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Los coras en la época de la expulsión jesuita

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LOS CORAS EN LA ÉPOCA

DE LA EXPULSIÓN JESUITA

Marie-Areti HERS

Misión Arqueológica Belga

Los CORAS de la sierra de Nayarit constituyen uno de los grupos indígenas mexicanos que mejor han conservado su cultura. Desde tiempos de Cari Lumholtz (1902) se multipli-caron los estudios antropológicos, a, través de los cuales cono-cemos la originalidad de su organización político-religiosa.1 Curiosamente, se ha prestado poco interés a su historia,2 de la cual sólo conocemos el momento de la conquista militar en 1722,ñ pues las publicaciones son escasas sobre las etapas ulteriores. Por ello pareciera que los coras no hubieran cam-biado después, encerrados en su serranía abrupta, como en una fortaleza natural, y que sólo despertarían de vez en cuan-do, como en tiempos de Lozada.4

Las primeras décadas que siguieron a la toma de la Mesa del Tonati en 1722 no significaron para los coras n i trastorno demográfico n i pérdida de territorio. La corona se preocupó sólo por mantener la paz en la serranía y la seguridad en sus contornos, conteniendo a la nación guerrera cuya conquista

i

Vid. e n p a r t i c u l a r H I N T O N el al., 1972. V é a n s e las e x p l i c a c i o n e s so-b r e siglas y referencias a l f i n a l d e este a r t í c u l o .

i D o s e s t u d i o s h a n sido consagrados a l a h i s t o r i a p a r t i c u l a r d e l o s

c o r a s : S A N T O S C O Y , 1899, y G U T I É R R E Z C O N T R E R A S , 1974.

3 Pava l a é p o c a a n t e r i o r a l a c o n q u i s t a de 3 722, las i n f o r m a c i o n e s

p r o v i e n e n d e P O N C E , 1968; A R R E G U Í N , 1946; T E L L O , 1 8 9 1 ; A R I A S Y S A A V E

-DRA, 1899. L a s p r i n c i p a l e s fuentes p a r a la h i s t o r i a d e l a c o n q u i s t a son las o b r a s d e los j e s u í t a s : O R T E G A , 1944, y A L E G R E , 1960. L o s hechos m i l i -tares e s t á n r e p o r t a d o s en Autos, 1964. D e t a l l e s c o m p l e m e n t a r i o s se e n -c u e n t r a n e n l a Gaze la de México, N o s . 1 , 2 y 4 (1722), y e n M O T A P A

-D I L L A , 1870.

4 B A R B A G O N Z Á L E Z , 1956; M E Y E R , 1959; M O N T O Y A B R I O N E S , 1972.

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tanto había costado debido a barrancas y peñascos. La paci-ficación fue la obra de unos cuantos jesuítas y una reducida tropa de soldados, distribuidos en diversos presidios. Por ello no deja de surgir la interrogante sobre los cambios que re-sultaron de la acción misionera que tuvo lugar entre 1722 y 1767.

El cambio económico fundamental tuvo lugar mucho tiem-po antes de la conquista con la adopción de los animales traídos del Viejo Mundo, que modificarían en forma defini-tiva el comercio, la agricultura y el papel de la cacería en la economía de los serranos. A l tomar la Mesa del Tonati, el capitán y gobernador Juan Flores de San Pedro fue el primero en saquear a los habitantes, menguando sus animales. El triste estado en que quedó la sierra dice mucho de la importancia que daban los coras a esos animales.5

La acción jesuíta afectó sobre todo a la organización político-religiosa, puesto que para asegurar un control mí-nimo sobre la población se trató de erradicar el culto al oráculo de la Mesa del Nayar, punto central de la vida política, militar y religiosa de la nación cora, que influía in-cluso en los huicholes y algunos grupos de la costa.

La mejor información sobre tal culto es la del padre fran-ciscano Arias y Saavedra, quien hacia 1672 realizó una en-cuesta formal en la Mesa. Varios autores han descrito el famoso santuario, con sus imágenes sorprendentes: cuatro es-queletos completos y armados, sentados y profusamente ata-viados. También sabemos cómo unas mujeres, auténticas pi-tias, trasmitían demandas a las imágenes. Arias y Saavedra refiere detalles sobre el papel de esos esqueletos, advirtiendo que no había que confundirlos con cualquier "tlatoani" en vida

. . . porque si bien tienen señor o tactoane, responden que sí, pero como ellos llaman con este término a cualquier hombre de caudal, o canas, o puesto, es equívoco entre ellos, pues cuando

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les preguntan quién es, dicen que el Nayarít, y a s í lo es cierto que no lo reconocen como a rey, sino como a oráculo . . . Y a s í han mirado a los descendientes desta genealogía [del jefe h i s

-tórico Francisco Nayarit, que murió hacia el primer cuarto del siglo xvn] no como a reyes y señores naturales sino como a cuerpos que han de tener aquel asiento de aquel culto y adoración.6

El oráculo se consultaba para asuntos políticos, militares y labores de la milpa. La principal divinidad representada por esos esqueletos era el Nayarit o Piltzintli Xucaty Tapao, que según Arias y Saavedra quiere decir " H i j o de Dios que está en el cielo y en el sol, que conduce exércitos y matador". Nayarit también significaba "adivino".

La ceremonia del oráculo reunía a toda la nación cora y era un valioso instrumento de unidad, valioso sobre todo por estar en u n medio propicio al aislamiento de cada población, ya que era consultado también por los vecinos del oriente, los huicholes, y ciertos grupos de la costa.7 Y tuvo tal im-portancia que la conquista de la Mesa se concluyó sólo al quemarse los esqueletos del oráculo en u n auto público de fe en la ciudad de México.8 Una vez destruido el oráculo fue imposible una acción concertada de toda la nación cora; sin embargo, los serranos no perdieron la ilusión de rescatar su libertad y tal sentimiento animó varios levantamientos arma-dos y resurgimientos idolátricos.

En agosto de 1767 llegaron los franciscanos a ocupar las

í» A R I A S Y S A A V E D R A , 1899, p p . 17-18.

7 E l o r á c u l o es poco m e n c i o n a d o e n r e l a c i ó n c o n los h u i c h o l e s :

A R I A S Y S A A V E D R A , 1899; C O V A R R U I I Í A S , 1939, p . 3 4 0 . A d e m a s , u n c u l t o

s i m i l a r e x i s t i ó e n e l t e r r i t o r i o h u i c h o l . Así, e n 1726, se d e s t r u y ó u n s a n t u a r i o s e m e j a n t e a l d e l a Mesa e n l a sierra d e T e n z o m p a . Vid. A R ¬ L E G U I , 1 8 5 1 , p p . 58-59. A fines d e l siglo p a s a d o t o d a v í a se veneraba, e n las i n m e d i a c i o n e s de P o c h o t i t a , a M a j a k u a g y , h é r o e c u l t u r a l , b a j o la f o r m a d e u n esqueleto. D I G U E T , 1899, p p . 8-9.

8 E l a c o n t e c i m i e n t o es a m p l i a m e n t e descrito e n los relatos de l a c o n q u i s t a . Vid. n o t a 3. E l ú l t i m o c a d á v e r i d o l a t r a d o f u e e n c o n t r a d o y d e s t r u i d o e n 1/30 p o r e l p a d r e C o v a r r u b i a s . C O V A R R U B I A S , 1939.

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misiones de los jesuítas, cuya salida había dado pie a sueños de libertad. Los indios contaban además con la división entre sus administradores. En efecto, de 1767 a 1768, el coman-dante de la provincia del Nayarit y del presidio de San Xavier Valero en la Mesa del Tonati, Miguel Antonio de Oca, favorecía a los indios porque tenía problemas con los jesuítas y más tarde con los franciscanos. De Oca, además, ciaba mal trato a su tropa y, según sus adversarios, había pactado con los indios por miedo, dejándoles amplia libertad a cambio de paz y promesas de no alborotar abiertamente.9 En julio de 1768 llegó el nuevo comandante, Vicente Ca-ñaveral Ponce de León, quien no escatimaría esfuerzos en la persecución de los revoltosos y en la erradicación de la idola-tría hasta su muerte por el escorbuto en 1771. Para nuestra suerte, su celo no le impidió ser un investigador acucioso v sus informes son claros y detallados. Nos interesan en par-ticular su minuciosa encuesta de 1768 sobre la idolatría y el proceso al jefe rebelde Manuel Ignacio Doye en 1769. Ambos documentos resultan muy reveladores del estado en que los jesuítas dejaron la provincia.

