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Radios de barro

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Academic year: 2017

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Manuela Lara

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Trabajo de Grado

Enfasis en Audiovisual

Pontiicia Universidad Javeriana

Carrera de Artes Visuales

Bogotá 2012

Radios de Barro

Manuela Lara

Asesor

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CAPÍTULOS

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Radios de Barro

Un álbum perdido

Correspondencia: Una Invitación a recordar

Juegos de la memoria

Viajar sin itinerario

Redescubrir

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Honestidad

Desaprender

Escuchar

Grabado y fotografía

De lo íntimo

El poder evocador del sonido

A manera de conclusión

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“Busca en tu vida desde la infancia en adelante. Recuerda a un hombre o un incidente concretos que te quedaran grabados y aparecerá un relato”.1

V.S. Naipaul (Naipaul, 2009: p. 131).

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Siempre que pienso en los radios me imagino radios viejos y una fa-milia reunida en torno de estos aparatos escuchando los relatos del país, las noticias en el gobierno de turno, las radionovelas, Kalimán, Arandú y otras cuantas que yo no conocí.

Un buen día el abuelo me dio su radio y al tenerlo en mis manos pensé: “¿Por qué no hacer que las historias que me contaron salgan de estos aparatos llenos de plasticidad?, ¿cuántas historias no ha-brán escuchado nuestros abuelos y papás a través de la bocina de un Phillips?”.

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Me gustaba salir a jugar con otros niños cuando llovía. Entonces re-cogíamos el agua que caía de las canales de las casas y se mezclaba con el barro limpio de aquel pueblo marítimo.

Nos parecía que la lluvia tenía un solo recorrido. Empezaba en las nubes siempre puestas sobre Guapi, pasaba por el espacio vacío que hay entre el cielo y el fragmento de tierra que habitábamos y inal-mente llegaba a nuestras manos mezclada con el barro de las calles y iltrada por las tejas metálicas de las casas.

La danza que presenciábamos era mucho más que el fenómeno de la lluvia: un diluvio casi bíblico en donde la eternidad se fundía con el juego y al inal los únicos animales que se salvaban ante nuestros oídos eran las chicharras, esos insectos voladores que no conocen el silencio.

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Papá, entre tantas historias que me contaste, recuerdo aquella de que “escuchar el sonido del agua en esos pueblos es una experiencia que vale la pena vivir más seguido”.

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“Son principios que se reieren a la fascinación por almacenar memoria (cosas salvadas a modo de recuerdos) y de salvar historia (cosas salvadas como información) en tanto que contraofensiva a la «pulsión de muerte», una pulsión de agresión y de destrucción que empuja/ al olvido, a la amnesia, a la aniquilación de la memoria”.

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En mi casa siempre tuvimos un álbum fotográico inmenso que se perdió en 2008 y debo decir entre todos los que conservábamos, para mi, ese era el más importante. Su pérdida me hizo pensar en él más intensamente.

Constantemente me encontraba tratando de reconstruirlo en mi ca-beza, preguntándome por la manera en que estaban organizadas las fotografías. Recordé que en la primera serie que lo poblaba había mu-chas cosas azules y grises, y estábamos mi mamá pipona, mi papá bigotudo y mi prima Nathalia, y el bigotudo era el único con ropa. Después, si mal no estoy, venía una serie en la que yo acababa de na-cer, en esta aparecían algunos personajes nuevos: un oso blanco (tres veces más grande y gordo que yo), una muñequita negra, diminutas prendas de lana tejidas por la abuela Betty, pero sobre todo había muchos abrazos y mucho verde y rojo. Justo después me parece que estaban las fotos del bautizo en la iglesia. Esta serie era muy fría, casi metálica, todos estábamos vestidos elegantísimos, se veían muchos brazos cruzados y un chorro de agua caía sobre mi cara. Hacia la tercera parte del álbum, este se fragmentaba en pequeñas series de reuniones familiares y cumpleaños felices.

Entre más trataba de reconstruir ese espacio y tiempo en mi cabe-za, más me daba cuenta de los vacíos y preguntas que tenía. Quería encontrar respuestas más alla de lo que había en las fotos perdidas y había algo claro, que no lo podía hacer sola. ¿Por qué? Porque no me acordaba de nada. Porque mi único referente por años respecto a esa etapa habían sido precisamente esas fotografías que ya no tenía. Mientras esto pasaba por mi cabeza, un día hablando con mi mamá me confesó cuánto dolor le causó la pérdida del álbum, y como si supiera lo que yo necesitaba empezó a recordar en voz alta. Fui cons-ciente en ese momento de la riqueza que había en lo que decía. Sus palabras eran respuestas que yo quería y necesitaba saber pero que al mismo tiempo me generaban nuevos cuestionamientos.

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“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla.”

