• No se han encontrado resultados

Los empresarios son parte de la Revolución

Los gobiernos revolucionarios se presentaron como protectores de los sectores sociales menos favorecidos pero nunca pensaron en un cambio del sistema político/económico/social. El régimen de producción capitalista permaneció en el sistema mexicano y por ende en los artículos que conformaron la Constitución de 1917. El regreso y reparto de las tierras agrícolas a los grupos indígenas, los derechos de los trabajadores obreros, el establecimiento de la educación pública gratuita y obligatoria, la propiedad de la Nación sobre sus recursos naturales y la responsabilidad del Estado en la vigilancia de las garantías individuales no iban más allá de establecer a nivel nacional y para “todos” el derecho a una vida digna y al bienestar material de la vida moderna; ningún artículo estableció la aniquilación de la propiedad privada ni de socializar los medios de producción. Por más que algunos artículos constitucionales estuvieran

177

Texto original del artículo 123 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en Así fue la Revolución Mexicana, Conjunto de testimonios, vol. 6, Senado de la República-Secretaría de Educación Pública, 1985, p.1223

178

influidos de una ideología socialista, como 27 o el 123, ninguno atentó contra la propiedad privada, antes bien el gobierno constitucionalista que se asentó después de la firma de la Carta Magna creó una Secretaría de Estado que tenía como objetivo “promover la reanudación y desarrollo de las actividades industriales y comerciales, amortiguadas y hasta, muchas de ellas, paralizadas por causa de la Revolución”179

Como ya se ha anotado, el ingeniero Alberto J. Pani se había desempeñado en varios cargos dentro del gobierno pre-constitucionalista: "he pasado trabajosamente por la Dirección General de Obras Públicas, por la Tesorería General de la Nación, por la Dirección General de los Ferrocarriles [y] por una misión muy delicada y muy importante de carácter diplomático….” 180. Más que la preparación y capacidad del ingeniero para desempeñarse en cargos tan diversos, Venustiano Carranza apreciaba las habilidades negociadoras del ingeniero para sacar adelante asuntos de importancia nacional e internacional. Para 1917, Alberto J. Pani se había ganado la confianza del jefe constitucionalista, su adhesión maderista había pasado a segundo plano para representarse fiel a las causas del nuevo gobierno. Esto se confirmó cuando Carranza, una vez nombrado presidente legítimo de la República el 1º de mayo de 1917, comisionó al ingeniero para crear una nueva institución que mediaría entre los sectores productivos del país. 181

La Secretaría de Industria y Comercio comenzó a trabajar el 5 de abril de 1917 y como su primer secretario fue nombrado el ingeniero Alberto J. Pani. La nueva institución promoverá “el nacimiento de nuevas industrias y el perfeccionamiento de las ya existentes y el envío al extranjero de Agentes Comerciales, provistos de muestrarios, directorios y toda clase de informaciones sobre la producción, potencialidad y necesidades de México”182

Ante la inestabilidad política y económica que causó la lucha armada, muchos inversionistas protegidos del gobierno de Porfirio Díaz emigraron al extranjero llevándose consigo sus capitales. La baja productividad, la falta de recursos y el cierre de las operaciones bancarias provocaron una de las crisis económicas más fuertes y

179

Alberto J. Pani, Mi contribución…., op. cit., p.242

180

Alberto J. Pani, En camino hacia la democracia, op. cit., p.112

181

Carmen Aguirre Anaya Alberto Pani, evocación de un destino, Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2004, p.105

182

generalizadas en la historia del país. Quienes no estuvieron ligados al viejo gobierno y permanecieron en el país apoyaron en alguna medida a quienes ocupaban el poder. Varios miembros de la familia Braniff apoyaron a Francisco I. Madero, Alberto Braniff, por ejemplo constituyó su propio ejército para combatir a quienes se oponían a la Revolución Maderista183.

Los varios gobiernos que sucedieron al del caudillo coahuilense también contaron con el apoyo de empresarios para no perder su estatus Se entretejieron así las redes entre los sectores productivos, empresariales, y gubernamentales y una “nueva generación” de industriales y comerciantes relevó al cerrado grupo de científicos porfirianos instalándose en sus lugares y retomando los negocios que antes habían estado en sus manos.

