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UN CASO DE CONDUCTA AGRESIVA EN EL INSTITUTO: SERGIO

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Academic year: 2018

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UN CASO DE CONDUCTA AGRESIVA EN EL INSTITUTO: SERGIO

Historia previa:

Sergio es un chico de 12 años que cursa 1º ESO en un instituto de Figueras. Llega a la Unidad derivado por el EAP correspondiente con el siguiente diagnóstico y motivo de la demanda:

“Sergio es un chico que presenta unos rasgos de personalidad caracterizados por afectación y tensión emocional, con cambios bruscos de humor, tendencia a la irritabilidad y a dominar. Él mismo reconoce la dificultad que tiene para controlar sus impulsos, se siente muy nervioso. Tanto en casa como en el centro escolar están desbordados por su conducta que condiciona lógicamente sus aprendizajes, con dificultades de concentración y atención.

Se pide valoración y seguimiento para poder estabilizar, en la medida de las posibilidades, sus ritmos.”

En el IES al que Sergio asistía había acumuladas todo un sin fin de comunicaciones a los padres por haber sido expulsado de clase:

24 de febrero: expulsión de clase por “no trabajar e interrumpir la dinámica de la clase continuamente”

26 de febrero: expulsión de clase por “negarse a cumplir un castigo y por contestar mal al profesor”

2 de marzo: expulsión de clase por “interferir constantemente en clase y no querer hacer lo que se le dice. Faltar al respeto al profesor”

5 de marzo: expulsión de clase por “llegar tarde a clase de música, entrar molestando y ante una pregunta de la profesora contestar mal”

18 de marzo: expulsión de clase por “levantarse sin permiso para jugar en clase, contestar mal al profesor y negarse a cumplir la sanción impuesta”

19 de marzo: expulsión de clase por “hablar en clase y gritar. Después de varios avisos del profesor, finalmente lo hemos expulsado de clase. Cuando estaba en el pasillo, gritaba y molestaba a una clase vecina donde hacían un examen”

El día 27 de Abril, la dirección del Centro emite el siguiente escrito:

Has realizado durante lo que va de curso reiteradas conductas contrarias a las normas de convivencia del centro, Capítulo 2, art. 30, apartado b) Actos de incorrección o desconsideración con los otros miembros de la comunidad educativa.

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d) Amonestación escrita por parte del tutor del alumno, al director, al alumno y a los padres del alumno.

Sin haber observado ninguna mejora en tu conducta, se aplica el Capítulo 3, art. 36 apartado g) La reiterada y sistemática comisión de conductas contrarias a las normas de convivencia en el centro. Estas conductas son expulsiones reiteradas de clase de varios profesores por molestar a los compañeros y no dejar impartir las clases correctamente.

La infracción del articulo 36, implica que se tiene que iniciar expediente, y realizar la sanción correspondiente que viene regulada por el artículo 37

Se aplica como medida cautelar el articulo 31 apartado h) suspensión del derecho de asistencia al centro durante los días lectivos que serán el 7 y 8 de mayo ambos incluidos.

8 Abril: Entrevista con el padre

Viene el padre derivado por el EAP (nos trae la carta del E.A.P.) Le preguntamos como ve a Sergio y nos dice que es un niño muy movido y que no entiende nada. Se le ve nervioso y muy angustiado. Considera que eso también pasa en la escuela y que por eso allí tiene tantos problemas. Nos dice que Sergio es hijo único y que su abuela lo ha cuidado mucho (dice que quizás lo ha mimado demasiado) pero que no puede confirmarlo. Continua diciendo: -“De hecho Sergio es un chico nervioso. No hay manera de hacerle entender nada... necesita moverse... no quiere entrar en razones”-

Nosotros le preguntamos: -“¿Qué hacéis vosotros cuando él actúa de esta manera?”- El padre se queda un rato en silencio, como si la pregunta lo hubiera cogido por sorpresa. Después dice: -“No sé, no hago nada, o utilizo buenas palabras o, a veces, aún grito más que él. A su madre también la tiene bien aburrida; tampoco le hace caso. Siempre ha sido así, ya desde que era pequeño pero ahora se ha acentuado. Para mí Sergio es, en estos momentos, un histérico perdido, un fanático del fútbol y un espíritu de contradicción contra su padre y su madre. Cuando llego a casa, cansado de trabajar, siempre me encuentro con problemas... que si Sergio ha hecho esto, que si ha hecho esto otro... yo querría que al llegar a casa todo fuera tranquilidad y que pudiéramos hablar las cosas”- Vamos aceptando todo lo que dice. Parece que se va tranquilizando. Ahora está sentado sin tanta tensión. Silencio. El padre continúa diciendo: -“Si estamos aquí es porque la escuela nos ha hecho venir al neuropediatra. Ellos creen que dándole algún medicamento Sergio estará más tranquilo y se portará mejor pero yo tengo miedo de que después no sirva para nada”-