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Correspondencia:

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“Por obra de la decantación a que el olvido somete los recuerdos, estos se mezclan inconscientemente con lo imaginado, de manera que al cabo de un tiempo uno acaba por confundirlos. Tan real es lo que se vio como lo que se imaginó cuando se le veía”.

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Justo antes de escribir las cartas acababa de encontrarme con la no-vela autobiográica Una vez Argentina del escritor y periodista Andrés Neuman. Me impactó mucho la manera en la que él describe cómo se conigura su propia memoria: “Así, con una parte histórica, una parte casual y otra inventada, la huella de los nombres de aquellos bisabuelos se parece bastante a mi memoria” (Neuman, 2004: p. 20). Este libro me atrapó enseguida porque en ese momento yo empeza-ba a dejarme provocar por el mismo placer del autor: preguntar por lo que no me acordaba, y al mismo tiempo fue inevitable caer en la feliz tentación de inventar mis propios detalles o simplemente escribirlos como ya los había imaginado antes.

De mi papá siempre me ha gustado la suavidad de sus manos y esa es una de la imágenes que siempre asocio con él. También recuerdo una fotografía de la primera serie que describí en el álbum perdido en la que él abraza a la barrigona y por lo tanto a mí. A la hora de des-cribir la fotografía, aludía a lo que recordaba mientras la imaginaba:

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“Así que no se preocupen por el mañana, pues el día de mañana traerá sus propias preocu-paciones. Los problemas del día de hoy son suicientes por hoy”.

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Cuando mis papás recibieron las cartas se conectaron con el proyec-to de inmediaproyec-to. En el principio ni ellos ni yo nos dábamos cuenta de todo lo que estaba por suceder y para ser muy honesta no me preocupaba en ese punto tener todas las respuestas, ni el método, incluso, ni el tema resuelto. Yo simplemente tenía unas preguntas y estaba dispuesta a caminar y a propiciar espacios para encontrar y seguirme formulando otras nuevas.

Mientras esto sucedía, recordaba constantemente una entrevista realizada por Gloria Valencia de Castaño a un pintor que admiro pro-fundamente, Alejandro Obregón.

—¿Antes de hacer un cuadro hay miedo, o no, porque ya se tiene todo preconcebido?,

¿hay miedo o no hay miedo, Alejandro? —¡Hay pánico, Gloria!

—¿De verdad? ¿Pero no hay ya una idea, no hay una estructura mental?

—No, porque si no es difícil no se logra escarbar a fondo, si es fácil es como esas piedras que uno tira y van flotando sobre el agua y después se hunden y se pierden para siempre.

—¿Como un lienzo blanquísimo? (Valencia de Castaño, 1977)

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Me habitaba la expectativa de lo que podía pasar y justo después de que mis papás recibieran las cartas, me llevé una grata sorpresa. Para responderlas ambos sentían necesario alejarse de la ciudad, estar en un sitio donde pudieran escribir con mucha tranquilidad. También querían que los acompañara en ese viaje, seguramente con la inten-ción de hablar y recordar juntos.

Con cada uno emprendí un viaje muy distinto. Contigo, papá, fue un rencuentro para el cual –inútilmente– se me ocurrió hacer un plan que consistía en una lista escrita y una mental de las preguntas y los ejercicios que quería que hiciéramos.

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Y eso fue lo que hicimos en nuestro viaje.

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“Los autores de un relato dejarán a la libre imaginación y pensamiento de los lectores los deta-lles superfluos para que estos los compongan internamente y completen la historia como más

les plazca, porque la idea es lograr impacto pero con la menor cantidad de palabras posible”

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Cuando estábamos sentados al lado del fuego que apaciguaba el frío de la noche y me relatabas fragmentos del inventario que escribiste de tu infancia, me parecía increíble la manera en la que lograbas decir tanto con tan pocas palabras. Escuchando la historia de los radios de barro me imaginaba que los niños jugaban descalzos, aunque no lo dijeras. De hecho, cada vez que escucho de nuevo el mismo relato puedo imaginar personajes, escenarios y utilerías distintas, es como si pudiera hacer nuevas apropiaciones de tu libreto.

Mientras hablábamos empezaste a hacer dibujos que tenían relación con las preguntas que te hacía. Te dije que quería saber cómo era el apartamento donde vivimos cuando nací y se te ocurrió que la mejor manera para acordarte de todo lo que ahí pasaba era hacer un plano. Al dibujar te detenías en ciertos detalles. En la medida que ilustrabas ese baño diminuto, me contabas cómo lo habías hecho con tus pro-pias manos en muy poco tiempo. También te detuviste en la terraza porque fue ahí donde me enseñaste a deleitarme en la presencia del sol.

Cuando te pregunté sobre ese apartamento, mamá, hiciste énfasis en cosas como las materas que habías pintado con motivos de Miró y el móvil de vacas en blanco y negro –los únicos colores que se supone vemos los recién nacidos– que colgaba sobre el moisés.

