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El Poder de La Mente

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Academic year: 2021

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EL PODER DE LA MENTE

Cómo aprovechar al máximo nuestros recursos

Herbert Benson, M.D.

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A Arman Simone y Joseph J. Schildkraut, con agradecimiento y en

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Indice

Prólogo……… Primera parte

EL SECRETO PARA REMODELAR LA MENTE, LOS HABITOS Y LA VIDA

1. ¿Se puede cambiar realmente la manera de pensar y de actuar? 2. El Principio de la Maxi-Mente

3. Los canales del cambio

Segunda parte CÓMO CAMBIAR SU VIDA

4. El sistema de autoayuda fundamental 5. Su salud al máximo

6. El secreto para ponerse en forma

7. El secreto para mejorar el poder mental 8. El lado espiritual

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Prólogo

Este libro reúne hallazgos provenientes de más de veinte años de actividades docentes, clínicas y de investigación en la Facultad de Medicina de Harvard y en otras instituciones a ellas adscritas. En mi argumentación me he basado en pruebas de campos a veces tan dispares como la medicina clínica, la fisiología, psiquiatría, psicología, religión, filosofía y hasta el atletismo. El conjunto de esta información interdisciplinar ayuda a definir una notable capacidad humana, que yo llamo la Maxi-Mente (es decir, el poder de la mente llevado al máximo). El libro ofrece también diversas orientaciones prácticas para alcanzar resultados beneficiosos.

A medida que se profundice la investigación de las amplias manifestaciones de la Maxi-Mente, es probable que nuevos datos aporten comprobaciones nuevas. Pero nuestros convincentes resultados obtenidos con muchos pacientes, e interpretados dentro de un marco científico unificador, justifica que presentemos ahora a la consideración general el Principio de la Maxi-Mente.

El Principio de la Maxi-Mente tiene potencialidades de transformar la vida, y por esta razón es necesario tomar ciertas precauciones. En especial, si cualquier lector o lectora decide valerse del Principio para cuestiones ya sean médicas o espirituales, debe proceder bajo la dirección de lo que llamamos “un guía mental máximo”.

El guía deberá ser un profesional de la salud si el mayor interés del lector es el mejoramiento de su salud. Por ejemplo, si usted decide aplicar este Principio al tratamiento de la hipertensión o de cualquier otra enfermedad, debe hacerlo solamente con la aprobación y la consiguiente supervisión de su médico. De modo similar, un sacerdote de la religión o culto que el lector practique sería el guía adecuado para quien tenga como objetivo cambiar su vida espiritual.

A veces puede ser útil contar con un guía mental máximo su uno quiere usar el Principio de la Maxi-Mente para perfeccionarse en algún dominio particular del conocimiento; por ejemplo para adelantar en el estudio de una lengua extranjera podemos buscar un especialista que controle nuestros progresos, o hablar con un entrenador si queremos mejorar nuestra capacidad atlética o deportiva. Para cuestiones más sencillas lo más probable es que se pueda trabajar sin guía, confiando en lecturas como las que se citan en las secciones de la fase dos del libro.

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Todos los casos que se presenten son reales, aunque el nombre, el sexo y otras circunstancias de las personas han sido modificados para respetar el anonimato.

Agradezco muchísimo a Nancy E. Mackinnon, Anna K. Arthur, Irene L. Goodale, Anne Jacobs, Ferry A. Bard, Frederick Commoner, Gregory C. Benson y Fafa Demasio la excelente ayuda que me han prestado en la preparación del libro. Aprecio también las contribuciones del doctor George S. Everly, hijo de Robert L. Allen y de Samuel S. Myers, quienes colaboraron indirectamente en esta obra mediante nuestras conversaciones y nuestros proyectos de investigaciones en colaboración. A Robert A. Cowden III, le agradezco sus consejos. El interés y las sugerencias de mi buen amigo T. George Harris me han sido muy útiles y los reconozco. Y nuevamente estoy en deuda con Marilyn, mi esposa por sus excelentes consejos, su paciencia y su apoyo.

