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El yacimiento

Sin lugar a dudas, la Cova del Sardo de Boí es uno de los yacimientos arqueológico de re- ferencia del Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici. Esto se debe a varias razones. Una de ellas, quizás la que desencadena el resto, radica en el hecho que la cavidad que da nombre al yacimiento fue excavada en extensión durante los años 2006 a 2008. Otra es la amplia secuencia documentada en el yacimiento, con diversas fases de ocupación de época moderna, medieval y prehistórica. De hecho, en la actualidad es uno de los pocos yacimientos del noreste de la península con una continuidad de ocupaciones a lo largo de casi todo el Neo- lítico. Finalmente, aunque el volumen de materiales que han proporcionado las excavaciones no es muy elevado, su estudio detallado ha permitido obtener información relevante sobre los grupos humanos que se asentaron en el lugar.

La cornisa que da lugar a la Cova del Sardo se localiza en la ladera de solana del valle de Sant Nicolau, a 1790 m de altitud. El lugar se encuentra 61 m de cota por encima del fondo del valle, al que llega salvando una distancia de 130 m por un terreno bastante pedregoso en algunos puntos. La vegetación arbórea actual es bastante dispersa, formada por pinos rojos, avellanos, fresnos y, puntualmente, algún abeto. Los elementos que conforman el yacimiento son diversos y se disponen a lo largo de una extensión de 400 m2 alrededor de la cavidad que

marca el topónimo del lugar. Además de la cornisa, consisten en dos cercados que se locali- zaban en la terraza frontal adyacente a la cavidad, un tercer cercado con una posible cabaña asociada unos 25 m por debajo, una pequeña terraza y parte de un camino antiguo delimitado por tramos de muro y que asciende siguiendo la base del farallón rocoso por el canchal de grandes bloques que delimita el área por el oeste. Las excavaciones arqueológicas han mostra- do que los corrales frontales a la cavidad fueron construidos a finales del s. X o inicios del s. XI, fecha a la que posiblemente se puedan asignar el resto de estructuras enumeradas. Además de los restos arquitectónicos, completan el yacimiento la pequeña cueva y otra pequeña cornisa que los arqueólogos/as hemos designado como Cova del Sardo 2, y que se localiza a escasos metros de la anterior.

La cavidad principal de la Cova del Sardo es una estructura geológica poco habitual en las formaciones graníticas del Pirineo axial. Orientada hacia el sur con una ligera inclinación a poniente, en 2004 su apertura medía 9 m de ancho y tenía una profundidad de entre 3 m y 2,25 m en función del tramo. En total, la cornisa cubría un área de unos 19,3 m2 que, sin

embargo, un bloque desprendido del techo dividía en dos ámbitos. Uno de ellos, el más oc- cidental, se encontraba a una cota superior y tenía una superficie de 6,2 m2. Allí la cornisa se

situaba únicamente a 1,35 m del suelo. En el lado opuesto, el otro ámbito cubría un área simi- lar, de 6,5 m2. Aunque la extensión de ambos era similar, este segundo ámbito era más ancho

y daba una sensación de mayor amplitud. A este hecho se les sumaba el que aquí el pendiente de la vertiente era más suave. Ambos factores motivaron que en el s. X o XI se construyeran dos cercados frente a él.

Figura 10. La Cova del Sardo de Boí en 2004. En el primer plano se observa el tramo oriental de la cueva así como el cercado más cercano a la cavidad, definido por grandes bloques acuñados.

La excavación

La excavación arqueológica del yacimiento se llevó a cabo en dos fases (Gassiot 2010, Gas- siot et al. 2014b). La primera se realizó en 2004, en el momento de su documentación. Consis- tió en un sondeo de 1 m2 de extensión y que dejó al descubierto una secuencia sedimentaria de

más de 70 cm con materiales arqueológicos y cubierta por una capa reciente con excrementos de ovejas, cabras y rebecos. En los estratos superiores además de algún fragmento de objetos de hierro había cerámica de aspecto altomedieval. Por debajo, los artefactos que aparecían tenían un aspecto nítidamente prehistórico. La datación de dos niveles diferentes confirmó este aspecto, proporcionando una fecha de 2900-2675 calANE y otra de 3961-3765 calANE.