Me sorprendió ver cómo cada uno de ustedes respondía a la misma pregunta desde su propio punto de vista. Reconocí nuevamente que se trataba de relatos.2

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Me emocione mucho cuando dibujaste el primer regalo que me dieron tú y mamá: Una muñequita de trapo. Esa imagen me hizo sensibilizar ante la honestidad de quien no pretende demostrar que puede hacer un “buen dibujo”. Obraste según lo que tú mismo me habías planteado:

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“Siempre estoy haciendo lo que no he hecho todavía, con el in de aprender a hacerlo”

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Aunque no siempre supe cuál iba a ser el resultado de este trabajo, durante este año siempre tuve claro que lo que quería era soltarme, hacer imágenes sin una fórmula preconcebida. Previo al proyecto alrededor del álbum de fotograias, empecé con la idea de hacer re-tratos en pintura.

Se llamó Confeccionario. Este nombre se derivó de la mezcla entre el confesionario católico3, y la acción de confeccionar4, haciendo

hinca-pie en que cada retrato se confeccionaba a partir de las confesiones que las personas me hacían.

Para empezar, convoqué a la gente y la respuesta fue muy positiva, pronto contaba con una buena lista de personas que querían hacer parte de la experiencia.

Pero, ¿cómo hacer para que cada retrato tuviera ese ingrediente par-ticular? ¿Cómo evitar pintarlos o retratarlos a todos con una misma fórmula? La respuesta que encontré después de lecturas, conversa-ciones y ensayos estaba implícita en la misma pregunta. Era muy sencillo: cambiando la fórmula. Yo estaba acostumbrada a pintar en cierta cantidad de tiempo, con ciertos colores, en ciertos formatos y ahora todo eso iba a cambiar porque sería la gente quien pondría los límites y las reglas. Confeccionario se trataba de ponerse vulnerable ante el otro y ante mí misma. Durante el tiempo que estuve hacién-dolo, sentía un temor constante, miedo de no saber qué reglas iba a tener que seguir cada día.

Empecé muy tímida, proponiendo un juego: yo disponía en una mesa alrededor de 50 elementos entre materiales y reglas de los que cada participante debía escoger entre 5 y 10. Al principio parecía ser un problema meramente técnico en que elegían los colores, el soporte, los pinceles, las intervenciones con las cuales se identiicaban. Pronto comencé a darme cuenta de que algunas de las decisiones aparente-mente formales que cada uno tomaba tenía una razón que iba más allá de un capricho.

3. Un pequeño habitáculo aislado, usado para el sacramento de la reconciliación

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Cuando las personas llegaban al taller y se encontraban con la sor-presa de que podían elegir en un alto porcentaje lo que querían para su retrato, se sorprendían y me decían cosas como “tú eres la artista, yo confío en tu criterio”. Incluso, muchas veces me pedían que les ayudara a escoger los materiales. Pero lo que yo quería era todo lo contrario, desmitiicar la idea del artista que se sienta en su caballe-te-tarima a observar al “modelo” como si se tratara de un bodegón inmóvil o un bulto de papa.

De maneras distintas le hice entender a cada persona la importan-cia de su opinión. Decirle a la gente que elija es decirle que tiene un criterio y que ese criterio es muy valioso para mi, porque me revela cuales son sus gustos, sus motivaciones e intenciones. Mientras eso me estaba pasando yo recordaba lo que escuché en la conferencia que Sophie Calle, artista francesa, ofreció en Bogotá a propósito de la exposición de su obra Historias de pared. Un asistente le preguntó cómo había logrado que personas desconocidas accedieran a par-ticipar de su obra Los durmientes 1979.5 La respuesta de la artista

fue muy sencilla: La gente quiere y disfruta jugar. Esta explicación revelaba justo lo que yo estaba entendiendo con la experiencia de Confeccionario.

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Me sentí muy contenta con ese proyecto. El trabajo con la gente que retraté transformó mi manera de concebir un proceso creativo, pues pasé de pintar “modelos” en el salón de pintura, a querer entender quién era esa persona que se sentaba y se disponía frente a mi para que lo pintara.

Durante ese tiempo entendí que de lo experiencial surgía la obra, pues “El arte nos ensena que la vida es más importante que el arte” (Jimé-nez, 2011: p. 134), y que más que dar cuenta de un trabajo terminado, lo que me importaba era el proceso, pues al tratarse de personas no me enfrentaba a un resolver un problema matemático, porque cada uno y cada encuentro sugería una manera de resolverlo completamente dis-tinta. Pero así mismo, esto implicó una diicultad en algunas ocasiones. Incontables factores podían hacer que al inal hubiera o no un retrato. Con algunos no se logró y tampoco me obligue a que funcionara, porque aún ese resultado “fallido” daba fe de que había existido un bloqueo. La sinceridad era inherente a este proceso.