El primer documento es un largo expediente 1 0 sobre in-dios idólatras, donde comparecen sacerdotes y sacerdotisas de unos sesenta años, es decir, personas que habían sido jóve-nes al tiempo de la toma de la Mesa del Nayar en 1722 y que serían después condenados a prisión o deportados a La Habana. También aparecen unos cuantos jóvenes a quienes se dejaría en libertad por considerarlos víctimas de los ancia-nos. El relato se interrumpe aquí y allá con la descripción de los ídolos encontrados en cuevas y otros lugares de difícil acceso, ídolos que serían quemados en público.

Cada detalle del documento resulta importante para el estudio de la religión cora, en particular por la falta de do-cumentos similares para esa época. Los declarantes indios

ft A G N M , Provincias Internas, v o l . ff. 139-151.

10 " I n f o r m a c i ó n " , f f . 81-124.

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repiten mucho lo mismo, pero todos aportan algún dato nue-vo, de suerte que cualquier corte en las citas resulta arbi-trario. Hemos optado en este estudio por sintetizar los aspec-tos que resultan al confrontar todas las declaraciones con citas que consideramos más que nada como buenos ejemplos.

X a encuesta se llevó a cabo en seis pueblos: San Pedro Iscatán, San Juan Corapan, El Rosario, Jesús María, La Mesa del Tonati (o Mesa del Nayar) y San Francisco. A l llegar a los casos de Santa Teresa, Huaynamota, San Juan Peyotán y Santa Rosa el comandante estimó necesario suspender tem-poralmente las operaciones por razones de seguridad, reanu-dándose en 1769 con la persecución y aprehensión del jefe rebelde de Santa Teresa, personaje central del segundo do-cumento.

De la lectura de ese rico conjunto de información resal-tan aspectos de la vida religiosa, originados en la renovación del culto a los ídolos destruidos. Bautismos y curaciones pa-recen no haber cambiado desde tiempos remotos, mientras que el culto de ciertos ídolos era resultado de una reconsti-tución reciente a principios de 1767.

El bautismo de los recién nacidos se celebraba en lugares retirados de los pueblos, rociando con agua a los párvulos durante un mitote:

. . . el modo de ofrecer a las criaturas es llevarlos a un sitio des-viado de los pueblos, a donde el sacerdote, concurriendo con los convidados, piden a sus dioses se críen con robustez y fuerza; cantan y bailan y con un guisopo los rocían con agua del río . . . 11

Realizaba la ceremonia indistintamente un hombre o una mujer. Así, en el caso de la vieja Marcela de Iscatán

. . . . la declarante tenía el ministerio de lavar a los recién na-cidos de su pueblo con agua de ciénega (circunstancia esencial

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s e g ú n sus r i t o s ) p a r a q u e se* c r i a r a n r o b u s t o s y n o se d e s g r a -c i a r a n . . .1 2

. . . c o m o s a c e r d o t i s a t e n í a e l l a e l p a r t i c u l a r m i n i s t e r i o d e b a u -t i z a r a l o s r e c i é n n a c i d o s d e su p u e b l o , e c h á n d o l e s a g u a d e s d e l a c a b e z a , a c o m p a ñ a d a e n s u l e n g u a t e c u a l m e d e estas p a l a b r a s :

IsUTuetniguci, Püpciuc IcochecJic, Y ore petec icicaguia, tavaTgeo

Pcricq Giiacoyen Tobaic vayahuic, q u e p o r ser d e l i d i o m a a n

-t i g u o d e a n -t e s d e l a c o n q u i s -t a s ó l o e n -t i e n d e n -t a l c u a l v i e j o o v i e j a y n o se les e n c u e n t r a a j u s t a d a t r a d u c c i ó n a l c a s t e l l a n o , m e x i c a n o n i c o r a , p e r o p a r e c e ser su e q u i v a l e n t e : " D i o s M a -d r e , y n a c i ó esta c r i a t u r a , y se h a e m p e z a -d o a a l i m e n t a r -d e l a l e c h e m a t e r n a , b a j o d e t u p r o t e c c i ó n l a p o n g o p a r a q u e se c r i e f e l i z y p r e s e r v e d e d a ñ o ; a c u é r d a t e d e l a c i é n e g a d e d o n d e v i n o e s t a a g u a " . . .3 8

En cuanto a las curaciones, se mencionan dos tipos: una por confesión de los enfermos y otra por sahumerio de pipa. Sólo en una ocasión se presenta el caso de confesión y nuevamente se trata de la vieja Marcela de Yscatán, sacer-dotisa tecualme

P r e g u n t a d a si ( c o m o d i c e n g e n e r a l m e n t e ) es c i e r t o q u e c o n f e s a b a a l o s e n f e r m o s , r e s p o n d e q u e s ó l o a s u h i j o h a c o n f e -s a d o . R e c o n v e n i d a n u e v a m e n t e q u e d i g a l a v e r d a d -s o b r e e-ste a s u n t o , d e c l a r a ser c i e r t o h a b e r c o n f e s a d o a o t r o s m u c h o s e n f e r m o s , e x o r t á n d o l o s a q u e l e r e v e l a s e n sus c u l p a s y a s e g u r á n -d o l o s -d e q u e s a n a r í a n c o n esa -d i l i g e n c i a .1 4

Apegados estrictamente al documento, podríamos suponer que bautismo y confesión, documentados para gente de Ysca-tán, eran ritos que diferenciaban a los tecualmes de sus ve-cinos coras, a pesar de que se habían asimilado enteramen-te al grupo mayoritario en otros aspectos religiosos. Sin embargo, es más prudente mantener la interrogante, ya que la diferencia puede resultar una mera casualidad.15

12 " I n f o r m a c i ó n " , f. 9 1 . 13 " I n f o r m a c i ó n " , f. 94.

14 ídem.

i*> Sobre la v e c i n d a d e n t r e coras y tecuames, Vid. J I M É N E Z M O R E N O , 1970, p p . 17 25.

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En cambio el sahumerio sí se llevaba a cabo en los seis pueblos para curar a los enfermos:

...ella y su marido [Marcela de Yscatán], que era sacerdote, sahumaban a los enfermos con tabaco macuche, quemado en chacuacos, para que sanaran por este supersticioso medio,i«

Entre los principales "apóstoles del diablo, llevados a comparecer, figuraban dos curanderos de San Juan Cora-p a n . . . JoseCora-ph Luis, alias ACora-parejo, cantor de mitotes y supersticioso curandero o chacuaquero de los enfermos; [y] el gobernador del pueblo de San Juan, Antonio, también mi-totero y chacuaquero. .. Este último ofrece muchos de-talles, declarando que

. .. curaba a los enfermos sahumándolos misteriosamente con chacuacos (que son unas pipas de barro de una octava de largo), llenos de tabaco macuche hediondo, gritándole a la Madre (dei-dad imaginaria) que saliera la enferme(dei-dad de aquel enfermo.^

Según este testimonio, la divinidad que propiciaba el ali-vio del enfermo era la Madre, aunque no era la única en asistir al curandero. En efecto, dentro de los ídolos familiares aparece con frecuencia Tajachi (o sea el Hermano Mayor, también llamado el Bienhechor), protector contra la peste y las enfermedades. El ídolo que lo representa puede ser, en parte, un chacuaco de curandero.

Para asegurar la protección de los párvulos y de los enfer-mos los nayaritas seguían confiándose a sus antiguas creen-cias, cumpliendo con gran recato y secreto sus ritos y reunién-dose en mitotes familiares, ya que la religión de los intrusos no parecía servir para la supervivencia de toda la comunidad y no suplía la fuerza de los antiguos dioses. Por ello, coras y huicholes aprovechaban las circunstancias favorables en 1767

i c " I n f o r m a c i ó n " , f. 94. 17 " I n f o r m a c i ó n " , f. 92v. 18 " I n f o r m a c i ó n " , f. 98.

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para volver alegre y casi abiertamente a sus antiguos dioses; de manera que dieron nueva vida y nueva forma a los ídolos perseguidos desde 1722 y reorganizaron un auténtico sacerdo-cio, con acceso exclusivo a los santuarios.

