• No se han encontrado resultados

El Verdadero Valor de Las Piezas en Ajedrez - Soltis, Andrew

N/A
N/A
Protected

Academic year: 2021

Share "El Verdadero Valor de Las Piezas en Ajedrez - Soltis, Andrew"

Copied!
254
0
0

Texto completo

(1)
(2)

VALOR DE

LAS PIEZASJ

en

a1earez

(3)

ANDREW SOLTIS

EL VERDADERO

VALOR DE

LAS PIEZASJ

en

a1earez

C

laves prácticas sobre la explotación de

las piezas para el jugador de competición

(4)

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro. ni tampoco su lratamiento infonrultico, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio. ya sea electrónico. medlnico. por fotocopia, por registro u otros métodos. sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright

Título original: Rethinking the chess pieces

Publicado por primera vez en U.K. en 2004 por B. T. Batsford Limited. un sello de Anova Books Company Limited, London.

© 2004 by Anova Books

© 2004 del texto by Andrew Soltis

© 2008 by Ediciones Thtor, S. A.

Marqués de Urquijo, 34. 28008 Madrid Tel.: 91 559 98 32. Fax: 91 541 02 35 E-mail: info@edicionestutor.com www.edicionestutor.com

Socio fundador

de la World Sports Publishers' Association (WSPA)

Maquetación: Juan Moraño ISBN: 978-84-7902-727-8 Depósito legal: M-27368-2008 Impreso en Femández Ciudad, S.A.

(5)

Sumario

Prólogo a la edición española

PRIMERA PARTE: VALORES DE LAS PIEZAS Capítulo 1: "Peón= l. caballo= 3 ... "

5

7

1 1 13 Capítulo 2: Movilidad y objetivos . . . 33 Capítulo 3: La extensión del tablero

Capítulo 4: Cooperación y redundancia Capítulo 5: La personalidad de las piezas

SEGUNDA PARTE: DESEQUILIBRIOS MATERIALES

45 57 76 103 Capítulo 6: Transacciones . . . ... . . .. . . ... . . 105 Capítulo 7: La calidad . . . 130

Capítulo 8: Dama contra piezas 157

Capítulo 9: Alfiles contra caballos y contra peones . . . 194 Capítulo 10: Torre contra piezas menores . . . ... . . 228

(6)

+ Jaque ++ Jaque mate 0-0 Enroque corto 0-0-0 Enroque largo Buena jugada ? Mala jugada ! ? Jugada interesante ? ! Jugada dudosa ! ! Jugada extraordinaria ?? Grave error

� Ligera ventaja de las blancas

:¡: Ligera ventaja de las negras

± Ventaja de las blancas

:¡: Ventaja de las negras

+- Ventaja decisiva de las blancas

-+ Ventaja decisiva de las negras

= Posición igualada

oo Posición complicada, difícil de evaluar

� Posición complicada tendente a la igualdad

(7)

Prólogo a la edición española

Todas las unidades del ajedrez tienen, en el lenguaje de la Bolsa. dos precios: el valor paritario y el valor de cotización. El valor paritario representa el absoluto. y el precio día a día el valor relativo.

RUDOLF SPIELMANN

7

Para hablar de un libro no es imprescindible hablar de su autor, e incluso parece superfluo si éste es famoso. Pero en el caso que nos ocupa resulta necesario. porque Andrew Soltis es prácticamente un desconocido para el público hispanoparlante, pues su presencia en el mercado editorial en castellano se salda con apenas un par de títulos recientes.

Nacido unos años después, Soltis (1947) pertenece a la generación de Bobby Fischer (1943), de la que también formaron parte John Grefe ( 1 947) y los nuevos estadounidenses Walter Browne (de origen australiano, 1949). Lev Alburt (Ucrania, 1945) y Roman Dzind­ zihashvili (Georgia. 1944).

La generación anterior estaba integrada por nombres impresionantes: Arthur Bisguier ( 1929), Larry Evans ( 1 932). William Lombardy (1937). Anthony Saidy ( 1937) y los herma­ nos Byrne (Robert y Donald. 1928 y 1930). bajo la sombra nada paternal del gran vetera­ no, Samuel Reshevsky.

Para visualizar el contexto, no está de más recordar que. entre 1957 y 1966. Fischer ga­ nó, con gran autoridad. todos los Campeonatos de Estados Unidos (salvo el de 1961-1%2. en el que no participó). Por otro lado, habían llegado al país Pal Benko ( 1 928). una autén­ tica figura, y Edmar Mednis ( 1937). A fines de los setenta se iniciaría la diáspora soviética, con América como destino principal. Los primeros en desertar fueron los grandes maes­ tros Anatoli Lein y Leonid Shamkovich. Siguieron Sergei Kudrin e Igor Ivanov. Entretan­ to, iba surgiendo una nueva generación: los J im Tarjan. Ken Rogoff. Bernard Zuckerman. Kim Commons. Mark Diesen. John Peters. Michael Rohde. Ron Henley. Norman Weins­ tein, Michael Valvo, Nick de Firmian ...

Campeón juvenil de Nueva York en 1 964 y universitario de EEUU ( 1 969), entre 1967 y 1972. Soltis participó. en cinco ocasiones. en el Campeonato Mundial de estudiantes con la selección norteamericana. con buenos resultados. En 197 1-1972 ganó el torneo interna­ cional de Reggio Emilia. Entre 1967 y 1974 ganó cinco veces el Campeonato del Marshall

(8)

Chess Club, un resultado muy meritorio teniendo en cuenta que en esas ediciones partici­ paron numerosas figuras, y en ese último año fue también el vencedor del torneo del futu­ ro de la Federación de EEUU.

En los años setenta y ochenta hay contadísimas apariciones f uera de su país, donde prácticamente se circunscribe su participación en torneos. Pero entonces se produjo una convulsión en el mundo del ajedrez. que llenó de esperanzas a muchos jugadores: la creación de la GMA (Asociación de Grandes Maestros), que parece haber hecho re­ surgir el interés de Sol tis. quien intentó el asalto a la Copa del Mundo. Pero sus tenta­ tivas de 1988 (los abiertos masivos de Belgrado y Moscú) y 1989 ( Palma de Mallorca) no fructificaron y los malos resultados deben haberle disuadido de seguir esforzándo­ se en el tablero internacional . En los noventa no despliega ya una actividad propia de un jugador profesional : sus participaciones escasean y su Elo decae. Así, tras los abier­ tos de Chicago ( 1 992). Reno (1994) y Nueva York ( 1 994, 1995), Soltis deja el ajedrez de competición, con sólo algunas apariciones esporádicas posteriores en torneos exó­ ticos.

Su trayectoria competitiva no es, por tanto. extraordinaria, pero sí lo suficientemente buena como para hacerle acreedor al título de gran maestro. que le fue otorgado en 1980. Jugador de ataque, elegante, con buenos conocimientos teóricos, tiene en su haber signifi­ cativas victorias sobre Gligoric. Larsen. Quinteros, lgor Ivanov. Murey y Romanishin. en­ tre otros.

Pero si su carrera ante el tablero no es tan impresionante como la de algunos grandes maestros de elite, Soltis emprendió, desde muy joven, una segunda carrera (que. en reali­ dad, es la más importante en su caso): la de periodista y autor. Para empezar. hay que te­ ner presente que Soltis es periodista profesional. Trabaja en el'New York Post' (en cuyo diario tiene a su cargo, además, la columna de ajedrez). Pero sus dotes para el periodismo técnico se pusieron de manifiesto, sobre todo, en su magnífica columna de 'Chess Life '. la revista de la USCF. La columna tiene un nombre sugestivo, Chess to Enjoy (Ajedrez para disfrutar) y puede decirse que. junto con la de Benko, es la más prestigiosa de la re­ vista.

Ha publicado numerosos libros, algunos de ellos excelentes, como The Best Games of Boris Spassky (1973), Morphy Chess Masterpieces (1973). American Chess Masters from Morphy to Fischer (1974), The Great Chess Tournaments and Their Stories (1975), Frank Marsha/1, United States Chess Champion (1993), The lnner Game ofChess: How to Calcu­ lare and Win (1994), Soviet Chess 1917-1991 o Bobby Fisclzer Rediscovered (2003) y. en co­ laboración con G. H. McCormick. The United States Chess Championship 1845-1996

(1997).

Erudición histórica y técnica y capacidad de comunicación han quedado patentes en es­ tos libros, que muestran a un autor riguroso. sagaz, cultivado y ameno. Esta segunda carre­ ra de Soltis (que. como he dicho, es, en realidad,la primera) no puede ser más brillante. Sin embargo, no toda su producción es encomiable. Como suele suceder a tantos autores. por imperativos alimenticios u otros de la vida cotidiana. escribió una serie de libros sobre aperturas que no pueden recomendarse. por su superficialidad y oportunismo. El ser hu­ mano tiene debilidades y necesidades, a las que ni los más grandes artistas e intelectuales

(9)

PRÓLOGO 9

han podido sustraerse. No hay más que recordar las concesiones de tantos famosos cineas­ tas (entre ellos. nuestro Luis Buñuel). que debieron alternar sus obras maestras con pro­ ducciones deplorables: ¡la dialéctica de la supervivencia! Por otro lado, si hay un rasgo que caracteriza a los ciudadanos estadounidenses es la indiferencia a justificar sus actividades para ganarse la vida. Seguramente les preocupa menos que a un tigre de Bengala el des­ hielo del Artico.

Bien. Lo cierto es que Soltis ha escrito este libro maravilloso. Me gustaría tener un sombrero para quitármelo, pero como no es así, me limitaré a justificar mi opinión sobre el mismo.

