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A pesar de ser una de las zonas más abruptas del Pirineo catalán, el Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici es la zona de la cordillera donde se ha docu- mentado una mayor densidad de más yacimientos de época neolítica. Este fenómeno responde a la intensidad de las prospecciones llevadas a cabo y, de hecho, se reproduce en otros lugares que también han sido estudiados de forma parecida, como son el valle de Madriu-Perafita-Claror, en Andorra, y la montaña de Enveig, en la Cerdanya orien- tal (Gassiot et al., 2016b). En el interior del Parque y su área periférica, desde el año 2002 y hasta la actualidad se han identificado, a partir de dataciones de C14, un total

de 11 yacimientos con ocupaciones que se inscriben con toda seguridad en esta época, comprendida entre el 5600 y 2300 calANE (Figura 1) (Gassiot et al., 2014a; Gassiot et

Figura 1. Mapa de los yacimientos de cronología neolítica en el Parque. 1. Cova del Sardo, 2. Abric de les Covetes, 3. Cova de Sarradé, 4. Tuc deth Lac Redon, 5. Abric del Lac Major de Saboredo II, 6. Abric de les Obagues de Ratera, 7. Abric del Portarró, 8. Abric de la Girada Gran de Monastero, 9. Abric de l’Estany de la Coveta I, 10. Bony de Picardes, 11. Cresta de l’Avió, 12. Coma d’Espós.

Tabla 1. Yacimientos con ocupaciones fechadas por C14 en el período tratado en este capítulo.

Yacimiento Fase/estrato Código lab Datación (bp) Datación cal. Material

Cova del Sardo A-9A1 KIA-37689 6525+/-45 5609-5376

calANE Carbón (Pinus sylvestris/uncinata) Cova del Sardo A-8B1 KIA-37690 5850+/-40 4802-4602

calANE Carbón (Pinus sylvestris/uncinata) Cova del Sardo A-8A4 KIA-40878 5715+/-35 4681-4462

calANE Carbón (Pinus sylvestris/uncinata) Cova del Sardo A-8A4 KIA-36935 5695+/-35 4618-4454

calANE Carbón (Pinus sylvestris/uncinata) Cova del Sardo A-8B2 KIA- 40817 5685+/-35 4617-4450

calANE Carbón (Pinus sylvestris/uncinata) Cova del Sardo A-8A6 KIA-41134 5645+/-25 4543-4375

Yacimiento Fase/estrato Código lab Datación (bp) Datación cal. Material

Cova del Sardo A-8A4 KIA-40815 5635+/-35 4540-4363

calANE Carbón (Pinus sylvestris/uncinata) Cova del Sardo A-7A31 KIA-32340 5245+/-40 4229-3971

calANE Carbón (Pinus sylvestris/uncinata) Cova del Sardo Talla 9 KIA-26248 5060+/-40 3962-3766

calANE Carbón Cova del Sardo A-7B6 KIA-40816 5000+/-30 3939-3702

calANE Carbón (Pinus sylvestris/uncinata) Cova del Sardo A-7B2 KIA-32342 4945+/-35 3791-3652

calANE Carbón (Fraxinus excelxior) Cova del Sardo A-7A8 KIA-36934 4765+/-40 3641-3381

calANE Carbón (Pinus sylvestris/uncinata) Cova del Sardo A-7A15 KIA-37691 4715+/-35 3632-3375

calANE Carbón (Pinus sylvestris/uncinata) Cova del Sardo A-6A1 KIA-32351 4555+/-30 3484-3104

calANE Carbón (Pinus sylvestris/uncinata) Abric de l’Estany

de la Coveta I CA-3A3 KIA-29818 4475+/-30 3309-3028 calANE Carbón (Pinus sylvestris/uncinata) Cova del Sardo II KIA-40850 4465+/-30 3308-3024

calANE Carbón (Pinus sylvestris/uncinata) Abric del Portarró Talla 3 KIA-28276 4255+/-40 3007-2696

calANE Carbón Cova del Sardo Talla 8 KIA-26251 4210+/-35 2901-2677

calANE Carbón Coma d’Espós Nivel 4 KIA-36936 4180+/-30 2886-2667

calANE Carbón (Pinus sylvestris/uncinata) Abric de les Oba-

gues de Ratera KIA-28280 4160+/-35 2880-2627 calANE Carbón Cova del Sardo A-5B1 KIA-32348 4090+/-35 2864-2495

calANE Carbón (Pinus sylvestris/uncinata) Abric del Lac Ma-

jor de Saboredo II Nivel 5 290113Beta- 4010+/-40 2832-2462 calANE Carbón (Pinus sylvestris/uncinata) Abric de les