Con excepción del caso del ídolo de Jesús María, todas las declaraciones concuerdan en que la orden de empezar la re-novación vino de Granito, sacerdote del dios Tallao, Nuestro Padre, en la Mesa del Nayar. Granito mandó avisar a prin-cipios de 1767 a los principales de los pueblos (curanderos y autoridades civiles) que ya no los iban a perseguir con aprobación de México. Los coras podrían recurrir a sus dioses para lograr cosechas abudantes y protección contra las enfer-medades. Pero también era tiempo de reconciliación. Se anun-ciaba, entre rumores, que el fin del mundo se acercaba y vendría una gran enfermedad, por lo que había que aplacar la ira de los dioses, así que

. . . d e s d e e l p r i n c i p i o d e l a seca a c á , h a n h e c h o r e p e t i d o s m i -t o -t e s , a c a u s a d e h a b e r -t e n i d o l a n o -t i c i a de q u e e l m u n d o se a c a b a b a y p o r eso c l a m a b a n c o n f r e c u e n c i a a sus d i o s e s . . . i »

Los misioneros y los soldados no habían dejado santuarios intactos ni ídolos enteros. Pero todos los indios insistían en que los ídolos recogidos en 1768 eran sólo representaciones de los antiguos:

. . . c o m o e n l o s t i e m p o s p a s a d o s q u i t a r o n t o d o s sus í d o l o s a l o s n a y a r i t a s , y n o les q u e d ó r e l i q u i a a l g u n a , c o n e l f e r v o r , e l a m o r y e l d e s e o , e n estas f l e c h a s , c u e n t a s y t r a p o s a d o r a n l a r e p r e s e n t a c i ó n d e e l l o s ; q u e n o e s t á n a l l í f í s i c a m e n t e , p e r o c o n e l o b j e t o p r e s e n t e q u e les h a c e r e c u e r d o v e n e r a n l a m e -m o r i a d e susi a n t i g u o s d i o s e s .2 0

La llegada del nuevo comandante en 1768 aplacó la reno-vación religiosa recién nacida. Sin embargo, prometía rena-cer muy pronto:

19 " I n f o r m a c i ó n " , f. 85. 20 " I n f o r m a c i ó n " , f. 88v.

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. .. cuando empezaron los rumores de que yo el actual coman-dante pensaba en extinguir los ídolos y se prehendió a su marido Joseph Chepe [el primer sacerdote de uno de los dos ídolos generales de la Mesa], que fue el primero, hallándose la declarante en su rancho recibió un recado del gobernador Pedro Antonio . .. que apartase la mitad del ídolo de su marido para qué en casó de que él confesase y lo descubriera no se perdiese todo; que la declarante, deseosa de ser instrumento del restablecimiento del ídolo en adelante y que por su vigi-lancia se le renovará el culto, separó veinte y cinco flechas compuestas y las trasladó ocultamente a las oquedades en donde se encontraron, siempre con ánimo de ser, la declarante, cuando llegare el oportuno tiempo, autora y restauradora de la devo-ción . . . 2 1

En esa renovación se puede distinguir claramente entre el culto público al dios principal cora, Tallao (el Sol Nuestro Padre), y el familiar a divinidades menores como el Hermano Mayor y la Madre. El culto a Tallao reunía a cada pueblo y, en cierta medida, a todos los serranos, mientras los otros ser-vían a las necesidades inmediatas de cada familia. En cuatro de las seis poblaciones el ídolo principal era Tallaopa-Sicat (Nuestro Padre-el Sol), representado por unos chalchihuites, una piedra color tabaco o un manojo de cinco flechas prin-cipales, reliquias de los antiguos ídolos destruidos. Sus ado-radores les tributaban flechas adornadas con plumas, trapitos, abalorios, alamarcitos de lana pintada, colas de venado y aba-lorios en sartillas o adornando jicaras.

El primer sacerdote de cada uno de esos ídolos fue nom-brado por el sacerdote principal de la Mesa y por el consejo del pueblo. Los curanderos en general conservaban las reli-quias y les dedicaban un culto privado y oculto antes de 1767. Ahora participaban todos en los mitotes, hombres y mujeres, niños y ancianos, y el ídolo era guardado en santuarios apar-tados, donde sólo el primer sacerdote y sus ayudantes podían penetrar.

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26 M ARIE-ARETI HERS

En San Juan Corapan la situación aparentemente era si-milar, pero el primer sacerdote logró huir y el ídolo escapó a la pesquisa, por lo cual el documento no proporciona deta-lles sobre el ídolo principal de este pueblo. En Jesús María había diferencias marcadas: la divinidad se llama Pinite (el Poderoso). En su renovación pública no hay ninguna inter-vención de la Mesa, ya que parece haber sido anterior, de hacia 1761. Sin embargo, ningún declarante subrayó esa dife-rencia y en otros aspectos era similar. Es por ello difícil eva-luar la significación de tales particularidades. El culto al "ídolo general", sin, embargo, recuerda el oráculo de la Mesa al que nos referimos al principio. Se trata de la divinidad suprema y, aunque sea sólo en el dominio religioso, la Mesa ejercía una preponderancia. La separación era tajante entre sacerdotes y ayudantes con acceso exclusivo a los santuarios por un lado, y por otro el público general de los mitotes, pero las ceremonias unían a cada pueblo en su totalidad. El nuevo culto no oodía dar a la nación cora la unidad polí-tica y militar que le había dado el oráculo, pero seguía siendo el peligro principal para un control efectivo por parte de los colonizadores. Por eso lo consideramos el aspecto más impor-tante de la renovación religiosa, que trataremos de mostrar con citas referentes a los diversos pueblos.

En la Mesa del Nayar, como en San Francisco, hubo dos ídolos de Xallao, cada uno con su santuario y sus sacerdotes. La dispersión era quizás una medida defensiva contra el con-trol español, y que aprovechaba el relieve extremadamente escarpado. Granito había huido y su ayudante fue el infor-mante. Según éste,

. . . él servía de ayudante al ídolo llamado Tallaopa.. . ídolo, principal entre todos [que] adoraba casi generalmente este pue-blo de la Mesa; que el principal objeto de la adoración sobre que recaía el nombre de Tallaopa o Nuestro Padre eran tres chalchihuites, o piedrecitas taladradas, pendientes de tres flechas compuestas; que a dicho ídolo servía de sacerdote Antonio Ló-pez, alias Granito, y el declarante de segundo ministro; que

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LOS CORAS EN LA ÉPOCA DE LA EXPULSIÓN 27

varios del pueblo de Yscatán adoraban también al expresado ídolo .. .

. . . preguntando que dónde veneraban dicho ídolo antes de ocultarlo, responde que tres años se estuvo adorando en la uusma casa de Antonio [alias Granito] dentro del pueblo, y que dos años hace se trasladó a una cueva cerca del paraje donde se encontró, manteniéndosele en ella el culto, y allí cerca la celebración de sus mitotes . . . 2 3

La declaración del sacerdote del segundo ídolo de la Mesa expone la filiación con el primer ídolo:

. . . él Qoseph Chepe] tenía un ídolo en una cueva del cerro de la Joya, a quien adoraban muchos del pueblo de la Mesa, y concurrían a sus mitotes en obsequio de dicho ídolo llamado Tallaopa, o Nuestro Padre, que se componía de una ollita con cuentas de vidrio o abalorios y considerable número de flechas; que ahora dos años, cuando vino la última vez a la provincia el anterior comandante, Antonio López, alias Granito, sacer-dote del ídolo general de la Mesa, que se veneraba en el cerro de San Gregorio, le dio dos flechas de las que tenía tributadas dicho ídolo general, mandándole que, con esta reliquia, formase el declarante otro, respecto de que las justicias de su pueblo lo permitían ya . . .2 4

Otra de las referencias de ese ídolo nos interesa no sólo por los detalles sobre el carácter exclusivo de los santuarios o sobre la restauración de las imágenes sagradas, sino tam-bién porque el declarante había sido depuesto de su cargo de gobernador por idólatra. Obviamente, los españoles no po-dían aceptar que la organización política se confundiera con la religiosa tradicional, porque corrían el riesgo de perder su control efectivo. A la inversa, los lazos estrechos entre vida política y religiosa es característica del sistema sincrético

ac--2 " I n f o r m a c i ó n " , f. 109v. -3 " I n f o r m a c i ó n " , f. 110. 24 " I n f o r m a c i ó n " , f f . 105-105v.

