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Creepy Pastas

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Academic year: 2021

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DES CRIP CIÓ N BRE VE Todos hemo s leído algun a vez esas llama tivas histor ias

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Prólogo.

Esta antología, por si sola, bastara para demostrar que las leyendas se siguen redactando a lo largo de los años.

El libro se inicia con una leyenda llamada “Ciudad sin Luz”, varias después “Solo una película”, y terminará con “La mano”.

Todas estas leyendas son espectaculares, ya que con su forma de desarrollarse causa grandes escalofríos.

Esta gran antología hará algo mágico, desarrollando mentes, ya que este tipo de género son los que más llaman la atención de todos los demás.

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Índice

Ciudad sin luz………03

La escalera………05

Ahora lo sabe…….………08

El dibujo.………12

¡Ayudadme! .……….………15

Quizá no pasa nada..………18

Por favor, abre la puerta. .………19

No cortes tus uñas de noche. .………21

Risas.………...25

Solo una película.………….……….29

Lo hago por amor.……….30

Suicide Mouse.………...33

La trampa.………...35

Reflejos.………..36

El curioso caro del Sr. Thompson.…….……….37

Tímido ante la cámara………..40

Amores que matan………42

No lo leas.………...44

No solo los perros lamen.…….………46

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Ciudad sin luz

.

¿Hay alguien en tu vida que odies? ¿Alguien por quien darías cualquier cosa para hacerle daño, por quien pagarías cualquier precio a cambio de venganza? Si es así, quizá deberías considerar ir a la Ciudad Sin Luz.

Para ir ahí, ve a cualquier ciudad relativamente grande y busca un callejón abandonado por la noche. Entra en él, y cierra tus ojos lo más fuerte que puedas. Di en voz baja «Ciudad Sin Luz» y concéntrate en la oscuridad. Probablemente has notado que ves colores difuminados y figuras abstractas si enfocas tu vista cuando tienes los ojos cerrados; observa esas imágenes. Luego de unos minutos, deberían empezar a volverse más claras y brillantes.

Cuando esto ocurra, irán tomando formas concretas: imágenes de asesinatos violentos, animales deformados y semejantes. No importa lo que veas, mantén tus ojos cerrados. Comenzarás a perder la noción del tiempo, pero eventualmente las imágenes se detendrán y sólo verás oscuridad absoluta, nada más que un tono negro profundo, sin otros colores ni formas. Cuando estés seguro de que has alcanzado este punto, abre tus ojos.

Ahora te encontrarás en una ciudad bastante oscura, no habrá una sola luz o estrella en el cielo. Deberías poder ver las siluetas azul oscuro de los edificios a tu alrededor. Sal del callejón y camina tan silenciosamente como te sea posible por la acera, sin ir en ninguna dirección en particular.

Si escuchas algún movimiento, aléjate tan rápido como puedas del ruido. En la Ciudad Sin Luz habitan animales. Estará muy oscuro como para distinguir bien sus rasgos, pero son del tamaño de los grandes felinos y matarán a cualquier humano que atrapen. Sigue caminando hasta que llegues a un área con edificios más pequeños; el límite de la ciudad.

Te encontrarás con un niño, cuyo rostro emitirá un débil brillo, permitiéndote ver que no tiene ojos.

Te preguntará, «¿Compartirás tu luz conmigo?».

Di que sí, y el niño acercará sus manos a tu rostro y te sacará tu ojo derecho. Será doloroso, pero esto no te dejará ningún tipo de herida ni sangrarás. Luego te dará las gracias y se irá. Sigue caminando, y un hombre alto aparecerá frente a ti. «¿La luz de quién deseas tomar?».

Di el nombre de la persona que odias, y tan pronto lo hagas esa persona quedará completa y permanentemente ciega.

«¿Tu odio ha sido satisfecho?», te preguntará el hombre. Si es el caso, di que sí, y despertarás en el callejón. Si la respuesta es negativa, di que no, y el hombre desaparecerá. Sigue caminando. Te encontrarás con otro niño sin ojos.

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Di que sí y te sacará tu ojo izquierdo, dejándote ciego. Sigue caminando y el hombre alto se te aparecerá de nuevo, aunque por supuesto ahora tendrás que depender del sonido de su voz.

«¿La vida de quién deseas que la oscuridad reclame?».

Di el nombre de la persona que odias, y esa persona morirá. No se te preguntará si tu odio ha sido satisfecho esta vez, y no serás capaz de volver al callejón. Te advertí que te aseguraras de que realmente odiabas a alguien antes de hacer esto, porque pasarás el resto de tu vida vagando por la Ciudad Sin Luz, ciego, con sólo tu odio para reconfortarte.

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La escalera.

Fin de semana, un día en el cual alguien como yo, un niño de 13 años, no tenía mucho que hacer más que jugar en casa solo.

Mi mama siempre me echaba un ojo cada cierto tiempo, ya que el tiempo no me había apoyado mucho, después de todo, creo que llegué a romper todas las ventanas de mi casa, por eso me prohibieron terminantemente jugar futbol dentro. Llegué a estar tan aburrido que empecé a bajar y a subir las escaleras de mi casa. Subir, bajar, subir, bajar, eso era todo lo que estuve haciendo. Mi madre pasaba por ahí y me gritaba “¡Jorge deja de hacer laberinto!” mientras que mi hermano pasaba por ahí y lo que yo hiciera le daba igual.

Empecé a contar escalón por escalón para matar el aburrimiento.

Conté 14 escalones, una y otra vez. Mi hermano paso una vez más por el pasillo y murmuro algo que traduje como “retrasado”, le devolví el cumplido, aunque claro creo que no fue lo suficientemente fuerte como para que le prestara atención. Conté 16 escalones.

Creí que me había equivocado, había contado alrededor de 8 veces 14 escalones, decidí volver a contar.

Eran 14 escalones, si, definitivamente me había equivocado.

Llegué a aburrirme de las escaleras y me puse a ver TV. Al día siguiente, empecé una vez más a hacer mis travesuras y a correr por toda la casa. Me metí debajo de las mesas, en el cuarto de mi hermano y empecé a saltar en la cama de mis padres. Como que ya estaba demasiado grandecito para eso, pero era muy hiperactivo. Baje rápidamente las escaleras contando los escalones una vez más. 18 escalones. Definitivamente algo iba mal.

Volví a contar los escalones y esta vez eran 15. Le conté rápidamente a mi

hermano lo que estaba pasando. Mi hermano para variar no me prestó atención a la primera vez que le dije, pero fue tanta mi insistencia que tuvo que

acompañarme y contar por sí mismo los escalones.

18 escalones. Mi hermano conto 18 escalones en mi cara.

Llegué a frustrarme tanto… y decidí probar algo nuevo. Me tape los ojos y empecé a bajar las escaleras contándolas. 1,2,3,4, y así seguía. Llegué a contar 18

escalones, pero aún no llegaba al final de las escaleras, 20,21,22,23, la cuenta seguía, y no parecía haber final, era extraño, las escaleras no eran tan largas. 40,41,42, ¿a dónde iban estas escaleras?

Llegué a estar más de una hora bajando las dichosas escaleras, los escalones ya iban en la cuenta de 120 y aún no había fin, quería abrir los ojos, la curiosidad me mataba, pero quería ver hasta donde llegaba.

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Fue que poco a poco el silencio se fue extinguiendo y reemplazando por unos extraños silbidos. Poco a poco se empezaron a escuchar extraños ruidos, como si se estuviera arrastrando algo. Los ruidos empezaron a hacerse más claros, hasta que llegue al último escalón. El escalón número 305 era el último.

Me quedé parado al fin de la escalera, sintiendo ese estremecimiento en mi cuello, esos extraños ruidos se detuvieron apenas yo toqué el final de la escalera. Quería abrir los ojos, pero tal vez lo que vería no me gustaría para nada. El calor era de lo más parecido a una fábrica, o a una noche de verano, me sofocaba terriblemente. Comencé a tantear con mi pie para seguir caminando, sin abrir los ojos, hasta que me topé con algo.

Eran otras escaleras al frente mío, solo que estas iban para arriba. El calor y los extraños ruidos me ponían en tensión, así que decidí subir para alejarme de ese lugar.

Empecé a subir las escaleras y pude escuchar como los extraños sonidos retomaron su normal secuencia. Subí y subí, contando los escalones, pero al llegar al escalón 80 no me pude contener. ¿Que era ese lugar? ¿A dónde me dirigían estas escaleras? en un momento de miedo y desesperación no me aguante más y abrí los ojos.

Me encontraba en las mismas escaleras de mi casa, aproximadamente a la mitad de ellas, subiéndolas.

Corrí a la cocina rápidamente para abrazar a mi mama y decirle lo mucho que la amaba.

Mi madre me miro extrañada, y después me devolvió el abrazo con un beso en la mejilla.

Le conté lo que me había pasado, todo lo que había recorrido por esas escaleras, pero ella solo rio, y dijo mientras seguía limpiando “estos niños, tiene una gran imaginación”.

Tal vez, tal vez solo fue mi mente jugándome trucos, pero cuando fui a mi

habitación para descansar y me saque mis zapatillas, note que las suelas de estas estaban totalmente quemadas.

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Ahora la sabe.