Posteriormente, en verano de 2006 se emprendió la excavación en extensión de la totali- dad del interior de la cavidad y de 55 m2 de su exterior. En total se cubrió una superficie de

74,1 m2 (figura 11). En toda la excavación la exhumación del sedimento se llevó a cabo si-

guiendo la estratigrafía observable: los depósitos geológicos (formación del suelo, aportes detríticos, etc.), los derivados de las actuaciones constructivas y sus derrumbes posteriores y las áreas de actividad fruto de la acción humana, principalmente los hogares, que a menudo se perciben como manchas de tierra rubefactada recubiertas por carbones y sedimento con cenizas. Los diferentes estratos extraídos se ordenaron en fases de ocupación. Una fase se co- rresponde con un período de uso de la cavidad y su espacio adyacente que puede durar varios años y durante el que se adecua el espacio siguiendo un determinado patrón que se mantiene más o menos estable durante esa ocupación. En el transcurso de una fase de ocupación no se documentan períodos largos de abandono del yacimiento.

Figura 11. La Cova del Sardo de Boí en 2008, con la excavación bastante avanzada. En el primer plano se observa el tramo oriental de la cueva.

Durante la excavación se contabilizó el volumen de piedras y tierra de cada estrato. Se cribó en seco todo el sedimento a través de una malla de 5 mm (figura 13), con la excepción del que se guardó para su selección en el laboratorio y para su flotación. La flotación del sedimento es un método de recuperación de restos de reducido tama- ño, generalmente vegetales (y principalmente dirigido a recoger semillas) mediante la suspensión de la tierra en grandes cubos de agua que se remueve y se hace pasar por una columna de tamices de diferente grosor. En la Cova del Sardo se guardó el 10% de todo el sedimento para la flotación. En los hogares y en algunas otras estructuras el sedimento reservado para esa actividad fue superior, en ocasiones de hasta el 100%. La recogida de muestras sedimentarias se complementó con un muestreo polínico hecho en dos momentos, durante la excavación y, posteriormente, una vez ya finalizada la in- tervención. Finalmente, también se tomaron muestras para análisis de micromorfología de suelos.

Durante la excavación se intentó de documentar la posición exacta de muchos de los obje- tos arqueológicos. Esta individualización había de permitir, con posterioridad, poder analizar a través de su disposición qué actividades se habían llevado a cabo y cómo éstas se habían organizado espacialmente. En definitiva, cómo y para qué se había empleado la cavidad y el resto del espacio excavado. Para llevarlo a cabo se definió un sistema de coordenadas métricas que, además, había de permitir representar en planta los límites de los estratos, las construc- ciones, etc. Las coordenadas de cada objeto o de los límites de una capa se tomaron con un equipo topográfico, concretamente una estación total.

Figura 13. El cribado del sedimento en la Cova del Sardo fue sistemático, y permitió recuperar grandes cantidades de carbón, así como pequeños fragmentos de hueso quemado y otros materiales de reducidas dimensiones.

Una cueva llena de historia: una larga secuencia de ocupación

La excavación de la Cova del Sardo dejó al descubierto una extensa secuencia de ocupación humana por encima de un potente nivel de grandes bloques procedente de una arrollada de finales del Pleistoceno o inicios del Holoceno. Este depósito detrítico es muy potente, hecho que impidió que pudiera ser exhumado durante la excavación y, con ello, comprobar si había alguna ocupación anterior del yacimiento. Con todo, a parte del nivel superficial, se pudieron distinguir hasta 8 fases diferentes de ocupación (Gassiot, 2010, Gassiot et al., 2015) a lo largo de más de 7.000 años. Se organizan en dos bloques. El más reciente agrupa una serie de usos del lugar de época histórica, más o menos durante los últimos diez u once siglos. El más an- tiguo comprende una serie de ocupaciones de época neolítica a lo largo de casi tres milenios.

La ocupación más reciente de la Cova del Sardo, la denominada fase o Conjunto 2, consis- tió en el aprovechamiento como lugar de habitación del ámbito occidental de la cavidad. Se acondicionó mediante la construcción de un zócalo de piedras que delimitó la entrada, y en el que seguramente se apoyaron troncos de madera o pieles para completar el cierre, y de un lar en el interior. La datación de uno de los carbones de este hogar lo situó a principios del s. XVIII, en coherencia con una moneda de Felipe V recuperada en él. La segunda ocupación más moderna fue poco intensa y únicamente tenía visibilidad en la parte oriental de la cornisa. Se identificó en dos pequeños hogares y algunos materiales arqueológicos, entre ellos un cence- rro de hierro. Un carbón procedente de uno de los hogares indicó una antigüedad de entre finales del s. XV e inicios del XVII. Por debajo se documentó una intensa ocupación medieval del siglo X e inicios del XI, la fase o Conjunto 3 y que detallamos en el capítulo 8 del libro. A

modo sintético cabe señalar que en esta época se construyeron los cercados adyacentes a la cavidad y que ésta fue usada como lugar de hábitat humano y como, posiblemente, redil.

