• No se han encontrado resultados

Qué debo hacer peora ser salvo?

In document Lo Que El Diablo No Quiere Que Sepas (página 77-81)

Cuando Pablo y Silas iban al lugar de oración en Filipos, encontraron a una muchacha que tenia espíritu de adivinación. Esa persona estaba poseí- da por el demonio y les daba a sus amos gran ganancia por medio de la adivinación. La mucha- cha seguía a Pablo y a Silas gritando: "Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación" (Hechos 16:17). Satanás buscó sutilmente traer confusión al evangelio al aliarlo con la adivinación. La mucha- cha continuó gritando de esta manera durante varios días. Esto le causó aflicción a Pablo, quien finalmente le ordenó al espíritu que saliera de ella, y el espíritu salió.

Los amos de la muchacha comprendieron que su fuente de ganancia también había sido echada, así que prendieron a Pablo y a Silas. Los azotaron severamente, y los echaron en la cárcel, "mandan- do al carcelero que los guardase con seguridad. El cual, recibido este mandato, los metió en el cala- bozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo" (Hechos 16:23.24).

A la medianoche, mientras Pablo y Silas oraban y cantaban alabanzas a Dios, y los demás presos los oían, se produjo un gran terremoto. La Biblia dice que "los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron" (Hechos 16:26).

El carcelero se despertó, vio las puertas abiertas, pensó que los presos habían huido, y sacó su espada para matarse. Entonces Pablo dijo a gritos que ninguno de ellos se había escapado y le supli- có que no se hiciera ningún daño. El carcelero entonces entró al lugar donde estaban Pablo y

Tiempo oportuno para hablar acerca de Jesús 159

la ley han producido en el pecador —como le ocurrió al carcelero de Filipos— el convencimiento. ¿Qué debemos hacer? Desgraciadamente, mu- chos cristianos vacilan en cuanto a preguntarle al pecador si quiere tomar la decisión de recibir a Cristo en ese momento tan importante. ¿Por qué postergamos? Primero, porque el pecador pudiera

rechazar la oferta de salvación. Tenemos que

aprender a desasociamos del mensaje del evange- lio, y presentarlo como la verdad que exige una decisión. Si el pecador rechaza la verdad, no de- bemos entender que un rechazo de nuestro men- saje es un rechazo a nosotros personalmente.

Otra razón por la cual algunos cristianos no piden al pecador que tome la decisión de recibir a Cristo, se debe a un temor por parte de los creyen- tes que evangelizan. Tenemos el temor de que el pecador pudiera aceptar la oferta de la salvación. Pensamos: ¿ahora qué hago? Esto nos produce pánico. La mayoría de los cristianos jamás han conducido a nadie a los pies de Cristo, así que una respuesta positiva por parte del pecador con fre- cuencia lanza al creyente hacia aguas desconoci- das.

Muchas almas se salvan o se pierden en este difícil y con frecuencia inesperado momento del testimonio. Por eso, es sumamente importante estar preparado, como Pablo y Silas lo estuvieron, para bondadosamente conducir al pecador a una expresión verbal de fe que sea un compromiso con Cristo.

Además, el pecador también pudiera avergon- zarse de orar por su propia cuenta; así que usted tal vez tenga que dirigirlo en la oración. Recuerde destacar los principios básicos de la salvación en Silas, se postró a sus pies, y les hizo la pregunta

decisiva: "Señores, ¿qué debo hacer para ser sal-

vo?" (Hechos 16:30, cursivas añadidas).

Veamos la respuesta. "Cree en el Señor Jesu- cristo, y serás salvo, tú y tu casa" (Hechos 16:31). Luego los discípulos le dijeron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Según habían profetizado, toda la familia recibió el evan- gelio y se bautizó en aquella misma hora de la noche.

Pablo y Silas dijeron a aquel tembloroso pecador que creyera en el Señor Jesucristo. ¿Qué significa eso?

Creer significa confiar en, fiarse de, aferrarse solamente a la persona de Jesucristo con respecto a la salvación. No significa creer en él como una figura histórica. No significa confiar en Cristo sólc en tiempo de enfermedad o de necesidades econó- micas. La fe temporal, al igual que aquella que es sólo un asentimiento intelectual, no es suficiente para obtener acceso al cielo.

No se le dijo al carcelero que reconociera que el verdadero nombre de Dios es Jehová, ni que se bautizara en cierta iglesia, ni que guardara ciertos días. Se le dijo que confiara en Jesús. ¿Por qué? Porque "el que tiene al Hijo, tiene la vida" (1 Juan 5:12).

Obviamente, el carcelero estaba en la condición del penitente. Sentía convencimiento de pecado. Su humildad se hizo evidente por su actitud hacia los discípulos, pues se postró a sus pies y les dijo: "Señores". Estaba consciente de la ira de Dios y de la urgencia de su situación, lo cual se deduce de la pregunta: "¿Qué debo hacer para ser salvo?"

esta oración. La siguiente oración pudiera servir de guia:

Amado Dios:

Reconozco que tú eres Dios Santo, recto y justo. Te confieso mi pecaminosidad. Re-

petidamente he quebrantado tu ley y me- rezco el juicio eterno. Perdóname mis pe- cados y dame la gracia para apartarme del egoísmo y de la rebelión.

Gracias por haber tomado mi lugar en la cruz, como castigo de mis pecados. Te recibo como Señor y Salvador. Dame, por favor, la gracia de vivir la clase de vida que te glorifique en todo lo que diga y haga. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.

¿Ahora, qué?

Supongamos que usted ha tenido el gozo de conducir una persona a los pies de Cristo. ¿Ahora qué debe hacer? Primero, suprima el impulso de decir que ya es salva. Si Dios la ha salvado, permita que Dios se lo diga. Indíquele las prome- sas de seguridad, por supuesto, pero permita que la seguridad le venga sólo de Dios.

