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Trabajo de campo

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“Carne de yugo, ha nacido más humillado que bello, con el cuello perseguido por el yugo para el cuello. Nace, como la herramienta, a los golpes destinado, de una tierra descontenta y un insatisfecho arado.”

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Documento de trabajo de grado para obtener el título de Maestro en Artes Visuales con Énfasis en Expresión Gráica

Asesor: Diego Benavidez Pontiicia Universidad Javeriana

2013

Trabajo de campo.

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A

l pasar por un parque cerca de mi casa me ijé que un sábado en la mañana ha -bía un mercado campesino. Me llamó mucho la atención porque no sa-bía que este evento ocurría allí. Al acercarme vi los productos que vendían, las frutas y verduras, los almuerzos y postres que ofrecían. El mercado y quienes lo atendían con-trastaba con los restaurantes y supermercados de la zona. Ese día había gente haciendo deporte en sudadera y señoras de edad arregladas con maquillaje, pero quienes atendían venían con sus ruanas y sombreros, la ropa que se acostumbra a usar fuera de Bogotá, en el campo. Este mercado me remitió a mi infancia cuando vivía en las afueras de Chía, en donde mi madre tenía una huerta en la cual sembraba perejil, cilantro, alcachofas y otras hortalizas, que cosechaba para luego hacer trueque con la vecina Teodora en la plaza de mercado por otros productos que necesitara para alimentarnos. Mi madre siem-pre ha tenido una cercanía con el campo y, es gracias a ella, pienso que existen valores especiales en la vida fuera de la ciudad. Este mercado campesino me hizo darme cuenta del interés que tenía hacia la vida en el campo, comencé a preguntarme sobre su origen y empecé a ver cómo se relacionaba con mi vida actual. Al salir a las afueras de Bogotá me encontré con un estilo de vida con varios aspectos que personalmente aprecio y que sobresalen. El contraste entre la ciudad y el campo me ha llevado a preguntarme por mis orígenes y por forma de ser. Soy consciente de que he sido formado en la ciudad y que estoy demasiado lejos de ser un campesino; sin embargo, siento un interés especial por las dinámicas de la vida campesina, me atrae el trabajo en el campo, el respeto y la convivencia con la naturaleza y aprender de ella. Por ello comencé a buscar una relación entre el oicio de la vida campesina y el oicio del artista. No obstante, me interesa más encontrar una forma de expresión que releje la esencia de mis pensamientos con rela -ción a mis vivencias en el campo.

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Como mi primer referente con el campo fue mi madre quien tiene mil cuentos, ex-periencias y sentimientos que compartirme, gran parte del desarrollo de este trabajo fue en compañía suya. Fue ella, igualmente, quien me presentó a las personas que he tenido como referentes para el proceso de mi investigación. Son campesinos que vi-ven en el territorio de Corralejas, vía a Carmen de Carupa arriba del valle de Ubaté en Cundinamarca, donde centré el objetivo de mis estudios.

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E

ste trabajo pretende encontrar respuestas a interrogantes per-sonales que hacen parte de mi oicio como artista. Algunos de estos son: ¿Cómo puede mi oicio contribuir en labores socia -les? ¿Qué problemáticas debería tratar? El arte es un oicio humano que hace parte del pensamiento colectivo social. Por medio de la co -municación de ideas y del desarrollo de pensamientos puedo generar en el espectador cuestionamientos que llevan a iniciativas sociales. Por ello tengo una responsabilidad social desde mi trabajo. Por lo tanto, el acercamiento hacia las problemáticas que voy a tratar tiene impacto en diversos ámbitos personales lo que da paso a una relexión sobre mis quehaceres y sobre las dinámicas del país.

A partir de relexiones internas me he preguntado sobre mi identidad y he logrado entender que hago parte de una red muy grande y compleja de información y estilos de vida. Sería casi imposible crear una taxo-nomía de los factores que me hacen lo que soy. Me deinen o modiican algunas circunstancias ajenas a mi voluntad como el lugar y la época de mi nacimiento o el hecho de ser el segundo entre tres hermanos. Estos son elementos que deinitivamente me hacen parte de lo que me deine como soy. Pero no solo estas características me deinen como ser. Lo que me diferencia de los demás, son mis intereses: el “hacer”, la labor detallada de producir, las herramientas, el medio y el resultado o lo producido y mi labor como artista ante la sociedad. Por lo anterior, adentrarme en este análisis a través de ese trabajo campesino, que tiene muchas ainidades con mi labor, es para mí también la búsqueda de mi identidad. Al conocer mis intereses puedo llegar a conocerme y conocer la esencia que me caracteriza y realmente me deine y me enfoca hacia una labor social que hace parte de mis objetivos personales.

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• Por medio de experiencias personales en el campo, especíicamente en el territorio de Corralejas en el valle de Ubaté, quiero generar un diálogo entre mi oicio como artista y cualidades que observo de las dinámicas y labores campesinas.

• Hacer un estudio de campo de la cotidianidad rural en el territorio de Corralejas en el valle de Ubaté, identiicando las características y dinámicas propias del trabajo en el campo.

• Plantear una relexión entre las diferentes dinámicas y labores del campo y dinámicas de mi cotidianidad artística en la ciudad.

• Adoptar actitudes y sensibilidades campesinas para incluirlas en mi oi -cio como artista.

• Encontrar un leguaje plástico que muestre la esencia de mi expresión con relación a lo que siento respecto a mis vivencias en el campo.

La cosecha va a ser de:

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M

e he criado en un entorno rodeado de ruido, de contaminación, de

movimiento y de muchos factores que hacen de Bogotá la ciudad que es hoy en día. Pero cuando era muy chiquito viví en las afueras de Chía, en donde mi madre tenía una vaca, Humahuaca, que le había regalado mi abuelo

paterno por motivo de su matrimonio, unas gallinas que convivían en la misma jaula con unos conejos que trataban de reproducirse con

ellas y algunos perros. También había una huerta que cuyos frutos nos comíamos mi hermano y yo,

directamente de la tierra, antes de que terminaran de crecer.

Al ver los recuerdos con los que crecí y la pasión

de mi madre por el campo, entiendo porqué me

llama tanto la atención ir a las afueras de Bogotá y buscar un azadón para trabajar un campo o enterarme de las problemáticas o procesos que

ocurren allí. Aunque hoy en día me comporto como un joven-adulto de ciudad, aún me queda la nostalgia de haber vivido en el campo y siento en ello la inluencia de mi madre y su alma de

campesina.

Debido al encuentro casual con el mercado campesino en un parque cerca de mi casa, me

di cuenta que tengo un interés concreto con

las dinámicas del campo y que este podría

ser un tema para este trabajo. Pero, ¿cómo lo

voy a tratar? ¿Qué es lo que me interesa sobre el campo? Me molesta un poco hablar sobre

vivencias o problemáticas ajenas a mi vida. Y, por respeto a ellos, me molestaría llamarme

campesino. Entonces he decidido tratar el tema desde mi punto de vista. Pero, ¿quién soy yo? Alguien que vivió sus primeros años de vida en el campo y que después se alejó de ese estilo de vida mucho tiempo y ahora quiere reincorporar el campo a su vida. Pero ¿qué pasó con el resto de

mi vida? Viví en la ciudad con sus velocidades,

comodidades, con su competencia, etc., hasta el

punto de ser una persona de la ciudad. Por eso quiero tratar mi proyecto de grado como lo que soy: un citadino con nostalgia del campo.