Distintos aspectos de este libro fueron posibles gracias a fondos de la John E. Fetzer Foundation, Arman Simone, la Ruth Mott Fund y William K. Coors. Reconozco también con agradecimiento el apoyo financiero de Laurance S. Rockefeller, George S. Warburg y Francis X. Meany. Para la investigación y elaboración del libro se contó también, en parte, con becas del Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos (HL-22727 y HL-07374), de la Fundación Nacional de la Ciencia (NSF INT 8016982) y del American Institute of Indian Studies.

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Primera parte

El secreto para remodelar la mente, los hábitos y la

vida

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I

¿Se puede cambiar realmente la manera de pensar y de actuar? El Dalai Lama, un gran estudioso de la mente humana a la vez que el líder espiritual de los budistas tibetanos dijo en una ocasión: Nosotros, los seres humanos, tenemos un cerebro evolucionado y un potencial sin límites. Si con paciencia se puede entrenar gradualmente incluso a los animales, la mente humana también puede ser entrenada gradualmente, paso a paso. Con paciencia, cada uno puede llegar a saber esto por propia experiencia.

Tal como da a entender el Dalai Lama, el cerebro es una parte maravillosa de la anatomía humana. Al mismo tiempo, es también muy misterioso. Hay mucho que no sabemos y que quizá nunca lleguemos a saber acerca del funcionamiento de la mente humana. Pero poco a poco algunos misterios se van desvelando, para gran beneficio de la medicina moderna… y para cualquiera que desee mejorar sus potencialidades personales.

¿Con tanta frecuencia no nos hemos criticado nosotros mismos porque teníamos la sensación de no estar viviendo a la altura de nuestras potencialidades? Muchas veces nos hemos dicho: Si pudiera:

-liberarme de este mal hábito; -superar este problema de salud; -ser una persona muy productiva; -ser más disciplinado/a;

-perfeccionarme en tal o cual actividad o rama del conocimiento.

La mayoría de nosotros queremos salir adelante. Queremos mejorar, subir otro peldaño en nuestros logros. Pero muchas veces parece que algo nos bloqueará el camino.

Vuelva usted a pensar en lo que fueron sus aspiraciones durante los últimos años. ¿Cuántos programas de autoayuda ha intentado o querido intentar?

Quizá siempre haya querido ir a una escuela nocturna para obtener algún título. O tal vez su principal objetivo sea estudiar un poco por su cuenta… una lengua extranjera que siempre habría querido dominar, pongamos por caso. Por otra parte, también puede haber pensado seriamente en iniciar un programa independiente de lectura y estudio de

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las grandes obras de la literatura que no alcanzó a leer cuando era más joven.

O bien, puede ser que sus intereses – y sus frustraciones-estén centrados más bien en el área de la salud y de la buena forma física. Quizá se esté acercando a los treinta o los cuarenta… o más, y vea que el físico de que tanto se enorgullecía ya no es el mismo. Sabe que le sobran unos cinco o diez kilos y quisiera (y en alguna ocasión hasta lo ha intentado, sin conseguirlo) librarse de ellos desesperadamente.

Es obvio que un antídoto razonable para su problema sería un programa de ejercicios, incluyendo un régimen regular de flexiones, extensiones, salto, estiramiento o lo que fuere. Pero son muchas las veces que ha iniciado un programa así, sólo para volver muy pronto a su antigua vida sedentaria.

Por otra parte, es posible que lo que le interese sea disciplinarse más en su trabajo. Tal vez le preocupe mucho la idea de si está haciendo lo que debe para obtener un ascenso. Usted sabe que para conseguirlo tendría que mejorar en varios campos en los que flojea, en finanzas y contabilidad, digamos. Pero, por más que se esfuerza, no consigue poner en práctica un programa que convierta esas deficiencias en valores primitivos.

También podría ser que su principal preocupación está en el lado o vertiente espiritual. En la lucha por triunfar en el mundo y mantener la vida personal y social a tope, ha descuidado los niveles más profundos de la existencia humana. En pocas palabras, quiere saber más acerca de Dios, de las enseñanzas de su iglesia o templo, y de las apremiantes cuestiones teológicas y espirituales para las que nunca ha podido encontrar respuesta adecuada. Quizá quiera experimentar también otros niveles de conciencia espiritual, pero estas preocupaciones, que usted reconoce como importantísimas, van quedando de lado porque no parece que haya manera de encontrar tiempo para ellas.