Le decimos que creemos que, en general, estos casos no se arreglan con pastillas ni con medicación y que “la calma tiene que venir de dentro”. El padre está completamente de acuerdo y se le ve menos angustiado. Nos dice: -“me parece que nos vamos a entender”-

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Quiere como eludir la respuesta y dice: -“Nada, nada de nada ¿qué tiene que ganar?”- Silencio. (Baja la mirada, no dice nada. Espera a que nosotros intervengamos pero no lo hacemos). Silencio. Vuelve a levantar la cabeza y dice: -“Tal vez, así nos llama la atención, pero...”- Le decimos: -“¡Ah! Nosotros también pensamos eso”- El padre dice que sí pero que no lo entiende. Le decimos: -“Mire, para entenderlo quizás nos tendríamos que ponernos las gafas de Sergio: mientras mi padre y mi madre me riñen, me gritan, ... están pendientes de mí. (El padre nos mira sorprendido como si fuera descubriendo ideas que no se hubiera planteado nunca). Dice: -“Yo siempre he pensado que cuando el chico hace todo esto lo hace para molestar, para tocar las narices, para hacernos enfadar a todos...”-

Le decimos: -“Mire, sabemos que todo esto es muy duro y, seguramente, hace que tanto usted como su mujer se sientan muy mal pero Sergio no sabe porque actúa así. Es más, estamos convencidos de que cuando lo ha hecho se arrepiente”- El padre nos corta y dice: -“Sí, sí, que razón tiene. Sucede exactamente así. Después, es el niño más cariñoso del mundo. Te pide perdón y te dice que no volverá hacerlo pero... no pasan ni tres minutos y ya vuelve a suceder”-

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comienza a hacer frío y Sergio se da cuenta que no lleva ningún jersey. Pero, usted está mucho más atrás y no se lo puede dar... ¿Qué le parece? ¿Ha servido de alguna cosa llevar el jersey de Sergio?”-

El padre dice: -“No, no... claro... sólo para ir yo más cargado, como un burro. De hecho, eso que dice usted es lo que pasa siempre”-

Nosotros le decimos: -“¿Verdad que ha dicho que Sergio juega al fútbol?” El padre responde: -“¡Uy sí! ¡Le encanta! Además, es bueno. Ahora en junio quiere ir a un torneo que se celebra en Bélgica. Lo han escogido para ir y le pagan todos los gastos pero no sabemos si debemos que dejarlo ir”-

El padre nos mira como buscando una respuesta. Nosotros le decimos: -“A ver, antes nos ha dicho que para cambiar la actitud de Sergio lo habían probado todo: gritarle, reñirle, castigarlo... y parece que todo continua igual...”-

El padre me corta y dice: -“No, igual no, peor, mucho peor”- (Vuelve a mirar al suelo con la cara más tensa). Le decimos: -“Pues… ¿cree que le han servido los castigos?”- Silencio. El padre levanta la cabeza, nos mira y dice: -“No, no, claro que no, pero ¿entonces cómo hacemos? Le dices que vuelva a una hora y no viene, le dices que coma más y no come, le dices que se porte bien y lo expulsan de clase cada dos por tres. Dígame ¿qué se tiene que hacer?”- Mientras habla, el padre, demuestra impotencia y levanta un poco el tono de voz. Nosotros aceptamos lo que dice y le decimos: -“Sí, sí, le entendemos perfectamente, pero a ver… ¿en qué mochila pondría usted la hora de llegar de Sergio?”- El padre levanta las cejas abriendo los ojos de par en par. Silencio. Dice: -“En la suya, claro”- Nosotros continuamos: -“Y… ¿en cuál colocaría usted que coma o no, que se porte bien o no?”- El padre responde inmediatamente: -“Sí, sí, claro, sólo en la suya”- Sin casi dejarlo continuar le decimos: -“¿Sabe qué pasa? Que nos cuesta trazar la raya de donde se acaba nuestro papel. A ver si nos explicamos... mire, usted me puede decir que me levante de la silla. Me lo puede decir gritando, en son de paz, me puede amenazar, etc... pero ¿de quién dependerá que me levante o no?”- El padre sonríe y nosotros también. Silencio. Dice: -“¡Sólo de usted!”-