Desde temprana edad me ha interesado

representar lo que me rodea por medio del dibujo

y en compañía de mi padre me he esforzado por

ser cada vez mejor en esto. Cuando salíamos de paseo, mi padre siempre llevaba su caballete y mientras pintaba acuarelas yo imitaba lo que

él hacía. Así comencé a interesarme por las

artes y con ayuda de profesores del colegio

intentaba perfeccionar mi técnica. Cuando cumplí quince años mis padres me regalaron

una caja de plumillas y de tintas porque en ese tiempo estaba muy interesado en la literatura fantástica y en dibujar los personajes que estaban

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ilustrados con esta técnica. En ese entonces me

intrigaba la creación de personajes fantásticos y por esto pedía prestado libros y guías de Dungeons and Dragons para basarme en esas

imágenes. Más adelante empecé a interesarme en la anatomía humana y animal para poder crear

mis propios mundos y seres fantásticos. Así es que, al estudiar la estructura de los personajes

que creaba, me comencé a dar cuenta de la

importancia del contenido de las imágenes y

empecé a crear símbolos que me representaran

a mí o que simbolizaran alguna problemática de

mi interés. De esta manera, me di cuenta de que la técnica tiene que ir acompañada del contenido

y que ambas tenían que irse entretejiendo para concluir una obra. Al ver el crecimiento del arte urbano entendí que las imágenes que

hacían sus autores tenían un contenido social que podían llegar a varias personas y hacerlas relexionar. Por esta razón me interesé en las

imágenes que realizaban X-cusado printsystem

y Bansky porque el contenido de sus imágenes

eran contundentes y desaiaban el orden social

sin alterarlo directamente. Luego conocí el grupo El Colectivo de la Colmena, que trabajaba problemas causados por el sistema o por políticas gubernamentales que afectaban a grandes grupos sociales.

Debido al interés de darle un sentido social a mi obra me pregunté cuáles son los asuntos que

quiero tratar, qué problemáticas existen a mi alrededor y cómo mi obra puede ser un método de relexión para la sociedad. Entonces, empecé a pensar en mi entorno conjugué mi gusto por representar igura humana y animal en unas

imágenes con un carácter de metáforas sociales.

Esto me llevó a vincular dichas imágenes con las fábulas que desde chiquito siempre leí y escuché y creé seres en circunstancias que representaban escenas cotidianas de habitantes de Bogotá. Este proyecto ofrecía una mirada hacia la

cotidianidad de la mayoría de mis conciudadanos,

quienes podían identiicar escenas que pasan

diariamente en nuestras calles con imágenes sugerentes y críticas acerca de las vivencias

y comportamientos sociales. Un componente metafórico modiica a los personajes, que se convertían en mitad animales y mitad hombres

al igual que en las fábulas. Cuando los animales

adoptaban comportamientos humanos se

creaba una metáfora. Mis imágenes mostraban

a los humanos adoptando comportamientos animales para sugerir cuestionamientos hacia las vivencias citadinas. A los animales se les han

adjudicado diversos símbolos dependiendo de las características de cada uno. Estos símbolos no son los mismos en todas las culturas por ejemplo,

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zodiacal Leo, el apóstol Marcos, la audacia entre otros. Pero dentro de mis imágenes el símbolo es libre de interpretación y el espectador se puede

identiicar con cualquiera de los personajes.

Este proyecto fue importante en el desarrollo del trabajo de grado por que manifestaba mi inquietud por dinámicas sociales, es a partir de esta inquietud que me encuentro un día caminado por la ciudad con el mercado campesino, así

que comencé a ver qué pasaba allí. Este era un esfuerzo que había hecho el IPES (Instituto

para la Economía Social) para crear, promover y ejecutar estrategias de apoyo a la economía popular. Allí pude notar el gran contraste cultural de la vida en el campo y en la ciudad. Además vi una riqueza en imágenes y productos que no están cubiertos por una capa de publicidad ni maquillaje

de estereotipos estéticos. Seguí buscando esta riqueza dentro de la ciudad y llegué a la plaza de mercado donde encontré una gran diversidad

de colores, formas, olores y dinámicas. Conocí

alguna gente como Doris quien me acompañaba

siempre mientras dibujaba y me contaba acerca de las vivencias de la plaza de mercado. Ella vende jugos y recetas con frutas como una deliciosa

ensalada con helado y miel. Vive en Bogotá y lleva varios años trabajando en la plaza. También

me surgieron algunas preguntas ¿Cómo funciona la plaza de mercado? ¿Cómo son los pasos de un

producto para llegar allí? ¿Quiénes están atrás de todo esto? ¿Quiénes llevan los productos hasta allá? Comencé entonces a indagar los procesos de producción en el campo y llegué a gente que había trabajado la tierra toda su vida para poder

surtir el mercado de la ciudad. Me invitaron muy amablemente a su espacio y me contaron

de su vida y sus esfuerzos. Ellos me hicieron dar cuenta de que aún existe en mí una nostalgia por el campo. Nostalgia no solo de haber perdido ese estilo de vida y no haber aprendido de él sino también por saber que se está perdiendo.

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¿Qué actitudes y sensibilidades existen en el trabajo del campesino que puedan inluir en mi oicio?

¿Cómo aprovecho mi oicio para poner en evidencia actividades de la vida del campo que se han perdido?

¿Cuáles son las dinámicas del campo que quiero rescatar? ¿Cuál es mi punto de vista de la vida del campesino?

¿Cuál es el punto de vista del campesino de la vida en la ciudad?

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uando empecé a ir al campo no sabía qué documentar o a qué ponerle atención y me sentía muy incomodo metiéndome en la vida de la gente. Pero al pasar el tiempo y al llegar a mi casa y meditar acerca de lo que había vivido, podía sentir que los temas los sentía más cercanos y que a los que visitábamos les agradaba compartir con nosotros. Así comencé a saber qué esperar de las visitas y qué y cómo preguntar acerca de lo que me interesaba. Entonces la dinámica empezó a tomar forma. Para entender los detalles, las visitas duraban en promedio tres días durante los cuales acompañaba a las personas en sus quehaceres diarios y colaboraba en ellos. En los momentos de descanso me contaban experiencias y compartían conmigo su opinión con referencia a su vida allá. A veces estas conversaciones se daban con algún vecino o pariente y yo era tan solo un espectador.

Yo no quería ser un intruso; esperaba que hubiera una ayuda recíproca. Por esto, dependiendo de las necesidades de quienes visitaba, yo tenía algo que aportarles. En el caso de Odilia le llevaba frutas y la acompañaba al ordeño; con Carlos Julio le ayudaba de mano de obra en las construcciones que hacía, y fue con quién más trabajé; a Ana Rosa lo más importante que pude aportarle fue compañía. Me quedaba con ella varias horas oyéndola con sus cuentos y haciéndole pasar un buen rato aunque también le lleváramos de Bogotá comida o plántulas (diferentes matas pequeñas para sembrar) para su huerta. En una ocasión, antes de llegar a donde Ana Rosa, pasamos por la casa de Carlos Julio a dejarle algunas frutas. Cuando vió que teníamos plántulas se acercó con mucha curiosidad y no pudimos evitar regalarle bastantes. Desde ese entonces les comprabamos en un vivero diferentes maticas para las huertas de los que visitábamos.

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M

i aproximación a la vida campesina actual comenzó, además de las

visitas que ya he descrito, con unas entrevistas a Carlos Julio (CJ) y su

esposa Odilia (O) que viven en la región de Corralejas, que trabajan para

una pareja amiga de mi madre (Francisco Salazar), cuidando su inca y haciéndole

reparaciones. En estas entrevistas también participaron uno de sus hijos (Carlos

(H)) y su esposa (Carmen (E)) que vivieron por diez años en Bogotá y que por

accidente de trabajo de Carlos debieron regresar a vivir a Corralejas.

Conversando.

¿Cómo era la agricultura y el trabajo en el

campo y por qué cambió?

C.J: Antes sí, antes todo lo que se sembraba era con abono orgánico. Antes qué fungicidas, ni qué fumigar se le echaba ’sa vaina.