Con algunas personas las sesiones pasaban volando y llenas de confe-siones de los dos lados y como lo planteaba Pablo Klee, “El arte no re-produce lo visible, sino que hace visible lo que no siempre lo es” (Jiménez, 2011: p. 140). Una cosa es representar la supericie de la gente que es el cuerpo y otra muy distinta es que esa supericie sea el pretexto para iluminar interioridades de ese ser humano.

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Algunos quisieron hablar durante horas y decir qué les gus-taba, qué les daba miedo, o para no ir muy lejos contarme de sus amores y desamores. Otros preferían quedarse calla-dos, y entonces miraba cómo se acomodaban, qué miraban y si se sentían cómodos o incómodos. Todo lo que pasaba en esas sesiones me daba pistas que empezaron a enri-quecerse a medida que la gente quiso proponer sus propias reglas. Un amigo me pidió que durante la sesión escuchá-ramos la música que él compone, porque esta es una parte fundamental de lo que él es. Con su música se sentía muy cómodo, y aunque no puedo decir especíicamente de qué manera influyó en su retrato, sé que hubiera sido distinto de no haber estado.

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Simplemente me estaba disponiendo para que otros sintie-ran la conianza y la complicidad de hacerme confesiones. Mi trabajo era permanecer en un estado de alerta cons-tante y entonces me fue clara la idea de que: “La atención dinámica, la observación inteligente, la reflexión óptica son actitudes inherentes en el oicio del artista a la hora de construir (…) Ahí mero están implícitos aspectos de la ca-sualidad que nadie dispone”. (Martínez, 2011: p. 139).

“El otro día una alumna dijo, tras haber intentado componer una melodía usando sólo tres notas “me siento limitada.” Es decir que no bastaba con defender el derecho de todo compositor a escribir lo que le viniera en gana, sino que la cuestión residía en entender que el azar solo podía ser útil si se imponía un límite a las posibilidades. (Vanegas, 2012: p. 7). Leyendo acerca de este método que John Cage usaba para enseñar a sus alumnos se me ocurrió hacer un ejer-cicio en simultaneidad a Confeccionario. Fueron unas sesio-nes de dibujo con límites, algunos me los puso otra persona, otros los puse yo. Cada dibujo tenía una limitación distinta: de tiempo, con los soportes, de ausencia de contornos. Al trabajar de esta manera descubrí lo valioso que es cada re-curso y lo aproveché y escarbé al máximo. Los resultados fueron cosas imprevistas que nunca hubieran sido posibles sin el recurso de los límites.

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En junio de este año, después de trabajar por varios meses en Con-feccionario, un día silencioso, mi abuela Rebeca –personaje funda-mental de mi vida a quien he retratado en múltiples pinturas, dibujos, fotografías– se encontraba muy enferma. Un desbocado espectro de palabras desató el silencio del dolor que la tenía tan aturdida.

Me contó sobre la empresa que alguna vez había empezado y que tanto le hubiera gustado continuar. Pues según su relato, tenía de niña una gran habilidad para el dibujo. Escuchándola, durante un poco más de dos horas, se me pasaron ininidades de cosas por la cabeza, gracias a que ella había sacriicado su interés por el arte para trabajar desaforadamente y conseguir que sus hijos estudiaran, hoy gozo de dedicarme al oicio del arte.

Tan cansada como se sentía, con el cuerpo agotado, conservaba aún unas ganas enormes de hablar. Nunca escasa en sus palabras, desde ese día me hizo sentir la necesidad de dejar un registro de sus re-cuerdos.

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Regresaste de tu viaje y quisiste volver a salir de la ciudad, pero esta vez fuimos juntas. Estuvimos pensando a dónde escapar y decidimos que la casa de los abuelos sería el refugio perfecto. Ahora pienso que de alguna manera también querías que ellos respondieran las pre-guntas que tenías acerca de ti y que no podías responder sin ellos. No planeaba entrevistarlos, pero en el camino no dejaba de pensar en esa tarde de conversaciones con la abuela y en esa idea que me rondaba de registrar esas memorias. Me hubiera gustado establecer también una correspondencia con ellos, pero recordé que los abuelos ya no escribían y, al in al cabo, ¿para qué? Si en todo lo que sale de sus bocas abunda siempre una honestidad innegable.

Ese día que llegué a verlos con mi mamá, la abuela estaba muy charlatana como de costumbre, en cambio el abuelo no quiso hablar mucho. Eso me desanimó, pero afortunadamente para ese momento ya había aprendido una lección haciendo los retratos y era que cuan-do se trabajaba con otros, uno no podía limitarse a lo que quería o necesitaba. Ahora que lo estoy escribiendo me parece que suena muy lógico, pero lo reconozco, tuve que disponerme y pasar tiempo valioso con varias personas para que esto que hoy escribo se hiciera realidad. Esa frase de Kathe Kollwitz, artista alemana de principios del siglo XX, “Para el trabajo hay que ser duro y sacar de uno mismo lo que se ha vivido” (Prelinger, 1992: p. 15). se había hecho vida en mí. ¿Cómo así, sacar de uno mismo lo que se ha vivido? Creo que ella se refería a dos cosas: Que aquello que nos importa sea el objeto de nuestro trabajo y que lo vivido nos dé las pistas para trabajarlo.