Le preguntamos si tiene prisa para ir a trabajar y dice que no, que podemos seguir hablando, que se siente muy a gusto y que quiere intentar ayudar a Sergio a solucionar los problemas.

Aprovechamos este comentario y le decimos: -“Mire, usted puede ayudar mucho a su hijo. Usted es su padre y además, es el mejor padre que Sergio puede tener (el padre nos mira con cara de sorpresa). Sí, mire, seguro que no lo cambiaría por ningún otro padre”-

Hace que no con la cabeza mientras sonríe y nosotros continuamos: -“Mire, nosotros le diremos lo que creemos y usted crea lo que quiera. Pensamos que Sergio se valora muy poco, es como si no se quisiera a él mismo...”-

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pensar que cómo puede decir eso después de todo lo que hacen por él. El padre hace que sí con la cabeza muy efusivamente). Usted tiene toda la razón, pero Sergio también. Las cosas no son como son. Son como nos parece que son. Son como las vivimos cada uno de nosotros. El hecho de que Sergio no se sienta querido no quiere decir que ustedes no lo quieran. (Ahora el padre conecta con la mirada y nos mira boquiabierto). A Sergio, posiblemente le falta todo un proceso de maduración y de crecer como persona ¿Sabe como iría creciendo? (el padre pone cara de expectación): cuando él, por él mismo, pueda decidir lo que dependa sólo de él. Cuando realmente viva pequeñas decisiones de la vida diaria. Además de una ayuda que nosotros podemos ofrecerle para que se conozca y pueda aprender a controlar sus impulsos...”-

El padre nos corta y dice: -“Sí, claro, lo de la mochila y lo del jersey. De hecho, siempre le decimos lo que tiene que hacer. Sí, sí... es así... pero, claro, ¿cómo podemos hacer todo esto?”-

Nosotros le decimos: -“¡Buena pregunta! Mire, de hecho, la cuestión se puede resumir, quizás, en ir por delante de las situaciones. Es decir, en lugar de coger el toro por la cola, procurar verlo venir y cogerlo por los cuernos”-

(El padre nos mira, piensa, asiente con la cabeza, está muy concentrado). Continuamos: -“O sea, usted ya sabe cuáles son las situaciones en las que se puede generar un problema. Pues bien, podría hablar con Sergio y pactar qué harán cuando pase o bien, que podrían hacer para que no pase. Ya sabemos que es difícil y que, hoy en día, hacer de padre no resulta nada fácil. Pero seguro que encontrará la manera. Mire, esto es como querer comer un plato de sopa con un tenedor. ¿Verdad que le resultaría difícil? En cambio si cogemos la cuchara, nos la comeremos fácilmente, ¿verdad? Y …¿qué pasaba? ¿Que no éramos capaces de comernos la sopa? ¡No, no, de ninguna manera! Lo que pasaba era que no habíamos acertado en como hacerlo”-

El padre va haciendo que sí con la cabeza; parece más distendido y relajado. Silencio. Después dice: -“Ya lo entiendo, ya... y ¿cuándo Sergio, por ejemplo, no vuelva a la hora que yo le digo?”-

Le respondemos: -“¡Claro! A ver… ¿usted qué cree que puede hacer para seguir lo que hemos dicho de ir por delante de la situación?”-

El padre se queda pensativo y dice: -“No se... quizá antes de salir preguntarle a que hora volverá”- Nosotros le decimos: -“Mire, ahora me acuerdo de una frase que me dijo un día un buen amigo. Se ve que su padre le decía: vuelve cuando tú quieras pero ni un minuto más tarde!”- Ambos reímos, y el padre dice: -“Sí, sí,... por lo que veo se trata de darle la responsabilidad de aquello que sólo dependa de él”-

