonrió de medio lado - y no me sueltes otra vez lo de las estadísticas o voy a pensar en serio que tienes un serio problema con eso.

M: Solo hay que se un poco observadora… - contestó - estabas sola, mientras un montón de tíos te miraban un poco más lejos de ti, pero no volviste la mirada en ningún momento - comenzó a decirle - sin embargo, sí que mirabas a alguna que otra chica… y, lo que me dio la total certeza fue el repaso que me hiciste cuando me viste entrar…

E: Podrías haberte equivocado - continuó - hilas muy fino, me parece a mí…

M: Puede… pero por suerte no me equivoqué ¿no? - bebió un trago de su café - además, dicen que quien no arriesga, no gana… tenía que arriesgarme.

E: ¿Y qué te hace pensar que has ganado? - ahora fue ella quien sonrió.

M: Estás aquí - contestó con una total y absoluta seguridad en sí misma.

(23)

Maca volvió a tomar las riendas de la conversación al ver aquel silencio que parecía no augurar nada bueno. Soltó una serie de bromas y comentarios chistosos que relajaron la tensión con el fin de que Esther se sintiera a gusto con ella. Por fin, tras casi veinte minutos parecían más relajadas, más a gusto y Esther se atrevía a realizar preguntas sin pensar demasiado en ello.

E: ¿Y a qué te dedicas? - preguntó cuando el camarero les sirvió un refresco tras el café anterior.

M: Dirijo una empresa de catering y organización de eventos - contestó.

E: ¿Qué tipo de eventos? - quiso saber.

M: De todo un poco - continuó ella, ahora ya hablando con un poco más de seriedad, sin tanto comentario jocoso - desde fiestas privadas, hasta galas, presentaciones, congresos…

E: Parece divertido.

M: Sí, y a veces estresante y un poco coñazo… pero me va bien, no me puedo quejar - contestó - ¿y tú?

E: Lo mío no es tan divertido como lo tuyo - dijo utilizando su propia expresión - tengo una empresa virtual.

M: Umm… ¿de contactos? - preguntó soltando esa sonrisita canalla que Esther comenzaba a conocer.

E: No - le hizo una mueca - es un portal de viajes…

M: Ah… ¿Y eso como va? - preguntó - ¿entro en tu página y compro un billete? ¿No hay ya muchas páginas así?

E: Sí, si hay muchas - contestó - pero yo intento hacer algo más que simplemente comprar el billete - le explicó - de lo que se trata es que tú entras, dices tu destino, los días y yo me encargo de organizarlo todo… billete, hotel, excursiones, visitas, lugares donde comer…

M: Lo que viene siendo una agencia de viajes pero en internet, ¿No?

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M: Eso sí… pero no sé - dijo elevándose de hombros - no te enfades… pero a mí esas cosas como que no me dan demasiada confianza… no sé, todo eso de internet… la verdad es que no me llevo muy bien con los ordenadores… - sonrió.

E: ¿Te has quedado en la época del vinilo? - bromeó, logrando que Maca sonriera al ver a una Esther chistosa por primera vez desde que la conoció - hoy día, Maca, casi nadie puede vivir sin ordenador o sin Internet.

M: Me gustaba la época del vinilo - sonrió - y sí, bueno, claro que uso ordenador, pero solo para lo estrictamente necesario… no sé, para comprar, u organizar algún viaje pues… qué quieres que te diga, prefiero el cara a cara…

E: Por suerte para mí, esa idea está cambiando y mi empresa va mejor cada día - volvió a sonreír.

M: Me alegro por ello - sonrió.

La conversación continuó por esos derroteros, hablando de sus respectivos trabajos, intercambiando alguna que otra idea sobre ello y sintiéndose bastante bien juntas. No entraron en temas más personales, no pensaban que fuera le momento, hasta que Maca miró el reloj y se dio cuenta que se había hecho tarde.

M: Me voy a tener que ir - dijo llamando al camarero para pagar la cuenta - tengo que trabajar un poco… - dijo poniendo los ojos en blanco.

E: Sí… yo también debería irme - contestó ella dándole la razón.

Pagaron y salieron a la calle, anduvieron unos pasos sin saber muy bien qué decirse o como despedirse, hasta que llegaron al coche de Maca y quedaron paradas mirándose la una a la otra.