Solo soy una persona con conocimientos en sistemas. Realmente trabajo para una empresa de tecnología y no soy especialmente creyente en nada paranormal, de hecho soy poco religioso.

La razón por la que paso por aquí es precisamente porque me ha entrado cierta curiosidad en estos asuntos desde que un familiar que vive en el campo vino a mí a contarme una historia bastante particular, por supuesto es la primera vez que veo un sitio en el cual esta historia podría ser contada.

Javier y María son prácticamente dos campesinos, criados a la vieja usanza en una pequeña choza situada a unos 30 minutos a paso de caballo del pueblo más cercano. Javier es un primo lejano del lado de la familia de mi padre. Mi padre, a pesar de actualmente ser médico, viene de una familia muy humilde en el campo y él logró completar sus estudios de medicina con su propio esfuerzo, por esta misma razón aún tenemos bastantes familiares en zonas rurales que nunca han salido del campo.

La historia me la contó mi primo una temporada que hicimos el viaje hasta ese pueblo y decidimos de paso ir hasta donde el buen primo ya que le vemos prácticamente una vez al año en temporada de vacaciones. Usualmente nos genera pereza ir hasta donde él vive porque a pesar de ser muy bonito el campo y muy acogedora la choza, la vía para llegar no es precisamente apta para un vehículo moderno, aunque sea una camioneta como en la que vamos. De hecho, no es un carretera como tal, es solo un camino que se ha formado por el pasar de los animales y carretas o algunas motos y que en invierno es inaccesible a menos que sea en vehículo de tracción animal de 4 patas. También es posible que si dos carros se encuentran, alguno de los dos tenga que regresarse en reversa, por supuesto nunca ha pasado porque es muy poco transitado.

La última vez que lo visitamos, el buen primo tenía la espalda llena de cicatrices, por supuesto nuestra primera reacción fue preguntarle qué había pasado. Su respuesta me ha dejado atónito ya que no es la primera vez que escucho algo similar.

“No sé si en el pueblo les contaron que me caí del caballo, todo el mundo dice eso pero María sabe lo que realmente paso, no quisiera contarles porque están de visita y no quiero que vayan a pasar una mala noche”.

Más que la razón por la cual nos lo decía, yo podía notar que tenía miedo de contar la historia, sus ojos trataban de apartar la mirada y buscar otro tema de conversación, sin embargo yo insistí diciéndole que solo era una historia y que no me podía dejar con la intriga.

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“Bueno siéntate aquí” – me dijo al rato cuando los demás estaban haciendo otras cosas. – “No quiero que tu pae se ponga nervioso manejando cuando estén de regreso.”

“Hace dos meses, como era de costumbre, yo tenía que ir al pueblo a comprar algunas cosas de la casa, yo nunca lo hago muy entrada la tarde para que no me agarre la noche en el camino. Nunca le he tenido miedo a la noche, hasta ese día le tenía más miedo a los vivos que a los muertos y ya me habían robado antes por andar por el camino tan tarde. Parece que los ladrones no duermen” -Eso es cierto afirmé, mientras en mi cabeza quedo el eco de la frase: Hasta esa noche.

“Sin embargo tenía varios animales enfermos” -continúo. “Ya eran 2 vacas que estaban bastante mal y no podía darme el lujo de que se murieran, así que tomé el caballo y comencé a ensillarlo. María inmediatamente de dijo: Javier, para dónde vas que no ves que ya es tarde y me da miedo que vayas solo, te va a coger la noche, tengo un mal presentimiento, espera hasta mañana.”

“Yo la ignoré por la misma razón que ya te comenté, no podía darme el lujo de un animal muerto, así que tomé una linterna para alumbrar, aunque yo sabía que era noche de luna llena por lo tanto sería una noche bastante iluminada y

posiblemente no la usaría para no mostrarle mi posición a nadie.”

“Fui al pueblo lo más rápido que pude, compré en el mercado lo necesario, en el camino me encontré con un par de amigos que me ofrecieron 2 tragos de Ron, y luego, seguí, y tal como estaba previsto, una cortina negra cayó sobre el campo. Apenas había comenzado la vía.”

“Por supuesto, el caballo ve mejor que yo así que yo solo me incline y traté de ir lo más rápido posible con la luz apagada para no mostrarle mi posición a ningún bandido. Llevaba muy buen ritmo, estimo que debía ir al menos ya por la mitad del camino y me iba sintiendo más tranquilo en cuanto más avanzaba, sin embargo cuando llegue a la curvita por donde se llega al arroyo, algo extraño llamo mi atención” -hizo una pausa, como tomando fuerzas para poder explicarme lo que seguía, mientras hacía eso su miedo me invadía a mí también.

“Cuando pase por la curva vi una silueta, estaba casi seguro de que era una niña. Para este punto ya mi vista se había adaptado un poco a la oscuridad por tanto podía distinguir cosas, pero como pasé tan rápido por aquel punto no podía estar seguro si era correcto lo que vi o no.”

“Por supuesto la duda me estaba matando, ¿Y si era una niña que se había perdido? ¿Qué tal si la muerde una víbora?… Tal vez la pobre no se atrevía a caminar del miedo. En estas tierras tan alejadas es posible que hasta sea violada y nadie escucharía nada…”

“Tantos pensamientos invadieron mi mente que decidí dar la vuelta y asegurarme. Pare en seco el caballo y di la vuelta, encendí mi linterna y comencé a buscar. En

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menos de un minuto ya la podía ver, a pesar que estaba seguro que había andado bastante mientras decidía si regresar o no. En ese momento no le di gran

importancia pues pensé que tal vez ella había caminado un poco o habría intentado perseguirme y por eso había avanzado.”

“Era una pequeña niña, tendrá a lo mucho unos 7 años, pensé. Estaba vestida completamente de blanco, su rostro parecía angelical aunque tenía una parte tapada por el cabello y la verdad aún no recuerdo si podía ver sus pies, tal vez estaban confundidos con el pasto, y además, al encender la linterna perdí nuevamente la poca visibilidad que ya tenía y solo podía ver lo que alumbraba directamente.” – ¿y qué pasó? pregunte, aunque el corazón me palpitaba rápidamente no podía dejar de escuchar.

“Le pregunte ¿Estas perdida? Ella solo asintió con la cabeza sin mencionar una palabra. ¿Vives cerca? Nuevamente solo movió su cabeza hacia los lados.” “Le dije, si quieres te llevo a mi casa y mañana buscamos a tus papas porque no te quiero dejar sola aquí. Ella asintió, de igual forma solo moviendo su cabeza.” “Gire el caballo y le dije que si sabía cómo subirse, no había terminado de hablar cuando ya la sentí detrás mío. Me agarró fuerte de la cintura, por supuesto pensé que debía estar aterrada así que no le dije nada más y reanude mi carrera hacía mi hogar que anhelaba ver mucho más en este momento. Sentía como si de repente la temperatura hubiera descendido y pensé: Creo que ya ha entrado mucho la noche, debe ser muy tarde.”

“Acelere nuevamente hasta lo que el pobre animal era capaz, me daba aún más miedo encontrar algún bandido llevando esta acompañante, ya no era solo mi seguridad, también la de esta niña.” – El pauso nuevamente, sus manos comenzaron a temblar y su mirada estaba perdida en el recuerdo, como si lo estuviera viviendo de nuevo.

“Yo noté que algo no estaba bien, el caballo empezaba a bajar la velocidad y por más que yo intentaba no conseguía hacerlo regresar al ritmo que traía. Le dije a la niña: no te asustes ya casi llegamos”. Ese fue el primer momento en que la

escuche hablar, aún esa voz resuena en mis sueños y en mis pesadillas, no sonaba como ninguna persona, niño, adulto o anciano que hubiese escuchado antes, y me dijo: Tu no vas para ninguna parte, tú te vas conmigo.”

“Impactado por sus palabras, mire hacia atrás, no podía ver su rostro ya que estaba apoyado sobre mi espalda, pero sus piernas… sus piernas eran tan largas que arrastraban contra el suelo, era eso lo que no dejaba avanzar al caballo, lo estaba frenando.”

“Enseguida me di cuenta de que el frío que sentía no era normal, estaba temblando, mis manos estaban moradas, sin embargo mi espalda estaba muy

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caliente, sentía un olor a azufre que no desaparecía aunque estaba avanzando aunque fuera lento. De pronto… me habló de nuevo.”

“Reza lo que te sepas si quieres, pero tú te vas conmigo”

“A mi mente vinieron muchas oraciones, las que había escuchado en la iglesia, las decía así no creyera en nada de eso. Las que había escuchado cuando

enterraban a la gente, las que había escuchado rara vez de algún religioso o en el colegio, el caballo cada vez iba más lento, casi que se detenía, y cada vez que terminaba alguna oración ella reía y solo decía: Esa ya me la sé, tú te vas conmigo.”

El hizo una última pausa… esta vez el tono de su voz cambio, parece que había más tranquilidad en su rostro…

“En ese momento me recordé a la bisabuela, ella siempre hacía una oración cuando alguien se sentía triste o estaba enfermo, no sé cómo la recordé en ese momento puesto que yo estaba aún pequeño cuando ella falleció. Tampoco recuerdo que sea algo que yo haya escuchado en una iglesia convencional, era algo como un pedazo de una canción o algo muy muy viejo.”