El verdadero valor de las piezas propone una auténtica revisión del papel. capacidad y radio de acción de las piezas en ajedrez. Los autores clásicos (desde Tarrasch a Bronstein, pasando por Euwe, Keres. Pachman y otros) nos han enseñado muchas cosas acerca de la actividad de las piezas. de su valor relativo y de la necesidad de desvincular su valor teóri­ co o nominal del valor real en una posición dada. Pero ni siquiera los autores más presti­ giosos de la actualidad, como John Nunn. Drazen Marovic o Mark Dvoretsky. han penetrado con mayor lucidez en la capacidad operativa de las piezas. por sí solas o en equi­ po, ni han llevado a cabo una disección tan implacable de la ductilidad de las piezas y las complejas relaciones que entre ellas y el tablero se establecen.

La forma en que Soltis afronta el papel y función de las unidades ajedrecísticas de com­ bate es muy original y tiene un enorme valor práctico para el jugador. Para empezar. pasa revista a las tablas de valores numéricos que han barajado las más diversas fuentes. El aje­ drez no es aritmética, pero el jugador necesita valores a que aferrarse. una referencia orien­ tadora. Contradicciones: si dos piezas menores valen 6 (3+3), ¿por qué no es bueno entregar alfil y caballo por torre y peón (5+1=6). de idéntico valor teórico. en la apertura? Las piezas tienen muchos valores y valores que son mudables: valor nominal, valor estáti­ co, valor de cambio, valor relativo, valor transitorio. A este último ya había aludido Capa­ blanca y significa. por ejemplo. que. a medida que se cambian piezas. un caballo se vuelve más débil. mientras que una torre aumenta de valor. La fase de la partida también tiene mucho que ver: ¿qué significan un centro de peones. o peones colgantes. cuando la lucha se acerca al final?

La movilidad de las piezas no es la misma en todas las fases del juego. A medida que progresa la partida. la movilidad aumenta. La razón es clara: la desaparición de piezas y peones. deja más casillas libres en el tablero. Siempre ha existido la tentación simplifica­ dora de valorar una pieza en función de su movilidad. Sin embargo, nos dice Soltis. sin ob­ jetivos, la movilidad no cuenta gran cosa. El autor incluye estudios de otros autores y expertos. y aporta ejemplos valiosos y actualizados. El lector se encontrará con muchas sor­ presas. Cosas que le parecían evidentes, dejarán de serlo.

Las reglas son resbaladizas, cosa que a estas alturas todo el mundo sabe ya. Pero las de­ cisiones prácticas deben tomarse en base a numerosos factores, no siempre fácilmente cuantificables. El libro trata de responder a muchas preguntas del jugador práctico: ¿Vale la pena ceder la pareja de alfiles para ganar un peón?, ¿es conveniente cambiar torres. cuando se tiene la pareja de alfiles?, ¿cuándo tiene sentido entregar la dama por las dos to­ rres? En este último caso, por ejemplo, sorprenderá saber que, en las situaciones que se le

(10)

presentaron, Fischer siempre entregó. con éxito, las dos torres por la dama (Fischer-Bilek, La Habana 1965; Portisch-Fischer, Santa Mónica 1966).

Hay mucho más. El tercer capítulo. por ejemplo, es una revelación. Trata de la exten­ sión o amplitud del tablero. Un tablero de ajedrez nunca será mayor de 8x8=64 casillas. Pe­ ro puede ser más reducido. Todo depende del área en que se juegue. Un final de llJ+8 vs llJ puede estar jugándose en un sector de 6x5 ó 4x4 casillas. Cuando sólo hay peones en un flanco. lo normal es que sólo se utilice la mitad del tablero. o incluso menos. La apreciación del valor de las piezas cambia sustancialmente en tales casos. Hay un ejemplo que arroja mucha luz sobre esas relaciones geométricas entre piezas y tablero: al aplazarse la partida Korchnoi-Germán (lnterzonal de Estocolmo 1962),1as blancas tenían dama por torre y ca­ ballo, pero el balance exacto de material era 'if+'if+.:t vs ..,+ l:t + l:t +llJ. con 4 peones por bando. Comenta Korchnoi: "Durante el análisis descubrí algo notable: el tablero es. senci­ llamente, demasiado pequeño para las dos damas. que se entorpecen mutuamente ... " La partida finalizó en tablas. Esto da lugar a una figura inédita. vislumbrada por otros. pero prácticamente descubierta por Soltis: la redundancia. que se opone a la coordinación (ca­ pítulo 4).

Cambios, problemas de cálculo. relaciones heterogéneas de material (pieza contra peones. torre contra pieza( s) menor( es), dama contra piezas). desequilibrios técnicos. .. To­ do eso es tratado con mucha seriedad y sentido didáctico. con un trasfondo histórico de opiniones. que aportan perspectiva.

En cada apartado. el autor menciona datos estadísticos. acotaciones de estudiosos de las bases de datos. Estas referencias estadísticas se han puesto de moda en los libros de aje­ drez. y han pasado a ser una especie de nueva puntuación. una sintaxis complementaria. Decía el gran estadista Disraeli que había tres clases de mentiras: "las mentiras. las maldi­ tas mentiras y la estadística." Cierto que la estadística es una forma de mentira. porque puede alejamos de la esencia de las cosas. Pero también es una forma de verdad, porque nos impide ignorar la cruda realidad de los números.

Las cuestiones técnicas que el autor aborda (y a menudo resuelve) son numerosas y es­ timulantes. muy bien respaldadas por la correspondiente introducción teórica. El jugador competitivo encontrará en estas páginas (con cerca de 400 ejemplos) abundantes claves prácticas y asideros técnicos. que le ayudarán a encauzar sus decisiones ante el tablero. De­ bemos agradecer al GM Andrew Soltis esta lección verdaderamente magistral.

(11)

PRIMERA PARTE

(12)

Capítulo 1

"Peón

=

1,

caballo

=

3 ...

"

Lo primero que ha aprendido usted sobre ajedrez es el movimiento de las piezas. Sospe­ cho que la segunda lección fue no entregar una pieza más valiosa por otra más débil. Para explicar lo que significaba se le mostró una tabla de valores relativos en la que se indicaba que un alfil equivale a tres peo­ nes o "unidades", una torre vale cinco, etc.

Esa lección suele ser también la última que la mayoría de los jugadores reciben acerca del material. Como consecuencia, les asombra lo que sucede cuando se en­ cuentran con una posición como la del dia­ grama siguiente:

Juegan blancas

A esta posición se llegó con una aper­ tura típica de principiante, 1 e4 e5 2 lDf3 lDc6 3 �c4 �eS 4 lDc3 tDf6. Ahora, S lDgS

es el primer ejemplo de doble ataque a una casilla que muchos jugadores descu­ bren ante el tablero.

Pero después de la natural S -0-0 6 d3 b6, suelen jugar 7 tDxf7, y luego se les dice que es un error. O un grave error, o inclu­ so "la jugada perdedora", a pesar de que la partida no ha hecho más que comenzar.

¿Cómo es posible?, se pregunta el prin­ cipiante. Después de todo, según la tabla de los manuales. una torre y un peón equi­ valen a dos piezas menores.

Algunas tablas dicen que un alfil vale algo más que un caballo y, por tanto, las blancas necesitan un peón y medio para justificar la jugada 7 tDxf7. Pero esa expli­ cación no sirve de gran ayuda. Aunque el principiante pudiese apreciar qué significa medio peón -<:osa que ni siquiera algunos maestros pueden- ¿por qué entregar una cantidad tan pequeña de material puede ser un error? Entregar una pieza es un error, por supuesto. ¿Pero es posible que perder medio peón cueste la partida?

La confusión continúa cuando el prin­ cipiante empieza a familiarizarse con

(13)

14 EL VERDADERO VALOR DE LAS P I EZAS EN AJEDREZ

trampas de apertura y se encuentra con es­ ta línea de la Variante del Dragón. en la Defensa Siciliana: 1 e4 eS 2 lL!B lLlc6 3 d4 cxd4 4 lLl xd4 g6 S lL! c3 i.g7 6 i.e3 lL! f6 7 i.c4 o-o 8 i.b3 lOaS? 9 eS!.

Tres grandes maestros (e incontables mortales) han caído en esta celada. Las víctimas más fuertes normalmente eligen 10 ... lOeS, para encontrarse con la sorpre­ sa 1 1 i.xf7+! y 12 lLle6, ganando la dama.

Pero ¿por qué, se pregunta el princi­ piante, no pueden jugar las negras 9 -lL!xb3? Después de todo, 10 exf6 permite

10 - lLlxa1 11 fxg7 lL! xc2+ 12 'ifxcl rJ:;xg7,

y las negras tienen dos peones, no uno, y además son peones centrales.

Juegan blancas

La razón, dicen los maestros, es que las negras están peor. A las blancas se les con­ cede normalmente un "±" para indicar que tienen clara ventaja.

Si le pregunta a los maestros por qué las jugadas como lL! xf7 (en el diagrama 1 ), y la posición de las negras (en el diagrama 2) son malas, obtendrá diferentes respues­ tas. Por ejemplo:

Dos piezas son mucho más fuertes que una torre, dicen. Uno de los primeros

pro-gramas para computadora, diseñado en la Unión Soviética, empleaba siete variables para evaluar posiciones, comenzando por la evaluación material que sigue:

Peón= 1

Caballo = 3.5

Alfil= 3.5

Torre = 5 Dama= 9,5

Según esta receta, 7 lL! xf7 entrega siete unidades (3,5+3,5) a cambio de seis unida­ des (5+1 ).

Otra tabla popular concede a las piezas menores un valor de tres unidades a cada una, y a la torre 4,5 de modo que la dife­ rencia entre i. +lO y : + 8 es de medio peón. Una tercera tabla, la más popular de Occidente, concede tres unidades a cada pieza menor, cinco a la torre y nueve a la dama, de modo que 7 lL! xf7 significaría un cambio de material equivalente.