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importantes. Sergio necesita saber que ustedes lo valoran, que es importante. Lo que sucede es que el día a día, la rutina, el trabajo, las mil obligaciones y ocupaciones nos comen el tiempo y, muchas veces, acabamos viéndo muy poco a nuestros hijos”-

(El padre sonríe) Continuamos: -“Podría intentar hablar con Sergio de un día para otro explicándole cuál será su horario, cuando irá a trabajar, cuando llegará a casa, cuando coincidirá con él. Y, después, ofrecerle el hecho de poder estar juntos un ratito, diez minutos o un cuarto de hora, para hacer los dos juntos, aquello que Sergio quiera. No ese trata de que sea mucho rato. Lo más importante es que Sergio sepa cuándo y que usted estará con él haciendo algo que les gusta a los dos”-

El padre nos corta y dice: -“Ah, si eso será muy fácil, siempre me está diciendo que quiere jugar a la pelota. Quiere que yo haga de portero mientras él chuta o que cuente las veces que controla la pelota con cada pie, o con la cabeza... Sí, sí eso no será ningún problema”-

Le ofrecemos la posibilidad de hablar con Sergio y le preguntamos si seria posible que algún día pudiera venir la madre. Nos dice que sí, que encantado, que quiere que ayudemos a Sergio y que ya hablará con María, su mujer, para que venga un día ella sola. Quedamos en que le dirá a Sergio que, si quiere venir, puede venir al día siguiente.

Nos despedimos y el padre nos da las gracias. Parece mucho más tranquilo, y relajado.

9 Abril: Entrevista con Sergio.

Llega Sergio acompañado del padre. Entra y nos presentamos. Es un chico alto, delgado con una mirada despierta y a la vez inquieta. Su aspecto físico es un poco descuidado. Le preguntamos si sabe porque ha venido y dice: -“Porque me porto mal. ¿Me pincharéis? Yo no quiero que me pongan inyecciones ni nada de eso”- Habla muy suavemente y evita la mirada. Se va cogiendo fuertemente los dedos de las manos.

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durante mucho rato?”- Sergio dice que no con la cabeza y responde que él puede pasarse una mañana entera mirando la tele. Continuamos diciendo: -“¿Sabes qué pasa, Sergio? Que nos ponemos nerviosos en un momento dado, por las circunstancias que sean pero no somos nerviosos. Mira esto me recuerda a un chico que nos dijo que era muy mentiroso. Nosotros le preguntamos que día era y él, sin pensárselo dos veces, dijo el día correctamente (me parece que era un miércoles). ¿Tú crees que era mentiroso? ¿ No te parece que un mentiroso habría dicho cualquier día menos el correcto? ¿Sabes qué le pasaba? Que a veces se veía obligado a decir mentiras. Es como si hubiera aprendido a huir de las situaciones inventándose alguna excusa. Pero no era mentiroso, sólo decía mentiras”-

Sergio está muy concentrado, ya no se frota los dedos de las manos y parece más relajado. Le decimos si quiere que lo ayudemos a poner el “pararrayos”. Nos dice que sí muy convencido y le explicamos la metáfora de los cajones. Después le decimos que seguramente, muchas veces, se ha sentido como un títere al que los demás mueven sus hilos. Sergio dice que sí muy efusivamente. Después le decimos: -“Seguro que cuando no te preguntan qué es lo que tú quieres te sientes mal”- Nos dice: -“Si, claro! El cajón del “quiero” lo tengo del todo vacío”-

Después le decimos: -“Mira Sergio, si ahora estuviéramos nosotros solos aquí en el hospital y viniera un monstruo muy monstruo (escenificamos) y nos mandara que sacásemos todo lo que hay aquí en el despacho, lo limpiáramos y lo volviéramos a colocar. Sería un buen rayo, ¿no? (Sergio hace que sí con la cabeza) Ahora, fíjate bien. Este rayo lo pararemos. Le hablaremos de las dos posibilidades que tenemos: hacerlo o no hacerlo.