“Espere que ella se riera aún más, pero solo había silencio. En un tono de disgusto me dijo: Te salvas, porque esa no me la sé.”

“De inmediato desapareció la presión del caballo y comenzó a andar un poco más rápido aunque se escuchaba en su respiración que estaba muy agotado, la

presión en mi espalda desapareció aunque aún me dolía un poco, estoy seguro que por el miedo sentía menos el dolor. Cuando llegue a la casa dejé el caballo afuera sin pensarlo y entre donde María. Le di un beso y le conté lo que me había pasado, ambos estábamos petrificados. Ella miró mi espalda y me dijo que estaba quemado pero parecía como si me hubiera quemado hace tiempo, solo eran cicatrices.”

“Habremos dormido un par de horas esa noche, en la mañana cuando salí de la puerta, ahí yacía mi caballo muerto, sus patas traseras estaban calcinadas y el olor a azufre permanecía aún fresco.”

Allí terminó la historia, solo se levantó y me dejo allí, yo no sabía que decir ni que pensar.

Por supuesto también nos agarró la noche cuando íbamos de regreso, por supuesto que no sentía tanto miedo porque íbamos en carro, la radio estaba encendida e iba con toda mi familia, aun así, no me atrevía a mirar por la ventana, hacía afuera solo se veía oscuridad, las luces solo alumbraban por donde

estábamos andando. Yo pensaba: ¿Serían solo inventos? ¿Alguna historia colorida que inventó por había tomado algunos tragos esa noche?

Mire hacia el cielo nocturno, en el campo puedes ver muchas estrellas, era noche de luna llena de esas en la que la luna por alguna razón luce un poco roja. Cuando volví la mirada hacia abajo, no pude evitarlo, eche un vistazo por la ventana y vi

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una silueta en la oscuridad… íbamos bastante rápido y evidentemente no había razón para regresar aunque sentí el horrible escalofrío al recordar la historia. En ese momento recordé lo que le había preguntado al buen primo antes de

marcharnos: ¿Y cuál era la oración?

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El dibujo.

¿Nunca has sentido un aliento en el cuello? ¿Una presencia a tu alrededor?… ¿O más de una? Una sensación de soledad aun estando en una plaza con gente alrededor… sensación que desaparece… al ver niños hamacarse y te tomas la mano con la persona que amas… si te ha pasado puede que sea más complicado de lo que parece…

Pasó un largo tiempo hasta que lo noté… dieciséis años. Estoy viviendo en mi tercera casa, esta es la tercera mudanza y me siento muy cómoda aquí… me la paso escribiendo o dibujando sin embargo muchas veces me he levantado y mis cosas estaban en otro lugar… enojada devolví todos mis dibujos y demás a la carpeta, mi madre como siempre se quejaba de tener que limpiar tanto, la cantidad de polvo en la casa era demasiada para un lugar en el cual solo viven dos

personas y un perro, igual intente no darle importancia… después de todo era raro que yo limpiara la casa. De vez en cuando estando en mi computadora con los auriculares puestos escuchaba sonidos a mi alrededor… pero al quitármelos no oía nada… me recordaba cuando en mi casa anterior de niña vi una mujer de cabello largo y negro cocinando… llevando la cena a alguien, solamente fue por un parpadeo; aun así es diferente… en ese momento sentí frío… pero ahora lo que siento es calor… calidez… mucha calidez en el hogar. Me quede pensando mucho en eso, algo asustada… de pronto me sobresalte cuando aun escuchando a un volumen muy considerable oí algo caer. Era como... como una radio o una televisión… algo más o menos grande y con un sonido a quebrarse, me levante y fui hacia la cocina mientras mi perro le ladraba al suelo… pero no… no había nada… por alguna extraña razón no me dio miedo… Unos meses más tarde en medio de una fuerte tormenta se cortó la luz, y yo me senté en el sillón mientras mi madre iría a buscar velas y mi perro le perseguía, espere cantando… y luego sentí un ruido y un hundimiento a mi lado…como si alguien se hubiera sentado… sentí una energía cálida… y por curiosidad y un poco de molestia le dije… “vete de mi lado” y sentí como si esa presencia se parara y se fuera corriendo, escuche sus pasos irse y un grito hueco que pareciera venir de otro mundo… fue algo muy extraño…

En casa no tenemos espejos… mi madre les teme… pero yo tengo dos espejos de bolsillo y uno un poco más grande y nunca he visto algo extraño… solía tener algunos muy grandes pero por alguna razón siempre se rompen, no me compraría otro para perder dinero en vano. Una tarde estaba tranquila escuchando música y esta pareciera entrecortarse, como si se estuviera mezclando con otra melodía, sin dudarlo más pensé que se interpuso la señal de la radio… pero me vi obligada a irme de casa y salir ya que sentí un líquido frio caer en mi rostro y mi espalda, como si me salpicaran con agua…aun así más tarde volví, y al día siguiente la sensación cálida había desaparecido… fue un largo tiempo hasta que una noche volví a sentir una calidez… un aliento a mi lado… me gire hacia aquel lado y dormí

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con una sonrisa. No puedo mentir… siempre me han gustado las cosas

macabras… siempre desee en convertirme en esos personajes eternos…extraños, esos asesinos… o tan solo seres que observan a la gente sin que puedan verlos… solo sienten aquella presencia… Me sorprendía que muchas cosas de las cuales escribía en mis historias sucedían, era algo fantástico… en invierno del año

pasado una peste y una ola polar ataco mi ciudad… más una extraña enfermedad de la cual nadie sabía…Yo, mi madre, y mi novio… junto a una niña sobrevivimos a esto… o eso es lo que yo pensé… la ciudad en la que paseamos… la casa en la que vivo… hace meses fueron abandonadas… fueron reconstruidas luego de una catástrofe… tarde en enterarme…

Tanto mi madre como esa niña… como yo… como mi novio… y esos niños que se hamacan en la plaza por la noche ya no estamos vivos. Nos encontramos en una franja que divide el mundo de los vivos y el de los muertos…seguimos creciendo, viviendo una vida normal, hasta que llegue nuestro momento de marchar. Sabía que algo era diferente, algo había cambiado… ¿Por qué nosotros…justamente nosotros viviendo bajo tales riesgos? Al final… me convertí en eso que deseaba… ni humana ni fantasma… me encuentro aquí… y en todas partes… no puedo verte… pero te aseguro que se cuándo te encuentras cerca mío… y puedo

observarte… ¿Podrías sentirme? ¿Podrías verme?… ¿Te daría miedo? O es que tal vez… tú como yo perdiste parte de tu memoria y te encuentras en medio de la nada vagando… hasta que sea hora de tu muerte? Tranquilo… o tal vez

tranquila… note haría daño… tan solo me gusta observarte y entrar en tus

sueños… de esta forma lograrías ver lo que he visto… lo que viví… lo que veo… lo que vivo… lo que asecho… Me gustan los espejos… me gusta verme… ver mi nuevo rostro, mi nuevo ser… mira con atención a tu lado en el reflejo del espejo cuando sientas ese aliento helado… ¿no te parezco hermosa? Dime… ¿no quisieras parecerte a mí? te dolerá… pero no te preocupes… no recordaras nada…

Por cierto… espero que te guste mi pintura… ————

Palabras escritas detrás de un dibujo enmarcado encontrado a un lado del cadáver, no hay marcas de sangre ni de lucha, tan solo este chico con su rostro cortado como una gran sonrisa y un vidrio de espejo en su mano, se podría tratar de un suicidio por un supersticiosos ya que su familia estaba sana y se la

encuentra inocente, el dibujo se volvió a colgar, al parecer era parte de la casa y la familia no quería deshacerse de él, pues este chico ya había demostrado señales de intentos de suicidio antes, lo más seguro es que esas palabras las haya escrito el mismo, fueron retiradas del dibujo e investigadas… pero al intentar comunicarse con la familia parecieron haberse mudado… aunque nadie los ha visto salir de allí, los vecinos dicen haber escuchado gritos y comentarios de que la pareja solía ver a su hijo observándolos a un lado del espejo.

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¡Ayudadme!

Este post fue escrito por una usuaria llamada “Leire_89F”, se encontró en un famoso foro sobre sucesos paranormales, donde la gente comenta sus

experiencias con acontecimientos sobrenaturales, el post se titulaba “Ayudadme” “Hola, soy una chica de veintidós años de Bilbao y busco ayuda porque estoy aterrorizada:

Desde que cumplí los dieciséis o los quince años, de vez en cuando tengo la misma pesadilla, que se repite exactamente igual una y otra vez.

Una pesadilla en la que me encuentro sola en una especie de edificio abandonado o en construcción, no lo sé muy bien, los recuerdos de mi pesadilla son algo borrosas. Dentro de ese edificio, oigo unos golpes muy lejanos, pero golpes bastante violentos: “¡Pum! ¡Pum!” retumban con bastante eco por todo el edificio. Los golpes cada vez van sonando más cerca de mí “¡Pum! ¡Pum!”, acercándose por los largos y lóbregos pasillos de dicho edificio que desconozco.