En el segundo diagrama, las negras es­ tarían igualadas (según la primera tabla) o con medio peón de ventaja (conforme a la segunda tabla), o con un peón de ventaja (según la tercera tabla). Así pues, ¿cómo pueden estar peor?

El problema es que las tablas entran en conflicto con la experiencia. Sabemos que la torre y un peón a menudo son un exce­ lente contrapeso a dos piezas menores en el final. Reuben Fme, en sus Finales bási­ cos de ajedrez. dijo que, en general, un peón y una torre bastaban para hacer tablas contra dos piezas menores. Añada un se­ gundo peón. y la torre tendrá una impor­ tante ventaja. Esto a menudo afecta a las decisiones del medio juego acerca de un cambio de damas.

(14)

Müller - Acs

Campeonato de Europa de clubes 2003

Juegan blancas

En una posición de libro, en la que 1 �c3 es una jugada rutinaria, las blancas jugaron:

11Ul!? exd4

De no ser así, las blancas siguen con l:l afl y l:l xf7.

2 'ile7 'ilxe7

O bien 2 ... Wg4 3 h3 Wh5 4 Wxd7, con ventaja.

3 dxe7 l:l fe8

Las negras depositan sus esperanzas en las piezas. antes que en la arriesgada 3

l:l fb8 4 l:l xf7.

4 �xl7+ q¡bs S l:l e1 l!Jf6

Una continuación natural es 6 l:l d2 �e4? (6 l:l ec8! es favorable a las ne­ gras) 7 �xe8 l:l xe8 8 l:l xd4 l:l xe7, dejan­ do a las blancas con l:l + 8 vs 2 piezas menores. Los ordenadores tienden a con­ siderar la posición favorable a las negras. pero las blancas no tendrían problemas después de 9 l:l d8+ l!Jg8 10 l:l d4. Por ejemplo: 10 ... �xc2 1 1 l:l xe7 l!Jxe7 12 l:ld8+ l!Jg8 1 3 l:l a8, confirmando la opinión de Fine.

Pero las blancas están mejor:

6 g4! �dS?

No 6 ... l!Jxg4 7 � xe8 l!Jxf2 8 �xb5 ! , sino 6 . . . l:l ec8 7 g5 l!Je4 8 l:l fe2 l!Jd6, igua­ lando.

7 � xe8 l:l xe8 8 gS l!Jd7 9 l:l f4 q¡gs

10 l:l xd4 l!Jb6 11 .:leS �f7 12 l:l d8!

Cambiar torres agranda la ventaja blanca, pues se trata de uno de los muchos casos en que un cambio "igual" dista de ser equivalente. Las negras pronto quedaron virtualmente en Zugzwang, y perdieron tras 12 ••. liJeS 13 e3 g6 14 ..tf2 � g7

15 : e2 l!Ja7 16 : e6!.

Hay otras explicaciones por las que, en el primer diagrama, 7 l!Jxf7 es una mala jugada.

Entregar piezas asegura a las negras ventaja en el desarrollo. Cierto que las blan­ cas se desprenden de dos piezas que ape­ nas han realizado sus primeras jugadas, pero está claro que, con 7 l!Jxf7, van con­ tra su propio desarrollo.

Pero el desarrollo de las negras tam­ bién se altera con 7 l!Jxf7. Los entrenado­ res soviéticos consideraban que una torre enrocada es una torre desarrollada, y des­ pués de ... l:l xf7 desaparece del tablero. Además. costará a las negras al menos una

(15)

16 EL VERDADERO VALOR DE LAS PIEZAS EN AJEDREZ

jugada que podrían invertir en desarrollo asegurar cierta seguridad a su rey, después de ... �xf7.

En una apertura más conocida (1 e4 eS 2 lüfJ lüc6 3 �bS

a6

4 �a4 lüf6 S 0.0 �e7 6 J:e1 bS 7 �b3 d6 8 c3 0.0 9 h3 �b7 10 d4 l: e8), a menudo se ven las jugadas 11 lüg5 y 1 1 ... : f8, como una forma de re­ petir posiciones. Pero nadie juega lü xf7. Por ejemplo: U �e3 h6 13 lü xr7? J: xr7 14 �xr7+ �xn.

Juegan blancas

La razón no tiene nada que ver con "asegurar a las negras una ventaja en de­ sarrollo". Después de 15 lüd2, el desarrollo no es un término importante de la ecua­ ción. Algunos programas de ordenador, por cierto, dicen que la posición tras 14 ... �xf7 es favorable a las negras, valorándo­ la en "0,50", es decir, medio peón.

Si pregunta a otros maestros por qué era mala 7 lüxf7 en el primer diagrama, le responderán con jugadas, no con pala­ bras. "No puedes jugar eso, debido a 7

: xf7 8 � xf7+ �xf7, y si 9 f4, entonces 9 ... d5 10 fxe5 �g4", etc. Pero algo que se condena de forma tan radical como 7 lüxf7 debe ser malo por razones más

bá-sicas que un largo análisis. No hay análisis que explique por qué las negras pierden, en el diagrama 2.

Otros maestros puede que traten de hallar una explicación para conceder a lü x f7 un signo "?" -si no un "??"- en el hecho de que las blancas están cambian­ do su alfil "bueno". Pero entregar el otro alfil y un caballo -o incluso dos caba­ ll os- por torre y peón seguramente merecerían el mismo signo de interroga­ ción. Después de todo, las blancas tienen dos caballos contra torre y dos peones en el diagrama 2.

¿Por qué existe tanta incertidumbre acerca de una posición que se produce ya en plena apertura? Sospecho que hay va­ rias razones:

(a) Muchos jugadores de hoy no se to­ man en serio lo descubierto hace varias décadas: dos piezas menores son más va­ liosas en el medio juego que una torre y un peón o peones.

Una torre hace algunas cosas excepcio­ nalmente bien. Puede atacar peones en ambos flancos, confinar al rey enemigo en una fila o una columna. coronar un peón pasado o detener a un peón contrario. Pe­ ro donde tienen más peso estos factores es en el fmal, cuando la torre adquiere mayor potencia de juego.

Jenkin - Adams

Bundesliga 2002 (Ver diagrama 6.)

Las negras tienen calidad de ventaja, pero el rey de las blancas está mejor situa­ do, y además cuentan con un peón pasado que les permiten ofrecer 20 jugadas de re­ sistencia, después de 1 ... �f7 2 lüc5 �e7 3 �c3.

(16)

Juegan negras

Sin embargo, si la torre actúa como tal, con 1 - l:t c4!, 1as blancas pueden rendirse en el acto, pues la torre negra paraliza a rey, caballo y peón b contrarios.

El problema es que una torre no puede actuar como una torre en la primera fase de la partida, mientras que las piezas me­ nores sí pueden actuar en todo su poten­ cial. El medio juego es el teatro del ataque y, como dijo Rudolf Spielmann, "caballo y alfil están mucho mejor equipados para el ataque que torre y peón". Las piezas pue­ den no estar bien coordinadas en el fmal, pero encajan de forma soberbia con una dama en el medio juego.

En el diagrama siguiente vemos que las negras han sacrificado pieza por dos peo­ nes. Eso no es suficiente, pero su caballo centralizado y las amenazas de que dispo­ nen (empezando por 1 lLJ xt3+ 2 W'xt3 ..i xb2) les conceden posibilidades de su­ pervivencia.

Akopian - Kasparov

Ljubljana 1995

Juega11 blancas 1 �g2 lLlc2?

Esto gana material, pero era mejor pre-servar su fuerte ca bailo, con 1 llJ f5 2 'it'e2 ..i xb2 3 W'xb2 tLld4.

2 l:t xc2 W'xc2 3 ..i xg7 �xg7 4tLlg5! Las tablas dicen que las negras están ahora, como mínimo. igual. Pero las dos piezas menores blancas operan de forma espléndida con su dama, lo mismo que en caso de 4 ... e6 5 'it'e5+ �g8 6 lLJe4.

La partida siguió así: 4 - b6 S 'ti'eS+ � g8, y ahora, en lugar de 6 lLJ e6? fxe6 7 'it'xe6+ �g7 8 'it'e5+ �g8 9 ..id5+ l:t xd5, con tablas, las blancas hubieran podido ga­ nar con 6 lLJ xt7! �xt7 7 ..ig4!. Por ejem­ p lo: 7 l:t c6 8 l:t e 1 c;la>g8 9 ..i e6+ � h7 1 0 ..id5 ! l:t cd6 1 1 'ti' xe7+ <ith8 12 l:t e6!.

Hay otros dos factores para explicar los diagramas 2 y 5.

(b) El valor de las piezas cambia según la accesibilidad de los objetivos. Aunque una torre controle una columna abierta -como suele ser típico en el medio juego-, a menudo carece del poder ofensivo de una pieza menor, porque no tiene el tipo

(17)

18 EL VERDADERO VALOR DE LAS P I EZAS EN AJEDREZ

de objetivos de que disponen las piezas li­ geras. Sólo en fases posteriores (como cuando una torre se desplaza de el a e3 y luego a g3 para atacar g7, en el medio jue­ go, o cuando alcanza la séptima fila en el final) puede la torre realizar plenamente su potencial.

Por último:

(e) Dos piezas a menudo vencen a una. Esto es evidente para principiantes, pero se les dice pronto que es ingenuo. Después de todo, una dama es mucho mejor que dos caballos.

Pero si observa el final de 'W vs ltJ ltJ , descubrirá que las dos piezas casi siem­ pre hacen tablas, si pueden cooperar en­ tre sí.