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tual de los Coras y contribuye vigorosamente a la unidad de las comunidades:

Dijo [Pedro Antonio] que él adoraba al ídolo de que era sacerdote Joseph Chepe; que dicho ídolo se llama Tallaopa o Nuestro Padre; que a él se encomendaba y pedía la abundancia en sus cosechas y demás bienes temporales . . . Que nunca entró en dicha cueva o santuario [del ídolo], porque para esto sólo tenían facultad los sacerdotes y asistentes del ídolo, siendo pro-hibido a todos los otros adoradores por no profanar el sitio sin incurrir en el desagrado de la deidad; que lo único que se permite ver, porque públicamente se presenta, es, cuando hay mitotes, tres flechas de las consagradas al ídolo que de propó-sito se sacan del templo para exponer en dichos actos a la general veneración, de forma que la adoración viene a ser casi por fee . . . Que en el gobierno pasado fue cuando libremente se entregaron a la idolatría y a frecuentar los supersticiosos bailes o mitotes .. . Que el ídolo expresado de Chepe, y algunos otros que estaban repartidos entre los principales viejos de este pueblo, eran producidos y formados de reliquias del principal o general, llamado Tallaopa (cuyo sacerdote era Antonio Ló-pez, alias Granito) y que por eso conservaban su nombre.25

En el caso de San Francisco encontramos a una mujer en un papel de primera importancia para el pueblo. Además es muy clara la actuación de las autoridades civiles instaladas por los misioneros y en oposición radical contra ellos:

.. . idolatrando todo el pueblo de San Francisco, dividido por mitad, adoraba la una el ídolo de una vieja llamada Petrona, bajo el concepto y nombre del Sol, colocado cerca del pueblo, y que la otra mitad adoraba el ídolo de un tal Antonio Ca-rillo, indio alzado, que hace catorce años vive oculto en unas impenetrables barrancas acompañado de una numerosa fami-lia ... Les dijo [la vieja Petrona] que el gobernador Juan Bueno de dicho pueblo, que se huyó, habiéndola llamado el año pa-sado a un cabildo formal que hizo en las casas reales, y

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LOS CORAS EN LA EPOCA DE LA EXPULSION 29

camente delante de los demás justicias y concurrentes, le propuso que había de ser sacerdotisa del Sol (ídolo formado de varias flechas y una olíita con cuentas) respecto de caer en ella legíti-mamente este derecho por haber ejercido su difunto marido el mismo cargo, que ella se resistió... Otro día, habiéndose vuelto a juntar en casa de dicho gobernador. . . le renovaron las ins-tancias asegurándola que no había ya inconveniencia y que aquello era ya permitido por el gobierno de entonces, de lo que pretendieron persuadirla, alegando la libertad con que se hacía... La tercera vez condescendió y admitió el oficio de sa-cerdotisa . . .

El rito de la renovación se repitió en El Rosario con cier-tas variaciones, y el ídolo recobró su lugar en la veneración de toda la población; ciertos cargos se organizaron alrede-dor de su culto, como el del topil:

[Antonio Cuassiveri] era el primer sacerdote y fundador (en compañía de un tal Antonio que se huyó) de un ídolo, a quien veneraba todo su pueblo del Rosario, compuesto de un manojo de cinco flechas adornadas de alamarcitos, plumas y cuentas; que dicho ídolo se llamaba el Padre y tenía agregadas dos olli-tas llenas de cuenolli-tas de abalorio que tributaban por reconoci-miento y devoción todos los indios e indias, sin distinción de # edades, de su pueblo... Que muchos años hace mantenía él reservadas en una cueva cinco flechas viejas, reliquias de un ídolo antiguo, y que ahora un año, en las secas pasadas, ha-biéndole llevado noticia de aquí de la Mesa Antonio [Granito], el que se huyó (llamado vulgarmente el Tencuache), de que ya se podía libremente adorar a los ídolos, sacó el suyo de la cueva, y lo trasladó a un jacal muy bien hecho que de propó-sito fabricó en lo alto del cerro de Tecarita, adornando dicho jacal con muchas plumas, alamarcitos de lana pintada, colas de venado y sartillas de abalorio, y exponiendo su ídolo (que re-novó con otras cinco flechas compuestas) a la pública vene-ración; que desde entonces le están tributando por su mano cuentitas, y adorando fervorosamente todos los de su pueblo,

(14)

so

MARÍE-ARETI HERS

hombres y mujeres, pequeños y grandes... Que cuando se tras-ladó el í d o l o , hicieron un solemne mitote a que concurrieron todos sus paisanos...

Ahora dos años, cuando vino la última vez el capitán pa-sado a esta provincia, Antonio López, alias Granito, primer sacerdote del ídolo general de este pueblo de la Mesa, habiendo convocado al declarante y a otros cuatro paisanos suyos, les dijo que ya podían sin riesgo alguno adorar a sus dioses y hacer sus abusivos bailes o mitotes... Que el mencionado ídolo desde que Cuassiveri lo guardaba en su cueva se llamaba Tallaopa, que sig-nifica Nuestro Padre, y que después que se trasladó al jacal con-servó el mismo nombre.. . Que un año hace Antonio Cuassiveri y el otro Antonio [¿Granito?], que se huyó, lo llamaron y dije-ron que había de ser topile o alguacil de los viejos sacerdotes y ayudante del ídolo... Que su ocupación era avisar a los con-vidados para los mitotes, y a todos cuantos habían de tributar cuentas al ídolo general de su pueblo, llamado el Padre, de disponer los asientos y asear el sitio para las concurrencias. .

El hecho central en las declaraciones tocantes a Jesús María sigue el mismo tenor: una mera reliquia se eleva a la categoría de ídolo de todo el pueblo. Pero, como ya lo sub-rayamos, aquí había divergencias y algunos datos curiosos. En 1761 todavía no llegaba el comandante de Oca, cuya actuación favoreció ese resurgimiento y de cuyo antecesor uo encontramos ninguna referencia a una actitud similar. Ade-más, la singular transacción comercial con un huichol repor-tada aquí sugiere antiguas prácticas prehispánicas. En fin, es la única vez que la divinidad principal cora se nos presenta bajo el nombre de Pinite. Mientras no dispongamos de más informaciones al respecto tendremos que renunciar a inter-pretar esas diferencias:

. . . Dijo [Manuel Sánchez, alias Zacate] que é l era primer sa-cerdote d e l í d o l o llamado Pinite o el Poderoso, a quien adoraba todo el pueblo de Jesús María, que se encontró en la cueva del

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LOS CORAS EN L A ÉPOCA DE LA EXPULSIÓN 31