Es entonces cuando el terror me inunda y empiezo a correr por los pasillos del edificio buscando un escondite. Corro hasta que mi pasillo acaba en la puerta de un cuarto de baño aún sin finalizar. Acabó escondiéndome en una de las pilas separadas por maderas y cierro la puerta mientras oigo como los golpes violentos suenan más feroces y cada vez más cerca “¡PUM! ¡PUM!”. Me agazapo encima de la taza del váter, procurando no dejarme ver por lo que sea que produzca esos golpes.

Finalmente los golpes llegan al cuarto de baño donde aterrorizada no hago ningún ruido, hasta que los golpes suenan tras la puerta de la pila donde estoy escondida “¡PUM!¡PUM!”. La puerta tiembla en cada golpe, y yo entierro la cabeza entre mis piernas deseando que todo acabe, mientras los golpes suenan cada vez más fuertes y continuados “¡PUM! ¡PUM! ¡PUM! ¡PUM!”. Es entonces cuando la puerta parece a punto de ceder, que despierto temblorosa sudando en mi cama y

chorreando sangre entre mis piernas y manchando las sabanas de sangre.

Cada vez que tengo esta pesadilla me baja la regla, trastornando incluso mi ciclo menstrual, pero no acaba aquí lo curioso de mi pesadilla. Lo curioso es que cada vez que tengo esta pesadilla en el transcurso de mi periodo menstrual surgido por dicha pesadilla, me siento perseguida y vigilada. Como si alguien estuviera

observándome a cada paso y a cada momento. Al principio creí que era algo de las hormonas o del reciente recuerdo de la pesadilla. No le di más importancia hasta la tercera o cuarta vez que conseguía ver por el rabillo del ojo y de manera muy fortuita a una chica. Cada vez que la veía estaba en clase, paseando por la calle o incluso sentada con amigos, siempre a lo lejos medio escondido y cuando quería fijarme mejor, desaparecía.

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Era una chica joven, de mi edad más o menos y parecía vestir de color gris toda ella cada vez que la veía brevemente ya que nunca conseguí verla por periodo de tiempo prolongado para poder fijarme bien en ella, pero cada vez que aparecía, no podía dejar de temblar.

Cuando finalizaba mi ciclo menstrual, todo volvía a la normalidad, hasta que no se me repetía dicha pesadilla, a veces tardaba meses en soñar con ella a veces solo semanas.

Fue hace tres meses más o menos, que me encontraba ojeando el periódico, cuando leía la noticia sobre el asesinato de una familia entera en mi ciudad: el padre, la madre y dos niñas de diez y ocho años, en su piso. La familia fue brutalmente asesinada a golpes con un objeto contundente todavía sin poder identificar “una tubería de hierro” especulaba la policía. Pero no fue la noticia lo que llamó mi atención e hizo que una gota de sudor frío recorriera mi espalda y me hizo temblar. Fue una de las fotos en blanco y negro que ilustraba la noticia, en la que aparecía el cuarto de estar de esa familia destrozada; con la mesa partida por la mitad, la alfombra llena de astillas, trozos de cristal y de porcelana y con

manchones de sangre, varios objetos destrozados por todo el suelo, las cortinas sueltas y desgarradas, y un espejo hecho trizas. Y fue cuando me fije en uno de los trozos de este cristal, específicamente uno que estaba en el suelo boca arriba, se reflejaba borrosamente la cara de una joven sonriendo, pero una sonrisa

malvada que emanaba terror y que curiosamente me era familiar y señalaba con el dedo hacia el lector.

Di un pequeño bote asustada cuando lo vi por primera vez, era la chica que veía fugazmente observándome a lo lejos cuando tenía la menstruación provocada por esa pesadilla. Estaba completamente segura de que era ella, de alguna forma lo sabía, al igual que sabía que era a mí a quien señalaba en la foto.

Ese mismo día, no quería dormir, tenía miedo de lo que pudiera soñar, me tome varios cafés, durante el día bebí un montón de refresco de cola, pero de nada sirvió, caí dormida y soñé.

En el sueño volvía estar en el lúgubre edificio abandonado o en construcción y volví a escuchar los golpes, “¡Pum! ¡Pum!”. Y todo el sueño se repitió igual. Más que no me desperté cuando la puerta finalmente cedió a los violentos golpes. La puerta cayó sobre mí, e inmediatamente fue retirada y me quede expuesta a lo que fuera que me perseguía. Mire muerta de miedo a quien o a lo que había delante de mí. Era la joven de gris, con un pequeño vestido negro grisáceo de tirantes y descalza, su piel era gris y su pelo negro y bien cuidado. Pero cuando mire a su cara me quede petrificada, su rostro era exactamente como el mío, mis mismos rasgos faciales, era como verme en un espejo terrorífico y sin color. Ella estaba enfrente de mí, observándome con esa siniestra sonrisa y llevaba en una mano, una especie de porra blanca que parecía hecha de huesos. En ese

momento me di cuenta de que estaba completamente desnuda y fue entonces cuando ella se agacho acercándose a mí, y yo inmovilizada del terror no se lo impedía. Me separó las piernas y hundió su cabeza entre ellas, fue cuando la note

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pegada a mi vagina cuando desperté. Pero esta vez no me había bajado la regla. Estaba aterrorizada, sudando y pálida y notaba pinchazos en mi vagina.

Desde entonces no he vuelto a ver a la joven gris idéntica a mí, y llevo tres meses de retraso con mi menstruación. No me atrevo hacer la prueba de embarazo, y estoy muy asustada de lo que pueda ocurrir. Si alguien tiene la menor idea de lo que me ocurre, o si alguna ha tenido la misma experiencia por favor contármela, estoy muy asustada.”

El post tuvo varios comentarios, pero la autora de dicho post nunca más volvió a postear nada, ni siquiera se la detectaba online a ninguna hora en dicha web. Uno de los administradores de dicho foro, por curiosidad rastreó la I.P de donde fue enviado el post. Consiguió dar con la dirección y efectivamente era de Bilbao de una zona residencial. El administrador se documentó sobre noticias y sucesos que ocurrieron en la dirección que consiguió, y encontró una noticia sobre la

desaparición de una joven de veintidós hace 7 meses. Sus familiares aún siguen buscándola, y las autoridades no encuentran ni una sola pista de su paradero. No fue hasta cuatro meses después de que el administrador descubriera dicha información, cuando un nuevo post se abrió en el foro titulado “Gracias”. Cuando el administrador abrió el post, se encontró que solo contenía una foto en blanco y negro, en la que aparecía un salón destrozado, con una mesa partida por la mitad, la alfombra llena de astillas, cristales, porcelana y sangre… Entonces recordó el post de la chica desaparecida, se fijó en la parte del espejo partido tirado en el suelo, y vio allí algo. No era la chica de gris que describía la chica desaparecida, pero sí que se veía borrosamente un chico, que sonreía macabramente y

señalaba hacía al lector.

Al día siguiente la policía encontró el cadáver del administrador brutalmente golpeado y todo el piso destrozado. El post de “Gracias” desapareció de la red.

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Quizás no pasa nada…

Aquí estoy, encerrado en el baño. Por suerte, el interruptor está puesto por dentro, así que lo controlo yo. El cerrojo está echado, y he empotrado el mueble en el que guardamos los objetos de higiene contra la puerta. No le quito ojo al pestillo, ni al interruptor. Bueno, es fácil, este baño es muy pequeño, apenas tendrá un par de metros cuadrados. Tampoco pierdo de vista el espejo. En él me veo, por ahora, solamente yo. Desde el váter en el que estoy sentado, en el rincón del cuarto, intento verlo todo a la vez.

Suena un golpe contra la puerta, y pego un salto, pero no grito. Sólo compruebo el pestillo, luego el mueble y después el espejo. No tengo a mano nada con que defenderme. Sólo un pestillo y un mueble impiden que la puerta se abra, y no quiero que se abra. Podría cantar una nana para tranquilizarme, pero no quiero que me escuchen. A lo mejor si no digo nada, no pasa nada. A lo mejor si cierro los ojos… No, mejor no los cierro, ¿y si los cierro y cuando los abra no hay luz? ¿Y si cuando los abro hay algo en el espejo? ¿Y si cuando los abro veo unos ojos que no son los míos?

Suena otro golpe. De puño, de zarpa, por accidente, grabado en una grabadora, en mi cabeza, al otro lado de la puerta, desde afuera, desde adentro. Ahí afuera las luces están apagadas, no se puede ver nada. Y no se oye nada. ¿Hay

alguien? ¿Hay algo? Me lo imagino como un inmenso espacio negro. Sí, el cuarto del baño ha caído en un océano sin luz, y está flotando en la nada. Y ahora

recuerdo esa historia, la historia de terror más corta del mundo:

“Estaba el último hombre de la Tierra en una habitación y llamaron a la puerta”. La mía la aporrean. Ahora que lo pienso, si no hay nada afuera ¿por qué aún tengo luz? ¿Y si estoy muerto? O esto es una pesadilla y estoy seguro en mi cama. ¿Y si es la pesadilla de otra persona? ¿Soy real?

El tercer golpe. Después una tanda de tres golpes seguidos. Llaman al móvil. Lo cojo; número desconocido. Acepto la llamada y lo acerco a mi oído. Susurro muy bajo, preguntando quién llama. Nadie contesta, pero puedo oír de fondo algo chirriando. Cuelgo, no debería haber contestado. Dejo el móvil. Después se me ocurre coger el móvil de nuevo, para llamar a alguien.