El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios (Ro- manos 8:16).

El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo (1 Juan 5:10).

Un predicador muy conocido caminaba una vez por las calles de Londres, cuando un borracho se topó con él. El borracho le echó una mirada al predicador y le dilo:

—¿Me recuerda usted?

—No —le respondió el predicador.

—Bueno, debiera recordarme; soy uno de sus convertidos —dijo el borracho.

El predicador miró severamente al borracho y le dijo:

—Usted pudiera ser uno de mis convertidos, pero no un convertido de Dios, porque en este último caso no estaría en este estado.

Cuando le venga la prueba, el nuevo convertido tiene que confiar, no en las palabras de un hom- bre, sino en la verdad de las Escrituras y en el testimonio interno del Espíritu Santo para tener la seguridad de que se ha convertido.

Aconseje al nuevo convertido que aprenda de memoria porciones de la palabra de Dios y medite en ellas. Hay dos porciones bíblicas que son espe- cialmente útiles para el nuevo creyente:

No te desampararé, ni te dejaré (Hebreos 13:5).

Si confesamos nuestros pecados, él es fiel yjusto para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9). Luego usted debe enseñarle los principios bási- cos de la fe cristiana.

1. La fe en Dios. Un joven me dijo que algunas de las cosas de la Biblia eran "difíciles de creer". Le pregunté su nombre. Cuando me lo dijo le respondí:

—No lo creo.

Me miró perplejo. Le volví a preguntar el nombre, y cuando me lo dijo, le repetí la misma respuesta. Sus ojos fulguraron de ira. Reaccionó de esta

162 Lo que el diablo no quiere que sepas

I

manera porque mi falta de fe en él lo había insul- tado. Yo había insinuado que él era un mentiroso Si un simple mortal se siente insultado por cuanto no se le cree, ¡cuánto más insultará la incredulidad al Dios Todopoderoso! Las Escrituras dicen: "El que no cree a Dios, le ha hecho menti- roso" (1 Juan 5:10). Martín Lutero dijo: "¡Qué insulto más grande pudiera haber para Dios que no creer en sus promesas!" Jesús mandó: "Tened fe en Dios" (Marcos 11:22). Recordemos que "sin fe es imposible agradar a Dios" (Hebreos 11:6).

2. La lectura diaria de ¡apalabra de Dios. Ensé- ñele que lea la Biblia sin falta y que obedezca implícitamente lo que lee. Que aparte tiempo para leer el Salmo 1, y luego el salmo 119, hasta que comprenda la importancia de la meditación en la palabra de Dios. Enséñele que si no se disciplina a sí mismo para alimentarse diariamente con la palabra de Dios, irá a darse de alta en las filas de los que sufren de desnutrición espiritual. Satanás tiene mucho éxito en zarandear a los santos enfer- mizos.

3. Comunión. Aconséjele que busque una igle- sia buena, amorosa, basada en la Biblia; y que una su visión con la de los hermanos de dicha iglesia. Las Escrituras nos dicen que no debemos dejar "de congregarnos" (Hebreos 10:25). Aconséjele que, sea cual fuere su relación con las personas en esta iglesia, no participe con los que murmuran.

4. El bautismo en agua. Explíquele que, sin demora, debe ser bautizado en agua. Este es un mandamiento de las Escrituras. El bautismo en agua simboliza lo que realmente le ha sucedido al nuevo convertido en el reino espiritual. Ha muerto

al pecado, ha sido sepultado, y ha resucitado con Cristo.

5. Los dones del Espíritu No tenga temor de hablarle acerca de los dones del Espíritu, especial- mente del don de hablar en lenguas. Jesús dijo que esta señal seguirá a los que creen (véase Marcos 16:17). Aconséjele que lea el libro de los Hechos y la Primera Epístola a los Corintios, capí- tulos 12,13 y 14. Recuerde que las lenguas tienen un uso en público y un uso en privado. El hablar en lenguas en una reunión pública de la iglesia exige que haya interpretación; el uso de las len- guas en privado fortalece la vida de oración del creyente y no requiere que haya comprensión de lo que se dice en lenguas. Este don está destinado a fortalecer y edificar al creyente. Lea Lucas 11:9-13. 6. La oración. El cristiano que no tiene tiempo para orar es como el hombre que va a cortar un árbol con un hacha sin filo. No se detiene a afilar el hacha, porque quiere cortar el árbol lo más pronto posible. Sin embargo, si afilara el hacha durante unos minutos, eso aceleraría grandemen- te su trabajo. Hay que aconsejar al nuevo creyente que aparte tiempo para que afile el hacha a través de la oración. Recordemos que la oración es una comunicación de doble vía entre Dios y el hombre. Hay que enseñarle que aprenda a oír el estímulo, el consuelo, la corrección y la dirección que Dios da en la oración.

7. Conocimiento del enemigo. Al nuevo creyente hay que enseñarle que tiene un enemigo triple: el mundo, la carne y el demonio. Si crucifica la carne (su naturaleza vieja), el mundo no tendrá atrac- ción para él, y el diablo no tendrá ningún derecho

en su vida. Satanás es el dios de este mundo, el tentador, "el acusador de los hermanos", el enemi- go. Dígale que debe familiarizarse con Efesios 6:10-20 y 1 Pedro 5:8-10.

8. El servicio. Si un nuevo convertido sabe de qué ha sido salvo, también sabrá para qué ha sido salvo. Cada veinticuatro horas mueren 140.000 personas. El convertido debe dedicar su vida en- teramente a llevar el mensaje de salvación a estos perdidos. No hay más alto llamamiento.

In document Lo Que El Diablo No Quiere Que Sepas (página 77-81)

Documento similar