¿Y por qué no se siembra ahorita?

C.J: Porque ya se puso muy costoso los abonos, cada carga vale ciento ochenta mil pesos. O: Y cuando entra por ejemplo en un veranito… se quedó uno mirando pa’rriba.

C.J: Vale mucho la inversión y lo que saca uno es muy poco.

C.J: Mete uno un millón de pesos y saca porahí unos quinientos. Por eso se quitó, se quitó… porque yo sembraba mucho. Yo sembré arveja, papa, maíz, cebada, trigo. Sembré allí al otro lado en na inca, aquí sembré con el ingeniero, n’todo esto había papa, y eso nos dio bueno. Y con solo abono orgánico.

¿Y dice que toca ponerle más abono porque la

tierra se ha desmejorado?

C.J: Sí, se esterilizó, se le acaba la capa vegetal entonces eso anda quemao.

O: En el tiempo por ejemplo de mi mamá que ya tiene 85 años se sembraba la papa sin abono, no la fumigaban, y cogían pero verdaderamente papa buena pa comer, hoy eso si ya, es todo fumigado todo… que ya no da casi nada. C.J Toca con mucho abono y todo para que dé…

O: Mucho abono, fungicidas, y ya después en esas tierras delgadas, en los páramos.

C.J. Como por ejemplo con la papa en ese tiempo, que se le echara una fumigada pal boso... Y ahorita toes se le echa hasta quince veinte baños en una.

Entonces, ¿se necesita otro abono para que funcione la tierra?

C.J: Si, se mete un abono 30-10-10 y a la re abonada se le mete abono pal grueso, 10-20-20.

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La tierra se ha ido erosionando y ya no es fácil obtener una buena cosecha de ahí. Y a pesar que la agricultura es un oicio tradicional que data de miles de años y que ese conocimiento se transmite de generación a generación, sigue habiendo desconocimiento en algunos aspectos que beneician el uso de la tierra. Es lo que sucedió en la tierra de Corralejas, erosionada por el monocultivo y la tala de árboles y de bosques nativos que retienen la humedad. El monocultivo consiste en la siembra constante de una misma especie en un mismo lugar. Esta forma de cultivar trae beneicios debido a que se puede generar una mayor producción con una menor mano de obra. Pero, de igual manera, también tiene sus inconvenientes ya que desgasta la tierra provocando pérdidas graves de nutrientes que disminuyen la productividad. También hace que las plagas y enfermedades se puedan desarrollar más, ocasionando más exposición a acciones nocivas y haciendo que la cosecha se pierda.

Debido a la erosión de la tierra de Corralejas es indispensable hacer uso de abono no orgánico, insecticidas y fungicidas. Estos hacen que se pueda plantar y producir alimentos adecuados para la venta. Pero el precio de estos químicos es demasiado alto y la inversión es mayor a las ganancias.

El precio de venta del producto en la plaza de mercado es tan bajo que el producto produce pérdidas. Esto sucede cuando la demanda es muy baja. En consecuencia, los campesinos pierden la inversión. Esto también ocurre cuando algunas incas producen grandes cantidades de algún producto haciendo que bajen los precios, afectando a los pequeños productores.

La población del campo está migrando a las ciudades por las pocas posibilidades económicas de su lugar de origen. A pesar de que la vida en el campo es menos costosa que la ciudad, las posibilidades de estudio, trabajo y estabilidad económica son muy reducidas mientras que en Bogotá es más fácil ganar un sueldo para obtener los servicios que ofrece la ciudad.

Primero:

Segundo:

Tercero:

Cuarto:

¿Y lo de la leche ya funciona mejor?

C.J: Lo de las vaquitas sí da, el problema es que el precio no sirve.

H: Pero es que nos ha molestado mucho ahorita fuerte el libre comercio, el tratado de libre comercio nos ha molestado mucho mucho. E: Por ahí están trayendo suero, leche de otros lados.

O: Es que la leche vale ochocientos pesos… ¡menos!

Y eso hace años…

C.J: Todo eso vale mil ochocientos, tres... mil doscientos, pero de agua, porque eso no es

leche.

O.: Usted sabe que aquí si se vende la leche pura.

¿Cuántas vaquitas tiene ordeñando ahorita Carlos Julio?

C.J: Ahorita no hay sino dos.

¿Y antes tenía más y las ha ido disminuyendo?

C.J.: Cuatro, cuatro vaquitas, puesque hay de tan poca leche porque están pa dar cria otra vez. Y ahí de cuando están recién paridas ahí si dan más harta leche. Porque ya tiene el ternerito pequeño.

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El municipio de Ubaté se caracteriza por ser un productor muy importante de leche y de pro -ductos de la ganadería. Anteriormente junto con el valle de Chiquinquirá aportaba el 32% de la producción nacional. Pero debido a que las empresas de productos lácteos han bajado sus pre -cios, es imposible que los campesinos que viven de la venta de leche puedan mantenerse. A los habitantes de Corralejas les compran la leche a 800 pesos o menos cuando debería ser a 1200 pesos aproximadamente. Las empresas les dicen a los campesinos que si no se las venden a ese precio nadie más se las comprará y si los demandan igual no se las compran y que ellos verán que hacen con toda esa leche.

Por otro lado, se importan productos lácteos que llegan con un menor precio, por las condicio-nes que promueve el Tratado de Libre Comercio, lo cual afecta a los pequeños productores de leche aunque sean de menor calidad. La única manera de competir contra la leche importada sería industrializar la producción interna pero para los habitantes de Corralejas es casi imposible conseguir la maquinaria necesaria.

¿Y hay bastante gente que se ha ido del campo?

C.J: Sí, se ha ido un poco pal pueblo.

O: Eso buscan la ciudad. El modo de conseguir la vida porque esto se pone muy… por ejemplo en un verano, ¿qué se hace…?

H.: Esquesque el campo es duro. Es que uno piensa que el campo es más gratis que la ciudad. Puesque en la ciudad es más caro todo pero… E: Pero se consigue como la plata. Hay como más movimiento de dinero, es decir…

H.: Y que se consiguen las cosas… digamos que aquí en la esquina y aquí si toca ir hasta’l pueblo. Si necesita una librita de carne, pues toca ir hasta el pueblo…

O: Y por decir algo, en Bogotá uno puede dormir hasta las once doce del día uno no se le va na’. Poaqui uno a las seis de la mañana le toca tar de pie poque la vaca no se puede esperar… así llueva. Llueva o no llueva le ps’air uno poique que más. Y a ponerles el pasto.

O.: Qué creen que el campo uno lo va a disfrutar y eso no se disfruta tampoco como en todas partes le toca bregar pa comer algo.

C.J: Alentao’ por lo que pasea…

O.: Por loque… recoges como aire más fresco es. Por lo que de contrario el trabajo es más duro.

C.J: Por ejemplo cuando toca atierrar agachado to’ el día.

O:Y que si siguió lloviendo eso no hay donde scampar. Star poahi bajo del agua porque qué más.

Pero, cuando tenían el campo cultivado, ¿tenían unos días de trabajo y otros días de descanso?

C.J: Eso es deahi de agacho todo el tiempo toca fumigar… eso es que bregar.

H: Eso esque uno siembre el potrero deaqui pa bajo y de ahí mientras está este naciendo el otro ya está sembrando y el otro ya está haciendo el barbecho pa sembrar el otro. Mejor dicho le toca a uno arar con bueyes. Tocaba acomodar los bueyes.

O.:Y pa ver de mantener las criaturas le toca que por ejemplo que si un vecino tenía más apurada la cosecha enton el otro vecino le ayudaba a ese vecino para… para si necesitaba la plata… E.:“coja la papa ahorita y después yo le doy de la mía”

O.: Eso, y ganar el jornalito pa dar de traer el panecito así… Las cosas…

E.:Y se ayudaban sembrando uno a otro y esas cosas

H.: Y por decir así las familias se unían y trabajaban un día pa un lado y un día en el otro…

C.J.:Cuando se sembraba la cebada se hacían contratos... un vecino me decía hágame ste contrato haber cuanto me cobra.