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Entre un vaivén de palabras, Rebeca, la abuela, me confesó no en-tender por qué después de tantos achaques, caídas y accidentes, la voluntad de Dios no había sido llevársela aún. “Estoy esperando y preguntándome cuáles son las cuentas pendientes”, me dijo. “Tal vez este encuentro y las confesiones mutuas que hoy nos hemos hecho hacen parte de eso que te preguntas”, le dije. Nos miramos, como se miran dos cómplices y seguimos hablando.

Esa misma noche, el abuelo, hombre voluntarioso y por qué no de-cirlo de naturaleza terca, al ver que seguíamos hablando, no pudo evitar sentarse de nuevo a nuestro lado. Con qué serenidad empezó a hacerle Rebeca todas las preguntas que yo le había hecho a ella minutos atrás. Y con qué frescura y alcahuetería acercó la abuela el micrófono a su voz. No dejó ni un segundo de ser mi cómplice.

En mi familia cada uno empezó a proponer maneras de trabajo y eso hizo que el proyecto se inundara de detalles y profundidad. Para ese momento, gracias a los espacios de intercambio que tuve con mis papás y abuelos, empezaba a encontrar relaciones entre relatos, dibujos, fotografías y cartas. La historia de mi vida se tejía como un rizoma lleno de encuentros y desencuentros. Poco a poco, concebí la obra de mi familia como un recorrido atmosférico a través de la ima-gen, de la palabra y del sonido, en donde los relatos se superponen y entretejen, y en donde se genera una red con la que no solo me conecto con mi pasado, también valido mi presente.

“He reflexionado muchas veces sobre la búsqueda rígida. Me ha de-mostrado que todo está iluminado por la luz del pasado. Siempre está a nuestro lado o la parte interior, mirando hacia afuera como tú dijiste. Lo de adentro, hacia fuera”.

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Esculcando todos los archivos de mi familia, oyendo las grabaciones, revisando fotografías y releyendo las cartas, descubrí tejidos entre tantas historias que me permitieron reconstruir un pequeño univer-so en donde no univer-solo recuperaba el pasado que yo creía perdido junto al álbum, también le daba fuerza a la obra.

Cuando mi mamá me hablaba de lo visceral que estalló en ella en el momento de mi nacimiento, inmediatamente pensé en los grabados que estaba haciendo y cómo estos evocan afecto, instinto, fuerza.

A veces, una imagen nos evoca un sonido. Un relato nos hace pen-sar en un tipo de imagen aun cuando ella no hace una descripción minuciosa de lo que se está contando. Muchas veces las relaciones se tratan de sensaciones.6

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—”¿Por qué haces esto? —Porque hay veces que temo que voy a olvidar.”

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¿Cómo empecé a hacer los grabados?

En las vacaciones de junio, andaba con muchas ganas de aprender a hacer grabado, me dieron unas instrucciones muy sencillas y em-pecé sin saber que se convertiría en una parte fundamental de este proyecto y de mi quehacer. Además, por esos días mi abuela, junto a quien siempre siento una paz inmensa para producir, estaba en el hospital, y mientras la acompañé, me parecía mucho más práctico llevar un linóleo y una gubia que una tabla de madera y unos tubos de óleo.

Mi motivación y el tema para los grabados salió de lo que me pasó con la pérdida del álbum y lo que me estaba pasando en ese momen-to, un bombardeo de sentimientos que se desataron respecto a mi familia, y que estoy segura tenían que ver con el estado de Rebeca. ¿Cómo me transmitieron esas memorias que yo no conocí o viví? Escogí para los grabados las imágenes de los primeros días de na-cimiento porque es ahí cuando se transmitieron a manera de abra-zos, lactancia, construcción del primer apartamento. Y porque para grabarlas, primero las busco, después las dibujo, las grabo, las impri-mo, entonces es un proceso de observación en donde salen a la luz impresiones y detalles que se conectan con los relatos. Porque ra-cionalmente no me acuerdo cómo adecuaron mis papás ese primer lugar donde vivimos, pero esas imágenes me conirman la calidez que siempre creo recordar.

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Para los primeros que hice, usé como referentes tres fotografías que pertenecían al álbum que describí páginas atrás y que por alguna buena razón conserve conmigo. Después las otras fueron aparecien-do de a poco en álbumes de algunos familiares y en cajones que hace rato no escarbaba. Tenía muchas ganas de hacer varios grabados, porque estaba disfrutando lo que pasaba y por eso mismo sabía que en su momento aparecerían los referentes fotográicos.