M: Bien pues… - dijo poniendo esa mirada tan característica que le dio a Esther la idea de lo que venía a continuación - ¿Cuándo quieres que tengamos nuestra segunda cita? - preguntó con descaro.

E: ¿Cita? - dijo con una sonrisa - ¿Y quien ha dicho que esto era una cita?

M: Yo lo digo ahora - sonrió de nuevo - va, ¿cuando volvemos a quedar?

(25)

M: Está bien… entonces te llamaré en un par de días y ya me dirás si puedes quedar - dijo dándose por vencida - pero… no voy a dejar pasar nuestra segunda cita…

E: Miraré mi agenda - continuó ella en tono bromista - pero te aviso de que la tengo bastante apretada…

M: Seguro que sacas un hueco… prometo sorprenderte - dijo susurrante.

E: Entonces tendré que hacer un esfuerzo - contestó del mismo modo y sin darse cuenta, acercándose.

M: No te vas a arrepentir - se acercaba también.

E: Eso ya lo veremos - contestó a escasos centímetros de su cuerpo.

M: Sí… ya lo veremos - terminó de decir acortando la distancia que las separaba intentando encontrar sus labios.

E: Nunca beso a nadie en la primera cita - dijo separándose de ella y dejándola con las ganas.

Sonriendo se dio media vuelta y se marchó ante la atenta mirada de una Maca que se mordía el labio con una sonrisa… jugando con las llaves del coche vio como se daba media vuelta para mirarla, le hizo un gesto gracioso y vislumbrando su sonrisa en la lejanía entró en el coche para arrancar e internarse en el tráfico madrileño.

- ¿Tenemos algo nuevo? - preguntó a su compañera quien entraba en su despacho.

- Nada de lo que podamos tirar - le contestó - la policía no tiene nada, ni tan siquiera una descripción de la chica lo bastante sólida como para hacer algo… - la miró un tanto dubitativa - la prensa ya le ha puesto mote… - dijo sacando una noticia que había leído en un periódico y mostrándosela.

- ¿Cómo se han enterado? - preguntó al ver el titular “La Reina Roja responsable del robo de “El Complejo Mundo”….” - no quiso leer más y dejó el periódico sobre la mesa.

(26)

- Ya… - dijo pensativa - Es raro que… que sea una mujer - dijo mirando el informe - habitualmente suelen ser hombres los que realizan este tipo de robos… de hecho, no hay demasiados antecedentes de ladronas de guante blanco, al menos en España - seguía diciendo mientras jugaba con un bolígrafo.

- No creo que el modus operandi sea muy diferente por ser hombre o mujer - le comentó.

- No… lo cierto es que no - seguía pensativa - creo que el perfil viene siendo más bien el mismo… son personas sociables, que gozan de buena posición, no es que sean ricos, pero tampoco tienen problemas para llegar a fin de mes - continuaba, su compañera la miraba asintiendo con la mirada - tienen una vida normal, una casa normal, un trabajo normal, pueden ser desde peones de una obra hasta directivos de una empresa… nadie sospecha de ellos porque nunca han tenido ningún problema legal, puede que incluso jamás les hayan puesto una multa - continuaba moviendo el bolígrafo entre sus manos - no suelen ser personas solitarias, como he dicho son bastante sociables, pueden llegar a formar una familia: casarse… tener hijos… amigos que siempre hablarán maravillas de ellos… y además, son increíblemente pacientes… no realizarán un robo si no están absolutamente seguros de que lo harán sin levantar sospechas. Pueden pasar meses hasta que nuestra “Reina Roja” vuelva a actuar… primero debe elegir un objetivo y estudiar hasta el más mínimo detalle antes de perpetrar el robo…

- Es decir, que hasta que no vuelva a actuar no tendremos nada - atajó su compañera.

- Es posible que así sea - contestó dándole la razón - ha hecho un trabajo impecable en el museo, no ha dejado cabos sueltos y ninguna prueba que nos dé alguna pista… no tendremos nada hasta que no cometa algún fallo - decía sin a penas mirarla.

- ¿Entonces que hacemos? - preguntó.