No está. Lo dejé ahí pero ya no está. ¿Fue real la llamada? ¿Tengo un móvil? Si lo tuve, si estaba ahí, si ahí lo dejé y no lo volví a cambiar de sitio, ¿en dónde está? ¿Quién lo ha cogido si aquí estoy yo solo? ¿Mi reflejo? Debería romper el espejo. Aunque si hay algo afuera, oiría el ruido. ¿Y si me han llamado desde afuera para saber qué hago aquí adentro? Ya no llaman más. Quizás ya no pasa nada. O a lo mejor sí pasa y sólo debo de salir para comprobarlo. Pero no quiero ver nada de afuera. Miro al espejo de nuevo.

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Por favor, abre la puerta.

Han pasado tres años desde aquella noche.

Yo no debí haber estado ahí, ellos lo sabían. Ese día salí muy temprano a la casa de un amigo, sus padres no estarían y tenía un nuevo videojuego de terror; pasaríamos toda la noche jugando.

Ellos lo sabían, yo no debí haber estado ahí esa noche, mi amigo debió estar solo. Ellos lo habían observado por días como hacen siempre y sabían que esa noche estaría solo. Desde el momento en que lo eligieron, no había marcha atrás.

Pero tal vez quieras saber quiénes son ellos. Bueno, la verdad… aún no estoy seguro, sigo sin asimilar lo que pasó aquella noche; pero te contaré lo que hasta ahora sé, para que tengas cuidado.

Ellos se encuentran en todas partes, en ningún lugar estás exento de ser su víctima. Eligen a una persona, no sé bien cómo o en qué características se basan, pero una vez que te eligen no cambiarán de opinión: te vigilan, te estudian y estudian a todas las personas que conoces. Día tras día te observan cuidadosamente sin que tú te percates de su presencia.

Y esperan la noche en que su víctima esté sola, es en ese momento cuando todo empieza.

Aquel día llegué alrededor de las 8:00 p.m. a su casa. Sus padres habían salido desde temprano y él había preparado todo lo necesario para pasar jugando toda la noche. Al día siguiente no habría clases, así que yo regresaría a mi casa por la mañana. Pasamos un buen rato jugando, el tiempo pasó tan pronto que cuando nos dimos cuenta ya era la una de la madrugada. Nos habíamos llevado algunos sustos con el juego, así que comenzamos a hacer bromas con la situación; ahí fue cuando todo se puso raro. Empezamos a escuchar ruidos extraños afuera de la habitación, que al principio pensábamos que no era nada importante, e hicimos algunos chistes en relación a lo que jugábamos. “Deben ser los zombis”, nosotros sólo reíamos. Pero nos comenzamos a poner tensos cuando el sonido se oía más claro: eran pisadas, se escuchaban pisadas por todo el pasillo de afuera.

—¿Crees que tus padres hayan regresado? —le pregunté, a lo que él respondió que sus padres regresarían hasta el día siguiente, por la tarde. Además, el número de pasos que se escuchaban eran demasiados como para ser sólo sus padres. De pronto, luego de oír todos esos pasos acercándose cada vez más a la puerta, hubo un profundo silencio.

—¿Hay alguien afuera?… ¿Quién está ahí? —comenzamos a preguntar, nerviosos. Estábamos seguros de que había alguien afuera, pero esos sonidos… ¿quién podría ser? En la habitación en la que estábamos había una computadora que mi amigo había encendido desde que comenzamos a jugar, era una costumbre suya. Se escuchó un sonido que provenía de ella, un sonido familiar, pero que por el miedo que teníamos en ese momento nos provocó una reacción de sobresalto a ambos. Era sólo un correo electrónico que le había llegado, pues

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también había dejado la ventana de su correo abierta. Ver esto nos dio algo de sosiego, y hasta reímos un poco; sin embargo, la tensión volvió a nosotros al notar que la dirección de quien lo enviaba era irreconocible, una combinación aleatoria de números y letras. Dudamos abrirlo, pero mi amigo decidió hacerlo. Quedamos completamente paralizados tras leer lo que decía el correo:

”Pase lo que pase, no abras la puerta”.

Con tan sólo leer esas palabras, una sensación completamente rara invadió mi corazón. En ese momento realmente sentía pánico, pero el mensaje decía más. ”Ellos están afuera. Por favor, hagas lo que hagas, escuches lo que escuches, no abras la puerta. Intentarán convencerte de que lo hagas, tienen muchos métodos; pueden fingir ser alguien que conoces, un familiar, un amigo, y sus voces sonarán igual. Tal vez te pidan ayuda, te dirán que están lastimados, te suplicarán que abras la puerta. Pero escuches lo que escuches esta noche, no abras. Trata de ignorarlos, trata de dormir, mañana todo estará bien. Ellos jugarán con tu mente; no lo permitas. Por favor, créeme, ¡no abras la puerta!”.

Cuando terminamos de leer yo no sabía qué pensar. Tal vez era una broma tonta de alguien, tal vez incluso era mi amigo quien me jugaba una broma… pero él tenia esa expresión, estaba tan asustado como yo, lo pude sentir. Ahora sabíamos que había alguien ahí afuera, tras la puerta. De pronto, llegó el momento más aterrador que nos pudimos esperar; en ese instante un escalofrió recorrió todo mi cuerpo y me dejó paralizado. Una voz se escuchó, provenía de atrás de la puerta. Mi amigo estaba seguro y yo lo puedo corroborar: la voz era la de su madre.

—Hijo por favor ábreme, tu padre y yo tuvimos un accidente en el auto, estamos muy lastimados… por favor, abre, ayúdanos. —Al escuchar esto mi amigo sólo retrocedió un paso. Aún puedo recordar esa expresión en su rostro, estaba en shock. Estoy seguro de que ninguno de los dos lo creíamos ni sabíamos qué hacer.

—Hijo por favor, abre, ¿qué esperas? Necesitamos tu ayuda… —Sin lugar a dudas, ésa era la voz de su padre. Eran las voces moribundas de sus padres tras la puerta, clamando por ayuda. Mi amigo y yo permanecimos sin reacción por algunos segundos, después él se volteó lentamente, y me dijo:

—Esos realmente son mis padres. Necesitan ayuda, abriré la puerta. Se propuso dirigirse hacia la puerta, pero lo detuve.

—Recuerda el correo, lo que nos dijo que pasaría, ¿no se te hace extraño?, ¿qué tal si es verdad y ellos no son tus padres? —Él lo único que hizo fue hacer que lo soltara. “No digas tonterías”, me dijo. “Tú los escuchaste, ésas eran las voces de mis padres. El correo debe de ser una estúpida coincidencia”. Se dirigió a la puerta sin que pudiera hacer nada.

La verdad, no sé qué me hizo hacerlo, pudo ser el miedo que me invadía… pero al verlo dirigirse a la puerta, lo único que pensé fue correr hacia el armario en donde mi amigo guardaba algunas de sus cosas y esconderme ahí. No sabía lo que pasaría, pero en verdad tenía miedo.

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Lo que escuché a continuación aún no lo olvido, y hasta el día de hoy tengo pesadillas con ello. Él abrió la puerta, y después sólo pude escuchar sus gritos. Eran unos gritos desgarrantes, llenos de dolor y terror; yo no pude hacer nada más que permanecer inmóvil, hasta que después de unas horas me quedé dormido.

Al despertar por la mañana, me extrañó ver el lugar en que me encontraba, y luego lo recordé todo. Salí del armario y en la habitación no había nadie. Noté de inmediato que ya era de día y que la puerta estaba abierta, así que decidí salir. Busqué por toda la casa esperando encontrarlo y que me dijera que todo había sido una broma, pero mi amigo no estaba. En la tarde llegaron sus padres y les conté lo sucedido, llamaron a la policía y lo buscaron por días, pero él nunca apareció. El correo que le había llegado esa noche también desapareció, y para ser honesto creo que nadie creyó nada de lo que les había contado.

Aunque… no importa que nadie me creyera, yo sé lo que pasó esa noche y sé que ellos estaban ahí afuera. También sé que no debí haber estado ahí, que no debería saber que ellos existen.

Aún no sé por qué lo hacen, creo que sólo tratan de divertirse con las personas, con su pánico… alguna especie de juego. Cada día lo analizo y trato de aprender más de ellos; sé que sólo llegan en la noche y que pueden imitar cualquier voz, que si no abres la puerta se irán y también creo que siempre recibirás ese extraño mensaje de advertencia, debe ser parte de su macabro juego.

No debí estar ahí ese día, y no debería saber que ellos existen. Sé que algún día regresaran por mí, pero pase lo que pase, no abriré la puerta.

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No cortes tus uñas de noche.