Los estudios sobre la Revolución que tratan el tema de los sectores productivos durante la fase armada y después de ella, antes de la presidencia de Lázaro Cárdenas, hacen ver cómo los empresarios se vincularon con los militares y los miembros de los gobiernos revolucionarios. Algunos los apoyaron con el capital necesario para la compra de armamento, otros incluyeron en sus negocios a los militares que recién ocupaban las regiones ganadas al gobierno constitucionalista, y más importante para entender el complejo fenómeno es considerar que muchos de los militares y nuevos gobernantes o funcionarios, como el caso de Pani, provenían de familias políticas y económicas pudientes, algunos eran hijos de hacendados, propietarios de minas o comerciantes, que antes de 1910 habían perdido sus propiedades o habían presenciado el deterioro de sus negocios y que por esa razón se habían integrado a la Revolución.184 Hay que anotar que militares como Plutarco Elías Calles y Abelardo Rodríguez hicieron a la par que sus carreras políticas las de hombres de negocios, surgiendo así una “nueva elite de la revolución”185

Las carreras económicas de los “revolucionarios” entran en contradicción con el discurso e ideología igualitaria promovida desde el aparato gubernamental, lo que ha

183

Jorge H. Jiménez Muñoz, La traza del poder. Historia de la política y los negocios urbanos en el distrito federal, de sus orígenes a la desaparición del Ayuntamiento (1824-1928), México, DEDALO- CODEX, 1993

184

Alicia Hernández Chávez, “Militares y negocios en la Revolución Mexicana”, en Historia Mexicana, México, el Colegio de México, Vol. XXXIV, Núm. 2, 134, octubre-diciembre de 1984, p. 195

185

Poder Público y Poder Privado. Gobiernos, empresarios y empresas 1880-1980, María Eugenia Romero Ibarra, José Mario Contreras Valdez, Jesús Méndez Reyes coordinadores, México, Facultad de Economía-Universidad Nacional Autónoma de México, 2006

hecho de este tema un “tabú” a nivel historiográfico que se acentúa a partir de la “institucionalización” de la Revolución. Lo que en el porfirismo era explicito y del conocimiento público continuó siéndolo después de pacificación. En la época en la que Alberto J. Pani dirigió la nueva Secretaría, la alianza entre gobierno y sector empresarial era explícita, indispensable para hacerle frente al rezago económico de la población y a la constante e inevitable presencia de capitalistas extranjeros, principalmente estadounidenses. Es por eso que aún en los primeros años de la década de los veinte se encuentra, en numerosos artículos de la prensa y en algunos discursos, el reconocimiento a los inversionistas que procuraban el trabajo y el bienestar en sus empresas para elevar la calidad de vida de los trabajadores, así como la insistencia del público y de algunos gobernantes para que los sectores productivos se comprometieran en hacer efectivas las causas revolucionarias186. La imagen de la familia revolucionaria se integraba así del sector gubernamental y el empresarial para “proteger” y proveer al pueblo.

El gobierno de Estados Unidos reconoció a Venustiano Carranza como el Jefe Máximo de la Revolución en 1915 y gracias al apoyo que obtuvo de aquel fue que pudo derrocar a las fracciones revolucionarias que estaban en su contra; en particular las emanadas del gobierno de la Convención de Aguascalientes. Con ello los norteamericanos contemplaron la posibilidad de infiltrarse en los negocios mexicanos, tal y como lo hacían en el porfirismo, y de conservar aquellos que aún no habían sido afectados por la lucha armada y cuyos propietarios seguían ejerciendo amparándose en su nacionalidad extranjera, como los Lamm que se ocuparon de los negocios urbanos en la capital. John Lind, ex-representante personal del presidente Wilson en México, en 1914, expresaba que los mexicanos “carecían de práctica comercial” porque ésta había estado en manos de “españoles y otros extranjeros”187.

A la mirada del ex-representante estadounidense los mexicanos no teníamos la experiencia para gobernar por nosotros mismos ya que quienes dirigían al gobierno constitucionalista carecían de experiencia política que los habilitara “para el ejercicio de un gobierno democrático”, y por ende para la práctica del comercio y el desarrollo empresarial. Por eso es que los mexicanos necesitábamos de su ayuda así como ellos la

186

Véanse los artículos del Excélsior y El Universal 187

John Lind, La gente de México, Veracruz, Tipografía de la Secretaría de la Instrucción Pública y Bellas Artes, 1915

nuestra, México era un país “rico y hermoso”, de gran porvenir, que necesitaba para su progreso de la experiencia del “dame y toma”. Esperaba que el grupo de “los del norte”, caracterizados por su talento y energía, estuvieran dispuestos al contacto con los extranjeros para comerciar y tratar con ellos. Porque en efecto, lo que los americanos esperaban con el apoyo dado a Carranza, era que sus intereses se vieran afectados lo menos posible y que se abrieran nuevas oportunidades para los negocios, sobre todo los contratos gubernamentales para las mejoras del país.