c e r r o d e P i c a c h o s ; q u e e l m o d o d e c o l o c a r l o y e x p o n e r l o a l a p ú b l i c a a d o r a c i ó n f u e d e esta f o r m a : cjue e l a ñ o d e s e s e n t a y u n o , h a b i é n d o s e r e s t i t u i d o a s u casa d e l p u e b l o d e J e s ú s M a r í a , c o n m o t i v o d e l i n d u l t o g e n e r a l , d e s d e M é x i c o a d o n d e e s t u v o p r e s o p o r a m o t i n a d o , se l e a p a r e c i ó d e n o c h e e n s u e ñ o s u n a f i g u r a ( c j u e n o d u d a f u e s e e l d e m o n i o ) y l e d i j o q u e si q u e r í a ser f e l i z e n t o d o v o l v i e s e o t r a v e z a d a r l e c u l t o ( p o r q u e p o c o t i e m p o a n t e s d e q u e l o l l e v a r a n a M é x i c o se l o h a b í a e s t a d o d a n d o e n o t r o í d o l o , q u e l e q u i t a r o n ) p o n i é n d o l e u n n u e v o í d o l o , y e x o r t a n d o a t o d o s sus p a i s a n o s a q u e l o a m a r a n d e c o r a z ó n ; q u e e n t o n c e s s o l i c i t ó c o n d i l i g e n c i a e l c o n s e n t i m i e n t o d e s u p u e b l o , y l o p r e s e n t ó p a r a q u e l o a d o r a r a n , u n c h a l c h i -h u i t e v e r d e ( q u e -h a s t a e n t o n c e s t r a í a é l c o m o r e l i q u i a d e o t r o í d o l o ) , q u e h a b í a c o m p r a d o a u n i n d i o h u i c h o l e n p r e c i o d e dos r e a l e s , c o n m o t i v o d e h a b e r l e a s e g u r a d o h a b e r s e r v i d o d e a d o r n o a o t r o í d o l o d e su d e v o c i ó n ; q u e p o r m a y o r r e v e r e n -c i a ( -c o m o q u e d i -c h a -c u e n t i l l a o -c h a l -c h i h u i t e se e l e v a b a d e m e r a r e l i q u i a d e o t r o í d o l o a s e r l e g e n e r a l d e s u p u e b l o ) , l o d e p o s i t ó e n u n a j i c a r a a d o r n á n d o l o c o n m u c h a s s a r t a s d e a b a l o r i o s d e d i v e r s o s c o l o r e s p e g a d a s c u r i o s a m e n t e c o n c e r a , f o r m a n d o u n a e s p e c i e d e a l f o m b r a d o ; q u e e n c u m p l i m i e n t o d e l o q u e e l d i a b l o l e e n c a r g ó e n e l s u e ñ o p r e d i c ó f e r v o r o s a m e n t e , a c o n s e j a d o s i e m p r e p o r sus p a i s a n o s [ q u e ] a d o r a r a n a a q u e l d i o s b a j o e l n o m b r e d e P o d e r o s o , y q u e n o se l o c o n s i g u i ó q u e t o d o s sus c o m -p a t r i o t a s l o a d o r a r a n ; sí q u e t a m b i é n a t r a j o a l m i s m o e f e c t o a a l g u n o s d e este p u e b l o d e l a M e s a y a o t r o s d e l d e H u a y -n a m o t a ; q u e e l m a y o r -n ú m e r o d e l o s a d o r a d o r e s t r i b u t a b a -n f l e c h a s a d o r n a d a s d e p l u m a s y c u e n t a s , c o m o t a m b i é n c o l a s d e v e n a d o y h a c í a n m i t o t e s e n o b s e q u i o d e l í d o l o ; q u e ^us a y u -d a n t e s e r a n . . . e l -d e c l a r a n t e y M a n u e l -d e l a T o r r e ; a l o s o f i c i o s d e s a c e r d o t e y a y u d a n t e j u n t a b a n a m b o s e l d e c a n t o r e s e n l o s m i t o t e s . . .2 8

En la época que nos ocupa, como en nuestros días, el panteón cora estaba dominado por tres divinidades: Tallazo (Nuestro Padre el Sol), Tajachi (el Hermano Mayor) y T a t ó (Nuestra Madre). Tallao, vestigio probable de la

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¿2, MARIE-ARETI HERS

gura central del oráculo de la Mesa del Nayar, jugaba u n papel preponderante y su culto, como vimos, tenía u n valor eminentemente político.

Para asegurar la abundancia en las cosechas o la protec-ción contra las enfermedades, los coras invocaban también a las otras dos deidades, pero se trataba de ritos familiares con repercusiones totalmente distintas en cuanto a las relaciones con el poder español. Estos dioses se beneficiaron también ele la renovación de 1767, pero en menor medida. La discre-ción con la cual las familias podían venerarlos permití/) a muchos ídolos escapar a las persecuciones:

. . . c u a t r o a ñ o s h a c e , e s t a n d o p o r m o r i r u n a h e r m a n a s u y a , l l a m ó a l d e c l a r a n t e y l e d i j o cjue l o q u e r í a h a c e r h e r e d e r o d e u n í d o l o q u e e l l a t e n í a e n u n a c u e v a c e r c a d e ese p u e b l o d e l a M e s a , q u e e r a s u m a y o r b i e n ; q u e e l d e c l a r a n t e , h a b i e n d o a g r a d e c i d o y a d m i t i d o l a h e r e n c i a , f u e a l a c u e v a y s a c ó a l d i c h o í d o l o l l a m a d o X a j a c h i o H e r m a n o M a y o r ( D i o s a q u i e n t a m b i é n a d o r a b a n sus p a d r e s y a b u e l o s ) . . .

Los ídolos familiares recogidos por el comandante fueron solamente unos cinco, tres provenientes de Iscatán y dos de la Mesa, aunque recogió noticias de la existencia de otros más en San Francisco.30 Es muy probable que la mayor parte de esos ídolos los escaparan a la persecución, protegidos por el secreto de cada familia. Los detentores de esos ídolos eran sacerdotes principales, curanderos o simplemente ancianos conocedores de los ritos antiguos. En los dos casos de la Mesa, el objeto del culto fue trasmitido por una mujer.8 1 Las cua-tro identificaciones que nos dan de la deidad venerada se refieren aparentemente a la misma: Tajachi (el Hermano Mayor), en la Mesa;8 2 el Bienechor3 3 o la Estrella,8 4 en

-í ! " I n f o r m a c i ó n " , f. 107v.

^0 ídem.

3t " I n f o r m a c i ó n " , f f . 103, 107v. 3- " I n f o r m a c i ó n " , f f . 103, 104, 107v. 33 " I n f o r m a c i ó n " , f. 87v.

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LOS CORAS EN LA EPOCA DE LA EXPULSION 33

Iscatán. El dios era invocado para proteger a sus fieles contra

los rayos,3 5 la peste 3 6 y todo género de enfermedades.87 Los

ob-jetos de culto y los tributos eran los mismos que para Ta-llao: las flechas pintadas y adornadas de trapitos, plumas, aba-lorios, alamarcitos de lana pintada, ollas adornadas de cuen-tas de vidrio. Aquí, en lugar de colas de venado, se usaban

astas.88 Además, aparece el instrumento característico del

cu-randero, la pipa.3 9 El culto era rendido a nivel de la parentela

en las cuevas en donde se guardaban los ídolos o en lasJ casas. En el caso del Bienhechor, el ídolo servía también para las necesidades de los cultivos:

. . . tiene un ídolo particular en su casa a quien él adora con toda su familia, por protector contra la peste, que se compone de las flechitas y trapitos, que también tiene una ollita mis-teriosa con agua para llamar las lluvias, que su ídolo no se

apellida con otro nombre que el de bienhechor...4 0

Bajo este aspecto, el Hermano Mayor se acercaba a la diosa Madre. En la Mesa tenemos un ejemplo muy curioso en donde esas dos divinidades estaban íntimamente relacio-nadas: un mismo ídolo representaba a la vez a Tajachi y a Nuestra Madre:

. . . a este ídolo adoraban el declarante, su cuñado y hermana, pero con la diferencia de que el declarante lo veneraba bajo el nombre, la estimación y el concepta de la Diosa Madre (dei-dad que muchos de esta provincia se figuran) llamada Tató, protectora de las cosechas y dispersadora de la abundancia, y los otros reverenciaban al dicho ídolo bajo el nombre de Ta-jachi o Hermano Mayor, que es otro de los fingidos dioses del

IVayarit...4 1

35 " I n f o r m a c i ó n " , f. 104. 36 " I n f o r m a c i ó n " , f. 87v. 37 " I n f o r m a c i ó n " , f f . 9 1 , 104. 38 " I n f o r m a c i ó n " , f. 92. 3í> " I n f o r m a c i ó n " , f. 107v. 40 " I n f o r m a c i ó n " , f. 87v. 41 " I n f o r m a c i ó n " , f. 104v.

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34 MARIE-ARETI HERS

Éste es el único caso en donde Tató estaba representada. En el documento, sin embargo, se hacen otras menciones de ella: aparecía como protectora de los párvulos, la invocaba el curandero chacuaquero4 2 y hacia ella dirigía sus impreca-ciones el cantor llorón de los mitotes.4 3 Así, las funciones de las dos deidades y su ritual no estaban separadas, y parecían en cierta medida ambivalentes para curar o para propiciar las buenas cosechas.

Otro aspecto importante de la vida ceremonial tratado en el documento es el de los mitotes o "bailes supersticiosos". Este tipo de ceremonia se celebraba principalmente para los bautismos, las curaciones y las diferentes etapas del ciclo agrícola. Eran precedidas por varios días de ayunos de sal. Se desarrollaban de noche, alrededor de un fuego con bailes y cantos. Los ritos más destacados por los declarantes son el lavatorio con agua clara, el rocío con zumo de mezcal, el sa-humerio con las pipas chachuacos y la música del arco sobre el tecomate.