Covetes Talla 5 KIA-32341 3960+/-30 2571-2347 calANE Carbón Cova de Sarradé Nivel 4 KIA-32335 3945+/-35 2566-2345

calANE Carbón

La mayoría de estos yacimientos son pequeños abrigos y algunas cornisas y cuevas de reduci- das dimensiones generadas por la sobreexcavación glaciar. Sin embargo, merece la pena notar que dos de los sitios datados en esta época corresponden a contextos al aire libre. En ambos las fechas obtenidas indican que fueron habitados durante la segunda parte del Neolítico en el área, a partir

del 3400 calANE. Además, en otro pequeño abrigo, el Abric de la Girada Gran de Monestero, se realizó un pequeño sondeo que no proporcionó materiales adecuados para llevar a cabo una da- tación de C14 pero en el que se recuperó una laminilla de sílex que, sin lugar a dudas, es de época

prehistórica y muy posiblemente de este período Lo mismo sucede con otros hallazgos como mínimo sorprendentes: dos fragmentos de laminillas de sílex recuperadas en la cresta del Bony de Picardes-Muntanyó-Cresta de l’Avió. Los lugares donde se llevaron a cabo (figura 1, puntos 10 y 11) se encuentran separados entre sí unos 780 m siguiendo una cresta que discurre por encima de los 2730 m. La vertiente norte de esta cresta es muy abrupta, prácticamente vertical, mientras que la sur presenta un gradiente de entre 20 y 50º que la hace transitable.

Uno de los hallazgos se realizó directamente en la cresta (figura 2). En la cima de un pe- queño promontorio, en una diaclasa del afloramiento del zócalo de granito, se recuperó una pequeña laminilla de sílex de color blanco. La verdad es que este hecho sucedió de casualidad, cuando dos miembros del GAAM realizaron una ascensión un día de descanso. Hasta ese momento, no se había prestado atención a las crestas y cimas a esa altitud por considerarlos lugares demasiado inhóspitos para que hubieran acogido presencia humana pretérita y que esta pudiera documentarse arqueológicamente. La realidad refutó esta premisa implícita. Este hallazgo motivó que el lugar fuera registrado exhaustivamente con el fin de evaluar si había en el sitio más vestigios de una actividad humana pretérita. El resultado fue negativo. No obstante, se procedió a prospectar intensamente la cresta y el tramo superior de su vertiente meridional. Esta actividad permitió localizar otro fragmento de una laminilla de sílex, en esta ocasión de color oscuro, en un punto cercano a la cresta. Merece la pena recordar que el lugar forma parte del batolito granítico de la Maladeta y que el sílex es un material exógeno. Por ello los fragmentos, además de tener una morfología claramente producida por una actividad intencional de talla, fueron llevados allá por alguna persona.

Figura 2. Imagen general de la cresta del Bony de Picardes, Montanyó i Avió desde el pico de Mainera. Las flechas indican los lugares donde se hallaron laminillas de sílex.

Figura 3. Lugar donde se encontró la laminilla de sílex cerca del Bony de Picardes. En el recuadro, detalle de la lámina de sílex en el momento del hallazgo (la escala marca 2 cm).

De los dos, el primero es el fragmento más diagnóstico (figura 3). Se trata de la parte me- dial de una laminilla de unos 2,3 cm de largo por 1 cm de ancho (y un espesor que no supera los 3 mm). El tipo de sílex posiblemente proceda de la cuenca de Tremp, algo relativamente habitual entre este tipo de materiales encontrados en el interior del Parque Nacional. Este tipo de láminas poseen dos filos laterales agudos y eficaces para actividades de corte. Para conseguir filos rectos estas laminillas suelen ser fracturadas, tanto en la parte distal (a la cual se le ha realizado una truncadura a base de un retoque abrupto directo), como en la proximal (en este caso una fractura recta y abrupta). Esto permite enmangar varias de estas piezas en un único soporte de forma tal que se consigue una herramienta con varias laminillas que de- finen un filo recto y largo. Estas herramientas compuestas permitían, a su vez, que se pudiera aplicar mucha más fuerza o presión y el instrumento resultara más efectivo para el trabajo encomendado.