Todo comenzó a las 7:50 de la noche. A esa hora y en mi habitación, sólo pensaba en que al día siguiente tenía algunas cosas que hacer en la universidad, tenía un evento importante y debía estar muy arreglada para ello. Ya había acomodado mi cabello en una especie de rollo sostenido por pinzas para que cuando me

levantara se mantuviera lacio y bien peinado, por lo que procedí a pintarme las uñas. Realmente en mi mente estaba repasando todo aquello que debía exponer frente a un frío jurado de directores y profesores, sólo me estaba enfocando en eso, y eso era lo único que me importaba en ese momento; pero algo que era importante en una presentación era la buena y limpia imagen. Pinté las uñas de mis manos de un color rojo, tan brillante y profundo como la sangre, ése era el color que más me gustaba. Después de eso, aun repasando en mi cabeza el contenido, miré las uñas de mis pies, las cuales estaban un poco largas para mi gusto. Odiaba tenerlas largas, no me sentía con complejo de águila, así que tome el cortaúñas y con cuidado corté cada una de las uñas de mis pies.

Fue hasta después de que las corté todas que me di cuenta de la situación… Todo el contenido de mi exposición salió de mi cabeza dejando sólo la carrasposa voz de mi abuela resonando en ella: “Hija, no te cortes nunca las uñas de noche”. Me quedé mirando el vacío por un momento, siempre había creído en mi abuela y en sus supersticiones, y siempre había tenido en cuenta cada una de ellas, salvo por esa noche que la olvidé. Recordé cómo inocentemente había preguntado por qué era malo eso, y que la respuesta no me había gustado para nada, me había causado miedo, y eso era lo que tenía en ese momento, miedo. Suspiré mirando la pared. ¿Y ahora? Mi abuela nunca me había dicho qué hacer si las cortaba, pero sí me había dicho esto:

“Después de las 8:33 p.m., no vayas a cortar tus uñas, ni las de las manos ni las de los pies, pues después de esa hora, ese instrumento de plata estará maldito. Maldito para todo aquel que lo presione sobre su carne y sus uñas; será más afilado y más brillante, y traerá consigo algo terrorífico, algo fuera de este mundo. Recuerda esto: ‘después de las 8:33, corta tus uñas y vas a temer. Alguien tocará tu puerta, un regalo dejará; no lo abras hasta que amanezca, no seas curiosa. No mires hacia atrás si sientes que algo se acerca, pues el dueño de la caja piensa sorprenderte. No cortes tus uñas de noche, no, si esperas a la muerte'”.

Solté el cortaúñas rápidamente y miré las uñas reposar sobre el suelo. El corazón me latía con fuerza, mi abuela no mentía nunca. ¿Y si llegaban a tocar mi puerta? ¿Y si me encontraba con una caja? ¿Justamente en ese momento tenía que vivir sola? No dejé de mirar las uñas, tenía mucho miedo, el corazón no dejaba de latirme rápidamente y sentía que algo malo iba a suceder, pero, ¡espera! No

cortes tus uñas después de las 8:33. Corrí a mirar el reloj de la sala y me detuve

en seco frente a él observándolo. Marcaba las ocho en punto. Cerré los ojos y solté una bocanada de aire al mismo tiempo que mantenía mi mano derecha sobre mi pecho. Lo había hecho antes de las 8:33, estaba segura, no me pasaría nada. Repentinamente me rugió la panza, era momento de hacer algo de cenar y luego irme a la cama para estar descansada al día siguiente. Caminé hacia la cocina y encendí la televisión para mirar las noticias, fui hasta el refrigerador y saqué dos

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huevos para freír. Aparentemente, había habido un incidente en Colorado, algo relacionado con un tiroteo; la noticia parecía indignante, pero más indignante fue lo que dijeron antes de ir a comerciales.

“Ya que son las 8:50 de la noche, vamos a una pausa comercial”.

Después de las 8:33, corta tus uñas y vas a temer…

Me quedé paralizada, el corazón volvía a latirme con fuerza y volvía a tener miedo; pero esa vez el miedo fue aún más fuerte, de aquel miedo que te ataca con tal intensidad que te impide mover tus músculos e inmediatamente cierra tus cuerdas vocales, dejándote mudo y paralizado. Habían pasado sólo unos minutos desde que miré el reloj de la sala, ¿tenía mal la hora? Suspiré y temblando un poco caminé hacia mi habitación. Lentamente llegué, con el corazón acelerado y las manos sudando. Eran las 8:50 aún. No podía ser, miré el aparato sorprendida y con algo de desesperación busqué en mi gaveta varios de los relojes que tenía. Tomé uno y lo miré, las 8:50; tomé otro y lo miré, las 8:50; tomé otro, ¡las 8:50! Sin evitar la desesperación arrojé el reloj hacia la pared haciéndolo pedazos y tomé rápidamente mi celular para llamar a mi madre. Pero después de marcar el número, algo resonó en mi cabeza: alguien tocaba el timbre. Me paralicé por completo y el teléfono se resbaló de mis manos cayendo al suelo.

Alguien tocará tu puerta…

Algo me decía que no abriera la puerta, o que la abriera, tomara mis cosas y saliera de ahí lo más rápido que pudiera, pero algo también me decía que ya era muy tarde. Lentamente cerré los ojos, apenas podía respirar, sentía el corazón latiéndome en todo el cuerpo y las manos me sudaban. Pero nunca había sido cobarde, y no podía serlo ahora; quizá era el momento de que mi abuela se

equivocara y quizá estaba exagerando. Me levanté despacio y caminé, tratando de calmarme con cada paso que daba hacia la puerta. El timbre sonó tres veces y después cesó. Lentamente coloqué mi mano sobre la perilla, pensando que nada iba a pasar, que seguro era una de mis amigas o mis vecinas fastidiosas, y que nada de lo malo que había pensado me sucedería. Suspiré, cerré los ojos y abrí la puerta.

Un regalo dejará…

Había una caja. El corazón en ese momento me latió tan fuerte que lo escuchaba resonar en mi cabeza, inmediatamente comencé a llorar con desesperación, las manos me sudaron más y más, el miedo me invadía tanto que sólo quería llorar, llorar y esconderme, taparme los ojos y pensar que nada de eso estaba

sucediendo, despertarme de esa pesadilla. La caja era negra, un negro

perturbador e inquietante; quería patearla, pero temía empeorar las cosas. ¿Qué debía hacer? ¿Qué era esa caja? ¿Qué había dentro de ella? Eso era lo peor, lo que podría haber en su interior. Quería saberlo, ¿y si era una broma? Tenía amigas muy bromistas, pero el susto que tenía no me hacía creer que era una broma. Me incliné y tomé la caja. Estaba algo pesada, lo cual aumentaba mi curiosidad.

No la abras antes que amanezca, no seas curiosa…

No podía abrirla, quería, pero no podía. Dejé la caja sobre la mesa y fui hasta la cocina por un calmante, tomé agua y me lo tragué. Pensé por un momento que debía esperar a que amaneciera, quizá así no me pasaría nada. Sí, eso era, debía esperar. El hambre se me había quitado, sentía la casa más sola que nunca,

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sentía frío, sentía que cada pasillo era más oscuro de lo normal. Entré al baño y me miré al espejo; tenía el rostro rojo, los ojos llorosos, los labios pálidos, y aunque no podía verlo mi corazón seguía acelerado. Después de que me cepillé, salí y comencé a cerrar las cortinas, entonces el corazón me empezó a latir fuertemente de nuevo. Sentí como si alguien estuviera detrás de mí, parado, respirando; sentía su respiración tal y como si fuera una persona, cercana, fría. Respiraba como los sádicos que aparecían en películas. Nunca había estado tan asustada en mi vida, las lágrimas se me salían y todo el cuerpo me temblaba.

No mires hacia atrás si sientes que algo se acerca, pues el dueño de la caja piensa sorprenderte…

El dueño de la caja, ¿quién era? Sentía que alguien estaba detrás de mí, ¿qué podía hacer? El corazón me seguía latiendo con fuerza, el susto iba más allá de lo que podía imaginar. De repente lo pensé. Yo no podía morir, no esa noche, y menos así. Si no podía mirar lo que estaba atrás, tenía que escapar. Con todo el valor que pude reunir cerré mis ojos con fuerza y corrí hacia la derecha. Abrí los ojos y seguí corriendo rumbo a las escaleras, sentía cómo esa cosa me seguía, aún sentía el frío, aún las piernas me temblaban, aún sentía el miedo, y aunque corría aún lloraba con algo de desesperación. Por más que corría, eso que me seguía no se detenía; llegué hasta las escaleras aún sin voltear y fue cuando mis piernas me fallaron, y entonces caí. Rodé por las escaleras, sentí el miedo junto con el dolor. Las pinzas que sostenían mi cabello se estaban incrustando poco a poco en mi cabeza, haciéndome sentir un dolor inmenso que superaba incluso el miedo. Al final de las escaleras no dejé que el dolor me paralizara, me levanté como pude y corrí hacia la salida. Estaba desesperada, y cuando vi la puerta más cercana a mí tropecé, cayendo al suelo. Giré mi cabeza y observé: había

tropezado con la caja y ésta se había volteado, abriéndose. ¿Qué había dentro de ella? Habían dedos, dedos de pies mutilados y ensangrentados, también había uñas. Pegué un grito de terror, alejándome con desesperación de ahí; sentí mi frente húmeda, estaba sangrando gracias a las pinzas que me habían lastimado. Pero más fuerte que ese dolor, fue el que sentí al observar que me faltaban todos los dedos de mis pies. Abrí los ojos de par en par y lo último que vi fue un rostro tan blanco como el papel, y unos ojos más rojos que mi pintura de uñas. Luego de eso, me desmayé.