Todos hemos sentido estas frustraciones y presiones cuando encontramos que no somos capaces de llevar una vida que esté a la altura de nuestras expectativas personales. En última instancia, nos sentimos “atascados en una rutina”. Parece que no pudiéramos quitarnos de encima los antiguos malos hábitos o los problemas de salud que nos han limitado en el pasado, impidiéndonos la adquisición de formas nuevas y benéficas de autodisciplina. Con frecuencia, caemos en la tentación de decirnos: “Bueno, me parece que no puedo hacer nada para

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cambiar y para superar mis limitaciones. Soy así, y lo mejor será que lo acepte”.

Nada de eso. Mis investigaciones me han convencido de que es posible esperar cambios importantes en nuestra vida:

-es posible superar los malos hábitos de antaño;

-es posible aliviar muchas enfermedades que han estado molestándonos; -es posible cambiar los modos de pensar improductivos y cultivar disciplinas nuevas que nos ayudarán a realizar nuestras potencialidades; y

-es posible iniciarse en un modo de vida realmente distinto. Ahora bien, ¿cómo?

El principio de este cambio es lo que yo llamo llevar al máximo las potencialidades de nuestra mente, y es un proceso que se relaciona directamente con la Relajación.

La Relajación ha sido el punto central de mis investigaciones médicas y de mi práctica clínica durante los últimos veinte años. Para los lectores que no estén familiarizados con mi trabajo, diré que la Relajación se refiere a la capacidad del cuerpo para entrar en un estado, científicamente definible que se caracteriza por una reducción general de la velocidad del metabolismo, una disminución de la presión sanguínea, del ritmo respiratorio y cardíaco y la emisión de ondas cerebrales más nítidas y más lentas.

La Relajación ejerce más poderosamente su influencia cuando se combina con lo que he llamado el Factor Fe, lo cual implica que la inducción de la Relajación se haga en el contexto de un conjunto de creencias personales, filosóficas o religiosas profundamente arraigadas.

Hasta ahora he recomendado que la Relajación se use principalmente para combatir los efectos dañinos y desagradables del estrés, tanto sobre la mente como sobre el cuerpo. Sin embargo, observaciones recientes han demostrado que el alcance de este fenómeno es considerablemente mayor.

De hecho hemos descubierto que la Relajación actúa también, de manera bastante extraordinaria, como una especie de puerta hacia una renovación mental y un cambio de vida. Puede permitirnos cambiar incluso los malos hábitos más profundamente arraigados. Puede

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permitirnos cultivar disciplinas nuevas y benéficas, y mejorar nuestra salud por medios que siempre habíamos considerado inaccesibles. Dicho brevemente, la Relajación es el primer paso, y probablemente el más decisivo para conseguir el éxito en cualquier programa de autoayuda que nos propongamos seguir.

¿De qué manera, exactamente, puede actuar la Relajación como un catalizador que promueva una renovación mental? ¿Cómo puede ayudarnos a cambiar de hábitos, a mejorar nuestra salud y transformar nuestro estilo de vida?

LOS CANALES DE LA MENTE

A lo largo de los años, en el cerebro se van formando “circuitos” y “canales” de pensamiento, es decir, vías físicas que controlan la forma en que pensamos y actuamos, y con frecuencia también nuestra manera de sentir. Muchas veces estas vías o hábitos llegan a estar tan fijados que se convierten en lo que yo llamo una “instalación”, tal como hablamos de la instalación eléctrica. Dicho de otra manera los circuitos o canales llegan a estar tan “empotrados” que casi parece imposible transformarlos. De hecho, se convierten en parte del cerebro; son parte de nosotros.

El funcionamiento del cerebro es demasiado complicado, y nuestros conocimientos demasiado limitados como para que podamos resumir en términos sencillos su funcionamiento. Pero los investigadores han descubierto que hay algunas reglas elementales de validez general y cuyas implicaciones prácticas son de vasto alcance.