Por debajo de un sedimento estéril que sirvió de base para los niveles medievales se iden- tificaron, a medida que avanzó la excavación, las 5 fases prehistóricas de ocupación de la cavidad y de su exterior. Aunque se llevaron a cabo entre el 5500/5600 calANE y el 2600/2500 calANE, la actividad en el yacimiento fue especialmente remarcable durante los dos últimos milenios. La excavación arqueológica ha evidenciado que este uso experimentó cambios rele- vantes a lo largo del tiempo.

La última ocupación prehistórica del yacimiento sucedió entre el 2900 y 2500 calANE. Sus vestigios, considerados por los arqueólogos la fase o Conjunto 5, se concentraban debajo de la cornisa mientras que en el exterior no había. En esa época, en el tramo central de la cavi- dad, se construyó un gran hogar en una cubeta excavada en un espacio en el que afloraban tres grandes bloques del sustrato (figura 14). La excavación realizada en esa época los dejó al descubierto y posteriormente se adecuó el espacio entre ellos con un pavimento de guijarros que sirvió como base del hogar. Encima se documentó un nivel con mucha ceniza y grandes carbones, algunos de dimensiones considerables (figura 15). Alrededor de este lar la excava- ción arqueológica permitió recuperar una cierta cantidad de materiales líticos (figura 16), principalmente tallados, algunos restos cerámicos y pequeños fragmentos de fauna, en su mayor parte quemados. En su conjunto, los datos obtenidos ofrecen la imagen de la cavidad como lugar de hábitat o refugio humano alrededor de un hogar central. En cierta medida, una versión prehistórica de una cabaña de pastor de época histórica.

Figura 14. Planta de la fase/Conjunto 5 de la Cova del Sardo. La línea discontinua marca la cornisa y la línea con trazo rayado asociado marca la pared de la cueva. La zona sombreada se corresponde con el área de la excavación. Se indica la procedencia de la datación con el código de laboratorio.

Figura 15. Imagen de detalle del hogar central de la fase/Conjunto 5.

En contraste, la ocupación precedente había tenido lugar precisamente en el exterior de la cavidad. Así, la fase o Conjunto 6 se identificó a partir del hallazgo de numerosos fragmentos de troncos de pino quemados (figuras 17 y 18) y dispuestos mayoritariamente en paralelo los unos con los otros. Éstos se orientaban, con una cierta oblicuidad, transversalmente a la cor- nisa y cubrían un nivel que contenía algún fragmento de cerámica y, especialmente, material lítico tallado. En su conjunto, la capa estaba cubierta por un depósito de material detrítico procedente de uno de los conos de deyección adyacentes a la cavidad y, a su vez, apoyaba también sobre otro nivel también muy pedregoso con el mismo origen. Esto condicionó la continuidad de los troncos, muy interrumpida por la presencia de piedras que los macha- caron bastante, ocasionando que en gran parte se conservaran como manchas de cenizas y pequeños carbones. La orientación de las maderas, su dispersión a lo largo de un espacio amplio exterior junto al hecho que cubrieran directamente un nivel con materiales arqueo- lógicos lleva a interpretar que seguramente estos troncos quemados son restos constructivos. En esa época habría se habría construido un parapeto o una cabaña de madera en el exterior de la cornisa, con las vigas apoyando en ella. En algún momento, quizás en un contexto de incendio, estas maderas colapsaron marcando el fin de la ocupación. Un carbón procedente de una de esas vigas indica que la construcción se levantó en algún momento entre el 3480 (más probablemente a partir del 3360) y 3100 calANE. No se conoce la fecha del abandono que, en todo caso, no fue posterior al 2900 calANE.

Figura 18. Fragmento de un tronco de pino quemado localizado en la fase/Conjunto 7 en el exterior de la cueva.

Durante esta época el pequeño abrigo localizado a unos 14 m al oeste de la cavidad principal del yacimiento también albergó una ocupación humana. El lugar consiste en una cornisa muy abierta definida por un ligero saliente del farallón rocoso. En su base hay una plataforma más o menos llana, de unos pocos metros cuadrados, con sedimento. Dada la cercanía del lugar, en 2008 se realizó un pequeño sondeo para confirmar su potencial arqueológico. La cata mostró un nivel superficial con maderas a medio quemar y algunos otros materiales recientes. Por debajo de un sedimento estéril, y a unos 45 cm de profundidad volvieron a aparecer restos arqueológicos. En esta ocasión se trataban, además de cenizas y carbones, de restos de huesos quemados de animales y algunos fragmentos líticos tallados, entre ellos una pequeña laminilla de sílex. La datación de uno de los carbones indicó que esta ocupación se llevó a cabo entre el 3308 y 3024 calANE, en una fecha cercana o incluso al mismo tiempo que la fase o Conjunto 7 de la cavidad principal.