A pesar de haber estado tanto tiempo expuesta a la intemperie y haber padecido las consa- bidas inclemencias del tiempo, el análisis detallado de su superficie ha permitido identificar en sus filos diferentes rastros de uso debido a las actividades productivas en las que intervino como parte de una herramienta. Ésta seguramente fue un cuchillo que, por una parte, presen- ta rastros de haber cortado una materia animal blanda, probablemente carne. Estos rastros se distribuyen a lo largo de todo el filo derecho y la parte distal del izquierdo. El filo izquierdo fue utilizado también para cortar algún recurso vegetal no leñoso ya que presenta micro-rastros de uso característicos de esa actividad (Clemente, 2005). También se ha podido constatar que la laminilla seguramente nunca se enterró en sedimento, de tal forma que posiblemente el lugar donde se recuperó fue donde fue depositada en la Prehistoria. Una posibilidad es que

hubiera caído accidentalmente allí. Otra, posiblemente más firme, que fuera remplazada de la herramienta conscientemente como quien cambia una cuchilla de afeitar, quizás por haber quedado su filo embotado. La otra pieza, en cambio, posiblemente fue empleada para trabajar madera en una acción transversal de cepillado o raspado.

Los restos líticos encontrados en la cresta mencionada indican la frecuentación de las ci- mas y las zonas más altas durante la Prehistoria. Éste no fue un hecho aislado. En el valle de Morrano también se han encontrado restos líticos tallados en lo alto de la sierra. Por otra parte, estos hallazgos se produjeron en verano e inicios de otoño, cuando la vegetación está crecida y limita la visibilidad del suelo por lo que, posiblemente, se trate de una muestra muy reducida de la realidad. Muchos otros fragmentos líticos pueden haber pasado desapercibidos a los ojos del prospector/a ocultos entre la vegetación, encontrarse entre dos transectos o, simplemente, haber quedado sedimentados. Otro aspecto remarcable de este tipo de hallaz- gos es su cronología. En diversos momentos de este libro se menciona el uso de sílex y otros materiales tallados como herramientas, incluso en épocas históricas tan recientes como el s. XVI. No obstante, este tipo de laminillas sólo han aparecido en contextos prehistóricos, tanto en el interior del Parque Nacional como en otras zonas del nordeste peninsular. Por el con- trario, los materiales líticos tallados recuperados en yacimientos de época romana y posterior en el Parque Nacional son pequeñas lasquitas y fragmentos de talla mucho más sencillos. Por consiguiente, su cronología es indudablemente prehistórica y muy posiblemente de época neolítica, a tenor de sus características. No es posible, sin embargo, precisarla mejor.

Con la excepción del Abric de la Girada Gran de Monestero, el resto de yacimientos ocu- pados en época neolítica en el Parque Nacional se han podido fechar con cierta precisión. Esto ha permitido identificar diferentes dinámicas de poblamiento de la zona a los largo de este período. En su mitad inicial, las evidencias conocidas actualmente proceden de uno o a lo sumo dos yacimientos. En cambio, en su fase más reciente este panorama cambia, con un aumento muy notable del número de yacimientos y de la diversidad de lugares con asenta- mientos humanos.

La ocupación de los fondos de valle en el Neolítico más antiguo

Con posterioridad a la ocupación mesolítica del Abric de l’Estany de la Coveta I y durante unos 1.000 años en el Parque Nacional desaparecen las trazas arqueológicas de presencia huma- na. Únicamente a partir del 5500 calANE vuelven a aparecer vestigios arqueológicos, aunque de forma muy puntual. Éstos proceden de la Cova del Sardo de Boí, una pequeña cavidad situada en la parte baja de la ladera del valle de Sant Nicolau, bastante cerca de la zona denominada Planell del Sant Esperit, y a una altitud de 1790 m. A partir de este momento, y con una primera interrupción de 6 o 7 siglos, esta cavidad fue utilizada como lugar de hábitat o refugio de forma recurrente hasta aproximadamente el 2500 calANE. Como veremos más adelante, la primera de las ocupaciones de la Cova del Sardo implicó un uso muy puntual del lugar, del que solo quedan los restos de un pequeño hogar. Habrá que esperar unos siglos hasta que en el 4800 calANE se produzca una utilización mucho más intensa y continuada del lugar y donde ya serán evidentes rasgos propios de las poblaciones «neolíticas», como el consumo de plantas domésticas, posi- bles prácticas ganaderas y la utilización de la cerámica. Por su importancia y por tratarse de un yacimiento excavado en extensión, más adelante retomaremos su explicación.