- De momento nada, la policía está trabajando en ello - le dijo - nosotros vamos a seguir con lo nuestro y cuando la policía nos pida ayuda, se la daremos - continuó con tranquilidad - eso sí, vamos a reforzar el software de nuestro sistema - su acompañante lo apuntó en la lista de cosas que debían hacer - ¿Y como va el prototipo de los nuevos sensores de temperatura? - quiso saber.

- Está en proceso de revisión - contestó - tienes que firmar esto para darle el visto bueno a las primeras pruebas.

- Vale - dijo cogiendo la carpeta - voy a leer el informe y ahora lo firmaré.

(27)

- Sí - dijo sin mirarla - oye Claudia - la paró, Claudia se dio la vuelta para mirarla - ¿Sabías que cada hora se crean 200.000 bolis como estos? - se lo mostró.

C: ¿Y eso de donde te lo sacas? - preguntó un tanto perpleja por aquella salida de su jefa y amiga.

- Del Discovery Channel - contestó sonriendo.

C: Ya… jefa… creo que te aburres mucho, en serio - bromeó - ahora voy a trabajar.

- Sí, anda, vete antes de que me olvide que eres mi amiga y te despida por esa falta de respeto - contestó mientras la veía abrir la puerta.

C: No lo harás - dijo entre desafiante y divertida - esto se iría a la mierda sin mí.

- Pues sí - le dio la razón - y por eso te aprovechas…

C: Me voy a trabajar - sonrió - luego vengo a por el informe - terminó de decir sonriendo y dejando a su jefa con una sonrisa en los labios y jugando con aquel bolígrafo.

Mientras tanto, en otro lugar de Madrid, aparcaba el coche a tres manzanas a aquel edificio casi en ruinas y se quedó unos segundos parada mirando a su alrededor. Suspiró hondamente, cerró los ojos dándose fuerza y tomando el gran portafolios que portaba en el asiento de atrás, salió del vehículo cerrándolo con el mando a distancia. Se puso las gafas de sol y recorrió el camino a pie hasta la entrada del edificio.

Miró a su alrededor una vez entró, el polvo y los andamios abandonados eran la única decoración de aquel viejo edificio que casi parecía caerse a pedazos. Anduvo varios pasos escuchando el sonido de protesta de algún sin techo que había encontrado en aquellas “ruinas” su “hogar”. Hizo caso omiso a los ruidos y llegando a la escalera subió con cuidado hasta la azotea ubicada en el tercer piso.

- Llegas puntual - le dijo un hombre de mediana edad, vestido con un traje de lo que le pareció Armani y mirando un Rolex de oro en su muñeca.

- No me gusta hacer esperar a mis clientes - sonrió.

(28)

- ¿No había otro lugar más cutre para terminar el trato? - preguntó mirando a su alrededor con un gesto de desagrado.

- Este es el ultimo lugar en el que nos buscarían - contestó.

- Claro… - dijo sin cuestionar lo sospechoso que resultaría encontrar a un millonario aburrido en un edificio en ruinas - bien… vamos a lo importante… ¿tienes mi dinero? - preguntó queriendo terminar con eso cuanto antes.

- ¿Tienes el cuadro? - preguntó mostrándole el maletín que portaba consigo, ella elevó el portafolios.

- Perfecto - dijo ella acercándose hasta quedar a escasos metros de él - Es un placer hacer negocios contigo - continuó diciendo cuando el hombre abrió el maletín enseñándole el dinero que habían pactado dentro.

- Lo mismo digo - contestó cuando se realizó el intercambio - por cierto - dijo antes de que se marchara - un trabajo increíble, tengo que felicitarte.

- Gracias - contestó - ahora, si me disculpas, tengo cosas que hacer - terminó de decir cerrando el maletín - que tengas un buen día - dijo dándose la vuelta.

- Lo mismo digo, Reina Roja - contestó admirando aquel cuadro, ella se sonrió - Así te llama la prensa - la miró encogiéndose de hombros - ¿No lo has leído?

- No, lo cierto es que no - contestó - pero gracias por decírmelo - dijo autosuficiente - Será mejor que me vaya.

- Claro - dijo haciéndole un gesto para que se marchara con libertad, y viendo como se daba la vuelta y desaparecía de su campo de visión.