Ante esta visión que pudiera ser representativa de la mentalidad de los estadounidenses, y a pesar del apoyo político, militar y económico recibido por los vecinos del norte, Venustiano Carranza favoreció, desde la fase pre-constitucionalista, que las cabezas de sus ejércitos se hicieran cargo de las regiones ocupadas y con ello la sus respectivos negocios para tener segura la administración de los recursos.188 Esto se acentuó cuando a causa de la invasión de Villa a la ciudad de Columbus, en marzo de 1916, el ejército estadounidense se infiltro en el territorio nacional. Carranza concedió privilegios especiales a los jefes constitucionalistas en la administración de los negocios y con ello aseguraba los recursos para una posible defensa del territorio nacional. Una vez legitimado como presidente y con el reconocimiento internacional, una de sus primeras preocupaciones fue reagrupar a la elite empresarial que se encontraba dispersa sin política qué seguir. Una incertidumbre les proporcionaba la posible aplicación de los artículos constitucionales y la participación del capital extranjero, el cual era inevitable para la economía nacional.189 La participación de extranjeros en el comercio se veía como amenaza a la estabilidad política, en gran medida había sido un detonante para que muchos “hombres de negocios” mexicanos apoyaran el movimiento armado revolucionario.

La nueva Secretaría de Industria y Comercio, dirigida por Alberto J. Pani se encaminó a organizar, fomentar, apoyar y reactivar la economía haciendo un llamado a los principales sectores responsables de ello. Una de las primeras acciones, y siguiendo la práctica “democrática” de consultar a los sectores involucrados, fue la de realizar

188

Alicia Hernández Chávez, “Militares y negocios….”, op. cit., p. 189

189

Alicia Hernández, Chávez “Militares y negocios en la Revolución Mexicana”, en Historia Mexicana,..op. cit., p.182

Congresos para conocer el estado de la cuestión y fijar los lineamientos con los cuales actuarían tanto el gobierno como los sectores productivos. Los temas que preocupaban y que fueron señalados a los comerciantes eran a) la moralización del comercio b) medidas que conviene dictar para hacer frente al posible encarecimiento de los artículos de primera necesidad; c) organización colectiva de las Cámaras de Comercio de la República para fines de ayuda mutua, de conveniencia pública y de representación ante el Gobierno Federal y d) medidas que deben ponerse en práctica para desarrollar nuestro comercio interior y exterior.

Ante la primera Congregación de Comerciantes efectuada el 12 de junio de 1917 el ingeniero expresaba que “el comercio de todo el país se ha incorporado a la Revolución” y que el gobierno constitucionalista era la genuina encarnación de ella. En sus intervenciones señala las malas condiciones morales que prevalecían en el ambiente político diciendo que las clases superiores pierden virtudes políticas y sociales a medida que una guerra se desarrolla. Esta preocupación por el ambiente moral que prevalecía en instancias no solo gubernamentales sino también particulares las había presenciado cuando ocurrió la primera ocupación del ejército constitucionalista a la capital en 1915.

En aquella ocasión, él y Gerardo Murillo encabezaron la Junta Revolucionaria del Pueblo del general Álvaro Obregón cuyo cometido fue la repartición de billetes “constitucionalistas” entre la gente más pobre. La voracidad de muchos comerciantes fue más que evidente al encarecer los alimentos o acapararlos para aumentar sus precio sin importarles la hambruna que padecían los capitalinos; preferían que la gente muriera en las calles antes que vender sus mercancías más baratas; buena parte de esos “acaparadores” eran extranjeros, “gachupines” para ser más exactos propietarios de molinos de nixtamal, panaderías y tiendas de abarrotes. Otro sector que aprovechó la oportunidad para incrementar sus ganancias fue el de bienes raíces que ante la carencia de viviendas baratas y ante la fuerte demanda de ellas aumentaban las rentas constantemente y hacían que la población empobrecida fuera a ocupar cuartos mal saneados por costos elevados.

Ante estas actitudes de comerciantes y propietarios de negocios es comprensible que las preocupaciones del ingeniero versaran en torno a moralizar primero el ambiente político y empresarial. No le cabía la menor duda de que el gobierno encabezado por

Carranza, que él representaba, hacía lo posible para cambiar el ambiente moral de las instituciones y del comercio junto con las acciones para que los pobladores adquirieran y/o recuperaran un cierto nivel económico. Alberto J. Pani fue un personaje ubicado en la corriente de pensamiento universal que veía al trabajo como el procurador del bienestar físico y moral. Acorde con las ideas de que el trabajo fortalece al hombre, lo supera y que le procura su poder adquisitivo promueve una ideas compartida en la época, la de que dice que “cada miembro de la comunidad disfrute en proporción a sus necesidades de las riquezas acumuladas por el trabajo combinado de todos y que, en realidad, pertenece a todos…”190. Las palabras del ingeniero la expresaban de la siguiente manera:

"La tendencia revolucionaria no esta orientada hacia la utópica nivelación socialista: su ideal social es aquel que permita a cada hombre obtener, de la suma total de bienestar conquistado por la colectividad, la parte proporcional a su aportación personal de trabajo, de inteligencia y economía." 191