Neurofisiólogos como los doctores Roger Sperry y Michael S. Gazzaniga, han estado investigado los llamados fenómenos del split

brain (cerebro dividido), que permiten conocer las actividades de los

hemisferios derecho e izquierdo del cerebro. Entre otras cosas, estos investigadores han demostrado que el hemisferio izquierdo es en gran medida responsable del control de buena parte de los procesos del pensamiento y de las habilidades analíticas, de inferencia y de las relacionadas con el lenguaje. El hemisferio derecho es el área en donde reside en su mayor parte el pensamiento intuitivo, artístico y creativo.*

Consideremos, por ejemplo, la cuestión de cómo se puede cambiar un mal hábito o adquirir una habilidad nueva. Mediante diversas inferencias lógicas- el cerebro izquierdo puede “decirnos” que ciertos cambios benéficos, ya sea en nuestra personalidad, nuestros hábitos o

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nuestras habilidades, son imposibles. Y pese a sus inexactitudes, nos creemos lo que estamos oyendo ¿Por qué? Porque con muchísima frecuencia, habrá muy poca oposición o discusión de parte del hemisferio derecho.

En términos muy prácticos, pues, en gran parte son los circuitos arraigados del lado izquierdo del cerebro los que nos dicen que no podemos cambiar nuestro modo de vida, que los malos hábitos son para siempre, que estamos hechos de tal o cual manera y que tenemos que aceptar que es así.

Pero todo eso, sencillamente, no es verdad.

Son posibles cambios importantes, e incluso espectaculares. ¿Cómo? Induciendo la Relajación por medio de la meditación, la plegaria u otras técnicas, puede uno preparar la escena para importantes cambios cerebrales capaces de alterar la mente y los hábitos. Además, seremos capaces de liberarnos para entrar a un modo de vida nuevo en que desarrollaremos al máximo nuestras capacidades innatas.

Dicho de manera más específica, este cambio puede producirse como resultado de un tipo de comunicación diferente entre ambos lados del cerebro. La investigación científica ha demostrado que la actividad eléctrica entre el hemisferio derecho y el hemisferio izquierdo se coordina mejor durante ciertos estados de meditación u oración.

Mi propia experiencia con los pacientes me ha demostrado que mediante estos procesos la mente se vuelve decididamente más susceptible de ser alterada y más capaz de hacer funcionar al máximo sus capacidades.

Con el fin de producir cambios benéficos, en las páginas siguientes estudiaremos de que manera puede usted aumentar sus probabilidades de:

-tener éxito en programas de autoayuda; -fortalecer la autodisciplina;

-alcanzar objetivos difíciles en gimnasia y atletismo;

-aumentar su creatividad y habilidad para tomar decisiones; -reforzar los efectos de la psicoterapia;

-disminuir alguna medicación que pueda estar tomando; -superar sus miedos irracionales;

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-fortalecer y expandir su vida espiritual.

ALGUNAS REGLAS BASICAS PARA LEER ESTE LIBRO

Antes de seguir adelante me gustaría establecer algunas reglas básicas en lo que se refiere a cómo abordar el tema de una renovación de la mente.

Lo primero de todo, la mayor parte de la fuerza para el cambio en su vida se mantendrá a medida que aprenda usted a usar de diferentes maneras las partes de su cerebro. En particular, tiene que aprender a utilizar en forma más plena la actividad del lado creador e intuitivo de su mente, es decir, el hemisferio derecho de su cerebro.

Cuando alguien intenta explicar a otra persona como expandir sus posibilidades para usar el lado derecho del cerebro, aparecen ciertos problemas inmediatos. El lenguaje, principal instrumento de la instrucción, es en sí mismo, en gran parte, una función del hemisferio izquierdo. Por definición, pues las operaciones del lado derecho no se pueden expresar con palabras tan fácilmente como las del lado izquierdo.

En realidad, y como usted sabe, hay cosas que de ningún modo se pueden expresar con palabras. Usted ya conoce muchas de esas experiencias inefables; esa puesta de sol impresionante rojo anaranjado; ese estremecimiento interior cuando se consigue un objetivo largamente buscado; esa reacción profundamente positiva –o negativa- frente a una persona o acontecimiento; ese destello de luz mental que de pronto nos ilumina con una idea o concepto creativo; esa visión interior espiritual o mística que nos cambia la vida, esa intuición o “sensación” de que algo está bien o mal; la vivencia de estar enamorado.