Más allá de la Cova del Sardo no se conocen evidencias completamente seguras de un poblamiento neolítico anterior al 3400 calANE en el PNAESM. Sin embargo, en otro yaci-

miento del valle de Sant Nicolau podría encontrarse una ocupación de esta primera parte del Neolítico. Se trata del yacimiento de Covetes, localizado en la base de un risco y en el extremo superior de un gran canchal que desciende por la ladera del valle, un poco más arriba de la cabecera del Estany Llebreta (figura 4). Como su nombre indica en catalán, lo conforman dos pequeñas cornisas situadas a 1870 m de altitud. La segunda de ellas, orientada al sur-este, es una pequeña cavidad que mide entre 13 y 14 m de longitud y 3 m de profundidad máxima. El techo, más de 2 m de alto en la boca, baja progresivamente hacia el interior. En el año 2004 se realizó en ella un pequeño sondeo para evaluar si había en su subsuelo estratos arqueológica- mente fértiles, puesto que en su superficie no se documentaba ningún indicio de ocupación humana.

Figura 4. Vista del abrigo donde se realizó el sondeo en Covetes. Fotografía de Oriol Clavera.

La excavación permitió documentar una secuencia estratigráfica de 80 cm, hasta que apa- reció la roca madre. En ella se identificaron tres claras fases de ocupación humana. La más reciente se localizaba en los primeros 10 cm de profundidad y en ella se documentó un hogar con algunos fragmentos de cerámica vidriada de época moderna. Después de un paquete de sedimento estéril se registró por debajo de los 30 cm de profundidad otro nivel con materiales arqueológicos, concretamente 4 fragmentos de cerámica informe. Tras otra capa de más de 10 cm de espesor nuevamente estéril de restos arqueológicos, y por debajo los 50 cm de pro- fundidad, volvió a aparecer un estrato con fragmentos de cerámica, concretamente 7. Éstos pertenecían con toda seguridad a un único recipiente de grandes dimensiones y, por sus ca- racterísticas morfológicas y tecnológicas, se diferenciaban claramente de los de la ocupación de encima (Gassiot, 2005). Así mismo, en las dos fases de ocupación se recuperaron también restos de talla lítica (lascas y núcleos) fundamentalmente realizada sobre cuarzos y en menor medida cuarcita. De las dos ocupaciones con materiales de apariencia prehistórica únicamen- te se pudo fechar la más reciente, puesto que en la más antigua no se recuperaron materiales aptos para ello. El resultado obtenido, de 2570-2343 calANE, la sitúa en el final del Neolítico. La cronología de la más antigua es todavía incierta. La presencia de cerámica indica que se adscribe también al Neolítico. El grosor de la capa estéril que las separa muestra que entre ambas transcurrió un lapso temporal considerable. Posiblemente tuvo lugar antes del 3400 calANE, momento en el que el poblamiento del PNAESM experimentó cambios importantes. Este aspecto, no obstante, deberá ser confirmado con futuros estudios.

En definitiva, en durante los primeros 2.000 o 2.200 años del Neolítico las evidencias arqueológicas de presencia humana en el Parque Nacional son más bien escasas. Proceden fundamentalmente de la Cova del Sardo y, posiblemente, de Covetes. Ambas cavidades se localizan cerca del fondo del valle de Sant Nicolau y, aunque en el contexto del suroeste europeo son considerados yacimientos de altitud, la verdad es que se encuentran en cotas relativamente bajas atendiendo el relieve de la zona y el emplazamiento de la mayoría de los contextos arqueológicos documentados para otros períodos.