Llegó al vehículo y guardó el maletín en el doble fondo del maletero, entró de nuevo en el coche y arrancando se alejó de allí. Se internó en el tráfico de Madrid y callejeó durante varios minutos hasta llegar a su nuevo objetivo. Esta vez, al aparcar, apretó con fuerza el volante… se quitó la peluca, guardó las gafas de sol y saliendo de nuevo del coche arreglándose la ropa entró buscando mostrando una enorme sonrisa.

(29)

- Me he escapado antes - contestó sonriendo abiertamente - hola Vero.

V: Me alegro - sonrió levemente - así al menos charlamos un ratito antes de que me vaya - miró su reloj - me quedan 10 minutos… ¿nos tomamos un café?

- Claro - contestó mirando hacia el final del pasillo - de todos modos quería hablar contigo o con Santiago.

V: ¿Ocurre algo? - preguntó mirándola mientras andaban hacia la cafetería.

- No, no - contestó - nada demasiado importante, tranquila - terminó de decir sentándose en una de las mesas.

V: Bueno, voy por unos cafés y ahora hablamos - dijo alejándose de la mesa para pedir los cafés, y volviendo unos minutos después con ellos - toma.

- Gracias - le sonrió dándole un pequeño sorbo.

V: Pues tú dirás - le dio pie para comenzar a hablar…

- Pues… bueno, quería llevármela a casa este fin de semana - le dijo mirándola esperando una respuesta afirmativa…

V: Entiendo - dijo bebiendo de su taza y por la respuesta y la pausa que hizo a ella le pareció que no parecía ser buena idea - verás, Maca - dijo dejando su taza - no sé si es muy buena idea… últimamente está demasiado alterada y… bueno… ya te dije por teléfono que ayer tuvimos que sedarla…

M: Lo sé… pero puede que le haga bien estar en casa - insistió - estará bien atendida, yo estaré con ella todo el día…

V: No sé… háblalo con Santiago, él es quien tiene que darte la autorización - continuó - pero si me preguntas a mí, yo no creo que fuera lo mejor…

M: Está bien - bajó la mirada - hablaré con Santiago - dijo haciendo que Vero la mirara un tanto descolocada al ver que hacía poco caso a su recomendación - voy a ir a verla, gracias por el café…

(30)

Anduvo por los pasillos de aquella clínica que tanto conocía. Saludaba a alguna que otra enfermera hasta que llegó a la puerta. Tomó aire al poner la mano en el pomo de la puerta y sacando una enorme sonrisa entró encontrándola terminando de arreglarse frente al espejo.

M: Hola, mamá - saludó dándole un beso en la mejilla no correspondido - ¿qué haces?

R: Me estoy arreglando - contestó Rosario con parsimonia - Pedro vendrá a recogerme en cinco minutos - continuó - va a llevarme a la feria - dijo ilusionada.

M: Ya - bajó la mirada, Pedro, su padre, había muerto cuando ella tenía diez años y ver a su madre de aquella manera le partía el alma - ¿Por qué no te sientas? - dijo acercándose a ella - Pedro seguro que tardará un poco aún…

R: Sí… - dijo dejándose llevar por su hija y sentándose.

M: ¿Quieres que te lea un poco? - preguntó viendo como su madre, de nuevo tenía la mirada perdida - venga… seguiremos donde lo dejamos el otro día…

Comenzó a leerle el mismo libro de siempre, Rosario parecía estar bastante lejos de allí, con la mirada perdida en un punto de la habitación, como si nadie más estuviera con ella. Maca la miraba mientras leía y la tristeza volvía a instalarse en su rostro. Unos quince minutos después, Rosario pareció reaccionar y moviendo la cabeza con lentitud la miró.

R: Maca, hija - dijo mirándola con una sonrisa.

M: Hola, mami - contestó dejando el libro y acercándose para besarla

R: Hija… ¿Has recogido tu cuarto? - preguntó - tu padre debe estar a punto de llegar y seguro que se enfada si ve todos tus muñecos desperdigados.

M: Está recogido, mami… - contestó aguantándose las ganas de llorar.

R: Vale…

(31)

Pocos segundos después, Santiago, el director de la clínica llamaba a la puerta y saludaba a Maca con educación. Ella salió tras él y tras pedirle lo mismo que le había pedido a Vero, recibió una respuesta parecida. Rosario no estaba en condiciones de salir de la clínica, últimamente estaba bastante alterada, se despertaba desorientada y se enfurecía con rapidez, lloraba y tiraba las cosas entrando en un estado de nervios hasta el punto de haber tenido que sedarla en alguna ocasión.