La renovación religiosa afectó, sobre todo, los mitotes en honor a Tallao. Los otros, dirigidos a ídolos familiares, pa-recen haber persistido.

Con los mitotes, todos los coras, durante esas noches pa-sadas alrededor de la lumbre, tenían la posibilidad de diri-girse a los dioses y participar así en los ritos destinados a asegurar el bien de todos los concurrentes:

. . . c a s i t o d o s l o s n a t u r a l e s d e l e x p r e s a d o p u e b l o d e I s c a t á n , h o m b r e s , m u j e r e s , a s o c i a d o s d e v a r i o s d e sus v e c i n o s d e S a n J u a n G o r a p a n y e l R o s a r i o , c u a n d o s i e m b r a n , c u a n d o e s t á n las m i l p a s e n e l o t e y c u a n d o p i s c a n , a y u n a n d e sal, q u e n o p r u e b a n l o s m o z o s c i n c o d í a s y l o s v i e j o s d i r e c t o r e s d e sus a b u s o s d i e z o m á s ; q u e a j u s t a d o e l t i e m p o p r e f i n i d o d e l a y u n o , e l v i e j o d i r e c t o r p r i n c i p a l les d i s t r i b u y e sal, a b s o l v i é n d o l o s d e l e n t r e -d i c h o , y -d e s p u é s s a l e n -d e u n o e n u n o a j u n t a r s e e n u n s i t i o s e ñ a l a d o p a r a l a f u n c i ó n ; q u e a l l í e n c i e n d e n l u m b r e p a r a c h u

-42 " I n f o r m a c i ó n " , f. 98v. 42 " I n f o r m a c i ó n " , f. 97v.

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LOS CORAS EN L A ÉPOCA DE L A EXPULSIÓN 35

par y alrededor de ella cantan, bailan y chupan, dirigiendo el jefe de la cuadrilla el tono; Cjue a un lado elevan un tepextle con orcones, sobre él ponen un tecomate o vasija de calabaza grande; en ella exprimen u n mezcal grueso machacado; dentro de este zumo ponen un mezcal pequeño verde, sin majar, pa-rado y con él un carrizo: mientras están bailando, el viejo director, profiriendo ensalmos y exorcismos, con el mismo ca-rrizo rocía a los concurrentes del zumo que esta en el tecomate. Concluida la función los va untando en la cabeza y en la cara y entonces se retiran, volviéndose al pueblo .44

. . . al mitote que se hizo cuando la traslación del ídolo [de Pinite de Jesús María] . . . en é\ se puso un tecomate sobre que colocaron artificiosamente un arco; se tocaba, y los circundantes bailaban alrededor del fuego que estaba encendido, acompa-ñando el baile con un canto devoto en que se pedía favor a las estrellas para matar venados [¿invocación a Tajachi?] y al cielo para lograr buenas cosechas y todos los bienes temporales [¿invocación a Pinite Xallao?] . . .4 5

U n último aspecto de la vida religiosa cora resalta en el documento: la importancia del papel de la mujer. Todavía no había influencia de la religión católica y aquél no se había restringido. En efecto, había mujeres que bautizaban a los párvulos y curaban a los enfermos, confesándolos. Otras eran las trasmisoras de los ídolos familiares y, aún más, en la cumbre de la organización sociorreligiosa, la vieja Petrona aparece como primera sacerdotisa del ídolo general del pueblo de San Francisco. La única exclusión señalada y subrayada por los declarantes concierne al arco musical usado en ios mitotes:

. . . pusieron un tecomate en medio, que tocaban con un arco en disposición que hiciese bastante ruido, los hombres sólo, por-que a las mujeres era prohibido el tocarlo .. . 4Q

44 " I n f o r m a c i ó n " , f f . 83v-84. 45 " I n f o r m a c i ó n " , f . 96v. 46 " I n f o r m a c i ó n " , f . 85v.

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36 MARIE-ARETI HERS

En conclusión, al comparar la situación que pinta el do-cumento con la de 1722 o la actual, se puede constatar que los coras seguían luchando para preservar el punto clave de su organización social: el culto a la divinidad principal. Ese culto era el instrumento principal de la cohesión de cada pueblo. Entonces, como ahora, la cohesión era importante para sobrevivir en una economía primitiva y con los recursos limitados de un medio tan particular. Los misioneros logra-ron destruir el oráculo central de la Mesa, pero el culto a Tallao sobrevivió v renació con fuerza sorprendente en 1767. Este culto sigue hoy vigente.

Los intentos de los españoles de dividir a la población por medio de una nueva organización política fracasaron, pues con la renovación de 1767 la mayoría de las nuevas autoridades recayeron en sacerdotes tradicionales y los coras borraron así esa dictomía que se les quería imponer.

Los estudiosos del sincretismo cora, como I limón.1 7 se basan en autores antiguos para considerar que desde antes de la llegada de los jesuitas ese grupo ya había asimilado deidades cristianas a su panteón. En efecto, Arias y Saavedra discurre sobre las similitudes entre la trinidad cora y la cris-tiana, y Ortega reporta semejanzas entre Cristo y el Hermano Mayor.4 8 Sin embargo, de la lectura del documento que nos ocupa, los coras no hacen la más mínima referencia al pan-teón cristiano. De modo que esa supuesta temprana asimila-ción de la religión católica parece más bien una interpreta-ción basada sobre meras similitudes. N i aun para protegerse de castigos como el destierro los declarantes recurrieron a una confusión, por ejemplo, entre Nuestra Madre y la virgen María, imágenes asociadas actualmente. Tampoco el coman-dante que fue a poner en orden la provincia y propició los juicios contra los idólatras mencionó la menor confusión por parte de los serranos entre las dos religiones. Por eso supo-nemos que fue durante el siglo y medio que vivieron sin

47 H I N T O N et al., 1972, p p . 9-32.

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LOS CORAS EN LA ÉPOCA DE LA EXPULSION 37

control misionero cuando los coras lograron integrar el culto de las deidades cristianas, poniéndolas al servicio de su orga-nización para reforzar la cohesión de sus comunidades a tra-vés del sistema político-religioso y de ese modo conservarse como grupo particular:

. . . es obvio que el eje sobre el cual gira la organización social cora sea la jerarquía cívico-religiosa. Dicha organización liga a la comunidad en un sistema completo de intereses y acciones recíprocas y al mismo tiempo evita su contacto con el mundo exterior... Si se destruyera esa organización o fuera seriamente debilitada, la sociedad cora perdería su principal factor e inte-grante y, en ese caso, se puede anticipar su derrumbe y acul-turación.49

Otro documento, titulado "Proceso criminal formado a Manuel Ignacio Doye por idólatra y tumultuario", de sep-tiembre-octubre de 1769,50 viene a completar el panorama de la situación de 1767. La reacción de los coras a la acción jesuíta no fue solamente religiosa: también hubo una serie de levantamientos armados, dirigidos por jefes religiosos y militares a la vez, continuadores de la línea del Tonati.5 1

El último de esos caudillos fue Manuel Ignacio Doye, del pueblo de Santa, Teresa. Su aventura da otra dimensión, épi-ca, a la historia de su nación, y nos hace palpar todas las luchas e ilusiones que se sucedieron tras de ese fenómeno del sincretismo:

Real Presidio de la Mesa del Tonate y octubre 19 de 1769. Este día, a las cuatro de la tarde, entraron en este presidio el sargento, soldados e indios que salieron el 17 en solicitud de Manuel Ignacio Doye, trayéndolo amarrado sobre un macho,

4í> H I N T O X et al, 1972, p . 32.

50 " P r o c e s o " , f f . 382-420.

o í E l T o n a t i t u e u n a f i g u r a p r i n c i p a l d u r a n t e la c o n q u i s t a de 1722. A p a r e c i ó t o d a v í a , p o r ú l t i m a vez, encabezando u n a r e b e l i ó n f a l l i d a en 1758, c i t a d a e n este d o c u m e n t o .