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Durante la carrera en la universidad siempre busqué los temas para mi proyecto en la vida y en las preguntas de todos los días: ¿quién soy?, ¿quién es mi familia?, ¿quiénes son los abuelos? Todas estas preguntas las considero inagotables.

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Sin embargo, yo tenía una preocupación y era que el proyec-to se convirtiera en un problema anecdótico. Por un buen tiempo me inquietaba a quién le importaría saber la historia de mi familia.

Esta duda se fue resolviendo cuando fui consciente de que aunque los grabados partían de algo muy personal, más que hablar de mi mamá, mi papá o de mí, los grabados aludían al rol de ser madre, padre o hijo, a los vínculos entre ellos y a momentos como el embarazo. ¿Y que podía ser mas universal?

Desde que los empecé a hacer, supe que quería enfatizar en los personajes y no en los espacios que describían las fotografías, pues de esta manera se siente como si estos personajes estuvieran flotando o sumergidos en un espacio indeinido, en donde la mirada se centra en el contacto, el afecto y los abrazos.

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Entonces, ¿quiénes son los protagonistas de mis grabados? Mientras los he estado haciendo me pregunto quiénes son esos personajes que salen de ellos. ¿Tienen estos los nom-bres de mi papá, mi mamá, mi nombre? En un principio yo lo creía, y también pensaba que estaba mostrando la mater-nidad de mi mamá, la patermater-nidad de mi papá, mi fragilidad, la ternura de nuestros abrazos y la visceralidad de nuestros encuentros. ¿Pero no son todos estos estados y roles inhe-rentes a la humanidad?

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Para la realización de los grabados es claro que parto de mi familia, porque es lo que tengo a la mano, lo que me importa y lo que conoz-co. Sin embargo, al pasar de fotografías a grabados, las imágenes en las que me apoyo se transforman y describen a unos personajes sin nombre propio. En esto, tiene mucho que ver la técnica, pues el trazo incontrolable de la gubia sobre el linóleo hace que los personajes se presenten como iguras sin identidad propia, cuyos rostros aparecen deformados. Me interesa esta técnica porque, teniendo en cuenta el blanco y negro y alto contraste, al inal se obtienen imágenes más reales que lo real. “A esos niveles, la abstracción que hay en toda es-cultura, es más real que la realidad misma. Es la clave de la vitalidad del arte y quizás para mí, el móvil profundo que guía mi trabajo. La escultura ha sido siempre la expresión de algo que existe en la rea-lidad de la naturaleza humana” (Zúñiga, 1999: p. 21).

Más adelante, cuando hice el ejercicio de recordar con mis papás y abuelos fue evidente que con el paso del tiempo algunas cosas toma-ban mayor o menor signiicado para ellos. “El olvido es el puriicador de la memoria. Es una criba que retiene lo esencial y deja correr lo que en realidad es accesorio” (Caballero, 2003: p. 22). Y haciendo los grabados me pasó algo muy parecido, desde mi actualidad yo estaba sacando lo más signiicativo que para mi había en esas fotos, tradu-ciendo la esencia de las mismas en una nueva imagen. Escogí las imágenes porque me causaban ternura, afecto, porque viéndolas me sentía y me siento en casa.

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“El no es sólo la eliminación de supericies aparentes de algún objeto externo, el esta eliminando supericies aparentes del yo, revelando su naturaleza original (...) Volvamos a la idea de Miguel Ángel de la eli-minación de supericies aparentes para revelar la estatua que había sido enterrada en la piedra desde el principio del tiempo. (Nachmano-vitch, 1990: p. 31. Improvisación en la vida y el arte).”7

El grabado tiene algo especial de perdurabilidad. El hecho de tallar se remonta a las cuevas de los hombres que cazaban y dibujaban en las piedras para dejar rastros y huellas de los animales que protago-nizaban las hazañas del día. Desde los tiempos más antiguos el ser humano ha tenido la necesidad de dejar un rastro de su existencia. De esa idea me surgió la necesidad de escribir en una matriz de linó-leo algunas de las frases más relevantes de la correspondencia con mis papás. Pues esas palabras se volvieron una parte fundamental de mis memorias, tan fundamental como los grabados y los archivos de audio de las entrevistas familiares.

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— Hablemos de todo el lado artesanal del oicio de escribir. En este largo aprendizage que ha sido el tuyo, ¿podrías decirme quiénes te han sido útiles? — En primer término, mi abuela. Me contaba las cosas más atroces sin conmoverse, como si fuera una cosa que acabara de ver. Descubí que esa manera imperturbable y esa riqueza de imágenes era lo que más contribuía a la verosimilitud de sus historias. Usando el mismo método de mi abuela, escribí Cien años de soledad.

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¿Cómo empecé a interesarme por grabar las voces de la gente?