Desilusionada aunque siendo consciente de la gravedad del asunto, Maca aceptó lo que le decían y tras volver a la habitación de su madre y estar un rato más con ella, se despidió prometiéndole volver al día siguiente. Rosario tan solo pronunció un escueto “Adiós” sin tan siquiera mirarla.

Esther entraba en casa dejando el maletín en la entrada, se quitaba la chaqueta y dejaba las llaves en el recibidor. Tenía ganas de una buena ducha, quería relajarse un poco. Mientras iba camino del baño accionó el contestador. Un mensaje de su madre recordándole la cena del día siguiente y otro de Claudia sugiriéndole salir a dar una vuelta. Negó con la cabeza, lo único que le apetecía era un buen baño y descansar un poco.

Estaba a punto de meterse en la bañera cuando escuchó, de lejos, el sonido de su móvil. Se envolvió en una toalla y corrió al salón buscando su bolso, una vez lo encontró, sacó el móvil y miró la pantalla. Sonrió sin poder evitarlo y un segundo después suspiró. Sopesó la posibilidad de no descolgar aunque finalmente, pulsó aquella tecla verde y se lo llevó al oído.

E: Hola, Maca - saludó con calma.

M: Hola - dijo intentando ponerle un poco de alegría a sus palabras - ¿qué tal?

E: Pues bien, aquí en casa - afirmó - ¿Pasa algo?

M: Nada… solo quería saber como estabas.

E: Pues bien, gracias - contestó.

M: Me alegro - poco a poco, escuchando su voz, iba volviendo su buen humor - ¿Qué hacías?

E: Iba a darme una ducha… así que… ¿querías algo? - preguntó caminando por su piso.

M: Ummm… una ducha… desnuda…

(32)

M: Claro… con un traje de neopreno - bromeó.

E: Qué rara eres - sonrió por aquello - Bueno… ¿querías algo?

M: Sí… tenemos una segunda cita pendiente - dijo yendo al grano - y había pensado que podría llevarte a cenar mañana.

E: Mañana es Nochebuena, Maca - le recordó - ceno con mi familia.

M: Ehh… sí, claro - contestó - quería decir pasado mañana… no sé, me gustaría verte en navidad, de hecho, es lo que voy a pedirle a Papá Noel, una Esther por navidad…

E: ¿Hablas en serio? - preguntó sintiéndose halagada.

M: Absolutamente - contestó - bueno, ¿qué? ¿Crees que Papá Noel me traerá lo que pido?

E: Pues no sé… espérate a Navidad a ver si te lo trae…

M: Jumm… entonces creo que no dormiré en toda la noche - sonrió - estaré de lo más nerviosa…

E: Mala cosa… ya sabes que Papá Noel no aparece si los niños no están dormidos - sonrió ahora ella al otro lado de la línea.

M: ¿Me estás llamando infantil? - preguntó haciéndose la ofendida.

E: Eso te lo contestaré si Papá Noel te concede tu regalo - continuó.

M: Esperaré ansiosa - dijo susurrante.

E: Bueno… ejem - carraspeó al escuchar aquel tono de voz - tengo que dejarte…

M: Sí, no me cojas frío - contestó - ¿Quieres que vaya y te enjabone… la espalda?

(33)

M: Tenía que intentarlo… - dijo un poco chulesca - entonces te dejo…

E: Sí… que pases una feliz Nochebuena, Maca.

M: Sí, claro… tú también - dijo un tanto triste - que descanses… y… estaré esperando impaciente saber si me traen lo que pido o no…

E: Hasta luego, Maca - terminó de decir colgando el teléfono con una sonrisa en los labios.

Por su parte, Maca, en su casa, miraba el teléfono con la mirada triste, dejó el aparato sobre la mesa y se tumbó en el sofá, se tapó la cara con las manos y dejó que un par de lágrimas salieran de sus ojos al recordar a su madre…

M: Una feliz Nochebuena - dijo repitiendo las palabras de Esther - sí, claro…

La cena de Nochebuena fue muy diferente para una y otra. Maca hizo lo de siempre, lo que llevaba haciendo desde hacía algunos años, para ella, el 24 de Diciembre se había convertido en una noche como otra cualquiera. Se había duchad, se había puesto un pijama y tras hacerse un sándwich y coger una cerveza de la nevera, se había sentado en el sofá a ver películas antiguas.