Juegan blancas

Las blancas tienen una considerable ventaja material ( +2 ó +3. según la típica tabla de ordenador). Normalmente, una ventaja de +2 es suficiente para ganar, y aquí las blancas tienen una ventaja que es varias veces mayor de la que las negras disfrutan tras 7 l0xf7 en el primer diagra­ ma. Además, las piezas blancas están bien situadas y los caballos negros distan de ser activos.

Con todo, desde que, hacia 1760, Giam­ battista Lolli analizó estas posiciones, se sabe que las mismas son de tablas muenas. Ya puede usted buscar explicaciones sofis­ ticadas por las que esto es posible, pero hay una que es evidente: el valor de las piezas negras se incrementa con respecto a las blancas, por la sencilla razón de que las negras cuentan con dos piezas y las blan­ cas sólo con una.

(Si añade un tercer caballo negro, el material estaría aproximadamente iguala­ do y, sin embargo, es relativamente fácil comprobar que la dama no tiene virtualmen­ te posibilidades de ganar. Los caballos, en cambio, tendrían excelentes perspecti­ vas de vencer -tres piezas contra una-, a menos que las blancas puedan sacrificar la dama y hacer tablas, a causa de material insuficiente.)

Dicho de otra forma, dos piezas tien­ den a vencer a una, porque la suma de las partes, en situaciones de desequili­ brio material, es mucho mayor si ope­ ran conjuntamente. Este principio de cooperación. que Enmanuel Lasker mencionó en su Manual de ajedrez , es lo que Steinitz no entendió bien cuando trató de desarrollar un enfoque científi­ co del j uego. Lasker no aportó ilus­ tración alguna de ese principio, pero se nos viene a la mente la posición que si­ gue:

Steinitz - Lasker

Nuremberg 1896 (Ver diagrama 9.)

Las blancas tienen una posición muy bien centralizada, pero las negras dispo­ nen de cinco piezas que pueden atacar el enroque enemigo, en contraste con el

(18)

úni-Juegan blancas

co caballo blanco que lo defiende. Lo que siguió fue un error de cálculo, pero tam­ bién una mala comprensión de la fuer.ta de las piezas coordinadas.

1 11rbS! .. bS!

Las negras amenazan 2 ... g4.

l .. xb7? .i.xbl+! 3 lüxbl?! l:l b4 Y las negras ganaron después de 3 f3 (3 'flc7 lüg4) 3 ... l:l xh2 4 'flc7 l:l h1+ 5 wf2 �4+ 6 .. g3 .. xg3+ 7 wxg3 l:l xfl 8 l:l xfl

l:l xe3.

UN POCO DE mSTORIA, UN POCO DE MATEMÁTICAS

Nuestro enfoque del cómputo de puntos tiene su origen en el predecesor medie­ val del ajedrez, el Shatranj, como H. J. Murray observa en su Historia del aje­ drez , en la que cita tablas de manuscri­ tos árabes que empleaban un formato que es el reverso de nuestras tablas: en lugar de un peón, como denominador común, los árabes basaban sus valora­ ciones en la torre, la pieza más podero­ sa. Pero si traducimos su formato a las nuestras. una típica tabla de Shatranj se­ ría ésta:

Peón de torre = 1

Peón de caballo o de alfil = 1 ,5 Peón central = Alfil= Dama = Caballo = Torre = 2 2 3 5.5 8

Tenga presente que, según las reglas medievales, la dama sólo podía mover una casilla, y el alfil sólo dos casillas en diagonal. No obstante, los sabios del Shatranj reconocían que estos valores de la tabla eran cambiantes durante el cur­ so de una partida. Lo típico era que una torre aumentase de valor, decían, lo mis­ mo que sucede en el juego emparentado del Shogi.

La primera tabla con las reglas moder­ nas del ajedrez parece datarse de Studies of Chess, una edición inglesa del libro de André Philidor, Analyse du Jeu des Échecs. El historiador Robert John McCrary seña­ ló que el editor de la edición de 1817 del li­ bro, Peter Pratt, creó una tabla basada en 15 criterios: "radio de acción con el tablero despejado", "compromiso de obstruc­ ción", "puntos adicionales de apoyo", "ra­ dio de acción local", "facilidad general de tránsito", "fuerza de ataque transitivo", "facultad de desalojo", "facultad de cir­ cinscripción". etc.

A pesar de esta jerga un tanto críptica, el análisis del libro se traduce en un siste­ ma notablemente moderno de valores. Pratt elaboró sus cifras hasta dos decima­ les, y luego las redondeó:

Peón = 1

Caballo = 3

Alfil = 3.5

Torre = 5,5

(19)

20 EL VERDADERO VALOR DE LAS P IEZAS EN AJEDREZ

El libro alemán Handbuch des Scha­ chspiels. de 1843. incluye una tabla muy di­ ferente. Sus principales diferencias eran que los alfiles y los caballos se considera­ ban de un valor 3.3 y la torre 5.7. Observe que la tabla de los Studies significa que la liquidación 7 liJxf7 del primer diagrama sería equivalente. mientras que según la del Handbuch sería ligeramente favorable a las blancas.

Se han realizado varias tentativas por establecer una base matemática para los valores relativos. como determinar la mo­ vilidad media de cada pieza (el promedio de todas las posibles jugadas de una pieza puede obtenerse al situarla en cada una de las 64 casillas de un tablero vacío).

Por ejemplo: un rey dispone de tres j u­ gadas cuando está situado en uno de los cuatro rincones. Puede efectuar cinco ju­ gadas en cada una de las demás casillas de una banda, y 8 jugadas en las 36 casi­ Has restantes. El resultado de 4 casillas x 3 jugadas + 24x5 y 36x8 da 420 jugadas posibles. Dividida esta cantidad entre 64 nos da un promedio de 6,5625 jugadas de rey. El matemático ruso Evgeni Gik repi­ tió el proceso para las demás piezas y lue­ go dividió los totales entre 2,1875, la movilidad media del peón. El resultado fue: Peón = 1 Caballo = 2,4 Rey = 3 Alfil = 4 Torre = 6,4 Dama = 10.4

De esta tabla resulta que el alfil vale 1 .5 peones más que el caba1lo, de modo que hay algo que no está claro. Hace veinte años, cuando escribí acerca de las

diversas tablas para la revista Chess Life, recibí varios comentarios de matemáti­ cos. Uno expresó su confianza en que ha­ bía una base numérica para los valores de las piezas. "¡El ajedrez es un problema de álgebra!". explicaba. Otro, David F. Mea­ dor. dijo que debía considerarse un factor que él 11amaba "retirada". es decir. el nú­ mero de casillas que una pieza debía ale­ jarse para estar segura, al ser atacada por

una pieza contraria. Y añadió otro factor, "eficiencia". por lo que llegaba a esta conclusión:

Caballo = 3,65

Alfil = 3,92

Torre = 6,44

Dama = 1 0.23

Pero esta tabla plantea problemas evi­ dentes, lo mismo que otras tablas basadas en las matemáticas, como el valor descon­ tado de la dama en relación con la torre. Quizá Howard Staunton tuviese razón al decir que tratar de determinar los valores de las piezas "con exactitud matemática ... parece ser un gasto de ingenio y de inves­ tigación sobre un objeto inalcanzable".

Lasker, en su Encyclopedia of Games (tomo

1),

dijo que su método "especulati­ vo" de deducir los valores de las piezas ha­ bía sido propuesto por Leonhard Euler, conocido por los jugadores de ajedrez por sus rours de caballo, pero por todos los de­ más como uno de los más grandes mate­ máticos de todos los tiempos. Lasker, matemático él mismo (que incluso tiene un teorema con su nombre), trató de ela­ borar un sistema de cómputo. al menos pa­ ra cada fase de la partida. y explicó su objetivo en su Manual de ajedrez:

"Para fijar el valor de cambio de peo­ nes y piezas y la jugada a fin de decidir si

(20)

podemos sacrificar un peón por tantas ju­ gadas ganadas en desarrollo y cuestiones similares. .. ".

Algunas de las conclusiones de Lasker parecen pintorescas. Por ejemplo: afirma­ ba que el alfil de rey valía media unidad más que el alfil de dama y que la torre de rey valía una unidad más que la torre de dama. Según la tabla de Lasker. el Gambi­ to Cochrane ...

1 e4 eS 2 lLJB 1Llf6 3 tLlxeS d6 4 1Llxf7 wxf7 5 d4

... podría evaluarse de esta forma: la blan­ cas han cedido su caballo rey ( 4,5 unida­ des) por el peón e (2) y el peón f ( 1 ,5) y algunas jugadas de desarrollo.

Si decimos que hemos ganado dos tiempos, la tabla de Lasker cuenta eso como 1 unidad para la primera jugada y 4/5 para la segunda. Eso hace, en conjun­ to, casi 5,5 unidades de compensación por el caballo, es decir, más que suficien­ te. Si decimos que sólo se ha ganado un tiempo, entonces 4 1Llxf7 es una transac­ ción equivalente según la fórmula Lasker (en cuyo caso, las negras tienen +2 en el diagrama 5).

Lasker sigue diciendo que quería in­ cluir valores de puntuación para "casillas

dominantes", pero llegó a l a conclusión de que el resultado podría ser un caos numé­ rico. Es difícil no estar de acuerdo: el aje­ drez no es la aritmética.

VALOR ESTÁTICO, ABSOLUTO Y PROMEDIO

Las diversas tablas pintan el valor "absolu­ to" de las piezas o su valor "estático", su valor "de cambio" y ese viejo concepto del valor "relativo". Los términos cambian pe­ ro el denominador común a todas ellas es trazar una línea entre el valor teórico de una pieza y su valor real en el tablero. Spielmann escribió:

"Todas las unidades de ajedrez tienen, en el lenguaje de la bolsa, dos precios: el valor paritario y el valor de cotización. El valor paritario representa el absoluto, el precio día a día, su valor relativo."