Una tarde estaba tomándole unas fotografías a la tía Lucy, con la intención de hacer una pintura o unos dibujos con ellas. Ella empe-zó a hablarme de su cuerpo mientras la fotograiaba; entre varias confesiones me dijo que en su juventud la admiraban mucho por las piernas esbeltas que tenía. Mientras ella hablaba, yo no dejaba de pensar en que quería grabar su voz. Pues me parecía que si algún día ejecutaba ese retrato, nada más sincero que su voz relatándolo. Justo después de eso surgió la idea de hacerlo con las personas que estaba pintando en Confeccionario. Yo tenía un poco de miedo, porque no lo quería hacer sin preguntarles antes si estaban de acuerdo, y pensaba que si les decía iban a intentar quedar bien con lo que decían y no iba a ser igual de sincero. Al inal hice lo que debía hacer y les pregunté. A algunos les pareció innecesario y para otros fue muy buena idea, incluso hubo alguien dijo que su voz era más importante a la hora de su retrato que su propio cuerpo. Finalmente, la gente olvidaba muy rápido que había una máquina grabando todo lo que decían y enton-ces sus declaraciones eran muy honestas.

Después de esta experiencia, de la conversación que tuve con mi abuela ese día de junio y después de que mis papás empezaron a re-latarme a través de sus voces honestas la historia de mi vida, hallé en la expresión oral un medio poderoso para relatar. Más antigua que los dibujos en piedra de los que hable páginas atrás, la tradición oral también se convirtió en una pieza fundamental de mi obra, es esa mitología que siento necesaria retener:

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“En la génesis de la obra de arte «en tanto que archivo» se halla efectivamente la necesidad de vencer al olvido, a la amnesia mediante la recreación de la memoria misma a través de un interrogatorio a la naturaleza de los recuerdos. Y lo hace mediante la narración. Pero en

nin-gún caso se trata de una narración lineal e irreversible, sino que se presenta bajo una forma abierta, reposicionable, que evidencia la posibilidad de una lectura inagotable”.

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En el recorrido de este texto las voces de sus protagonistas se superponen. Mi voz de niña recién nacida se entreteje con la voz actual que intenta recor-dar. Retumban en lo más profundo de mi memoria las voces de mis abuelos y mis padres recordándome esos relatos que siempre han estado ahí. Son esas memorias redescubiertas y atemporales mi espíritu mismo.

El proyecto empezó como una cuenta que necesitaba saldar y se convirtió en un espacio para que también mis padres y abuelos se reconocieran en esa sensibilidad que nunca escapará de ellos.

Escuchar lo que cada uno quería contar me permitió reconocer y reconigurar en mi alma una imagen más rica de cada uno. Una imagen llena de detalles, de escenas, de momentos, de sensaciones. Pero eso no hubiera sido posible sin reconocer que sus vidas y sus miradas empezaron a construirse mucho antes de que yo naciera, que yo llegue a este mundo igual que ellos con una infor-macion casi metida en la sangre, una información que se empieza a transmitir desde los primeros abrazos.

Escuchar a los abuelos, hizo que mi mamá tambien entendiera cosas de su persona y de su propia vida. Y como si se tratara de un tejido, por medio de ella yo también descubrí hallazgos propios.

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La indagación de mis razones no termina por ahora, Radios de barro es el principio de una búsqueda que puede tomarme toda la vida. La amplitud de toda la información recogida formula nuevas ideas a trabajar, dependiendo del momento en que se mire. Un solo relato, un solo dibujo puede ser el detonante de nuevas posibilidades. Mas aún la información nunca se termina de recoger completa, pues si páginas atrás planteo que esa correspondencia es un diálogo íntimo, ahora se me ocurre que es mas bién un diálogo sin in.

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Agradecimientos

A quien me inquietó el alma para hacer este proyecto, y me dió las preguntas y respues-tas en el momento preciso. A Dios, ininitamente creativo que me habló a través sueños, conversaciones, libros, encuentros, tropiezos y amigos.

A mi mamá, por la agudeza de su mirada y por recordarme siempre el propósito que debe haber detrás de todo lo que hacemos.

A mi papá, por volver a ser un niño conmigo.

A Nicolás, por la libertad y la entrega con que asumió cada momento de este proceso. Por hacerme pensar en la honestidad del trabajo y en ese límite que no existe entre el trabajo y la vida.

A mi abuela Rebeca, por su alcahuetería y libertad.

Al abuelo Alberto, por nunca dejar de repetirme “adelante valiente”.

A mi hermanita Sara por recordarme con sus dibujos la sinceridad del trazo. A Nathalia, por crecer siempre de la mano.

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Indice de imágenes

Página 12. The Cat Piano. disponible en:

http://uncannytech.tumblr.com/post/33985669944 Página 53. Calle, Sophie.

Los durmientes, disponible en:

http://arte-actual.blogspot.com/2010/08/sophie-calle-ente-lo-privado-y-lo.html Página 78. Kollwitz, Käthe.