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38 MARIE-ARETI HERS

y también a Nicolás Santos, natural de Santa Teresa, y a su hermana Catarina, manceba de Manuel Ignacio; y habiendo dado, en nombre del rey, gracias a todos por la importante presa cjue habían hecho, les repartí por vía de gratificación, de mi bolsillo, cincuenta pesos. Después hice reconocer a Manuel Ignacio, a quien se le encontraron cuatro heridas en el lado izquierdo, según dicen, de los cintarazos que le dieron para que se rindiera, y un gran tumor empedernido sobre el cuadril derecho, procedido, según informan, de los recios golpes que sej dio habiéndose precipitado ciegamente con el soldado Javier Revelez por un áspero y profundo barranco. Prontamente man-dé que lo curaran, teniéndolo asegurado con un par de grillos en el cuerpo de guardia . . .

[El sargento de la compañía] dijo que habiendo salido a medio día del 17 de este presidio . . . , a las doce de la noche entró en el pueblo de Santa Teresa y sigilosamente prendió a Fermín Rodríguez... que los condujo a su rancho de las Ca-bezas, donde también lo tiene su hermano Casimiro; que en-contrando allí a la mujer de éste y a su suegra... separó a la hija de la madre, y estrechada sobre el particular dijo que la verdad era que en su casa hacían de comer a Manuel Ignacio, quien acudía a ella con frecuencia, y habiendo dado también razón del lugar donde se recogía de noche... llegaron al sitio como a las cuatro de la madrugada; que dejaron los caballos retirados, y procurando caminar a pie, sin ruido, desde un pe-ñasco alto con el crepúsculo del amanecer divisaron en una cueva de muy poco fondo a Manuel Ignacio, a Nicolás Santos y a su hermana .. . Acordonó la tropa . .. para que ninguno de los tres se escapara . .. dio el grito, mandando a los reos que no se movieran, pero que todos se pusieron en huida, saliendo Manuel Ignacio con dos flechas apuntadas para ha-cerse lugar, en el arco, su carcaj y su machete terciado en el brazo. Que encontrándose por el lado por donde intentó ca-minar con el cabo Javier Revelez, que le salió al encuentro, desesperadamente se precipitó con él por un barranco muy hondo y pedregoso a cuyo plan llegaron, sin duda por provi-dencia sobrenatural, vivos, pues parecía imposible no haberse hecho pedazos . . . Habiendo bajado al lugar donde estaba Ma-nuel Ignacio con Revelez, por una ladera, los soldados... a todos los encaraba y resistía el indio temerariamente, Oue ñor

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LOS CORAS EN LA ÉPOCA DE LA EXPULSION 39

e s t o f u e p r e c i s o t i r a r l e m u c h o s c i n t a r a z o s p a r a r e n d i r l o ; q u e ú l t i m a m e n t e l l e g ó e l s a r g e n t o y e l i n d i o , y a v o m i t a n d o e s p u -m a s , se e n t r e g ó ; q u e h a b i é n d o l e a -m a r r a d o , y a N i c o l á s S a n t o s , l o s c o n d u j e r o n c o n l a m u j e r a l a c á r c e l d e l p u e b l o d e S a n t a T e r e s a . . . y d e a l l í a este p r e s i d i o . . . 5 2

¿Quién era ese escurridizo rebelde y por qué el coman-dante daba tanta importancia a su presa?

Manuel Ignacio Doye no era un rebelde de última hora. Parece haber luchado toda su vida contra los nuevos dueños de la sierra, siguiendo los pasos del Tonati, de quien era "particular, íntimo confidente".6 3 Un viejo soldado de la com-pañía recuerda haberlo conocido desde siempre en rebelión: "Siempre han visto que lo han perseguido los comandantes y padres misioneros por inquietador y revoltoso, a excepción del tiempo que residió aquí don Manuel de Oca . . . " 6 4

Uno de los testigos coras, enemigo del rebelde por renci-llas, fue el único en referirse a los tributos que pedia "con el pretexto de gastos para pleitear contra el capitán actual, • pedía muías y dinero a sus confederados".33 Todos los indios se mostraban recelosos en declarar, por el secreto que habían jurado a su jefe. Varios fueron convencidos con azotes y por sinceridad o por complacer al comandante expresaron escepticismo hacia la causa del rebelde a quien obedecían. " . . . [Manuel Doye], era causante (como perpetuo alborota-dor y revoltoso) de todos los desórdenes acaecidos en los pue-blos de esta provincia y principalmente en el de Santa Teresa, conduciéndolos con sus incesantes consejos y sugestiones al precipicio . . . " 5 6

Los testigos confundieron los nombres de los ídolos en sus declaraciones por no revelar el secreto. Sin embargo, los in-formantes aclaraban las relaciones de la rebelión con las

auto-52 " P r o c e s o " , f£. 379v, 399. 53 " P r o c e s o " , f. 388. 5-t " P r o c e s o " , f. 396. 55 " P r o c e s o " , f. 386. 56 " P r o c e s o " , f. 387v.

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ridades indígenas establecidas por los españoles. Por ello sa-bemos que Manuel Doye fue gobernador de su pueblo antes de que los misioneros, descubriendo su carácter subversivo, le prohibieran acceso a los cargos y a los cabildos.57 Eso no le impidió asegurar la cooperación de las autoridades; así, go-bernador, alcalde y regidores figuraban entre sus seguidores. Como en el caso de los ídolos restaurados, los misioneros no lograron imponer la división esperada entre la población cora. En cambio, el jefe rebelde supo aprovechar las divisio-nes que oponían a los colonizadores:

. . . dijo que desde que vino la primera vez don Manuel de Oca dijo a los indios todos que él venía en nombre del rey a protegerlos y a estorbar a los padres misioneros que los cas-tigaran; que en efecto, desde entonces no dejó a los padres ni a los soldados libertad para que se metieran con ellos; que ellos,, como ignorantes, creyendo que eso era permitirles cuanto quisiesen, soltaron la rienda a sus descaros, sin temor ni respeto . . . 5 8

Doye tuvo una relación amigable con el comandante de Oca, encontró apoyo en el cura de Huejuquilla y sus indios zacatéeos y huicholes, a pesar de que esa frontera había sido creada desde fines del siglo xvx para controlar a los coras. Tuvo dos ídolos e hizo que su gente les rindiera culto. A este respecto se asemejaba con los otros sacerdotes de los diferen-tes pueblos que vimos comparecer y que eran servidores de Tallaopa:

. .. tuvo dos años el declarante colocados sus ídolos en un jacal sobre una mesa del paraje nombrado Tecuat Sap [según los testigos, arriba de la laguna cercana a Santa Teresa; lugar to-davía sagrado en nuestros días, en donde huicholes y coras tienen un san tu ano]; que el formado de una piedra guijosa blanca, larga de tres dedos, se llamaba Tallaopa, y el otro, de una flecha grande muy adornada de abalorios y plumas, con

57 " p r o c e s o " , f f . 386v, 400. 58 " P r o c e s o " , f. 309v.

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LOS CORAS EN LA ÉPOCA DE LA EXPULSIÓN 41

o t r a s m u c h a s de t r i b u t o , se l l a m a b a S a u t a l e t , n o m b r e d e u n a f l o r . . . , p a r a l i b e r t a r s e d e las e n f e r m e d a d e s y a s e g u r a r l a v i d a d e sus h i j o s . . . 59

En lo militar fue el principal actor de una rebelión ge-neral contra el presidio de la Mesa en 1758: " . . . cuando el levantamiento del Tonate él fue el principal motor y vino disimuladamente exteriorizando fidelidad a este presidio, po-niéndose al lado del capitán Serratos con ánimo de quitarle la vida . . . " .6 0 Desde entonces Manuel Ignacio se declaró en abierta oposición. Organizó grupos armados para impedir que se llevaran presos a México. Atacó a un soldado e in-tentó matar a un misionero que impedía la entrada a los cabildos. Cuando en 1767 el comandante de Oca fue de-puesto, Manuel Ignacio ordenó a sus seguidores hacer amplia provisión de flechas y prepararse para un alzamiento en cuanto hubiera una buena oportunidad:

. . . si c o n t r a las r e p e t i d a s ó r d e n e s y e s t r e c h í s i m a s p r o h i b i c i o n e s p a r a q u e l o s i n d i o s d e esta p r o v i n c i a n o u s e n a r m a s , é l les h a -b í a m a n d a d o a l g u n a vez p r o v e e r s e d e f l e c h a s p a r a l e v a n t a r s e , r e s p o n d e q u e se los m a n d ó c u a n d o s u p o l a d e p o s i c i ó n d e d o n M a n u e l d e O c a . e i

Manuel Ignacio reunía a su gente en cabildos secretos para darles instrucciones y era reconocido por la gran mayoría de la gente de Santa Teresa y San Francisco, y contaba con adeptos también en la Mesa y Jesús María. En caso de ne-cesidad contaba con la ayuda armada de los fronterizos de San Blas y Buenaventura. Sin atribuirle un título particu-lar, lo reconocían como jefe supremo. A cambio de una obediencia absoluta y el compromiso del secreto, él les ofre-cía protección y libertad, en particular en lo tocante a los presos que se pretendía exiliar lejos de la sierra. Nunca

59 idem.