Esther, por el contrario, pasó la noche en familia, pese a que su familia era realmente escasa, para ella era una cena perfecta, su madre, el marido de ésta a quien consideraba absolutamente un padre, su tía y un primo al que no veía desde hacía tiempo ya que trabajaba fuera de España. Se contaron anécdotas, tararearon algún villancico, bromearon y charlaron de sus vidas haciendo de esa noche, una más que recordar por lo entrañable que le pareció.

A la mañana siguiente, Macarena se levantó, arregló un poco la casa y se puso a trabajar, debía preparar un congreso de Publicidad y se le echaba el tiempo encima, su “otro trabajo” había estado quitándole tiempo para realizar ese. Se metió en el pequeño despacho que había habilitado en casa y comenzó a organizar aquel congreso teniendo en cuenta las pocas directrices que el presidente de la Asociación de Publicidad le había enviado por mail.

Por su parte, Esther, pese a que ese día era fiesta, decidió ir a la oficina, necesitaba repasar una vez más aquellos informes policiales sobre la llamada por la prensa Reina Roja y es que, por mucho que le hubiera dicho a Claudia, no dejaba de pensar en ello, y sobre todo en la facilidad con la que aquella mujer había traspasado su sistema de seguridad.

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medidas de seguridad, accedía a su despacho. Era amplio, quizás el más amplio de todo el edificio, pero teniendo en cuenta que pasaba las horas en él y que ni salía ni entraba nadie, a excepción de Claudia, debía ser lo más cómodo posible. Tenía todo lo necesario, una pequeña barra americana con cafetera, pila, un pequeño frigorífico… a la derecha una puerta que daba a un aseo con ducha incorporada. Una mesa de trabajo bastante grande, un sofá al otro lado y una serie de cuatro monitores frente a la mesa.

Se sentó en su mesa, dejó la chaqueta y el maletín a un lado y encendió el ordenador. Tras introducir varios códigos y contraseñas logró acceder al sistema. La mayoría de los archivos estaban ocultos y asegurados con más contraseñas, a veces se preguntaba cómo hacía para no olvidarse ninguna…

Comenzó con su trabajo abstrayéndose de todo, leyó y releyó el informe policial sobre el robo e hizo lo mismo con el que habían elaborado sus chicos, pero como ya sospechaba no había nada, absolutamente nada que le diera una pista. Visualizó los videos de las cámaras de seguridad intentando buscar un fallo, el mínimo fallo que fuera que pudiera llevarles a la dirección correcta, pero nada de nuevo…

absolutamente nada.

Un tanto frustrada, tras una hora de trabajo, abrió internet e introdujo la dirección de aquel portal de viajes, se asombró al tener tantas peticiones a la espera y se dispuso a trabajar un poco en aquel “otro trabajo” para más tarde, cuando acabó de gestionar varias vacaciones de ensueño, leer las noticias y navegar por la red.

Se sorprendió a sí misma, cuando se dio cuenta de lo que buscaba, ni tan siquiera había sido consciente de cuándo había comenzado a buscar empresas de cátering ni de organización de eventos en la red hasta que dio con la que buscaba. Miró la web, tan cuidada como elegante, sin faltar ningún detalle.

E: Sí que falta uno, Esther - se dijo buscando entre varios links de la página - ella no aparece por ningún lado - terminó de decir, sin hallar ni una sola fotografía de Maca entre aquellas páginas, lo cual, aunque pudiera ser normal, la decepcionó.

Y fue al sentir aquella decepción al no poder encontrar una fotografía suya cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando… desde que la conoció no había podido dejar de pensar en ella, no solo le había hecho gracia su forma de actuar, sino que además, le había gustado mucho y era algo que no podía negarse… no era tan tonta ni tan infantil para engañarse a sí misma tachándolo de “tontería del momento” o de “soledad”, sabía muy bien cuando le gustaba alguien y Maca le gustaba, le gustaba y mucho.

M: Ehh… sí, claro - contestó - quería decir pasado mañana… no sé, me gustaría verte en navidad, de

hecho, es lo que voy a pedirle a Papá Noel, una Esther por navidad…

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