O.: También veces digamos se reunían hasta unas cinco seis vecinos y un día trabajaban aquí mañana trabajan allí…rotaos todos

H.: Y así se levantaba uno trabajo

C.J.:Cuando las trilladas en esas maquinas lo tiempito que no da leche.

E: Mientras dan la cría…

H: Dos meses, dos meses que no dan leche.

¿Y entonces acá que están produciendo normalmente? ¿Qué es lo otro que se produce si la leche ya está baja?

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mismo. Tenían que conseguirse las familias unas con otras pa poder trillar. En un lado, cruce pal otro y ahí pal otro lado y así todo el día y al otro día lo mismo.

O.: Eso no es que uno está solo. Eso es día domingo y eso le toca ir ver los sermones. C.J.:Eso ahí uno descansa un ratico el día domingo. Eso descansa uno como cualquier día un ratico pero así dea’mucho no.

E: Si, se mueve mucho uno pero también está más sano…

C.J : Es que por ejemplo yo dure allí en la sabana tres años y medio… en la sabana, todo eso, Tabio, Tenjo, Cota, Subachoque, Puente de Piedra, Funza.

¿Sembrando cebada?

C.J: Sembrando papa. Eso cogíamos aquí mucho sol… toeso de Tocancipá… tres años y medio dure yo poalla. Poaqui uno no alcanzaba a conseguir la plata pa mantener a los hijos. O.: Y estudiando las criaturas…

C.J Allá me ganaba…La primer vez que me jui me ganaba quinientos pesos la semana. Eso era un plateral que alcanzaba para una moneda de quinientos era no más.

H: Yo el primer jornal que gane, me pagaron doscientos pesos

C.J: Yo y mi padre íbamos allá a la loma a tener unas yeguas por cincuenta centavos.

Esta vida demanda mucho esfuerzo físico debido a los cuidados que requiere el campo. Así mismo, los esfuerzos no son en vano, porque todo el tiempo que se le invierte a la tierra se retribuye con los frutos. También existe una conciencia de colaboración enre vecinos de Corralejas porque, en el caso de que alguien se quede sin comida, puede le ayudarán sin pedir nada a cambio y sabiendo que en el momento que ellos necesiten algo también serán ayudados. Debido a que la gran mayoría de los habitantes de esta región han vivido aquí toda su vida, se conocen entre sí.

Carlos y Carmen, ¿ustedes vivieron un tiempo en Bogotá cuando estaban trabajando con Pacho?

H.:Sí, estuve trabajando allá diez años. Después del accidente me tocó devolverme.

¿Y si pudieran se devolverían para allá? Pues, la verdad es que ya no puedo.

¿Pero si pudiera?

H.: Pero si pudiera es posible que sí. Que es que ya uno se encuentra más trabajo más opciones de trabajo.

Más cosas por hacer más posibilidades… Y habiendo mirado allá las cosas en Bogotá y viniendo con una visión distinta después de haber vivido en Bogotá ¿no piensa como en una forma que pueda volver más productiva la tierra de sus papás trabajando aquí con ellos?

H.: Sí, yo he estado pensando se pueda arreglar aún cuando sea el pasto. Porque la siembra sí, ya es casi perder el tiempo. Pa tener un animal aun cuando sea.

C.J.: Yo ya hace mucho desde que yo entre aquí a trabajar, yo no he vuelto a sembrar. Con el ingeniero Pacho sembramos todo eso de la casa nueva. Sembramos todos esos potreros de papa y nos jue mal porque no le sacábamos el costo. Y cuando coge uno el verano…

En ese tiempo había harta papita pero…uno haciendo juerza.

Pero toes lleva uno bultos de papa a siete mil pesos y con eso no…esa vez se perdió toda la plata.

H.: Pues digamos las ciudades es dura porque es caro todo. Que eso de soñar de tener algo propio es muy duro.

E.: Y también es pesado además de todo el ambiente llega uno allá y el ruido a uno como que lo pone…lo pone de malgenio.

H.: Y quel arriendo y que lo servicios…todo eso es muy caro.

¿Y que beneicios hay de vivir acá?

H.: En cambio aquí, aquí sí… quesque en Bogotá si uno no tiene trabajito no come. Cambio acá si es más fácil digamos si uno no tiene un día una mañana digamos pa desayunar, se va pal vecino se sabe que le dan cuando sea un cacao, o hay papita por ahí o lechecita, aunque sea la cebolla se la dan a uno.

E.: Y que no se paga arriendo…

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O.: Eso es una ventaja que el día que no hubo carne se hace un almuerzo y se frita un huevo y se le echa encima del arroz y listo.

E.: Y que los servicios son muy baratos también. En el agua digamos aquí por tres meses pagamos aquí cuatro mil quinientos pesos, mientras allá pagamos por una jornada pues los mismos cuatro mil. Es que allá sí es caro.

Eso se paga diez mil doce mil. Mientras a uno le toca como ochenta. E.: Lo ques eso solo gastos.

O.: La posibilidad que ellos tenían era deque podían trabajar ambos, sus ratico trabajaban juntos y así esa manera no les hizo falta la

platica o sino una sola manito así no…

H.: Se está uno quieto queda uno como grave. En cambio aquí lo que uno siente más caro es el gas.

E.: El cilindrao vale cincuenta.

H.: Lo bueno es que uno tiene pa cuatro cinco meses.

O.: Porque como uno no tiene solo gas. Se consigue un palo de leña y lo echa al jogón. H.: Se puede ser más recursivos aquí que Bogotá.

O.: Exacto.

H.: Se puede ir uno trayendo [leña] de a poquitos cuando uno lleva los niños pa la escuela.

La vida en el campo trae sus problemas y diicultades, tales como vender a buen precio los productos que cosechan, y no disfrutar de las facilidades que ofrece la ciudad: trabajo, transporte y otros servicios. Pero el campo también ofrece otros beneicios, como por ejemplo el bajo precio en los servicios públicos y la posibilidad de sobrevivir con lo que se cultiva. Igualmente, en la ciudad es necesario conseguir un trabajo para poder pagar un lugar en donde vivir, comprar comida y transportarse. Mientras que en el campo existe una mayor probabilidad de obtener algo de comer de aprovechando la tierra. Así mismo, la cooperación entre vecinos es una cualidad del campo.

¿Cuántos niños tienen?

E.: Dos.

¿Y ustedes quisieran que ellos después vivan en Bogotá? ¿O que vivan acá?

H.: Pues, eso si los ponemos a… ahí sí que nos toca que ellos miren haber que van…

¿Pero ustedes que preferirían? ¿Qué les gustaría?

H.: Pues nos gustaría que ellos hicieran un buen…

E.: Tuvieran una carrera ¿sí? Darles una universidad.

Entre las diicultades del campesino para obtener una buena educación están las distancias, la falta de transporte para ir a un colegio o a una educación superior y los costos, comparados con las opciones de ingresos. En la ciudad, las posibilidades económicas y de transporte son mejores, lo que permite un mayor acceso a una buena educación. Uno de los propósitos de los campesinos es ofrecerles a sus hijos una carrera para que progresen y puedan tener un mayor conocimiento en lo que se vayan a dedicar. La migración hacia las ciudades se da en gran parte por las oportunidades que da la vida en la ciudad. Mientras que, en el campo, no se han enfocado muchos esfuerzos para mejorarlas.

¿Qué se puede aprender del campo?

H.: Por ejemplo aquí si, los que vienen de Bogotá les gustaría aprender a ordeñar y a ver de los animales. A ver los galpones criar las gallinas a recoger lo que son los huevos y todo lo que es de insumos.