La subida a lo alto en el Neolítico más reciente

Este panorama cambió de forma destacable a partir del 3400 calANE y, de forma más evidente, del 3000 calANE (Gassiot et al., 2014a; Gassiot et al., 2014b). La Cova del Sar- do continuó siendo empleada como lugar de refugio. Como hemos visto, en ese período también se ocupó la cornisa de Covetes. En la misma zona del Parque, y siempre en los alrededores del Estany de Llebreta, en esta época también empleó como refugio la Cova de Sarradé, situada en el valle del mismo nombre a casi 2000 m de altitud. El yacimiento se emplaza en una de las escasas cuevas que existen en el Parque Nacional y, tomando en cuenta su geología, los 5,8 m de profundidad y 4,3 m de ancho la hacen muy espacio- sa. Sin embargo, su orientación hacia el noroeste en un valle que discurre de norte a sur, y por donde es habitual el viento acanalado, la convierten en un lugar poco acogedor durante una buena parte del año. A pesar de ello, el sondeo que se realizó en su interior mostró la presencia de cómo mínimo tres fases de ocupación diferenciadas. Las dos más recientes contenían materiales de los últimos 4 o 5 siglos a lo sumo, fragmentos de hierro, de cerámica vidriada y una piedra de fusil de pedernal. La inferior, y por lo tanto más antigua, únicamente facilitó carbones procedentes de un área de combustión u hogar y un guijarro trabajado. Parece corresponder a un uso posiblemente puntual de la cueva que, a juzgar por la datación de uno de estos carbones, tuvo lugar entre el 2550 y 2350 calANE, aproximadamente. Este resultado, junto con el obtenido en Covetes y la datación de la fase prehistórica más reciente de la Cova del Sardo (ver más adelante) ilustra que a mediados del III Milenio calANE se ocuparon un mínimo de tres pequeñas cavidades alrededor del Estany Llebreta, en una zona de valle o, por lo menos, por deba- jo de los circos glaciares que marcan sus cabeceras. En realidad, no deja de ser significa- tivo que en un área montañosa de apenas 78 Ha. se hayan documentado 3 yacimientos del final del Neolítico con ocupaciones contemporáneas entre ellos.

Sin embargo, lo más relevante, en términos de presencia humana en el Parque Na- cional, del proceso que inició a partir del 3400 calANE no fue este incremento de las ocupaciones en las zonas de fondo de valle y relativamente «bajas». En esta época tuvo lugar otro fenómeno que se evidencia por la gran cantidad de yacimientos sobre los 2.200 m de altitud que se han localizado en los últimos años. En la actualidad, por encima de esta cota y en zonas que actualmente están cubiertas por pastos, se conocen 4 abrigos con ocupaciones datadas en este período. Se trata del Abric de l’Estany de la Coveta I, ya mencionado en el capítulo precedente, el Abric d’Obagues de Ratera (figura 5), el Abric del Portarró (figura 6) y el Abric del Lac Major de Saboredo II (figura 7). Se localizan a unas altitudes de 2456 m, 2283 m, 2312 m y 2345 m, respectivamente. En ellos se han efectuado dataciones de carbones procedentes de hogares o de niveles de limpieza de éstos, con resultados que en todos los casos se sitúan entre el 3000 y 2450 calANE y, más específicamente, entre 2900 y 2600 calANE.

Figura 5. En 2015 se ha iniciado la excavación en extensión del Abric de les Obagues de Ratera, actual- mente todavía en curso. Al fondo, se observa el puerto de Ratera.

Figura 6. Imagen general del yacimiento del Portarró, que contiene diversos abrigos junto con cercados y muros diseminados entre el canchal. En la imagen ampliada inferior se muestra en Abric del Portarró, con una ocupación del final del Neolítico.

Figura 7. En el Abric del Lac Major de Saboredo II se han identificado diversas ocupaciones arqueológicas, la más antigua de las cuales es del final del Neolítico.

A éstos seguramente se les puede añadir el Abric de la Girada Gran de Monestero, ya citado anteriormente, que se encuentra a una altitud de 2283 m. Todos ellos consisten en cavidades de pequeñas dimensiones, de entre 4 y 10 m2. de superficie útil debajo de la cornisa que generan

bloques erráticos de grandes dimensiones desplazados por acción de los glaciares. Quizás con la excepción del pequeño Abric del Portarró, estas pequeñas cavidades tienen fases de ocupación más recientes y los niveles del final del neolítico son los más antiguos de las secuencias documen- tadas. En cambio, en el caso del Abric del Portarró, ésta es la única fase documentada. No obstan- te, en sus inmediaciones hay numerosos vestigios arquitectónicos que certifican que en el mismo lugar hubo asentamientos humanos en diversos momentos de la historia. Todos estos abrigos parece que fueron usados como lugar de habitación en los que se realizaron hogares para cocinar y, seguramente, como fuente de calor y de iluminación. En algunos de ellos se han recuperado