Ahora bien, Sergio: -“¿Qué crees que pasará si no lo hacemos?”- Sergio, sonriendo, dice: -“que el monstruo nos comerá”-. Le decimos: -“Seguramente nos zampará. ¿ Y si le decimos que sí y lo hacemos?” - Sergio dice: -“Quizás después nos dejará marchar”- Añadimos: -“¿Y entonces qué querrás? ¿hacerlo o no hacerlo?”- Sergio sin dudar dice: -“Hacerlo”- y nosotros le decimos: -“Claro, y ¿porqué lo haremos? ¿Por qué nos obliga el monstruo o porque lo hemos decidido nosotros y lo queremos hacer? Porque gustarnos… no nos gusta ni un poco, ¿no?” -Sergio dice: -“No, no nos gustaría pero lo querríamos hacer por lo que pudiera pasar después”-

Continuamos: -“Mira Sergio, seguramente encontraríamos pocos chicos y chicas a quienes les guste mucho hacer los deberes. Tal vez ninguno”-

Sergio nos corta y dice: -“A mí no me gusta nada y no conozco ningún amigo al que le guste hacerlos”- Le contestamos: -“No, a mí tampoco me gustaba, pero ¿Sabes qué es lo que sí me gustaba?- (Espera la respuesta boquiabierto).

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gustaba nada. Pero claro, tuve que decidir, y… ¿sabes como lo hice? pense qué quería y en cómo me sentiría mejor en el mes de setiembre: renunciando a hacer el examen por no haber estudiado o haciendo el examen a pesar de tener que pasar el verano en casa... Y ¿sabes qué decidí?”- Sergio responde: -“Estudiar y hacer el examen”-. Le respondo: -“Pues sí, Sergio, me pase el verano en casa y hice las oposiciones y lo hice porque quería, porque así lo había decidido. Escucha Sergio, ¡aún no nos has dicho en que equipo juegas!”-

Sergio dice que juega en el equipo de su pueblo y que le encanta jugar a fútbol. Después le decimos: -“¿ Qué te parece Sergio, quieres que quedemos para vernos otro día o te lo quieres pensar?”- Sergio responde decidido: -“Sí, sí quiero venir la semana que viene”-

Antes de quedar en la hora le decimos: -“Nos dejas que te pongamos unos pequeños deberes, si quieres los haces y si no, no, eh? Mira, nos gustaría que cada día por la mañana cuando ya te hayas despertado y antes de bajar de la cama, pensaras todo lo que hará Sergio durante el día. ¿Verdad que no te cuesta verte como si estuvieras en una película? (Sergio echa los ojos hacia arriba y dice que no, que no le cuesta nada) Pues bien, intenta verte, despacio, todo lo que vas haciendo desde que te levantas hasta que te vuelvas a poner en la cama”- Dice que sí muy efusivamente; le ponemos la mano en la rodilla y le recordamos que si quiere lo haga y que si no quiere no. Vuelve a decir que sí lo hará y quedamos para la semana siguiente.

14 Abril: Entrevista con la madre.

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15 Abril: Entrevista con Sergio

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Después le proponemos una actividad. Le decimos que se imagine que ha conocido por internet a un chico de Brasil y que este chico le pregunta cómo es. Le preguntamos qué le diría. Silencio. (Se mueve en la silla, mira hacia arriba y hacia abajo. No está quieto. Evita la mirada). Silencio. Levanta los ojos, nos mira y dice: -“Es difícil... ¿Cómo soy?... Pues soy alto, delgado, un poco rubio...”- silencio. Le decimos: -“Y por dentro (le ponemos la mano en la pierna), por dentro, ¿Cómo dirías que es Sergio?”- Silencio... -“¿Por dentro?- Silencio. –“No sé... no soy nervioso pero me pongo nervioso y me descontrolo” Lo cortamos y le decimos. -“¡Eh!, Sergio se descontrolaba pero ahora ya no lo hará, ¿no?”- Sergio sonríe y dice: -“¡Ah, no! Ahora ya he puesto la tapa al interruptor. Bien, pues, me descontrolaba”- (hacemos que sí con la cabeza y sonreímos) –“¿Qué más?”- se pregunta a él mismo. Silencio. –“No soy inteligente”- Le decimos: -“¿Qué quieres decir?”- Sergio, más serio, dice: -“No saco buenas notas”- acompasamos y le explicamos la metáfora de los monos. Sergio la escucha boquiabierto y después le decimos: -“A ver Sergio, ¿quién crees que es más inteligente un arquitecto en el paro y que no se gana la vida o un albañil que vive bien gracias a su oficio?”- Sergio, sin dudar, dice: -“¡Hombre, el albañil!”- Después le decimos: -“Seguro Sergio que puedes recordar el mapa que hay en el libro de Sociales muy bien!”- Sergio sonríe y dice que sí. Continuamos: -“Seguro Sergio que puedes recordar muy bien la portada del libro de mates”- Sergio dice que sí, contento. -“Sergio, seguro que te acuerdas muy bien de lo que te entra por los ojos”- Sergio no nos deja continuar y dice: -“Sí, sí, es verdad. (Pone los ojos hacia arriba). Me acuerdo perfectamente de cómo era el marcador del campo de fútbol donde jugamos el domingo pasado”- Después le decimos: -“Mira Sergio, tu cerebro trabaja muy bien con la información que le llega por los ojos y un poco peor con la que le llega por los oídos. Seguramente, Sergio, que en clase, si la profesora o el profesor sólo explican oralmente, sin esquemas, dibujos o mapas, te cuesta seguir las explicaciones y te distraes fácilmente”- Sergio parece emocionarse, como si le hubiéramos adivinado alguna cosa importante y dice: -“Síííí! Después me dicen que soy un distraído, que no escucho y que no me esfuerzo!”- le decimos: -“Claro, y tu te sientes mal!”- Sergio hace que sí con la cabeza. Le decimos: -“Si quieres, podríamos ayudarte a encontrar la manera que te vaya mejor para estudiar según cómo es tu cerebro”- Dice que sí sin dudar ni un segundo y quedamos para la semana siguiente. Le volvemos a pedir unos pequeños deberes y será, si quiere, ir escribiendo la carta a su amigo del Brasil. Sonríe y sale del despacho.