O.: Por ejemplo de hacer casas, es lo único que

podrían aprender.

C.J.: Raro que pa que vengan a hacer casas. E.: Pues acá tienen la oportunidad de aprender de…de digamos de cómo se hacen las cosas porque digamos uno ahí tiene la papa pero uno no sabe de dónde vino ni qué procedimientos tuvo…

H.: Ya que nosotros ahí sí, sin laborar, yo no pude con eso, entoes que ellos... una carrera buena. Para que salgan adelante.

O.: Porque ya los hijos eso son prestaditos, eso ya…cualquier cosa uno no puede decidir, no puede decirles tienen que tarse con nosotros. Y ya que tengan la carretita y hagan lo que quieran. Y ya si, deben hacer lo que ellos quieran.

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En las ciudades tenemos todos los productos a la mano, procesados, y son muy fáciles de conseguir. Pero cada unos de esos productos ha llegado allí por el resultado de dinámicas que los ponen a nuestra disposición. De igual manera estos productos han involucrado a mucha gente que ha sido partícipe en la creación, distribución y venta para nuestro consumo. En el campo se dan muchos productos que obtenemos en la ciudad sin saber cómo llegaron hasta allí.

¿Ustedes trabajan con nuevos equipos o nueva tecnología?

No. Como antiguamente.

¿Ha habido bastantes cambios tecnológicos en el campo?

H.: Han sacado muchos equipos, sí.

C.J.:Y que se han sacado, se han hecho asociaciones de ganaderos.

H.:La misma asociación recoge la leche y la lleva a las queserías.

E.:Para procesarla, para limpiarla. O.:Allá tienen tanques de enfriamiento.

C.J.: Hay una asociación digamos aquí en las juntas.

H.: Ahí recogen la leche aquí todos los vecinos y la echan en el tanque de enfriamiento y viene la empresa y la recoge. stán haciendo una acá

en Salinas, otro allá en Sucre, otro en el Avisal y están haciendo eso.

¿Y eso de quiénes son?

H.: Son asociaciones de ganaderos.

C.J:Se unieron los vecinos e hicieron eso. H.:Acá hay una asociación acá en la vereda de Corralejas.

Pero digamos, ¿hacer esas asociaciones si les mejorarían los ingresos? Como hacer una asociación de productores de papa pero no venderla sino procesarla y venderla como papas fritas….

H.: Eso es a lo que se están dedicando las asociaciones desde que sacaron el libre comercio y entonces están haciendo muchas asociaciones. Pa que la leche la vendan ya procesada.

H.: Exactamente, porque uno aquí puede revisar de donde sale. Que allá uno se levantó e hizo el desayuno fue compró a la tienda pero no… uno nunca sabe de dónde sale o que le hicieron.

Sí, es como los niños cuando son chiquitos dicen que la leche la da la nevera.

C.J. : Una comparación es un galpón que pusieron allá ahorita, que belleza que se ve ahorita ese modo que ponen los huevos allí arriba de la casa de Pacho. Ya está funcionando ya tiene catorce mil gallinas, yo tuve allá hoy. Pero mucho los huevos.

H.: En ese sentido también, sí, bueno pero el problema es que muy poco el trabajo que hay en el campo.

O.: Harto pero por ejemplo pues de ordeño, así, y ese ordeño a mano también es cansón. H.: Sí, por ejemplo los niños así pequeños… uno tiene y ellos… uno va y saca la plata de un cajero y ellos piensan que allá la botan.

“Pero es que no hay plata” “papá que me gaste”… ”No mijito que se me acabó la plata” “camine papito vamos al cajero que allá hay”. C.J.: Ya está la vaca parida.

H.: Si no la tiene no la deja salir.

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E

ncaminado por una gran pasión hacia el dibujo encontré técnicas que permitían diferentes resultados y proceso, como el dibujo con plumilla y tintas, el carboncillo, los lápices de color, entre otras. Pero me llamó mucho más la atención el grabado con el que hacia mis dibujos y podía reproducirlos; además el proceso que requería preparar los materiales para que cumplieran su función y el acto de dejar las marcas en la matriz me apasionó. Pero esta técnica requería de un espacio en el cual pudiera manejar bien el buril o el punzón para rayar la placa además de las supericies que son necesarias para el entintado y las prensas para la impresión. Así que comencé a trabajar en talleres de la universidad y conocí algunos artistas que tenían un taller al cual podía acceder. Alfredo Lleras me enseñó en su taller que hay una manera de manejar las herramientas y de él aprendí el respeto por las funciones que cumplen cada objeto y cada espacio en ese lugar. Por mi parte, pulía plancha de metal por plancha de metal hasta verme perfectamente relejado y preparaba las matrices de madera lijándolas casi como ritual, dándole un valor a esa supericie que me iba a ofrecer su material para plasmar una imagen y poder darle vida a una idea. Fue en estos talleres que me di cuenta que quería seguir haciendo esto y volverlo mi oicio. Mi ainidad con el quehacer como artista es porque disfruto el proceso aparte del resultado, el contacto con los materiales enriquecen mi obra, la capacidad de crear y poder ser autónomo en mi proceso son las principales razones por las que valoro mi oicio como artista. El dibujo me hizo caer en cuenta que la importancia de éste no es el resultado sino el acto de hacer. Entiendo el dibujar como una forma de meditación y esto me llevó a pensar que al preparar una plancha, sacar ilo a una gubia o gubiar una matriz son actos que hacen parte de la obra inalizada, que es la conclusión de todo ese proceso. Y personalmente disfruto cada momento del acto hacer algo dentro del oicio.

Cuando mis padres me regalaron mi primera plumilla la usé tanto que la punta se dobló. Aún la conservo con mucho cariño porque este objeto fue el mediador entre la supericie y las imágenes que creaba. Ahora, cada material, cada herramienta que tengo las aprecio de manera especial porque las he aprendido a manejar y las he manipulado para encontrarme con resultados que a veces me llegan a sorprender. Y me asombran porque cada elemento que uso tiene su carácter y me permite expresarme de diferentes formas y cada vez que profundiza en un material o descubro uno nuevo aprendo una forma adicional de comunicarme.

Considero que mi obra cobra vida cuando: tengo una idea y por medio de algunos elementos puedo componer una imagen que la exprese. Y ya hecha obra, poderla comunicar a otros y que surja una interacción con el espectador. Este diálogo le llega a cada persona que se enfrente a ella de diferentes maneras cobrando diversos signiicados.

El saber técnicas me da la posibilidad de interactuar con los materiales, manipularlos a mi gusto y así crear mi propia obra, por mis medios sin tener que recurrir a alguien, haciéndome un ser autónomo.

En una charla que hubo en Taller Trez, Fernando Piñeros, quien trabajó muchos años en el oicio de las gráicas, nos contó una anécdota:

Un joven que se acaba graduar de la carrera de artes le decía que ya era pintor, pero Fernando le preguntó que cuándo iba a ser pintor profesional. Extrañado, el joven le dijo que no entendía, a lo que Fernando respondió: cuando trabaje pintando, mínimo ocho horas diarias, será un pintor profesional.

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O

rlando vivía en las afueras de Fómeque. Me reiero a que su casa estaba a tres horas del casco urbano, a pie. Creció viendo a sus mayores trabajar la tierra, echando azadón. Su tierra, su primer deseo era imitarlos. Sin saber nisiquiera el sentido de esto, lo primero que hizo fue

conseguirse esta pieza de metal con un palo incrustado y mover la tierra.