Spielmann reconocía que el valor re­ lativo de las piezas es fluctuante duran­ te el curso de una partida, lo mismo que es cambiante el valor de una estructura de peones. A medida que van cambián­ dose las piezas, un fuerte centro de peo­ nes significa cada vez menos, como observó Bobby Fischer, y en el final los peones colgantes "resultan, por lo gene­ ral. ser débiles". como precisó Boris Spassky.

Lasker creó su tabla para tratar de la parte inicial de la partida, pero habló del "valor en el final". Este término puede ser el más acertado, porque es en el final donde las piezas están más cerca de su "verdadero" valor. El valor en el final es lo que cuenta en ajedrez (a menos que la partida esté liquidada en el medio jue­ go). En la apertura, un peón de torre puede valer sólo la cuarta parte de un peón central. como afirmó Lasker, o

(21)

me-22 EL VERDADERO VALOR DE LAS PIEZAS EN AJEDREZ

dio peón, como sugirió Spielmann. Pero en el final un peón es un peón es un peón•.

Cuando hay menos piezas y peones en el tablero, su valor depende menos de su emplazamiento. "Cuanto más sencilla sea la posición, mayor peso adquiere el valor absoluto". dijo Spielmann.

Nimzovich -Rubinstein Semmering 1926

Juegan negras

Esta posición podría haber sido citada por Tarrasch cuando declaró que "un ca­ ballo en el centro, apoyado por un peón propio, y no sometido a ataque por parte de los peones contrarios, no es menos va­ lioso que una torre" (Se cubrió un poco en La partida de ajedrez. diciendo que un caballo así "es casi tan fuerte como una to­ rre".)

Pero avancemos unas 20 jugadas y su­ pongamos que se hayan cambiado las

de-' Alude al famoso verso de Genrude Stein, a rose

is a rose is a rose (una rosa es una rosa es una ro­

sa), para desmitificar la excesiva adoración poéti­ ca de la rosa. N.d.T.

más piezas y sólo un par de peones. Eso deja a las dos piezas sin oposición (caballo blanco y alfil negro). con los demás peones y los reyes.

El caballo se ha devaluado. Sigue dis­ poniendo del mismo radio de acción y mo­ vilidad. Pero su emplazamiento ya no es tan significativo como lo fue antes. Des­ pués de .. .f6, las negras tendrían buenos motivos para esperar ganar este final.

Pensando en términos de "valor en el final" de las piezas nos permite evaluar adecuadamente a un rey. El rey no tiene valor de cambio, por supuesto, y por esa razón los ordenadores le asignan un valor astronómico (200 peones o unidades). Pe­ ro el valor ofensivo o defensivo del rey puede ser considerable. James Mason y Leopold Hoffer citan a "autoridades ale­ manas" para afirmar que el rey equivale a cuatro peones (Von der Lasa consideraba que su valor era superior al del caballo y el alfil). Por otra parte, un matemático so­ viético, A. Guliaev, lo situó en 2,8, el mis­ mo valor que asignó al caballo. Lev Alburt considera que el valor ofensivo del rey es de 2,5, mientras que Alexei Suetin consideraba más apropiado el va­ lor 5.

(22)

Aunque sólo puede moverse a la dis­ tancia de una casilla en cada j ugada, en un final el rey puede ser una pieza te­ mible. Naiditsh - Biaubert Budapest 1998 Juegan blancas 1 c¡f¡lb3 ll:lc4 2 /l:lfS ll:ld2+ 3 c¡f¡lc3 /l:le4+ 4 Citd4! l:l xc2?

La torre penetra después de 4 . . . ll:l f6 5 l:lc3. Pero es la posición del rey la que concede ventaja a las blancas. tras 4 ... g6! 5 ll:le7+ c¡f¡lf7 6/l:l xd5 ll:lxg3 7 c¡\le5 l:l e2+

8 l:l e3.

S CitxdS ll:lf6+ 6 c¡f¡leS l:l e2+ 7 c¡f¡ld6!

Amenazando barrer el flanco de dama, con wc7 ...

7 - · l:l c2 8 c¡f¡le7!

... y ahora amenazando mate. La diferencia de juego entre los dos reyes es sorpren­ dente y, en última instancia, decisiva.

8 - l:le2+ 9 c¡f¡ld8 l:l eS

Si las negras tratan de explotar la inca­ pacidad del rey de proteger a sus piezas. con 9 l:l e8+ 1 0 wc7 g6 1 1/l:l d6 l:l e7+ 12 �eS l:ld7, las blancas vuelven las tor­ nas con 13 g4!, y ganan. Ahora:

10 /l:ld6 b6 11 �c7 gS 12 � b8! gxh4 13 gxh4 aS 14 bS!

El peón b está amenazado ( c¡f¡lb7xb6), y 14 /l:ld7+ 15 9;c7 no sirve de mucho, pues si 15 ... l:l e7?, 16/l:lcS.

La partida fi nal izó con 14 ••• l:l eS

1S c¡f¡lb7 /l:ldS 16 ll:le4 l:tc7+ ( 1 6 ... l:t xb5

17 9;c6!) 17 c¡\lb8 l:tc4 (17 ... l:td7 18 l:t xd5) 18 l:t xdS l:l xe4 19 c¡\lc7 a4 20 c¡\lxb6 l:te3 21 c¡f¡la7 : xa3 22 b6, y las negras se rindie­ ron.

VALORES DE DESPLAZAMIENTO

Debido a situaciones como esa, en la que un rey resulta superior a una torre, los ju­ gadores de ajedrez necesitan un buen sen­ tido de los valores de las distintas piezas. El ajedrez no es la aritmética, pero tampo­ co es el juego de damas.

Con todo, el respeto a las tablas impide que muchos jugadores alcancen el nivel de la maestría. Los debutantes aprecian rápi­ damente que un caballo es mejor que un alfil al empezar la partida. "Bueno, sf', di­ ce el jugador experto, "pero eso se debe sólo a que en la primera jugada puedes mover un caballo y no puedes mover un

(23)

24 EL VERDADERO VALOR DE LAS P I EZAS EN AJEDREZ

Pero los jugadores experimentados no están dispuestos a admitir -quizá porque están tan habituados a la tabla- que un ca­ ballo es, a veces, más activo, más amenaza­ dor. es decir. más importante que un alfil en las diez primeras jugadas de la partida. Esto puede parecer trivial. pero resulta que es una cuarta parte de una partida ti­ po de 40 jugadas.

Los caballos suelen ser protagonis­ tas en muchas posiciones típicas de apertura, como en ésta de la Apertura Inglesa.

(Esta posición se produce después de 1 c4 eS 2 lt:l c3 lt:l f6 3 g3 dS 4 cxdS lt:l xdS S �g2 tt:lb6 6 li:lf3 tt:lc6 7 0-0 �e7 8 a3 0-0 9 b4 �e6 10 rlb1 f611 d3 li:ld4 u lt:\d2 c6

13lt:\de4.)

O bien, en esta otra de la Defensa Be­ noni Moderna:

(Ver diagrama 16.)

(Posición tras 1 d4 li:lf6 2 c4 e6 3 li:lf3 eS

4 dS exdS S cxdS d6 6 lt:lc3 g6 7 e4 �g7 8 �e2 0.0 9 0.0 rle8 10 lt:\d2 tt:la6ll f3 tt:lc7

U a4 lt:\d7 13 tt:lc4 lt:leS 14 lt:\e3.)

El G M Gennadi Timoshchenko estu­ dió una base de 1 50.000 partidas y llegó a la conclusión de que la captura � xtt:l a

menudo tiene sentido en la apertura. porque en la fase inicial el caballo, senci­ llamente, es más útil. "Un programa de ajedrez bien diseñado debería ser cons­ ciente del hecho de que, al comienzo de la partida, el caballo se encuentra en la plenitud de su fuerza, en relación con el alfil. y su fuerza relativa disminuye, a partir de entonces". escribió el citado gran maestro en /CCA Journal (diciem­ bre de 1993 ).

En comparación, las torres esperan en los márgenes. Su tabla de valores suele ser potencial hasta la jugada 15 y. con fre­ cuencia, incluso más allá. Regularmente podemos ver piezas menores que juegan un papel más significativo que las torres en posiciones con el centro cerrado, pero también en aperturas como la Ruy López o el Gambito de Dama Aceptado:

1 d4 dS 2 c4 dxc4 3 tt:lf3 lt:\f6 4 e3 e6 S � xc4 eS 6 0·0 a6 7 a4 tt:lc6 8 'ife2 cxd4 9 l:l d1 � e7 10 exd4 0·0 l llt:lc3 tt:ldS 12 �d3 lt:lcb4 13 �bl b6 14 tt:leS �b7.

(Ver diagrama 17.)

Sólo ahora podemos ver a una torre que actúa como tal. si las blancas juegan 1S

l:l a3. Las aperturas en que una torre reali­

(24)

primeras jugadas, como el Gambito Ben­ ko, o las líneas con l:l b1 de la Defensa Grünfeld (Variante del Cambio) son rela­ tivamente raras.

Hay aquí una paradoja: la temprana in­ ferioridad de algunas piezas radica en su superior valor potencial. No desarrolla­ mos pronto una dama porque no podemos permitirnos perderla. o perder tiempo al ser atacada por piezas de valor inferior. Sólo un principiante desarrollaría torres en una posición de apertura, como l:l a3 ó

l:l h3. O un renegado.

Bronstein - Deep Blue Jr.

