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3.1. Algunas consideraciones sobre el estado actual de la celebración eucarística

3.1.3. Los valores relacionales de la Eucaristía

En el mundo contemporáneo, globalizado, cambiante y rápido, los valores vitales han adquirido nuevas formas de expresión. Por ejemplo, puede considerarse el gran interés del valor comunicativo que hoy existe, aunque ya no, propiamente, por la conversación personal en favor de una relacionalidad real, sino en pro de una relacionalidad virtual, mediada por la tecnología. Los valores como la sencillez, la espontaneidad y la alegría de los primeros encuentros eucarísticos se subvierten por la pompa y la formalidad ritual, lo cual no significa que la ritualidad deba excluirse. Todo lo contrario. La ritualidad tiene sentido en la medida que se pone en función del evangelio y a partir de allí, se efectúe según tiempos, lugares y personas:

Lo importante no es celebrar una misa según las normas, sino celebrarla en el Espíritu del Señor: con la alegría de los últimos tiempos, abiertos a las manifestaciones carismáticas del Espíritu, atentos a los problemas humanos (¡colecta!), creando lazos de comunión, conversando espiritualmente con los profetas de la comunidad sobre el mensaje del Señor, expectantes ante los posibles milagros del Señor en medio de nosotros145.

La cultura actual pregona valores temporales que provocan euforias pasajeras, poca sencillez y una espontaneidad relativa. Estamos inmersos en el mundo de la competencia, de los primeros puestos, de la cultura light y del fast-food; en definitiva, en el mundo de la superficialidad. Es por esto que, ante este fenómeno, cuyo ritmo parece imparable, se hace tan difícil promover la participación de la celebración eucarística. Aquellas liturgias primitivas se celebraban en las casas y significaban un momento fraterno de paz y comunión entre los participantes. Allí se evocaban las palabras y los gestos de Jesús, a quien esperaban con gozo escatológico, alegría y sencillez de corazón.

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78 Las primeras comunidades cristianas mostraban una disposición real para continuar, por medio de la comensalidad, la nueva relacionalidad pascual, instaurada por Jesús Resucitado, en función del "compartir los bienes con los necesitados y a tener entre todos unanimidad y concordia. La celebración de la fracción del pan se desbordaba rebosante en la vida de los fieles (que) penetraba con toda su fuerza en la celebración de la fracción del pan"146. Estos valores propuestos por la nueva comensalidad de Jesús eran el reflejo del modo de vida relacional de los primeros discípulos durante los primeros siglos.

Con el paso del tiempo, la celebración eucarística ha conservado ciertas formalidades rituales. Sin embargo, hoy se presenta una escisión entre el momento celebrativo y el estilo de vida de las personas. En las primeras comunidades cristianas era fácilmente perceptible el sentido performativo del sacramento eucarístico en los procesos comunitarios. La apuesta por vivir, de acuerdo con los valores propuestos por el evangelio, era radical y constituía un imperativo en la vida de la comunidad creyente. Participar de la eucaristía no respondía a un requisito dominical, limitado al cumplimiento de un deber, sino a una iniciativa del Espíritu del Señor, por actualizar, en lo personal y comunitario, las palabras y gestos de Jesús en favor de la comunidad. Por eso, obedecían sus palabras y sentían realmente la dimensión curativa y recreadora de la mesa eucarística. No obstante, estos valores celebrativos se han perdido y con esto, se ha dado lugar a una indiferencia generalizada del sacramento de la eucaristía y en consecuencia, ha resultado una perentoria inversión de los valores relacionales de la eucaristía primitiva.

Los gestos extrínsecos de perdón, paz, oración y alabanza eran reflejo de una actitud interior del corazón de la comunidad primitiva. Aunque había, inevitablemente, caídas humanas, lo interesante de estas comunidades cristianas era la readmisión en la fe del Señor Resucitado por la puesta en práctica de los valores relacionales que suscitaba la celebración eucarística: "Los discípulos se sintieron de nuevo, gratuitamente, readmitidos a la mesa del Señor. Quienes estaban desconcertados, quienes se alejaron de la comunidad, y se situaron de dimisión, encontraron de nuevo el sentido, se reintegraron en la comunidad y

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79 entraron en estado de misión"147. Los valores de la comensalidad de Jesús fueron importantes para consolidar las relaciones interpersonales y el ser-en-sí de sus integrantes en la nueva relacionalidad pascual.

Con este panorama ¿Cómo recuperar dichos valores pascuales de la eucaristía en el mundo actual? Es una tarea difícil, pero no imposible. En el marco de las reflexiones teológicas, es importante dar forma, actualizar y recuperar los valores relacionales pascuales como alternativa evangélica ante un mundo fragmentado que le apuesta a la superficialidad a ultranza, a lo transitorio y a lo perecedero. En los orígenes del Misterio Pascual de Cristo, valores pascuales como la esperanza, la fe, la reconciliación real del corazón, la caridad, la alegría, la sencillez, la espontaneidad, la concordia, la unidad y en suma, la vida entregada, significan hoy nuevas posibilidades relacionales que pueden recuperarse en la celebración eucarística actual. Sin estos componentes no es posible hablar de una celebración comunitaria de la Eucaristía y sólo así, ella puede decir, no sólo algo, sino el todo de la realización humana, pues en Jesús, el creyente está en la capacidad de comprender el sentido de su vida de una forma siempre nueva, renovadora y reconciliadora.

Los valores relacionales expresados por Jesús en la eucaristía, se inscriben, hoy, como una apuesta totalmente vigente y contradictoria con los valores del mundo actual. No es extraño que aspectos tan propios de la nueva relacionalidad pascual como la conversación y el diálogo fraterno, la universalidad de la propuesta de la comensalidad, el sentido reconciliador, el significado de la mesa preparada, la casa, la comida y la preparación de los alimentos, queden desplazados a un segundo plano. Los anti-valores individualistas, egoístas, superficiales y temporales, propios de esta época, se sobreponen a los valores pascuales que hablan de permanencia, compartir solidario, amor, hospitalidad e inclusión del ser humano.

La eucaristía reviste, pues, el sacramento de la subversión de los 'anti-valores' que han tomado hoy más fuerza que antes, tales como la desesperanza, la soledad, la tristeza, el afán

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80 y la transitoriedad; en suma, los diversos predicados del modo particular como se concibe el mundo actual. Por consiguiente, la eucaristía constituye una celebración de la esperanza contra toda desesperanza, es encuentro de fe ante el desencuentro de la sospecha, es puerta abierta al perdón y la reconciliación ante las puertas cerradas de un mundo desreconciliado, es alegría en medio de la tristeza y es una oportunidad para el amor ante el desamor que el mismo hombre vive.