Poco a poco comenzaron a brotar hojas verdes con unas pequeñas lores y un tiempo después, luego de mantener el terreno con las condiciones adecuadas,

el producto estaba listo. Salió una bola deforme del color de la tierra agarrada

a las hojas con las lores moradas: una papa. Era como si la tierra se hubiera condensado y sacara a su supericie aquella planta para mostrar su ubicación. Sólo la paciencia y el trabajo hacían que esto pasara. Luego de ver este mágico

proceso se acumulaban todas las papas y se ordenaban de una manera especial

en unas tulas tejidas. Las de mejor aspecto y mayor tamaño se ubicaban a la vista y las otras rellenaban el espacio que quedaba. Después de tenerlas apiladas en bultos y estos en un camión, comenzaba un viaje a tempranas horas

de la madrugada. Al llegar al pueblo, luego del largo trayecto, la gente de los alrededores se reunía con los productos de su campo y gritaban el nombre de lo

que llevaban, haciendo que se destacara entre los demás. Cuando se acercaba alguien le enseñaban las mejores piezas de su cosecha. Con una gran habilidad que sólo la experiencia da, regateaban los precios para sacar provecho al gran esfuerzo y nivelar la balanza de la negociación hacia las dos partes, el comprador contra el vendedor. Cuando se acordaba este precio se hacía la transacción y

el producto vendido se transformaba en papel moneda el cual tenía que rendir para otros largos meses de esfuerzo, dejando así que la tierra volviera a reunir

los minerales para crear suicientes papas. A la edad de once años, Orlando, ya

entendía y manejaba la tierra. Sabía que, además de fuerte trabajo, necesitaba otros productos que no sólo la naturaleza podía brindar y tenía que evitar que animales e insectos se comieran los frutos de su esfuerzo. A esa edad decidió

tener su propia cosecha y ser él quien domesticara la tierra para que los frutos

de su campo le dieran un sustento económico para re-comenzar el ciclo.

Muchos años pasaron dominando la tierra. Pero un día, factores externos a la producción dieron inal a este proceso. Un día estaba con los bultos en la plaza y comenzó la negociación, pero no parecía haber muchos interesados en lo que él había producido. Y con el pasar de las horas los demás vendedores

y compradores comenzaron a irse y Orlando seguía sin poder completar la

transacción. El desespero comenzó a crecer y el precio a disminuir hasta tal

punto que pensó en dejar botado todos los bultos y los meses de esfuerzo y trabajo. Entonces apareció un comprador ofreciendo una suma muy baja por

todo lo que él tenía. Orlando trato de negociar por más pero el hombre sabía

que Orlando no tenía más opciones que aceptar esta injusta oferta. Viendo que

esta era su única oportunidad, aceptó sin saber que iba a ser de él en el futuro.

Ese día tuvo que abandonar toda su vida pasada porque ya no contaba con los

recursos para reiniciar el proceso. Volvió a su casa pensando en qué iba a ser de él. Ya no podía seguir domesticando su tierra, ya no podía ofrecerle al campo su esfuerzo para que le correspondiera con sus frutos. Tenía que dejar su casa y sus plantas de las cuales había aprendido el don de la paciencia. Ahora, tenía

que aventurarse a una vida que desconocía, buscar cómo podía ganarse la vida

lejos de donde se había criado. Tenía que llegar a la ciudad adonde pudiera encontrar alguna forma de sustento. Dejaría de ser el dueño de su tiempo y de su espacio, tenía que adaptarse a una ciudad que no era agradecida ni humilde.

“Carne de yugo, ha nacido más humillado que bello, con el cuello perseguido por el yugo para el cuello. Nace, como la herramienta, a los golpes destinado, de una tierra descontenta y un insatisfecho arado. Entre estiércol puro y vivo de vacas, trae a la vida un alma color de olivo vieja ya y encallecida. Empieza a vivir, y empieza a morir de punta a punta levantando la corteza de su madre con la yunta. Empieza a sentir, y siente la vida como una guerra, y a dar fatigosamente en los huesos de la tierra. Contar sus años no sabe, y ya sabe que el sudor es una corona grave de sal para el labrador. Trabaja, y mientras trabaja masculinamente serio, se unge de lluvia y se alhaja de carne de cementerio. A fuerza de golpes, fuerte, y a fuerza de sol, bruñido, con una ambición de muerte despedaza un pan reñido. Cada nuevo día es

más raíz, menos criatura, que escucha bajo sus pies la voz de la sepultura.

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A

l andar por veredas campesinas en donde Orlando pudo haber crecido se ven grandes campos en donde probablemente hubo cultivos y grandes cosechas pero ahora solo se ve ahora terreno desolado, la tierra sin sus propiedades fértiles. Esto debido a que, como mencioné anteriormente, durante mucho tiempo se acostumbró el monocultivo y después no se le devolvió el nutriente que había perdido, cansándose la tierra, más las deforestaciones que causantes de la erosión: la capa vegetal rodó por las laderas. Viendo más de cerca estos paisajes uno se encuentra con casas abandonadas hechas de tapia pisada que pueden tener muchas décadas de construidas. Su abandono pudo haber sido por diferentes causas, pero es muy difícil desligarlo del destino de Orlando que también puede ser el de cualquier campesino que vive de lo que produce su tierra. Dentro de aquellas casas abandonadas se mantiene la evidencia de la vida que llevaban sus habitantes ausentes; bateas en donde amasaban arepas, paredes de bareque ennegrecidas por el hollín de lo que fue un fogón de leña, herramientas de trabajo como azadones comidos por el óxido aún con esa tierra que solían remover. Uno puede imaginarse cómo era la vida en esos lugares: una vida de esfuerzo, paciencia, orgullo y humildad.

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arlos Julio y Odilia viven del campo, trabajan un terreno que pertenece a alguien que vive en Bogotá y que tiene la plata para tener una inca de descanso. Esta pareja sigue sembrando y cuidando la tierra y manteniendo dos vacas así. Sin embargo, no llevan la cosecha a las plazas de mercado ni negocian con sus productos. Pero en otro tiempo ellos también trabajan la tierra junto con sus familiares. Viven aún en donde se criaron, en el territorio de Corralejas en el valle de Ubaté. En duras jornadas cultivaron y sacaron de la tierra lo que los iba a mantener. Pero no solo trabajaron para su tierra, Carlos Julio iba a Bogotá a la Plaza de los Mártires a tempranas horas de la madrugada esperando, entre el ruido y el movimiento de la ciudad, que llegara algún transporte que lo llevara hasta un vasto terreno sembrado cebada que tenía que ser cosechada. Esas tierras a las que iba a trabajar pertenecían a alguna familia adinerada que podía contratar mano de obra con experiencia en esta labor, para, con la eiciencia del que sabe, llevar prontamente el resultado de su trabajo a venderse a las empresas. Carlos Julio buscaba el sustento para su familia en estos campos que no pertenecían a él. Él tuvo que buscar esta forma de sustento pues ya había empezado a disminuir la capacidad productiva de su tierra.

Antes, cuando Carlos Julio y Odilia eran jóvenes, los terrenos eran fértiles y esto permitía que de la agricultura saliera el sustento de las familias que allí habitaban. Cultivaban la papa, el maíz o lo que habían aprendido a sembrar. Ayudados por los vecinos sobrellevaban los malos tiempos y se compartían los esfuerzos pero, al pasar de los años, los terrenos dejaron de ser productivos, se había erosionado y la gente se desplazó a las ciudades. Carlos Julio y Odilia tuvieron once hijos, y todos se fueron a Ubaté o a Bogotá a buscar mejores oportunidades de trabajo para ofrecerles a sus hijos un mejor futuro. Entre ellos estaba Carlos, que está casado con Carmen, quién también se crió en Corralejas. Ellos vivieron en Bogotá y trabajaron para el ingeniero Francisco Salazar, dueño de la inca que atienden Carlos Julio y Odilia. Carlos sufrió un accidente laboral que lo limitó físicamente y por esta razón tuvo que volver a Corralejas junto con sus padres.