Bruselas 1996

1 e4 eS 2 b4 cxb4 3 a3 d5 4 exd5 'it'xd5 S llJB eS 6 axb4 � xb4 7 l:l a3!?

(Ver diagrama 18.)

David Bronstein emplea su estrategia favorita, al enfrentarse a computadoras. ofreciendo un sacrificio de calidad a cam­ bio de la iniciativa, con el rey enemigo re­ tenido en el centro. El sacrificio no debe aceptarse, pero Bronstein sabía que la má­ quina no podría resistir la tentación de ha­ cerlo. Dijo que 7 l:la3 era un mensaje a su oponente:

"He aquí su problema. Resuélvalo. Piense. si puede, por qué una torre puede situarse en una casilla atacada por un alfil. ¿Su contrario no lo ha visto o se olvidó de que era más fuerte que el alfil?"

7 ... � xa3 8 � xa3 e4

Cuatro años antes, Bronstein había empleado esta apertura contra el gran pre­ decesor de Deep Blue, Deep Thought /l, y la máquina se defendió con 8 ... 'it'a5. 8 ... �d7 y 8 ... �g4.

9 lLlc3 'it'aS 10 lLlbS!

Para explotar d6, las blancas deben su­ bir la apuesta a una torre ( 10 ... exf3 1 1 1!txf3 llJf6 12 1!fd3! �e6 13 1!fd6). Deep Blue Jr. invirtió 10 de los 30 minutos del tiempo de reflexión, asignados para toda la partida. en 1 O ... lLlc6. y acabó haciendo tablas tras una lucha feroz.

Incluso una mínima ventaja material, como � vs lO. hace que seamos prudentes en perderla por un desarrollo prematuro. Por ejemplo: en la N irnzoindia, las blancas a menudo se hacen con la pareja de alfiles. tras ... � xc3. Pero tienen su alfil de casillas negras en el, fuera de juego. lo que nor­ malmente hace que sea la última pieza en desarrollarse.

(25)

26 EL VERDADERO VALOR DE LAS PIEZAS EN AJEDREZ

TRANSITORIEDAD

Cuando el juego pasa de la apertura al me­ dio juego, percibimos otros cambios en el empleo de las piezas. Uno de mis lectores de Chess Life, Greg Beil, examinó la movi­ lidad (número de casillas atacadas) en una muestra de partidas elegidas al azar. Descubrió que el promedio de movilidad cambiaba de forma acusada para las pie­ zas más fuertes, a medida que la partida avan1.a: Jugadas n.o 6-25 26-45 46-65 Dama Torre Alfil Caballo 6,6 2.6 3.1 3,3 7.0 4,3 3,5 3,3 9,6 5.1 3,8 3,3 Esto ofrece otra explicación a los dia­ gramas 2 y 5. Algo que ya se había en­ tendido hace 200 años. Como escribió J. H. Sarratt, en 1 808, "las torres y los peo­ nes ( ... ) incrementan su valor a medida que la partida se acerca a su conclusión". Por esto es por lo que debe evitarse cam­ biar una pieza por tres peones en la pri­ mera fase de la partida, mientras que una pieza por dos peones a menudo es una buena transacción en el final, añadió Sarratt.

José R. Capablanca era consciente de la naturaleza transitoria de los valores de las piezas, cuando escribió en A Primer of Chess, que un caballo se vuelve más débil a medida que se van cambiando piezas, mientras que una torre se hace más fuerte. Tunoshchenko cuantificó este hecho. afrr­ mando que los programas de ordenador deberían ajustarse de forma que un caba­ llo aumentase su valor entre un 3 y un 5%, tras un cambio de torres, y lo disminuyese,

entre un 5 y un 10%, tras un cambio de da­ mas.

El MI norteamericano Larry Kaufman, en su propia base de datos de 300.000 par­ tidas, concluyó que la observación de Ca­ pablanca acerca de torres y caballos era igualmente cierta en el caso de cambios de peón, no sólo con los cambios de piezas. Los entrenadores de la era soviética inter­ pretaron el tema de forma diferente: los alfiles incrementan en valor, en relación con otras piezas, a medida que la partida avanza. decían. Hasta un simple vistazo al tablero puede confirmarlo.

La siguiente posición procede de la partida Prieboda-Asrian. Batumi 2002.

Juegan blancas

Las blancas tienen el juego más libre que normalmente obtienen en esta línea de la Variante Cambridge Springs, en el Gambito de Dama Rehusado (1 cl4 d5 2 c4 e6 3 ltlf3 ltlf6 4 ltlc3 c6 S i.gS ltlbd7 6 e3 1!t'aS 7 ltldl dxc4 8 i.xf6 ltlxf6 9 ll)xc4 'ilc7 10 : ct i.e7 11 i.e2 0-0 U 0-0 : ds 13 a3 i.d7 14 b4 �e8 1S 1Wb3 : acS). Las negras tienen la pareja de alfiles, pero con 14 peones en el tablero los alfiles no pue­ den hacer gran cosa. Tampoco, por

(26)

supues-to, el alfil blanco. La posición está más o menos igualada. Pero diez jugadas des­ pués. ..

Juegan negras

.. .la superioridad de las negras se está ha­ ciendo clara. El período de superioridad de los caballos ha finalizado, y ahora los al­ files negros disponen de diagonales abier­ tas y de, al menos, un objetivo en a4. El juego siguió con 16 :rdt b6 17 ...tD 'irb8

18 g3 /üdS 19 /üe4 b6 20 ...tg2 a6 21 lOeS

'ifa7 22 :c2 aS! 23 bxaS 'ifxaS 24 /üc4 'fla7 25 a4 eS!

26

/üb2.

Finalmente, si avanzamos otras diez ju­ gadas

(26

- lüb4 27 :cd cxd4 28 :xc8 : x c8 29 : xd4 /ü c6 30 /ü d6 : d8 31 ...txc6 ...txc6 32/übS 'it'a8 33 'ifdl : xd4

34 exd4 11fd8 35 f3 ...tf6)

(Ver diagrama 2 1 . )

vemos que las blancas han quedado e n po­ sición perdida. Hay mejoras, por supuesto, como 30 : d2 y 32/übc4, pero lo cierto es que las blancas no han cometido ningún error grave.

Los alfiles negros dominan y el segun­ do jugador convirtió rutinariamente en victoria su ventaja: 36 /üc4 ...txbS 37 axbS

'it'dS 38 'it'b3 ...txd4+ 39 Wgl .teS! 40 'it'cl 'it'd4 41 f4? 'it'gl+ 42 �D? 'it'O+. Las blancas se rindieron.

Tarrasch tenía sus propias ideas acerca de los cambios en el valor de las piezas du­ rante el curso de una partida. Dijo, por ejemplo, que un caballo vale generalmen­ te más de tres peones en la apertura o el medio juego, pero no necesariamente en el final. Añadió que el valor de la calidad au­ menta a medida que el juego avan7.a. Cecil Purdy convirtió esto en un consejo didác­ tico: si pierdes material en la primera fase del juego, es mejor perder calidad que un

peón.

Tarrasch dijo que toda relación de ma­ terial que implicase a una torre, como, por ejemplo, dama contra dos torres, cambiaría a medida que el medio juego se encamina­ se hacia el final. Realizó otras observacio­ nes en La partida de ajedrez, basándose en lo que llamaba "valor relativo". Pero lue­ go informaba a sus lectores -pasadas 200 páginas de su libro- de que una vez que hubiesen mejorado su capacidad ajedre­ cística, podían olvidarse de todo lo que ha­ bían leído:

"Debemos ser absolutamente claros en este punto. Las estimaciones que he co­ mentado a este respecto, en la sección

(27)

con-28 EL VERDADERO VALOR DE LAS PIEZAS EN AJEDREZ

sagrada a los elementos, son completa­ mente falsas para jugadores de más alto nivel."

EL JUGADOR PRÁcnCO

Si Tarrasch, el más didáctico de los didac­ tas (y el más pedantesco de los pedantes) sabía que nadie puede ceñirse a reglas fé­

rreas, eso debería decimos algo. Quien se toma en serio el ajedrez -y en particular, sus resultados en torneo-, debería tirar a la papelera la tabla de valores. Al tomar decisiones prácticas, debe confiar en otra información, y responder a preguntas como:

¿Debo sacrificar la calidad por un peón y la iniciativa?

¿Vale la pena entregar el par de alfiles para ganar un peón. o a la inversa?

¿Sirve de ayuda cambiar torres cuando mi oponente tiene los dos alfiles?

¿Cuándo tiene sentido cambiar la da­ ma por las dos torres?

Etc. Estas decisiones no se relacionan bien con la tabla de valores peón=l , ca­ ballo=3, etc. Forman parte de las relacio­ nes especiales de material que cambian el curso de una partida. De eso trata es­ te libro.

Los grandes maestros han aprendido algunas cosas acerca del material que ra­ ra vez comparten con otros. Saben, por ejemplo. que la diferencia entre un alfil y un caballo depende no sólo de la estruc­ tura de peones, sino también de la pre­ sencia de piezas pesadas. Capablanca, en Fundamentos del ajedrez, señaló que un alfil es superior a un caballo cuando ca­ da bando tiene una torre. pero el alfil puede ser inferior. si la torre se sustituye por una dama.

Spassky -Portisch Match Leningrado-Budapest 1961

Juegan negras

Una aplicación práctica es que con l:t + � vs l:t +ltJ. los maestros no cambian la torre sin una buena razón.

1 -. l:t f7 2 l:t e8+!

La ventaja blanca se desvanece tras 2 l:t xf7 � xf7 3 � d3 l1Jf2+ 4 c;P e3 ltJ d l +, ó 4 �e2 lL!e4.