20 Abril: Contacto telefónico con la tutora

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dispuesta a colaborar. Le resumimos nuestra opinión sobre el problema de Sergio y le reiteramos que estamos convencidos de que las cosas cambiarán y mucho. La tutora nos escucha pero le cuesta creer en nuestras palabras. Dice que hablará con los profesores y les dirá que Sergio está recibiendo una ayuda del hospital. Le ofrezco la posibilidad de una entrevista para poder hablar más directamente del caso. Nos dice que ya se volverá a poner en contacto con nosotros.

22 Abril: Entrevista con Sergio

Llama Sergio y dice que no vendrá porque tiene una prueba en el instituto. Nos dice que le ha ido muy bien la tapa del interruptor y que comienza a estudiar más con los ojos. Se le nota contento. Le agradecemos que haya llamado para avisar y quedamos para la siguiente semana.

29 Abril: Entrevista con Sergio

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abandonado de pequeño y él no sabía quienes eran. Vivía con los abuelos pero no se sentía bien con ellos y siempre estaba fuera con los amigos. Estos amigos tampoco estaban muy bien y empezaron a beber mucho, a fumar algún porro... y, claro, necesitaban dinero. Tanto él como sus amigos empezaron a robar cuando sólo tenían trece años. Cuando yo conocí a Juanma, tenía dieciséis años. Lo ayudamos, dejo el grupo de amigos, buscó trabajo y decidió devolver el dinero a quienes se lo había robado. Pero había una denuncia en curso (ya sabes que la justicia va muy lenta). Cuando Juanma tenía 19 años vivía en un piso de alquiler, tenía un trabajo muy digno y se ganaba bien la vida. Hacia tres años que no había robado y ya había dejado aquella vida que lo llevaba por el mal camino. Salía con una chica y nos venía a ver de vez en cuando. Siempre nos daba las gracias por haberlo ayudado. Un día, nos vino a ver para decirnos que lo habían citado en el juzgado para asistir a un juício que le había quedado pendiente. Estaba muy triste y nervioso. Le dijimos que lo ayudaríamos en todo lo que pudiéramos. Llegó el día del juicio y el juez no quiso saber nada del cambio que había hecho Juanma y lo condenó a un año y medio de prisión. No valieron ni los recursos ni nuestras visitas al juzgado. Juanma cumplió prisión y a él sí que lo pudimos ayudar a seguir adelante. El empresario lo entendió y le guardó el trabajo. Su novia lo iba a visitar a menudo y le daba ánimos y, nosotros también lo fuimos a ver unas cuantas veces. Cuando salió, dijo: -“¡No hay mal que por bien no venga! Incluso de una situación tan dura he aprendido cosas. Una de las que he aprendido es que, no se puede ir en contra de situaciones injustas y que si las aceptas, acabas ganando tú”- (Sergio nos ha escuchado boquiabierto) Le decimos: -“Escucha Sergio, ahora no sé si tu madre te está esperando o no… no sé si me ha dicho que se marchaba o que te esperaba”- Sergio responde: -“No. No se ha marchado. Está esperándome y me llevará a casa en coche”-