Mujer con hijo muerto. 1903, disponible en:

http://es.wikipedia.org/wiki/K%C3%A4the_Kollwitz Página 80. Zuñiga, Francisco

Maternidad. 1958. Bronce.

Catálogo razonado, Volumen I. Francia: En asociación con FUNDACION ZUÑIGA LABORDE, A. C. MÉXICO. Página 174.

Página 82

-Superior izquierda: Zuñiga, Francisco. Madre jugando con niño. 1966. Onix verde.

Catálogo razonado, Volumen I. Francia: En asociación con FUNDACION ZUÑIGA LABORDE, A. C. MÉXICO. Página 310.

-Inferior izquierda: Kollwitz, Käthe. Pietà. 1937-1938. Disponible en: http://www.liveauctioneers.com/item/5235129

-Superior derecha: Zuñiga, Francisco. Monumento al agricultor, 1974. Bronce.

Catálogo razonado, Volumen I. Francia: En asociación con FUNDACION ZUÑIGA LABORDE, A. C. MÉXICO. Página 421.

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Indice de imágenes propias

Página 2. Escultura de barro. 2012. Página 9. Escultura de barro. 2012. Página 31. Dibujo. 2012.

Página 49. Pintura. Tres veces Camilo 2012. Página 56. Pintura. Juan. 2012.

Página 57. Pintura. Roberto. 2012. Página 67. Dibujo. 2012.

Página 73. Dibujo. 2012.

Página 75. Pintura.Triptico Evelia. 2010. Página 76. Pintura. Nathalia. 2010. Página 77. Pintura. Abuela Rebeca. 2011. Página 85. Dibujo. 2012

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Indice de imágenes realizadas por mi familia

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Bibliografía

Libros

- Dios. Santa Biblia. (2011). Versión Nueva Traducción viviente. Illinois: Thindale house .

- Caballero Calderón, Eduardo. (2003). Hablamientos y pensadurías. Bogotá: Villegas Editores S.A. - García, Marquez Gabriel - Apuleyo Mendoza, Plineo. (2012). El olor de la Guayaba. Bogotá: Editorial Géminis.

- García, Marquez Gabriel. (2002). Vivir para contarla. Bogotá: Editorial norma.

- Guasch, Ana maría. (2009). Autobiografías visuales: entre el archivo y el índice. Madrid: Editorial Siruela.

- Martínez, Cesar. (2011). La obra de arte. En Jiménez, José (Ed.). Una teoría del arte desde américa latina. España: MEIAC.

- Nachmanovitch, Stephen. (1990). Free play: Improvisation in life and art. New York. - Neuman, Andrés. Una vez argentina. (2003) Buenos aires: Anagrama. Penguin group. - Prelinger, Elizabeth. (1992). Käthe Kollwitz. National Gallery of Art.

- Traba, Marta. (2005). Dos décadas vulnerables en las artes plásticas latinoamericanas, 1950-1970.

Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina.

- Vanegas, Guillermo. (2012). John Cage: Método. Bogotá: Periódico Arteria. Año 7 # 33. (Mayo- Junio 2012).

- V. S. Naipaul, V.S. (2009). Cartas entre un padre y un hijo, los años de Oxford. Buenos aires: Debol-sillo, (2009).

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Bibliografía

Sitios web

- Entrevista a Alejandro Obregón (en línea), disponible en: http://www.youtube.com/watch?v=FoT2z-2fZgY

- Entrevista a Gabriel García Márquez (1982) (en línea) Programa especial de los Servicios Informativos de TVE dedicado al escritor colombiano, con motivo de la concesión en 1982 a su persona del Premio Nobel de Literatura, disponible en:

http://www.youtube.com/watch?v=fmxTWnl6myU - Diccionario, deinición de relato, disponible en:

Deinición de Relato » Concepto en Deinición ABC http://www.deinicionabc.com/general/ relato.php#ixzz2Bs0mwdiG

- Diccionario de ilosofía La memoria, disponible en: http://www.canalsocial.net/ger/icha_ GER.asp?id=5808&cat=ilosoia

- Everyting is illuminated (película) director: Liev Schreiber Disponible en: http://www.imdb.com/title/tt0404030/ - The Cat piano, disponible en:

http://socks-studio.com/2012/06/27/katzenklavier-cat-organ/

- Pit Noack: You Are Here Now (Instalación de audio), disponible en: http://www.youtube.com/watch?v=1Ln23NdFm4A

- Frase Picasso, disponible en:

http://www.elqudsi.com/articulos/todos-los-ninos-nacen-artistas/ - Frase giacometti, disponible en:

http://nyaa.edu/nyaa/ce/index.html - Calle, los duermientes. disponible en:

http://www.librodenotas.com/almacen/Archivos/003320.html

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Anexos

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Referencias

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