2 -- �h7

Las posibilidades prácticas de las ne­ gras son escasas, con tantos peones en ca­ sillas de ese color. pero podrían haber intentado 2 l:U8!? 3 l:t xf8+ �xf8. Por ejemplo: 4 �d3 �f7 5 c;Pe4 l1Jf6+, y ahora 6 �xf6 c;Pxf6 7 �d5 �f5 8 �xc5 �g4 puede ser sólo tablas. Pero 6 c;Pe5 ! debería ganar.

3 � b3 l1J f6 4 : es l1J d7 S l:[ dS l:t e7 6 a4 c;Pg6 7 hS+! c;Pf7 8 g4!

Las bien coordinadas piezas blancas pudieron anotarse el punto con:

8 -�eS

9 aS a6 lO

gS! bxgS 11 l:[ xgS c;Pts 12 �c2 : f7 13 �d3 l:tf3+ 14 �e4 l:[f7 1S l:[g6 ttJb8 16 �dS ttJd7 17 �e6 ttJb8 18 �d6.

(28)

Las negras se rindieron.

Se gana claramente después de, diga­ mos, 18 ... lüd7 19 l:l xg7.

Los grandes maestros saben también que muchos desequilibrios (2 piezas me­ nores vs l:l + � ; 'ii' vs 3 piezas menores,

etc.) están estrechamente relacionados

con la cantidad total de material que exis­ te en el tablero. Un sacrificio de calidad puede ser correcto cuando le quedan tres piezas menores, pero totalmente incorrec­ to cuando sólo le queda una. Cambiar to­ rres es un error corriente en casos de otros desequilibrios.

Kamsky -Salov Match Candidatos FIDE 1995

e partida (Ver diagrama 24.)

Para aliviar la presión sobre su rey, las negras jugaron

1 - l:l ab7?

Anatoli Karpov explicó por qué esto es un error: "En el 99% de las posiciones con 'ii'+ l:l vs l:l l:l +pieza, el segundo jugador debería evitar cambiar torres." La razón, explicaba en su libro sobre el

Campeona-Juegan negras

to Mundial FIDE de 1996, es que dos to­ rres y una pieza pueden coordinarse muy bien contra dama y torre. Eso significa que 1 l:l ad7! habría ofrecido mucha mayor resistencia.

2 l:l xb7 l:l xb7 3 dS

Al tratar de frenar al peón pasado (lo que hubiese sido mucho más fácil con una segunda torre). las negras pronto se equi­ vocaron y perdieron.

TOMA DE DECISIONES

Los desequilibrios significativos en aje­ drez son conocidos. Entre los capítulos 7 y 10 los consideraremos en detalle. En­ tre ellos se encuentran la calidad, dama por piezas y las diversas situaciones que pueden producirse de alfil contra caba­ llo, que son tan frecuentes y que en cada caso tienen sus propias reglas y caracte­ rísticas.

Por ejemplo: los desequilibrios de da­ ma enfatizan en la estructura de peones. La iniciativa es una preocupación menor. a diferencia de otros desequilibrios, como torre contra dos piezas menores. Confiar en las tablas al decidir si entrar o no en

(29)

30 EL VERDADERO VALOR DE LAS P I EZAS EN AJEDREZ

uno de estos desequilibrios acarrea mucho peligro.

Stocek - Kristjansson

Plovdiv 2003

Juegan negras

A pesar de un prematuro avance ... d5-d4, las negras deberían resistir con 1 q¡,h7, de forma que 2 e3 dxe3 3 l:l xd8?? no sea jaque. Pero no evaluaron correctamen­ te la situación:

1 ••• l:l cd7? 2 e3! dxe3 3 l:l xd7 exd2

4 l:t xd8+ q¡,b7 S l:t8xd2 1i'c3

Las negras han entregado sus dos to­ rres por la dama. Esto se considera nor­ malmente una transacción desigual que concede aquí una pequeña ventaja mate­ rial a las blancas.

Pero la estructura de peones es lo que decide. Las blancas tienen una importante mayoría en el flanco de dama. Siguió:

6 l:l d3 •c2 7 l:t 1d2 ... b1+ 8 q¡, b2 eS

9

aS! bxaS 10 l:l c3!

El peón pasado es decisivo. Las negras siguieron luchando con 10 - a4 1 1 bxa4

� 12 l:l cc2 'iixa4, pero quedaron clara­ mente perdidas después de 13 eS 1i'c6

14 bS fS 1S l:l d6 1W e4 16 l:l b2 ... f3 1 7 c6 'it'xbS+ 18 �g1.

Observe que la decisión de las negras. 1 .. . l:l cd7?, conduce directamente a un final "puro" de ... vs l:l l:l . sin otras piezas que lo compliquen. Como las tablas se basan en el "valor en el final". aquí es donde de­ berían ser más precisas.

La experiencia demuestra que si añadi­ mos piezas menores a cada bando, la dama es superior a las torres. Como directriz práctica, esto significa que normalmente al jugador con las torres le conviene cambiar piezas menores tan pronto como pueda.

Krasenkow - Speelman

Baturni 1999

Juegan negras

Según las tablas de valores, el material está igualado. Pero los maestros saben que la dama aumentará, en general, la fuerza de sus pie7.as menores, en detrimento de las piezas menores contrarias. Así pues:

1 -�f6! 2 b5 �eS!

Sin el alfil, los peones blancos del flan­ co de rey serán vulnerables al ataque de las torres, y el nuevo peón e negro se vuel­ ve peligroso.

3 �xeS dxeS 4 1We3

(30)

7 gS : f3 8 'iVel,las blancas ganaron la ca­ rrera de peones.

Sin embargo, con la más precisa 4 l: e7! 5 h6 e4 6 g4 l: f3 7 'iVg5 l: ff7 (ame­ nazando 8 ... e3). las negras deberían hacer tablas como mínimo, e incluso ganarían en caso de 8 'it' h4? e3 9 g5 e2 10 g6 : f6 ! 1 1 'iVg3+ c¡i;lb7 12 g7 l: g6.

Cuanto más lejos esté el final -donde reina el "valor en el final"- tanto menos fiables son las tablas, y eso plantea un pro­ blema al jugador de competición.

La mayoría de las decisiones materia­ les a que se enfrenta -ya sea cambiar un alftl por un caballo o sacrificar o cambiar torres- normalmente tienen lugar mucho antes del final.

Por último, una tabla resulta casi inútil cuando se trata de otros desequilibrios menos frecuentes. Sirve de poco saber, por ejemplo, que una torre equivale a cinco peones. O que una dama equivale a un al­ fil y seis peones. Al entrar en un desequili­ brio inhabitual. basarse en la tabla de valores es encaminarse hacia el desastre.

Grischuk -Shirov Moscú 2002

Juegan blancas

La tabla nos dice que las blancas tienen ventaja. lo que puede ponerse de manifies­ to con 1 l: gl ! g6 2 'it'd8+, puesto que las piezas pesadas, operando conjuntamente, crean posibilidades de mate. Por ejemplo: 2 ... c¡i;lf7 3 'it'g5 'iVd4+ 4 c¡i;lc1 'it'f6 5 Wh6!, y 6 'iVh7+ ó l:d1-d7.

t Wd2??

He aquí un caso en que cambiar da­ mas. con ventaja material, constituye un craso error.

1 -· 'it'xd2+! 2 c¡i;lxd2 gS

La única esperanza de las blancas es ganar un peón en el flanco de dama, antes de que los peones negros se vuelvan peli­ grosos pero, como es fácil de ver, eso será imposible.

3�e2

Si las blancas impiden ... g4 con l: h 1 , la torre deja de actuar como una torre, y no debe sorprender que las negras ganen con 3 ... eS 4 c¡i;le3 �e6.

3 • • . g4 4 l: cl h3 S �f2 f4 6 l: c7 g3+

7 �B h2 8 l: h7 eS

Las blancas han sacado el máximo par­ tido a sus piezas y, teóricamente, siguen con ventaja material. El problema es que están perdidas, debido a la amenaza 9 ... e4+ y 10

(31)

32 EL VERDADERO VALOR DE LAS P I EZAS EN AJEDREZ

La partida finalizó así: 9 .: h6+ � g5 10 l:t h8 e4+ 1 1 � g2 � f5 12 l:t f8+ � eS 13 l:t h8 � d4 14 l:t h4 � e3 (Zugz wang)

15 b4 b5 16 a3 a6 17 l:t h8 f3+ 18 � xg3

f2 19 � g2 � e2, y las blancas se rindie­ ron .

Si no podemos confiar en l a tabla, ¿en qué podemos confiar? Los maestros de hoy tratan de responder a esta cuestión de dos formas.

Algunos argumentan que la tabla está sesgada y que las cifras deben retocarse. Kaufman. por ejemplo, dijo que una dama debería valorarse como 9,75. Un caballo vale 3,25 pero que debería incrementarse en 1/16, dijo también, por cada uno de los

peones que se cambian, cuando hay más de cinco.

Aunque esto fuese matemáticamente correcto, es virtualmente inútil cuando us­ ted j uega una partida de ajedrez.

El otro enfoque. tomado de algunos grandes maestros de elite, es que las tablas, las reglas y los principios no sirven. Sólo sirve el cálculo. Pero el cálculo debe basar­ se en algún elemento de evaluación. El ajedrez es algo más que visualizar una po­ sición cuatro jugadas antes.

Sospecho que podemos obtener mejores respuestas sopesando y evaluando el mate­ rial, y para empezar necesitarnos examinar qué interviene en el valor de las piezas.

(32)

Capítulo 2

Movilidad

y

objetivos

El valor de las piezas comienza con su mo­ vilidad. Cuanto mayor sea el número de jugadas posibles de una pieza, tanto más valiosa será. El jugador comprende, ya en la primera fase de su carrera, que para ob­ tener la mayor movilidad de sus piezas de­ berá tener en cuenta otros factores. como la integridad de los peones.