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lo que hacía”- Después le decimos: -“Seguramente que alguna vez has hecho cosas de las que te has sentido orgulloso”- Sergio se sienta más derecho, sonríe, levanta la cabeza y dice: -“Sí, sí... sobretodo cuando hago un buen partido de fútbol. Cuando marco goles o cuando hago pasadas de gol. También cuando lo celebramos todo el equipo”- Le decimos: -“Claro, Sergio confía en Sergio y sabe que jugará bien a fútbol porque seguro que sí que conoce al Sergio futbolero, ¿no?”- Sergio ríe y dice: -“Sí, de eso sí que estoy seguro. Me ha pasado tantas veces”- Le decimos: -“Claro, pero ahora también empezarás a vivir otras experiencias con un Sergio que desconocías porque seguramente no te fijabas en él. Pero, recuerda que antes has dicho que hoy mismo, que has vivido una experiencia muy injusta para ti, has podido hablar con Sergio”- Sergio va haciendo que sí con la cabeza. Parece más tranquilo y menos angustiado. Le decimos si le parece bien que nos veamos la próxima semana y dice que sí. Después se pone serio y dice: -“Los dos días que no pueda ir al cole, ¿podría venir aquí al Hospital como hace Pedro?”- (Pedro es un niño que estaba asistiendo diariamente a la aula hospitalaria). Le decimos que si quiere siempre tendrá las puertas abiertas para venir cuando él quiera.

Cuando se va Sergio, entra la madre y nos pregunta qué le hemos hecho a su hijo que lo ve tan cambiado... Le decimos que es Sergio el que está cambiando y que es una bellísima persona. Le repetimos que es un chico muy inteligente, sensible, humano... La madre dice que sí, que ella ya sabia que su hijo era mucho más bueno de lo que los otros creían (se refiere al instituto ya que señala la carta). Le decimos que nosotros entendemos que ese debe ser un proceso que sigue el instituto y que, a pesar de que ahora pueda parecer fuera de lugar, quizá para el instituto es un proceso que hay que seguir. Le decimos a la madre que si es así, lo mejor que podemos hacer es ayudar a Sergio a aceptarlo y a sacarle la parte buena a toda esa situación. La madre duda un momento, pero después, dice que seguramente tenemos razón. Después, nos pregunta qué pueden hacer ellos. Le decimos: -“¿Usted qué cree que es lo mejor que pueden hacer por Sergio?”- La madre dice: -“No sé... Esperaba que me lo dijerais”- (sonríe y desvía la mirada). Silencio. –“No sé... quizá también aceptarlo y estar a su lado”- Asentimos con la cabeza y le apretamos un poco el brazo. Le preguntamos si le parece bien acompañar a Sergio el día que él nos ha pedido venir. Dice que sí y se va. Parece más tranquila.

30 Abril: Contacto telefónico con la tutora

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de confianza a Sergio. La tutora lo entiende perfectamente pero dice que no depende de ella y que no sabe si lo podrá hacer. Acompasamos. Quedamos en que nosotros, pase lo que pase, intentaremos ayudar a Sergio. Nos explica una vez más que Sergio ha cambiado su actitud hacia sus compañeros y hacia sus profesores. Dice que ya no se muestra ni agresivo ni contestón. También dice que ella se alegra mucho porque sabía que Sergio es un buen chico. Nos dice que ya nos explicará como van las gestiones.

Resolución del caso:

La tutora de Sergio no pudo evitar la expulsión. Nos transmitió la angustia que le causó el hecho de vivir la experiencia del esfuerzo que supone el querer “cambiar la etiqueta” que pesa sobre alguien. La entendimos perfectamente y nuestra labor consistió en ayudar a Sergio a aceptar la situación, cosa que hizo con éxito. La vuelta al Instituto continuó libre de problemas pero tanto la tutora, como los padres de Sergio y, él mismo, convinieron en que sería bueno un cambio de instituto para el curso siguiente.

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Referencias

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