Actualmente viven con sus dos hijos quienes van al colegio en Ubaté. Carlos y Carmen, igual que sus hermanos, se fueron a la ciudad porque ya no tenían interés en cuidar de la tierra, a buscar un empleo que les diera mayores oportunidades para progresar y ganar plata pues otra de las causas por las que el campo dejó de trabajarse eran económicas, ya que en esa vereda cultivar los productos eran más costosos para los campesinos que sólo tenían un pequeño terreno mientras que los dueños de grandes parcelas podían sacarle más ganancias a sus productos vendiéndolos a mejor precio. Estas causas hicieron que esa vereda disminuyera en población campesina y los terrenos fueran adquiridos por unas pocas familias con plata como incas de recreo no productivas.

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E

n la inca donde trabajan Carlos Julio y Odilia desde hace veinte años como encargados deben construir casas, sembrar árboles de pino, hacer reparaciones locativas, mantenimiento general y otros. Cuando conocí a Carlos Julio fui con mi madre a la inca y ellos me atendieron como si fueran empleados míos, pero con el tiempo, después de explicarles el propósito de mi visita y compartir unos ratos muy agradables, se empezó a entretejer una relación más cercana. Visitamos la mayor parte del territorio de Corralejas mientras ellos nos contaban anécdotas y nos mostraban todo el sector. Nos detuvimos en un potrero en donde estaba Elvira con su esposo ordeñando unas vacas. Alfonso y Elvira, amigos de Carlos Julio y Odilia, además de vivir de la leche, también hacen ruanas y venden algunos productos como cerveza. Ellos nos contaron muchos de los problemas por los que han pasado, como cuando un empresario vino por una vaca que habían acordado venderle pero por un precio muy bajo. El empresario se llevó la vaca que más leche les producía y cuando fueron a quejarse a Bogotá con otros campesinos los atacaron con gases lacrimógenos y ellos, que ya tienen bastante edad, tuvieron que retirarse porque no tenían ninguna otra opción de reclamar por la injusticia de la que habían sido víctimas.

Ellos, al igual que otras personas que conocí en ese sector, fueron increíblemente amables con mi madre y conmigo. Puede ser que esté acostumbrado a la ciudad en donde parece que todo el mundo estuviera bravo con los demás y no es fácil encontrar a alguien que sea tan amable sin esperar nada a cambio. Nos ofrecían un café con panela y luego de tomarlo nos daban jugo; nos regalaban plantas y materas, recibimos esos obsequios con mucha pena porque no teníamos nada que ofrecerles pero les prometí undibujo de una de sus vacas que ellos querían.

Carlos Julio y Odilia nos mostraron todas las herramientas que usaban para trabajar la tierra cuando era fértil. Eran unas herramientas en las que se notaban todo el trabajo y las experiencias por las que habían pasado. Se veía el desgaste del uso y el trabajo manual con las que habían sido hechas. Estos objetos me contextualizaban en las historias que me contaban acerca de sus experiencias en el campo y las diicultades que habían pasado. Me obsequiaron muchas porque estaban apiladas en desuso en la parte de atrás de la casa pero, antes de entregármelas, me explicaban con detalles cómo funcionaban y alguna historia que habían vivido con ellas.

La siguiente vez que fui a visitarlos tenía el irme propósito de devolverles los favores con los que me recibieron así que me ofrecí a ayudarles en los trabajos pendientes. Codensa había pasado en esos días y había hecho una revisión solicitando que instalaran bien un contador en un muro, pues este se había caído. Me puse en la tarea de ayudar, separando unos ladrillos, y a la media hora me estaban saliendo ampollas y ya me costaba levantar el brazo. Pero no podía desistir ni quejarme, así que reuní fuerzas para seguir. Aprendí a hacer la mezcla de cemento de la que no tenía idea y me pareció bastante fácil, aunque muy posiblemente cuando lo intente nuevamente me quede mal, pues la dirección de Carlos Julio fue fundamental. Ya con parte del muro armado se estaban acabando los ladrillos, entonces debía ir hasta el otro lado de la inca en donde el estaba construyendo otra casa a recoger más. Bajamos de la loma y pasamos un río y volvimos a subir bordeando un risco, bajamos nuevamente y subimos. Al llegar allá me faltaba el aire y estaba sudando. Me asombró encontrar una casa más grande que la de él.

“Las penas y las vaquitas, se van por la misma senda, las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas…”

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Iba a ser de dos pisos con columnas que él había montado y construido solo, a sus 54 años. Agarramos unas tulas y las llenamos de ladrillos, obviamente yo sólo pude cargar la mitad de ladrillos que él llevaba. Ya con las tulas al hombro nos dispusimos a volver al lugar donde estaba ubicado el muro. Durante el recorrido de vuelta, las rodillas ya me dolían del esfuerzo que tenían que aguantar por el terreno tan accidentado y el peso que llevaba, sin nombrar lo que pasaba con mis brazos que ya ni sentía. Cuando llegamos nos estaba esperando Odilia con una jarra de un delicioso jugo natural de mora. Terminamos el muro y llevamos los materiales sobrantes de regreso a la casa.

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a primera vez que llegué a Corralejas, mi madre llevaba unas matas, frutas y una vajilla para su amiga Ana Rosa. Me había contado acerca de Ana Rosa y hablaba de ella con un cariño que yo no entendía muy bien. Cuando llegamos a nuestro destino, nos recibió una señora de avanzada edad, con un sombrero, un delantal, una gran sonrisa y ojos aguados de felicidad. “Corrió” para abrazar a mi madre y le expresó su gran alegría por verla. Nos invitó a seguir a su casa hecha con retazos de materiales y objetos que componían su historia. Las paredes de bahareque y de tapia pisada evidenciaban una construcción manual y artesanal y mostraban cómo el clima, con el tiempo, había corroído partes de la fachada dejando al aire las estructuras de palo que formaban el hogar de Ana Rosa. También se podían ver partes que habían sido agregadas como nuevos cuartos o un baño que contrastaban con la apariencia rústica de lo que fuera un pequeño rancho de tan sólo dos habitaciones. Al llegar a la cocina, Ana Rosa tenía que sentarse porque su respiración no la dejaba seguir de pie. Entonces me di cuenta de lo que le pasaba: dentro de la cocina las paredes estaban completamente cubiertas de negro del hollín de la estufa de leña y era obvio que al igual que esas paredes también sus pulmones tenían una capa que había dejado el humo a través de los años. “¡Es que me da una agonía!” nos decía Ana Rosa quejándose al no poder respirar bien. Nos sentamos y nos sirvió unas galletas con arequípe alentándonos a comerlas y mientras hablábamos nos seguía insistiendo que comiéramos aunque le dijéramos que ya estábamos satisfechos pero nos era muy difícil llevarle la contraria y nos tocaba acceder. Mientras nos comíamos estas empalagosas galletas, nos iba contando acerca de sus tres perros, Junior, Luna y Osito. Nos hablaba de los antipáticos gansos (como les decía) que nos recibieron con sus agresivos graznidos y de sus piscas que no se podían quedar quietas. Cuando mi madre le preguntó acerca de sus hijos hizo una pausa, suspiró y respondió que ellos estaban bien por allá en Ubaté y en Bogotá.