Es indudable que todas estas cosas son reales. De hecho, con frecuencia son más reales que las ideas o las vivencias que uno puede reducir con toda exactitud a palabras. Estos acontecimientos profundos son algo que, sin que sepamos bien por qué son inefables. Desafían a la lógica ordinaria al análisis y a la descripción.

De modo similar, mucho de lo que hemos de analizar en las páginas siguientes estará al menos en parte, más allá de nuestra capacidad mental de organizarlo en pulcros paquetes analíticos verbales. La verdad es que reducirlo todo a palabras, es imposible, debido a la forma en que

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está hecho nuestro cerebro. Sin embargo, aunque las palabras se nos escapen, debemos recordar lo más importante que el cerebro posee una capacidad inherente de cambio, una capacidad que he llamado el Principio de la Maxi-Mente. De hecho, como todos usted tiene el poder de alterar en forma espectacular su manera de pensar y de actuar.

Como muchos de los conceptos de este libro sólo es posible vivenciarlos de manera no verbal, quiero proponer una manera optativa de leerlo. Claro que puede leerse como cualquier otro libro, y en este caso podrá sacar abundante partido de él. Pero si uno de sus objetivos es alejarse de un enfoque puramente analítico de la vida, la estrategia optativa está pensada para ayudarle a que, según vaya leyendo pueda la ir liberando el Principio de la Maxi-Mente. ¡Quizá termine por encontrarse, de hecho, con que a medida que lee el libro puede usar el Principio para entender el Principio!

Pues bien he aquí lo que sugiero.

Primero léase el libro lo mismo que leería cualquier otro, pero con una diferencia: intente, al comienzo de cada lectura, alcanzar la Relajación. De esa manera se abrirá la posibilidad de cambios significativos en su vida, en la medida que los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro se coordinen con más facilidad. Digamos también que este enfoque será muy adecuado para quienes ya estén familiarizados con el mecanismo de la Relajación. Por cierto que este método le exigirá un poco más de tiempo que si se limitará a leer el libro del principio al final, pero los beneficios potenciales que puede obtener al transformar sus hábitos personales y configuraciones mentales justificarán con creces la inversión de tiempo extra.

Imagínese algunas de las posibilidades: puede empezar efectivamente a aprender un idioma , a practicar una especialidad atlética que le atrae desde hace tiempo o a eliminar una fobia u otro problema médico, mientras va leyendo el libro. Y la clave de esas experiencias que pueden cambiar su vida puede no ser más que su disposición a dedicar un poco más de tiempo a sus sesiones de lectura.

Si es realmente ambicioso, podría probar con una técnica algo más rigurosa. Cuando llegue a una parte del libro que toque en usted una cuerda muy sensible intente leer varias veces ese apartado antes de continuar. Igualmente al comienzo de cada lectura induzca el mecanismo de la Relajación. Esto le ayudará a poner en funcionamiento

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los poderes creativos y renovadores de la mente que operan a niveles más profundos.

He ideado este libro de forma que le resulte fácil volver a él repetidamente cuando, en el futuro, siga intentando cambiar o mejorar diversos aspectos de su vida. Es probable que ahora lo que le interese principalmente sea cultivar una actitud más positiva hacia la vida. Más adelante, tal vez quiera trabajar con un programa regular de ejercicios. Sean cuales fueren sus objetivos, siempre puede volver a aquella parte del libro que más importancia tenga para usted en un momento dado. Durante un período de días, semanas e incluso meses, le sugeriría que vuelva a leer regularmente esa parte del libro que le interesa, luego de haber entrado en la Relajación.

Como verá usted, la inducción del mecanismo de la Relajación – y el período inmediatamente posterior- son muy importantes en sus esfuerzos por transformar su mente y su vida. Esos son los momentos, creo, en que uno es más receptivo para la alteración de sus circuitos mentales arraigados, y para efectuar cambios benéficos. Es el momento en que su “pizarra” mental está más limpia y más abierta. Por eso, inmediatamente después de terminada la meditación o la plegaria, es importante que se concentre sin pérdida de tiempo en cosas que se relacionen con los objetivos que cambiarán su vida, tal como lo veremos en los capítulos siguientes. No tardará en ver que sus pautas de pensamiento se desplazan, a veces muy sutilmente, hacia sendas más productivas: de ello se seguirán cambios en las acciones y en la vida. Los resultados serían emocionantes e incluso asombrosos, cuando aprenda las maneras de incorporar plenamente a su vida el Principio de la Maxi-Mente.