No cortes tus uñas de noche, no, si esperas a la muerte.

Mi abuela una vez me dijo: “No cortes tus uñas de noche”, y en mis años de vida siempre tuve presente eso, hasta que un día lo olvidé. La abuela nunca se equivoca. Ahora les digo a ustedes, no corten sus uñas de noche, siempre habrá un amanecer.

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Risas.

Despiertas sobresaltado, jadeando en busca de aire, mientras te recuperas de una pesadilla. Es la misma pesadilla que se ha venido repitiendo desde hace semanas. Cada noche, sin poder hacer nada más que ver la misma maldita escena

desplegarse ante tus ojos.

Hay niños corriendo en un parque infantil, y a lo lejos, una niña comienza a subir al pasamanos. De repente, esa sensación nauseabunda que algo va a suceder invade tu cuerpo. Intentas gritar a la niña para advertirle, pero lo único que se escapa de su garganta es el aire. Te das cuenta de que es demasiado tarde. Cierras tus ojos mientras la chica cae, causándose una grieta repugnante en toda la cabeza. Te ves impotente a su cuerpo sin vida, junto con el resto de los niños que reían a sólo unos minutos atrás.

Ahí es cuando te despiertas en un sudor frío, dándote cuenta de que era la misma pesadilla. No te has acostumbrado a ella y probablemente nunca lo harás.

Aún en tu estupor somnoliento, miras hacia los números digitales de color verde brillante junto a ti. Ahora es la 1:30 de la mañana, igual que la última vez. En este punto, has perdido toda esperanza de volver a dormir, y bajas a la cocina para conseguir un vaso de agua. Recuerdas que debes trabajar por la mañana, ya que hace una semana, comenzaste a ayudar a demoler una vieja escuela que no se ha utilizado desde los años 60. Raramente, es cuando la pesadilla comenzó. “Genial”, te dices entre sorbo y sorbo, “¿Cómo voy a funcionar con sólo cuatro horas de sueño?”

Más tarde esa mañana, llegas a la escuela. Los desgastes se notan en todo el edificio, tales como tuberías oxidadas, plantas que crecen las paredes, pintura astillada, y la fina hoja de polvo que cubre toda la superficie de la zona.

“¿Qué demonios le pasó a este lugar?” Dices cuando entras por las puertas delanteras.

“¿Cuánto trabajo no?”, dice Mike parado en lo alto de una escalera de mano. Él parece estar derribando parte del techo. Los ecos de taladros y pistolas de clavos suenan en todo el edificio, con el zumbido ocasional de una sierra eléctrica.

“Así que, uh, ¿qué es lo que tengo que hacer hoy?” – Le preguntas.

“Bueno”, dice Mike, “hoy tenemos mucho trabajo, puedes empezar por quitar las tablas del piso en el gimnasio. Después de eso, vamos a necesitar tu ayuda en el desmantelamiento de las pizarras en las aulas “.

Asientes, y con eso, te entrega un martillo y una palanca. Al entrar en el gimnasio, el sonido de la puerta que se abre y cierra de golpe retumba en las paredes. Es silencioso. Desde aquí, todos los ruidos de las herramientas eléctricas no se escuchan. Es una escuela grande y te encuentras en un lugar bastante lejos de la construcción. Decides comenzar en un rincón. Tomas tus herramientas y empiezas la difícil tarea de rasgar y hacer palanca en cada tabla.

A medida que avanzas, notas algo extraño. Sientes como si fueras observado, como si la mirada de alguien te estuviera perforando la piel. En un intento por evadir la incómoda sensación, gritas:

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No hay respuesta. Por supuesto, sabes que no habrá una respuesta, pero tenías la esperanza de que hubiera una razón para tu miedo. Rápidamente tratas de olvidarlo y continúas tu labor.

Desde que empezaste a trabajar ahí, no ha pasado ningún evento extraño o fuera de lugar. Llegas a la conclusión de que sólo es el silencio el que te hace sentir incómodo, por lo que sacas tu celular y pones algo de música. Pero entonces, vuelves a sentir que alguien te está mirando. Incluso tu música no ayudarte bien. Un extraño sonido comienza a mezclarse con la voz del cantante.

Te apresuras y quitas un auricular de tu oído para ver si alguien esta tratando de llamarte o algo así. Te das cuenta que el ruido de fondo era una risa, y

definitivamente no venía de los auriculares.

“¿Hola?” Dices a medida que guardas los auriculares en el bolsillo del pantalón, “¿Quién está ahí?”

La risa se desvanece rápidamente, como si un grupo de niños corriera riéndose detrás del edificio.

“Hay chicos aquí?” Te preguntas a ti mismo. Terminas de quitar una tabla de madera que estaba a punto de romperse y la colocas en el suelo.

“¿Hola? Mike? “Llamas una vez más. Al salir del gimnasio, te encuentras cerca de lo que parece ser una cafetería. Esto definitivamente no estaba cuando Mike te llevó al gimnasio, pero sigues tu camino. En primer lugar, entras a la cafetería para ver si los niños se esconden allí, pero lo único que hay es un largo pasillo con mesas tiradas alrededor. Una vez más, escuchas la risa que viene desde el fondo. Comienzas a caminar hacia la risa, pero a medida que te acercas, ésta se

desvanece. Al doblar la esquina, te das cuenta de que has llegado a un punto muerto, con una puerta al final. La puerta es de color azul, combinando con algunos azulejos del piso. Te acercas a ella y mueves la perilla, sólo para descubrir que ésta cerrada.

“¿Qué demonios? ¿A dónde van? “Te preguntas mientras tratas de mirar algo por el espacio entre la puerta y la pared. Una mano toca tu hombro, haciéndote saltar. Te das la vuelta y ves a Mike con una mirada interrogante en su rostro.

“Puta madre, hombre, me has asustado.” Le dices.

“Sí, pude notarlo”, dice Mike, “¿Qué estás haciendo aquí? ¿Terminaste el gimnasio? Porque también necesitamos…”

“No, no he terminado.” Dices interrumpiéndolo. “Hey, uh, ¿alguien trajo a sus hijos aquí, o algo así? ”

“No que yo sepa, pero debes terminar ese suelo pronto, necesitamos un poco de ayuda con el material eléctrico.”

Asientes y te diriges al gimnasio, mientras desenredas tus auriculares. Solo dos minutos después de haber empezado a trabajar, escuchas esos malditos niños de nuevo. Esta vez, parece como si se estuvieran burlando de ti. Piensas que se volverán a escapar y la risa se detendrá, a si que decides continuar con lo que estabas haciendo y lo ignoras. Pero no se va, incluso, podrías asegurar que se hace más fuerte y más irritante.

“¡¿Qué?!” Gritas a los niños, pero siguen riendo. Esta vez, arrojas tu martillo a la pared, porque a estas alturas, no tienes ganas de jugar. Corres hacia el ruido, con la esperanza de atraparlos. Con cada paso que tomas, los armarios que cubren el pasillo se estremecen y se sacuden. Tus pasos resuenan por las escaleras. Ya no

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te importa tu trabajo en el gimnasio, ni la construcción, ni nada. Solo encontrarlos y deshacerte de ellos.

A medida que corres, te das cuenta que la escuela se ve más limpia y alegre. La pintura no está astillada, ni la cerca oxidada…

“Pensé que lo estaban destruyendo, no que le harían una renovación.” Te dices. Sigues corriendo, hasta llegar comedor. Sentiste que habías corrido en círculo, pero esa teoría se fue en cuanto llegaste a la cafetería. Te das cuenta que en el comedor, las mesas están instaladas, y los pisos limpios. Las papeleras y mesas parecen estar cubiertos con migas y la leche derramada en algunos sitios. Esto no tiene sentido, si hace dos minutos las mesas estaban rotas, y todo parecía estar cubierto de polvo. Te detienes y mirar a todo, confundido completamente, hasta que la risa te sacó de sus pensamientos, una vez mas.

Una vez que vuelves a correr, la risa se detiene. No, no como la broma de hace rato, todo el mundo al mismo tiempo se frena. Junto con las risas, tus pasos paran, como si trataras de encajar en el entorno.

De pronto, una pequeña risita se escucho en el baño. Sonríes, pensando:

“Oh, ahora los tengo”, mientras caminas hacia el baño. A diferencia del resto de la zona, el baño era un completo desastre. Las bisagras de las puertas de los

establos y los grifos están terriblemente oxidadas, y baldosas completamente rotas. Pateas fuertemente la única puerta, tirándola, con la esperanza de hacer frente a uno de esos pequeños bastardos, pero no hay nadie allí.

“¿Qué diablos?” Dices en voz alta. Jurarías que escuchaste una risa proveniente de esta área exacta, ¿cómo no puede haber niños? Te das vuelta hacia el grifo, y giras el pomo. Crees que si se salpicas tu cara un par de veces, te recuperarás. Por supuesto, no sale agua. De repente, ves algo en la esquina del espejo que te hace atragantarte con tu propio aliento.