Las blancas han realizado la rutinaria captura de peón hacia el centro. hxg3. Es­ to puede perjudicarle en el final, porque no podrá crear un peón pasado sin ayuda. Por ejemplo, a 1 g4 las negras pueden res­ ponder 1 -gS!. Si las blancas siguen con g2-g3 y f2-f4, su rival responde .. .f6, y la

mayoría de peones está neutralizada. Si los peones no hubiesen estado doblados. las blancas podrían crear un peón pasado con

1 h4.

De todos modos. cuando dispone usted de elección entre retomar en g3 de pieza o de peón h, normalmente suele ser preferi­ ble hxg3. porque de esta forma mejora su movilidad por dos razones. La primera es que su torre obtiene varias casillas a lo lar­ go de la columna h. Además, el antes peón

h dispone ahora de dos posibles capturas. a derecha e izquierda, en comparación con la antes única. Las estadísticas de la base de datos de Kaufman indican que un peón de torre normal vale 0,15 menos que los demás peones y, por tanto, mejora, senci­ llamente, su valor al trasladarse una co­ lumna hacia el centro.

Pero aunque el valor de las piezas co­ mienza con su movilidad, esa movilidad queda seriamente restringida durante gran parte del juego. Una de las primeras reglas que usted aprendió era que el caballo es la única pieza que "puede saltar" por encima de sus propias piezas o de las piezas ene­ migas. Cuantos más obstáculos haya en el tablero, tanto peores serán sus otras piezas.

(33)

34 EL VERDADERO VALOR DE LAS P IEZAS EN AJEDREZ

El mejor ejemplo que conocemos es el del alfil malo. Ningún jugador quiere tener un alfil malo. La condición de malo suele dársele cuando se tienen otras cosas in mente.

Kovalev - Arizmendi

Olomouc 2003

Juegan negras

El peón b blanco no es peligroso, por­ que a b2-b4 puede seguir ... �c4. Gracias a la excelente diagonal del alfil, las negras no tienen que preocuparse por �d2, por­ que podrían mantener a raya al rey enemi­ go con ... �d4. En otras palabras, su posición es perfectamente segura después de 1 ... g5 (2 lüh5 �g6). Pero las negras te­ nían ambiciones.

1 - g6??

Quieren impedir lüh5 y jugar .. .f5.

2 lLle4! �e6

De otro modo, 3 lüf6 caza al alfil.

3 gS!

No hay defensa contra lüf6. Después de 3 ·-fS 4 lüf6 hxgS S lü xh7 g4 6 fxg4, las negras se rindieron.

Normalmente. no nos preocupa la mo­ vilidad de una pieza hasta que se vuelve

realmente mala. Como dijo Hans Kmoch en Pawn Power in Chess (La fuerza de los peones en ajedrez). "el alfil malo tiene ma­ yor significación que el bueno", porque un alfil con un radio de acción adecuado no merece especial atención. y no suele alte­ rar el equilibrio.

Cualquier pieza puede volverse mala. incluso una torre, la única pieza cuya acti­ vidad básica no depende de la casilla que ocupe. pues en cualquier casilla de un ta­ blero vacío controla 14 casillas. (El alfil, en cambio, puede controlar hasta 13. pero só­ lo 7, según la casilla en que esté situado.)

Pero con la presencia de algunos peo­ nes. una torre puede ser muy mala. Grigo­ ri Loevenfish, coautor de un famoso libro sobre finales de torres. se concedió a sí mismo una torre lamentable a comienzos de su carrera:

Loevenfish - Rubinstein

Vilnius 1912

Juegan negras

Aunque tienen a su rey cortado del flanco de dama, las blancas podrían ofre­ cer cierta resistencia tras 1 ... q;,c4 2 l:l d1 y

(34)

1 _ : ds! 2 wtJ : d2

Después de 3 l:l b 1 , las negras ganan con 3 ... wc4 y ... wb3.

3 l:l a2!?

Esta trampa es transparente (3 ... �c4

4 b3+) y tiene una laguna (4 ... �xc3), pe­ ro las negras prefrrieron:

3 -l:l dl!

La torre blanca no tiene jugada, y las negras amenazan capturarla con ... �c4-b3. Loevenfish se rindió después de 4 �e2

l:l hl S �d3 l:l g1 6 c4 l:l g3+.

PIEZAS BUENAS Y PIEZAS MALAS

La movilidad es tan importante que reali­ zamos increíbles esfuerzos. sarificios in­ cluidos, para hacer que una pieza sea excepcionalmente buena. En el medio jue­ go. los sacrificios de calidad son habituales como una forma de hacer muy buena a una pie1.a menor.

Anand - Shirov

Dos Hermanas 1996

Juegan negras

1 - l:l xfS! 2 '1Vg2!

Anand dijo que las blancas quedarían

mucho peor después de 2 lL!xf5 �xf5 y 3 lL!d7. debido a que las piezas menores negras estarían magníficamente situadas. en particular el alfil de f5.

2 - a4 3 �a2 l:l f4!

Las negras ofrecen la torre en otra ca­ silla y a cambio de una pieza düerente: 4 �xf4? exf4 serviría a dos propósitos, uno es abrir la gran diagonal para el alfil de g7. y eliminar de paso al mejor defensor blan­ co de las casillas negras.

4 c3!

Las blancas se disponen a dar seguri­ dad a su rey con 5 �e3 y 6 0-0-0. Ahora se inició un difícil medio juego. con 4 - l:l h4 S h3 �fS! 6 lL! xfS gxfS 7 'irg6.

Hasta en el final, donde las piezas suelen tener mayor radio de acción y los valores materiales son más claros, se producen sacrificios para mejorar la mo­ vilidad. Fine dijo que situar una torre en la séptima fila equivale a un peón de ventaja. A veces. es igual de importante la octava fila.

Plachetka - Bareev

Tmava 1989

(35)

36 EL VERDADERO VALOR DE LAS PIEZAS EN AJEDREZ

Las negras no deberían estar perdidas, pero tienen el problema de defender la to­ rre y el peón atacado ( 1 l:l a8 2 l:l b3 y l:l b7).

1 - l:l c8!

Ahora la torre es lo bastante buena co­ mo para hacer tablas (2 lt:\d4 �f7 3 l:l b3 a4 ).

2 lt:\xa5 b6

Las negras no pueden dominar mucho tiempo la segunda fila, porque las blancas disponen de l:l f2. Pero disponen de con­ trajuego suficiente, a base de ... l:lcl+ o ... g5. Por ejemplo: 3 l:l f2 l:lc3 4 l:l a2 g5.

3 b4 : ct+ 4 wa ttJc3

Y las negras hicieron tablas cómoda­ mente, tras S lt:\b3 lt:\e4+ 6 we2 l:l c2+ 7

q¡,e1 l:lal.

Otra forma habitual de búsqueda de la movilidad en el final se produce con alfiles de diferente color. Activar a un alfil a me­ nudo equivale a un peón.

Ruggeri Ladercbi - Kosten

Correspondencia 2001

Juegan negras

Las blancas no tienen problemas des­ pués de la natural 1 ... � g5 2 W f3 W d6 3 �e4 wc5 4 �c2.

1 - f3! 2 q¡,xf3 �gS

A costa d e u n peón , l a s negras han abierto una diagonal para j ugar . . . � e l ! .

J wg4

En caso de 3 �c6 �el 4 �xa4 �xb2 5 c4 �xa3, el alfil negro habría ganado dos peones en el flanco de dama, impi­ diendo que un tercero fuese peligroso.

3 -�el 4 whS �f6

Aquí las blancas jugaron 5 �c6, y se acordaron tablas, en vista de 5 . . . � g7 6 �xa4 �xb2. Una continuación crucial habría sido:

S c4! �xb2

Es demasiado lento 5 ... �g7?, debido a 6 c5 �xb2 7 c6�

6 � xb6 �xa3 7 �e4 weS 8 �b1 �d4 9 g4 wc3!

Para las negras es útil mantener en el tablero el peón e, a fin de bloquear la dia­ gonal a2-g8 para el alfil blanco, algo que resulta significativo después de:

10 gS �b2

11 eS!

Ahora son las blancas quienes sacrifi­ can material.

11 - �xcS

Referencias

Documento similar

En junio de 1980, el Departamento de Literatura Española de la Universi- dad de Sevilla, tras consultar con diversos estudiosos del poeta, decidió propo- ner al Claustro de la

Sanz (Universidad Carlos III-IUNE): &#34;El papel de las fuentes de datos en los ranking nacionales de universidades&#34;.. Reuniones científicas 75 Los días 12 y 13 de noviembre

(Banco de España) Mancebo, Pascual (U. de Alicante) Marco, Mariluz (U. de València) Marhuenda, Francisco (U. de Alicante) Marhuenda, Joaquín (U. de Alicante) Marquerie,

Habiendo organizado un movimiento revolucionario en Valencia a principios de 1929 y persistido en las reuniones conspirativo-constitucionalistas desde entonces —cierto que a aquellas

La determinación molecular es esencial para continuar optimizando el abordaje del cáncer de pulmón, por lo que es necesaria su inclusión en la cartera de servicios del Sistema

La siguiente y última ampliación en la Sala de Millones fue a finales de los años sesenta cuando Carlos III habilitó la sexta plaza para las ciudades con voto en Cortes de

Ciaurriz quien, durante su primer arlo de estancia en Loyola 40 , catalogó sus fondos siguiendo la división previa a la que nos hemos referido; y si esta labor fue de

En la parte central de la línea, entre los planes de gobierno o dirección política, en el extremo izquierdo, y los planes reguladores del uso del suelo (urbanísticos y