Ahora antes de adentrarnos más en las implicaciones prácticas de estos conceptos, vamos a examinar un poco más de cerca lo que sabemos sobre la base científica del Principio de la Maxi-Mente.

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El Principio de la Maxi Mente

El funcionamiento del cerebro humano sigue estando más allá de nuestra total comprensión. Hemos dado pasos gigantescos en la comprensión de la fisiología del cerebro y de su capacidad para controlar las múltiples e intrincadas operaciones de nuestro cuerpo y de nuestras pautas de pensamiento. Y sin embargo, es todavía mucho lo que no sabemos.

Por ejemplo, continuamos preguntándonos:

-¿Es maleable la mente en algún sentido? O, dicho de otra manera, ¿se la puede moldear y cambiar de tal modo que se produzcan pautas de pensamiento nuevas e impresionantes y hábitos que cambien nuestra vida?

-¿En qué medida exactamente, es posible amplificar el poder del cerebro, en especial en lo que se refiere a influir sobre las reacciones y funciones del cuerpo?

-¿Hay alguna diferencia entre la “mente” y el cerebro?

-¿Hay alguna relación entre lo que consideramos las dimensiones “mentales” y “espirituales” de nuestra existencia?

¿Cuáles son las funciones exactas de las diferentes partes del cerebro, y qué es lo que podemos hacer para favorecer tales funciones?

-¿Será posible alguna vez que la mente reflexione en forma significativa y alcanzando un grado de entendimiento importante, acerca de sí misma?

Es probable que jamás podamos dar una respuesta completa a muchas de estas preguntas. Algunas, sin embargo, van encontrando respuestas poco a poco, a medida que seguimos investigando y haciendo retroceder cada vez más las fronteras de la investigación psicofisiológica.

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Uno de los principales descubrimientos recientes es que el cerebro no es una entidad estática e inmutable. De hecho, es un órgano capaz de ser transformado y utilizado de formas nuevas y extraordinarias. Mediante lo que he llamado el Principio de la Maxi-Mente, las posibilidades de esta plasticidad mental pueden ser realmente asombrosas, tal como lo demuestran los casos siguientes:

DE REGRESO EN EL HIMALAYA

Los que hayan leído mis libros anteriores saben que uno de nuestros proyectos de investigación en la Facultad de Medicina de Harvard fue la exploración de las fronteras de la mente, en la vertiente india del Himalaya. Aquella zona constituye el hogar en el exilio del Dalai Lama y de muchos budistas tibetanos. Es indudable que otras religiones han registrado también proezas físicas y mentales extraordinarias, curaciones y otros sucesos espectaculares, pero hacía ya años que yo había decidido concentrar mis esfuerzos en la investigación científica de los datos provenientes de una tradición oriental, en particular, el budismo tibetano.

Una de las cosas que inicialmente me habían interesado en aquellos monjes era la capacidad que se les atribuía de elevar en forma espectacular la temperatura de la piel cuando se hallaban en un ambiente frío, valiéndose de una forma de meditación conocida como yoga gTum mo. Se supone que con esta práctica, cuyo nombre significa literalmente “mujer fogosa”, se crea en el cuerpo humano un fuego interno de purificación que contrarresta la falsedad y estimula un estado de conciencia elevado. Mientras meditan los monjes siguen mentalmente una imagen de la energía corporal conocida como “prana”, la cual se supone que enciende un intenso “calor interno”.

Lo que nos interesaba no era solamente el propósito religioso de tales prácticas, sino también sus manifestaciones fisiológicas: si realmente aquellos monjes podían elevar la temperatura en condiciones de intenso frío, eso se podía medir con nuestros instrumentos y el resultado, esperábamos, sería una comprensión más profunda de la interacción mente-cuerpo.