Ana Rosa se casó muy joven con alguien que era hijo único. Esto es muy raro en una familia campesina. Nos contaba que sus suegros lo consentían mucho y lo apoyaban con ayuda económica. Él trabajaba el campo mientras ella se encargaba de los cuidados de la casa y de sus hijos. Pero su esposo tenía un problema con el alcohol y gran parte de lo que ganaba se lo bebía. Un día el hombre murió y ella quedó sola a cargo de sus doce hijos, sin experiencia en el trabajo. Comenzaron los días más duros de su vida. Le tocó buscar por donde pudiera a alguien que le ayudara a conseguir lo básico para su familia. Algunos de sus hijos ya tenían edad para ayudar con el trabajo pero les costaba mucho ganar para todos. Tenía algunos hijos de muy corta edad, el menor sólo tenía cuatro meses. A Ana Rosa le tocaba ir al pueblo a conseguir ayuda y a ver quién se podía apiadar de su condición. Nunca me contó con detalle cómo la ayudaban pero corren rumores de que ella iba al pueblo en búsqueda de hombres con los que se emborrachaba y pasaba la noche con ellos dejando a sus hijos solos. Pero son sólo rumores.

Los vecinos siempre estuvieron pendientes de sus hijos y le colaboraron para que pudieran crecer. Cuando ya estaban grandes comenzaron a migrar del campo hasta que se quedó sola con sus animales y una pequeña huerta. Ahora pasa todos los días en su rancho, con sus perros que le hacen compañía y lidiando con sus aves que le dan los huevos para comer proteína. Siempre que los hijos la llevan a Bogotá para una revisión médica termina llamando a mi madre para quejarse de lo mal que la pasa allá. Dice que se despierta y se queda dentro de la casa en donde no tiene nada que hacer, mientras que en el campo tiene sus animales y plantas que la mantienen entretenida y ocupada. Ahora está en su casa, alejada de la gente, pero feliz en su rancho, pasando los días con sus pocas pertenecías y lidiando con unos pulmones que no le dan para caminar más de veinte metros.

“Tiene añoranza el río

de tu cara y tu sed, la harina de tus ma-nos

y el mosto de tu pie. No escuches la sirena y vuélvete.

Campesina.

Despierta el asombro. Campesina.

Cantarillo al hombro. Campesina.

Campesina. Campesina.”

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A

l comparar la idea que tenía del campo cuando empecé este trabajo y la de ahora que lo estoy concluyendo, me doy cuenta que tengo un lazo más fuerte con este. Lo que antes sentía como nostalgia, a lo largo del proceso se fue transformando en vivencias, recuerdos y amistades que encontré en el territorio de Corralejas. También compartí con gente que muy generosamente me comunicó su conocimiento y me permitió enterarme sus problemas, oicios y experiencias. Entendí que la vida en el campo requiere de fuerte trabajo y que la tierra es agradecida y generosa pero también es impredecible y hay que saber tratarla. Que los problemas económicos no solo son causados por la variación de los precios, sino también por la falta de conocimiento de aspectos como el manejo de la tierra y poca de recursividad. Que los cambios en las dinámicas sociales son inevitables y hay que saber cómo adaptarse, como en el caso de la industrialización de la maquinaria agrícola y la producción masiva de imágenes. Hay que crear nuevas alternativas, alianzas o maneras de producción para hacer parte del sistema económico.También aprendí que la plata no es el objetivo, que la vida feliz y llena de orgullo es independiente de la cantidad de cosas que uno tenga o de la cuenta bancaria.

Una de las cualidades que encontré de los campesinos que conocí en esta región fue su generosidad y que siempre están dispuestos a ayudar. Los problemas los comparten y los beneicios también, hacen parte de una comunidad y no es tan evidente el individualismo que está tan presente en la ciudad. Esto es un atributo que considero se debe tener en cuenta en el arte, en especial porque este puede cumplir una función social, cuestionando para crear cambios dentro de la sociedad.

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Las visitas al territorio de Corralejas se encaminaron a conocer los oicios y la forma de vida, para relacionarlas con mi oicio y así componer una obra que expresara esta relación. Al comienzo hacía comparaciones muy obvias, pero con el tiempo comencé a darme cuenta de factores más importantes que fueron alimentando el proyecto.

Por ejemplo, que ser artista o campesino es una identidad, una condición permanente, no se quita con el delantal o la ruana a las seis de la tarde cuando dejan su oicio. El trabajo continúa y su modo de ver y de vivirlo hacen parte de lo que implica ser campesino o artista, es parte de su cotidianidad.

El proceso es el que hace al campesino y al artista. Si alguien vive en el campo y mantiene la tierra arada, siembra, ordeña, cuida las vacas, cultiva y demás actos se puede decir que es campesino, no solo por vivir en el campo y tener una huerta y unas vacas. Si no se cumple las funciones y se hace los trabajos del campo no se puede decir que se es un campesino. Al igual que un artista que sólo por medio de materiales expresa una idea y la materializa para que sea comunicada a un público, puede llamarse artista, no por solo tener ideas por más brillantes que sean o crear objetos sin contenido.

El trabajo de campo y el oicio del artista tienen una estrecha relación entre la materia, la herramienta y la persona. Oyendo a Orlando que me contaba sobre esas ganas de tener su propio azadón o a Carlos Julio que me mostraba con orgullo la hoz que usaba para sesgar la cebada las relacioné con los objetos que uso y a los que les adjudico un valor por lo que han signiicado en mis procesos. También la tierra, el papel, las palas, los lápices, las gubias y el arado, son materiales y materia que aprendemos a conocer y a manipular para cumplir con éxito nuestro oicio.

La actividad del campo al igual que la del artista está ligada a crear. El campesino siembra una semilla que riega, fumiga y abona para que de esa planta crezca un producto. El artista tiene una idea que materializa y convierte en una obra. Además, estos oicios permiten tener un control del proceso, no se trata solo de llegar a un resultado sino de saber cómo obtenerlo y tomar decisiones para modiicar un producto.

El campesino pertenece al campo y es ahí donde se desenvuelve, tiene un territorio y al que está ligada su identidad. Por mi parte, para mi oicio, uso el taller en donde tengo los materiales y la mayor parte de la ejecución de las ideas ocurre allí, pero a diferencia del campo no dependo exclusivamente de ese lugar.

Buscar una imagen en internet, teclear crtl+p y obtener una imagen tangible es asequible para casi todo el mundo, al igual que unas máquinas que ordeñen a las vacas o las que riegan las plantas a un horario especíico. Esta tecnología hoy en día y es común hoy en día y es frecuente que desplacen las formas tradicionales de trabajar. Esta industrialización está generando nuevos procesos en la producción y han sustituido los que eran manuales. Este fenómeno también se aprecia en las artes y no se puede detener porque trae ciertos beneicios. Aunque, como he dicho anteriormente, los oicios tradicionales también tienen sus ganancias que se deben valorar.

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“Capital monopólico y empleo agrícola en el tercer mundo” Ernest Feder -Cuadernos Políticos, número 26, México D. F., ed. Era, octubre-diciembre, 1980, pp. 19-36.

http://www.cuadernospoliticos.unam.mx/cuadernos/contenido/CP.26/26.5.ErnestFeder.pdf

“Los campesinos imaginados” CARLOS SALGADO ARAMÉNDEZ

http://www.kus.uu.se/pdf/publications/cuaderno.pdf

“ESTADOS DEL ARTE PARA LOS CAMPOS DEL ARTE Y PRÁCTICAS CULTURALES PARA LA POBLACIÓN CAMPESINA EN BOGOTÁ D.C.”Universidad Nacional de Colombia

http://www.culturarecreacionydeporte.gov.co/portal/iles/estadosartes/Microsoft%20Word%20-%20Esta -doArteCampesinos-inal-inal.pdf

“Anuario colombiano de la historia social y de la cultura-volumen 11” “Campesinado, luchas agrarias e historia social: notas para un balance historiográico” Jesús Antonio Bejarano

http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/revanuario/ancolh11/articul/art8/art8a.pdf

“REVALORIZACIÓN DE LOS SABERES TRADICIONALES CAMPESINOS RELACIONADOS CON EL MANEJO DE TIERRAS AGRÍCOLAS” Víctor Enrique Abasolo Palacio

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Referencias

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