Previamente, a lo largo de casi toda la primera mitad del IV Milenio calANE el interior de la cavidad fue objeto de una ocupación intensa y, sobretodo, recurrente que dejó una can- tidad considerable de materiales arqueológicos. Así lo certifican las diversas dataciones ra- diocarbónicas secuenciadas entre el 4000 y 3400 calANE procedentes de la fase o Conjunto 7 (figura 19). Los estratos vinculados a esta fase se disponían a lo largo de toda la cavidad, si bien ganaban espesor en la parte oriental, donde la cota del suelo era más baja. El progresivo afloramiento de los bloques del sustrato cortaba, no obstante, su continuidad. El sedimento en toda el área era muy oscuro, como era general en las diversas capas de debajo de la cornisa a lo largo de la secuencia. No obstante, en esta ocasión su tonalidad era incluso más oscura y su composición más orgánica que en niveles superiores. Internamente presentaba una cierta es- tratificación, con ligeros cambios en la matriz sedimentaria con variantes del marrón oscuro

al gris oscuro o negro. También se apreciaban variaciones en la densidad de pequeños carbo- nes y esquirlas de hueso en el sedimento. Este fenómeno indica que en este período de uso de la cavidad tuvieron lugar una sucesión de múltiples momentos de ocupación interrumpidos por breves períodos de abandono. Posiblemente fue el resultado de una estacionalidad en las ocupaciones que, además, no necesariamente se llevaron a cabo en todos los años.

Figura 19. Planta de la fase/Conjunto 7 de la Cova del Sardo.

El análisis de una muestra de micromorfología de suelos1 confirma esta hipótesis al cons-

tatar que el depósito presenta diversos límites sedimentológicos de limos con una elevada porción orgánica, principalmente de tejido vegetal carbonizado, y partículas arenosas. Estas últimas no presentan una orientación clara, lo cual es un indicio de la estabilidad del sedi- mento. Sin embargo, se aprecia un cierto desplazamiento de las partículas más finas, que se relaciona con la presencia de agua que habría circulado, sin mucha energía, por el interior de la cavidad. A diferencia de lo que sucede en cuevas usadas como rediles, la elevada fracción orgánica del sedimento se vincula básicamente a los residuos de los hogares y, en cambio, no se observa la presencia de restos procedentes de acumulaciones de excrementos de animales. En definitiva, bajo la cornisa funcionó un lugar de habitación humana, en el que se fueron construyendo hogares que se iban limpiando a medida que se iban usando, dispersando sus residuos a lo largo de todo el espacio. Los datos de polimorfos no polínicos confirman que en determinados momentos la cavidad fue un espacio donde se encharcaba el agua, de forma similar a como ocurre en la actualidad durante el deshielo en primavera (Gassiot et al. 2012).

Durante esta fase de ocupación extendida en el tiempo en la cueva se construyeron diversos hogares que funcionaron de forma secuenciada en cubetas de forma circular y sección cón- cava excavadas en el sedimento (figura 20). Se localizaban en el tramo central de la cavidad y relativamente cerca de la vertical de la cornisa. Los habitantes del lugar también excavaron alguna fosa en el sedimento, quizás con una función de almacenamiento, una práctica habitual en esa época. Alrededor de estos hogares se recogió la gran mayoría del material recuperado de esta fase y, principalmente, en su lado oriental donde la cota del nivel era más baja (figura 21). Como en la época final del Neolítico, unos 1.000 años más tarde, este período la cavidad fue un lugar de habitación humana y en su exterior destaca la ausencia de vestigios arqueológicos.

Figura 20. Detalle del hogar A-7B2, en el oeste de la cueva. La imagen de arriba lo muestra recortado en el sedimento y la inferior en proceso de excavación. En ella se aprecia la sección cóncava de la cubeta del hogar.

Figura 21. En la fase/Conjunto 7 se recuperó una buena parte del material arqueológico prehistórico de la cueva. En la imagen, un fragmento de cerámica junto a una lámina de sílex.

A lo largo del V Milenio calANE la Cova del Sardo también fue habitada, tanto en el in- terior de la cavidad como en su exterior. La fase o Conjunto 8 designa las evidencias de este período. Su datación indica que son el resultado de ocupaciones recurrentes y continuadas que debajo de la cornisa completan un período más o menos entre el 4825 y el 4370 calANE mientras que en el exterior cubren un lapso temporal algo más breve, de entre 4680 y 4370 calANE (figura 22). A lo largo de todo este tiempo las personas que frecuentaron el lugar desarrollaron una notable actividad constructiva. La primera estructura que se construyó en