En efecto, desde la etapa preconstitucionalista el ingeniero Pani manifestó su desacuerdo con el socialismo por considerarlo utópico y hasta peligroso en sociedades como la mexicana que no habían transitado por las etapas históricas para hacerlo posible. Para él, así como para el conjunto político que representaba, lo más justo que podía hacer un gobierno que se auto-representara democrático y revolucionario era la repartición económica equilibrada para que no hubiera las diferencias tajantes, o de clase, que se producían cuando sólo se alentaban los intereses de los capitalistas voraces que no miraban más que sus ganancias. La idea más avanzada con la que se identificaba esta nueva elite de gobernantes/empresarios revolucionarios, y con la cual estaban de acuerdo las tendencias políticas/sociales a nivel internacional, era la justa repartición de las riquezas generadas por la inversión de capitales entre la población pobre, los obreros y campesinos. De aquí que se hablara a nivel político, al igual que se realizaba en otra latitudes, de favorecer la ampliación de los sectores medios.

"Se interesa todo el mundo -dice le diputado belga Cooreman- en el mejoramiento de la condición moral y material de la clase obrera y todo el mundo tiene razón...Pero la conservación, la prosperidad de la clase media es causa no menos justa, y exige el interés publico que no peligre su existencia. Importa el equilibrio

190

Fernando Solís Cámara, La reconstrucción de nuestra patria, op. cit, p.7

191

social que las diferencias entre la clase capitalista y la clase obrera las armonice la clase media, caracterizada por la reunión, en las mismas manos, del capital y del trabajo. Es indispensable para el reinado de la armonía en la sociedad, que la escala tenga entre su mas alto y su mas bajo escalón una serie de grados intermedios que reúnan los extremos por gradaciones mas numerosas"192

Carmen Aguirre Anaya menciona que los industriales no esperaron a que se les convocara sino que ellos se acercaron al Secretario “en busca de patrocinio para realizar su convención”193. Jesús Rivero Quijano como su representante, vio que en el programa de trabajo de la Secretaría se procuraba la “colaboración de los elementos industriales con el Gobierno, en beneficio general” y por ello veía la necesidad de revisar la suspensión del pago de impuestos de las telas de importación norteamericanas que desfavorecía a la rama textil nacional. Y así como los comerciantes, los industriales tuvieron su Primer Congreso Nacional el 17 de noviembre de 1917 en el cual se pronunciaron ideas contrarias a las políticas gubernamentales e incluso manifiestos desacuerdos con algunos artículos de la reciente Constitución, en particular con el 123 que afectaba las utilidades de muchos industriales, lo que generó serias intervenciones solicitando su modificación.

La libre competencia, la política democrática y el interés porque la industria nacional se reactivara en la captación, extracción y transformación de los productos naturales con la libre concurrencia económica nacional e internacional, fue el compromiso que asumió el nuevo Secretario ante los industriales. Les solicitó que ante su experiencia e intereses informaran a la Institución acerca de la reglamentación que se debía establecer para que ni sus intereses, ni los del gobierno y ni “los del pueblo” se vieran afectados. Siempre que hubo oportunidad, el ingeniero, recordaba que la finalidad de las reuniones era la de implementar la democracia y derivar de ella los mejores acuerdos, porque, al igual que John Lind, reconocía que quienes encabezaban las nuevas instituciones carecían de experiencia política y que para subsanarla se debía acudir al consejo de los “expertos”.

Esta práctica llevó a Pani a relacionarse con personalidades de la alta cultura empresarial que al igual que él concordaban con la idea de que la nueva política debía

192

Alberto J. Pani, Ibidem, p.42

193

enfocarse al capital nacional y promover industrias que beneficiarían a sus trabajadores, promoverían la clase media y serían un bien para la sociedad. Esto sin embargo, había sido ya ensayado por algunos industriales desde finales del porfirismo y durante la lucha armada. La próspera empresa de cigarros de El Buen Tono a cargo de Erneso Pugibet construyó viviendas para sus empleados de mayor rango además de implementar la jornada de ocho horas de trabajo en su fábrica mucho antes que ésta fuera plasmada en la Constitución. Agustín Legorreta se encargó del Banco Nacional de México y en 1915 constituyó con otros empresarios la Compañía Mercantil de Bienes Muebles e Inmuebles S.A, con él, años más tarde Pani se asociaría para su empresa turística; Félix Palaviccini, con quien se había relacionado desde el partido liberal, en 1916 abrió las puertas de El Universal y Rafael Alducín las del diario Excélsior, en 1917. Este era el nuevo perfil de empresario que impulsaba la Secretaría de Industria y Comercio y con el que se identificó su secretario.

Las palabras pronunciadas en la inauguración del Museo Comercial anotan lo que será la doctrina del futuro empresario cuando impulse la industria turística y construya