« o " P r o c e s o " , f. 400. 61 " P r o c e s o " , f. 400v.

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reveló su propósito final: " . . . si con esos alzamientos que meditaba había pensado en quedar dueño y soberano de esta provincia, responde que nunca había adelantado su fan-tasía a pensar qué sería entonces o qué dejaría de ser . . . " ,6 2

¿Hasta dónde iban sus ilusiones de liberar a su gente? Es algo que queda muy oscuro. Los coras acostumbraban transitar por las regiones circunvecinas, comerciando o tra-bajando temporalmente en minas y haciendas. No ignoraban estar cercados y conocían la fuerza de sus vecinos. ¿Preten-dían con su lucha desanimar solamente a los españoles para que se contentaran con un control lejano, sin ocupar su territorio ni entrometerse en sus asuntos? La naturaleza de la serranía y el tipo de colonización superficial conocida hasta entonces les permitía albergar tales esperanzas.

Perdido y sin ilusiones, Manuel Ignacio Doye terminó su declaración afirmando "que conoce sus muchos delitos y perversidades a que lo ha conducido su ignorancia; que es digno de ser severamente castigado; que allí está su cabeza". De esa manera, en 1771 fue condenado a diez años de des-tierro en La Habana. Probablemente no regresó nunca a su sierra. Paradójicamente, al mismo tiempo que los coras so-ñaban en recobrar a sus dioses y su antigua libertad, una nueva etapa de la colonización se anunciaba. Ésta sería más profunda: ya no se trataba sólo de controlar a los indios, sino de explotar su territorio.

El comandante Vicente Cañaveral Ponce de León se em-peñaría en limpiar la sierra de todos los "idólatras" y "tu-multuarios". No quería facilitar la tarea franciscana: trataba sobre todo de poner en orden la provincia para poder apli-car reformas. Se habló de "reducir la provincia a gobierno político y sus misiones a curatos seculares" con la partida de los jesuítas. El comandante de la Proa, en 1769, como muchos otros, presentó a la audiencia de Guadalajara un programa de reformas tendientes a colonizar la provincia.6 3

62 fdem.

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LOS CORAS EN LA EPOCA DE LA EXPULSION 43

Todavía a fines del siglo la discusión siguió, según se des-prende de la lectura del informe de 1793 del segundo conde de Revillagigedo.6 4 La revisión de la política colonizadora concernía no solamente a la provincia del Nayarit, sino tam-bién a los corregimientos de Bolaños y de las Fronteras de Colotlán.6 5

Estas medidas estaban relacionadas con otros problemas del p a í s6 8 y con intereses locales concretos. Durante más de tres décadas informes y discusiones dejaban ver las friccio-nes entre grupos opuestos, como, por ejemplo, los mineros y los indios. En esos informes encontramos los pareceres de personas tan diversas como obispos, misioneros, comercian-tes, curas, militares, funcionarios y, a veces, hasta se oye la voz de los indios.

Entre los intereses que la región despertaba unos eran ya muy viejos, como los de poblar la Sierra con "gente de ra-zón" y/o con indios tlaxcaltecas de Colotlán para "civili-zar" a los serranos. Eran las riquezas mineras las que salían a relucir: sueños de explotación alimentados por la bonanza del real de Bolaños. Sin embargo, no surgió ningún centro minero próspero, tal vez por las dificultades que oponía la escabrosidad del paisaje, o la mala ley del mineral, o la falta de gente. Otra presión sobre el territorio cora, huichol o tepecano se haría sentir sobre todo en el siglo posterior: el acaparamiento de tierras por hacendados y mestizos.

Otra de las riquezas era la mano de obra, necesaria para el real de Bolaños, que siempre tuvo problemas para usar a los indios de las fronteras de Colotlán: tepecanos y hui-choles.67 Según los mineros, los indios de la frontera estaban acostumbrados desde hacía mucho tiempo a su libertad y a sus privilegios de "fronterizos", y pecaban del mayor

or-6 1 R E V I L L A G I G E D O , 1 9 or-6 or-6 . 6 5 M U R Í A , 1 9 7 6 . 6 6 V E L A Z Q U E Z , 1 9 6 9 .

6 7 B R A D I N G , 1 9 6 9 . C o n ese m i s m o p r o b l e m a e n t r e B o l a ñ o s y las f r o n -teras de C o l o t l á n e s t á u n d o c u m e n t o p u b l i c a d o p o r M a r í a d e l C a r m e n

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44 MARIE-ARETI HERS

gello y ninguna subordinación, entregándose a la embria-guez, a la idolatría y a quién sabe cuántos vicios más.0 8

Curiosamente, esos vicios no eran achacados a los coras. Éstos aparecen como amigos del trabajo en las minas y las haciendas; lo único que les falta es la libertad para hacerlo todo el tiempo. Lo malo en la provincia del Nayarit eran los misioneros. Eso escribían desde 1768 muchas de las per-sonas interesadas en que la audiencia de Guadalajara redu-jera la provincia a gobierno político.6 9 Una manera para que todos los indios de la sierra, fronterizos y nayaritas, lle-garan a vender los productos necesarios al real, como maíz, madera, carne, pieles, etcétera, era quitarles las exenciones de que gozaban y volverlos simples tributarios.

El establecimiento en sus pueblos de "gente de razón" (como labradores, comerciantes, mineros), el trabajo en las minas, la imposición de tributos y obvenciones, la reforma de la tropa, todos esos cambios anunciados en los varios proyectos de reformas, eran suficientes para transformar pro-fundamente el mundo de los coras. ¿Qué pasó en la reali-dad? Lo ignoramos. Si los primeros auges del real de Bola-ños ya han sido tratados,70 no sucede así con sus repercu-siones en la vida de los indios que habitaban la región: son tan desconocidas como la obra de los jesuítas.

Quizá esos planes de colonización más efectiva quedaron en gran medida en el mundo de las ilusiones. Estaban

estre-os A s í , p o r e j e m p l o , se expresa e l c o r r e g i d o r d e B o l a ñ o s e n u n i n f o r m e d e 1 7 7 8 . A G N M , Provincias Internas, v o l . 1 3 0 , e x p . 4, f f . 21-22. OÍ* E n t r e ellas, p o d e m o s c i t a r , p o r e j e m p l o , a l l i c e n c i a d o Joseph San-tos B í a s : " . . . todos los i n d i o s e s t á n r e d u c i d o s a diez p u e b l o s f o r m a d o s c o n t o d o a r r e g l o a l m a n d o de g o b e r n a d o r e s y j u s t i c i a s q u e se e l i j e n a n u a l m e n t e d e los m i s m o s p a t r i c i o s , c o n s u m a s u j e c i ó n a los m i s i o n e r o s e n t a l m a n e r a q u e a n i n g ú n i n d i o se le p e r m i t í a s a l i r d e l p u e b l o s i n l i c e n c i a d e l p a d r e . . . " , o a u n c o m e r c i a n t e d e l a p r o v i n c i a : " . . . d i c h o s n a t u r a l e s p o r s u i n c l i n a c i ó n son t r a b a j a d o r e s y desean t i e m p o p a r a tra-b a j a r e n las m i n a s y haciendas p a r a costear las f u n c i o n e s q u e suelen t e n e r . . . " A G N M , Provincias Internas, v o l . 8 5 , e x p . 1 1 , fs. 202 y 1 9 7 .

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LOS CORAS EN L A ÉPOCA DE LA EXPULSIÓN 45

chámente ligados a la efímera prosperidad de Boíaños, que durante el siglo x i x conoció u n prolongado letargo. La re-gión fue sacudida por la guerra de independencia7 1 y el levantamiento de Lozada. Los coras estuvieron constante-mente amenazados con perder su cultura y religión y, peor aún, la integridad de su territorio.

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