Sentada en la esquina de la habitación, junto a la puerta, se encuentra una pequeña niña. Sus ojos, miran a los tuyos. Excepto, que ella realmente no tiene ojos, solo mármoles blancos que parecen demasiado grandes para su cráneo. Y no son sólo sus ojos, todo en ella no es normal. Su piel se le pega al hueso, haciendo que sus articulaciones se vean. Su pelo esta enmarañado y lleva un vestido blanco roto, manchado con suciedad y sangre. Y entonces comprendes todo instantáneamente, como si una pared de ladrillos cayera sobre ti.

Lo que parecen ser los restos de un cadáver en descomposición, es en realidad la chica que aparece en tus pesadillas. Sus labios se curvan lentamente revelando un terrible conjunto de dientes afilados. Gritas y sales corriendo del baño. A la salida, te das cuenta de que el edificio volvió a tener su aspecto normal, sucio y descuidado. Al doblar a la esquina, te encuentras con Mike.

“¿Qué demonios estás haciendo?” Dice claramente frustrado, “Esta es la segunda vez que abandonas tu puesto de trabajo.”

“¿¡Qué carajo está pasando aquí!?” Gritas, exigiendo una respuesta. Mike te lanza una mirada amenazadora, y te dice:

“¿De qué estás hablando? Nada está pasando aquí. Escucha, si te sientes un poco enfermo puedes ir a casa. ”

“No, estoy bien.” Respondes, “Te prometo que voy a terminar esta vez. Ahora, ¿dónde está el camino de regreso al gimnasio? ”

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“Sube las escaleras y en el pasillo a la izquierda, verás las puertas dobles para llegar. Te acompaño”

Mientras los dos van a ver tu trabajo, una duda emerge de tu cabeza.

“Hey,” Le preguntas a Mike, “¿Por qué este lugar quedo cerrado? Parece como si todo el mundo se hubiera ido un día y jamás regresó. ”

“Bueno,” Inicia Mike mientras el sonido de sus pasos resuenan en todo el hueco de la escalera, “Una chica joven, estudiante, murió aquí. Al parecer, era

demasiada tristeza para los niños a educar y siempre andaban deprimidos. Por lo tanto, con la esperanza de borrar el incidente de su mente, se los trasladó a una escuela diferente. ”

Un escalofrío recorre tu cuerpo, desde los pies a la cabeza. “Exactamente cómo murió?”

Mike no respondió hasta cruzar la puerta doble del gimnasio. “Ella cayó desde un pasamanos y se rompió el cuello.” Tragas saliva, mientras Mike sale de la habitación.

“Apresúrate, que ya es tiempo que hubieras terminado” Dijo antes de azotar la puerta

Sabes que deber darte prisa, para ir a tu casa y no regresar a ese lugar jamás. Enciendes tu música de nuevo, y continúas el trabajo, casi esperando oír una risa, pero no pasó nada. Incluso cuando se terminaste, no pasó nada.

En tu regreso a casa, empiezas a cuestionarte y te convences de que todo estaba en su cabeza, y que la pesadilla había causado que te volvieras loco. Al pensar en la pesadilla y recordar lo que Mike dijo, el estómago comienza a dolerte. Tuviste esta sensación hasta que finalmente decides irte a la cama, sabiendo lo que iba a venir después. No quería pensar en los juegos infantiles, o la niña, no

específicamente después de lo de hoy. Pero la imagen de su rostro, su rostro horrible, está pegada a ti.

No debería haber ninguna razón para que seas paranoico ahora. Se acabó. Estás aquí, y ella es todo lo que queda de allí.

“Demonios, probablemente ni siquiera existe.” Te dices a ti mismo, ya que poco a poco pierdes la conciencia.

Cierras tus ojos, esperando la visión horrible, una risa pequeña se escucha atrás de la puerta de su dormitorio.

(29)

Solo una película.

Llevaba casi dos horas caminando por la carretera, su auto se había quedado sin gasolina varios kilómetros atrás y cargando aquel bidón decidió ir a buscar

combustible.

Tras caminar tanto, al fin logró divisar a lo lejos aquella vieja y pequeña estación de servicio con una maltrecha y parpadeante luminaria que anunciaba “TEXACO”, y supo entonces que su recorrido al fin había terminado.

Al ver la bomba dispensadora asumió que nadie había cargado combustible ahí en mucho tiempo, y aquello lo desalentó un poco, pero aun así decidió entrar al lugar. Abrió el mosquitero y entró a la vieja estación; un asqueroso hedor impregnaba el ambiente y una vieja radio tocaba a Alan Jackson a volumen bajo. Pudo identificar la fuente del putrefacto aroma cuando miró frente a él varios pedazos de carne podrida colgados en ganchos por todos lados. Esto casi lo hizo vomitar, pero se distrajo cuando escuchó una voz detrás de él.

—¿Necesita algo?

Al voltearse pudo ver a un anciano con el ceño fruncido y facha de pocos amigos. —Sí, gracias, quisiera cargar un poco de gasolina.

—Bien, los barriles están atrás, la bomba no funciona así que debemos cargar en la bodega —dijo el viejo.

Entraron a la vieja bodega, que más bien parecía un granero, y comenzaron a llenar el bidón de gasolina.

—Ya no viene mucha gente por acá.

—Bueno, es que este pueblo tiene mala reputación.

—Sé a qué se refiere, esa maldita película nos destruyó por completo. Si la gente no se detenía antes, ahora ni siquiera pasan por esta carretera.

—Bueno, usted parece una persona amable, le diré a mis amigos que pueden detenerse a cargar combustible aquí y quizás comer algo.

—Eso suena bien, gracias por darle ánimos a un viejo como yo.

—No es nada, simplemente hace falta un poco de sentido común para saber que era sólo una película y que nada de eso fue verdad.

—Y ¿cuándo dije que no era verdad?

Una risa nerviosa salió de su boca, mientras que el viejo lo miraba con los ojos más psicópatas que había visto.

—Parece que le gusta asustar a los turistas, ¿no? —dijo nervioso.

Pero de inmediato supuso que no era ninguna broma cuando escuchó el sonido de un motor encendiéndose, y se enteró de que la película no mentía cuando al darse la vuelta reconoció a Cara de Cuero acercándose con una motosierra en las manos.

(30)

Lo hago por amor.

Alicia era mi novia, la más dulce chica que pueda existir. No era como cualquier otra; su presencia atrapaba a más de uno. Teníamos tiempo juntos, casi dos años a su lado. Pasábamos el rato acudiendo a lugares entretenidos: museos, cines, zoológicos, teatros, todo era normal en nuestra vida.

Estudiábamos en el mismo campus, por lo que sobra decir que la veía todos los días, incluso teníamos clases de medicina juntos. Con dos años por cumplir, era más que bien recibido en su casa por su familia; había días en que por la

universidad me iba a su casa a dormir y me sentía como en la mía.

Como podrás darte cuenta, todo era normal. Pero hay algo que puede hacerte perder la razón, algo que toda persona en determinado momento necesita, y que si no lo obtienes cuando quieres, causa serios problemas. Me refiero al sexo. Nunca lo había hecho con mi novia, pues ella aún era virgen y según lo

platicamos, quería llegar así al matrimonio. Pero seamos sinceros, esa forma de pensar era egoísta; ¿que había sobre mí? Yo también tenía necesidades, quería expresar el mayor sentimiento de amor entre una pareja, pero ella no lo veía así. Vaya decepción.

No podía dejar de pensar en mis amigos y lo felices que eran, pues ellos tenían una vida sexual activa, mientras que yo tenía que recurrir a la autosatisfacción, era el colmo. Ya bastante tenía escuchándolos platicar: “Ayer Vane y yo hicimos esto… bla bla bla”. “Cielos, se escucha excitante; le diré a Julia, estoy seguro de que aceptará hacer eso… y bla bla bla”.

Los envidiaba mucho. Cada día un sentimiento se desataba dentro de mí, eran unas ganas inmensas de poseer a Alicia, de hacerla mía y desquitar la furia que crecía en mí por no poder llevarla a la cama.

Entonces comencé a idear un plan, si ella no quería entregarme su virginidad, tendría que quitársela a costa de lo que fuera. Estaba desquiciado por hacerla mía, y mi desenfreno no lo podía controlar, ya no pensaba con razón y sólo tenía una idea en la mente: violar a mi novia.

Dentro de mi incontrolable deseo de satisfacer mi más bajo instinto, pensé con claridad lo que sucedería después; era obvio que me denunciaría, pues novio o no, la habría mancillado. No podía dejar que eso pasara, no cuando uno tiene una vida por delante, un futuro prometedor. Mi vida no podía terminar tras una prisión, y aunque evadiera la justicia, habría una mancha en mi historial, poniendo en riesgo mi carrera. Así que debía deshacerme de ella después de someterla a mí. La extrañaría, pero bueno, fue su culpa por no darme lo que ansiaba de ella desde hace tiempo.

Fue algo simple, no necesité de mucho más que de una cuerda y una mente torcida que clamaba por sentir toda esa euforia durante el sexo. Como cada viernes mi casa estaría sola, debido a que mi padre, un médico respetable y con un poco de renombre, trabajaba por las noches. La invité a quedarse en mi casa, no era nada extraño que se quedara conmigo dichos días.

Llegamos poco después de las 10 p.m. Estábamos cansados, había sido un día agotador. No podía dejar de pensar en que por fin sería mía, y eso me devolvía el ánimo y las fuerzas.

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