En nuestro primer viaje al Alto Dharmsala en las estribaciones indias del Himalaya, nuestro equipo de investigadores descubrió que los monjes en meditación, que estaban prácticamente desnudos podían elevar efectivamente la temperatura de la piel en unos diez grados

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centígrados. Además, lo hacía cuando la temperatura del aire no pasaba de unos quince grados centígrados. Pero quedó mucho por investigar en este campo, mucho por explorar en la forma en que la mente puede influir sobre el cuerpo.

Específicamente, en 1978 nos habíamos informado, leyendo las obras de Alexandra David-Neel, de que estos monjes podían, según se afirmaba, elevar la temperatura de la piel lo suficiente y durante períodos lo bastante largos, como para secar sábanas mojadas sobre su cuerpo en condiciones invernales. Pero hasta entonces ningún científico había conseguido documentar el fenómeno. Los informes no tenían otro fundamento que el comentario oral y la leyenda. Nuestros investigadores querían estudiar por si mismos esa fascinante historia.

En el verano de 1984, como parte de nuestra continuada colaboración, recibí una invitación del Dalai Lama para estudiar este fenómeno. Envié a la India un equipo de filmación para que presenciara y registrara el hecho… si es que realmente los monjes eran capaces de semejante hazaña. Nuestro grupo que incluía a los realizadores Russel Pariseau y Michael Edwards, llegó en febrero de 1985 a un monasterio tibetano situado en el valle de Kulu, en el norte de la India. Allí los monjes celebraron una ceremonia secreta que hasta donde nosotros sabíamos ningún occidental había presenciado jamás.

Con una excitación en constante aumento, los encargados de la filmación instalaron su equipo en el pequeño monasterio y se quedaron esperando hasta aproximadamente las tres de la mañana, cuando entraron en el recinto una docena de monjes. La temperatura en la habitación no alcanzaba los cinco grados centígrados. Los monjes se desvistieron completamente quedándose solo con un mínimo taparrabo, y se sentaron en el suelo con las piernas cruzadas. En unos cubos de agua que habían sido colocados frente a ellos sumergieron sábanas de algodón de unos noventa centímetros por un metro ochenta; el agua estaba a una temperatura aproximada de unos nueve grados y medio.

Bajo la supervisión de un superior del monasterio, estrujaron entonces las sábanas empapadas para quitarles el exceso de agua y se envolvieron con ellas la parte superior del cuerpo. Las sábanas estaban tan mojadas que la tela dejaba traslucir el cuerpo de los monjes cuya piel se podía ver claramente a través de ellas.

En aquel momento, los monjes empezaron a practicar su meditación

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Aunque la mayoría de las personas habría empezado a tiritar violentamente el verse expuesto así a la humedad y al frío, ellos no mostraron reacción alguna. Permanecieron en cambio tranquilamente sentados, y habían pasado entre tres y cinco minutos cuando las sábanas con que se envolvían empezaron a echar vapor. La habitación se llenó de vapor de agua a tal punto que los lentes de las cámaras se empañaban y había que estar secándolas continuamente. Entre los treinta y cuarenta minutos las sábanas con que los monjes se habían envuelto estaban completamente secas.

Entonces volvieron a empezar todo de nuevo. Sumergieron otro fuego de sábanas en el agua fría, las estrujaron un poco y se las envolvieron sobre los hombros. De nuevo empezaron a practicar la meditación gTum mo, y otra vez las sábanas comenzaron a echar vapor a los pocos minutos y estuvieron completamente secas en una media hora. Luego volvieron a repetir el proceso una vez más y aunque la ceremonia entera llegó a durar varias horas, ni una sola vez los monjes que participaron en ella temblaron ni se estremecieron de frío, ni dieron tampoco ninguna otra señal de incomodidad.

EL EXPERIMENTO DE LOS 18 GRADOS BAJO CERO

A continuación nuestro equipo viajo a la ciudad india de Leh, situada en la extensión occidental de la meseta tibetana de Ladakh. El destino era un monasterio situado sobre un precario precipicio a más de cinco mil metros sobre el nivel de mar.

El lugar es una planicie alta y árida, sembrada de gigantescos pináculos rocosos que se elevan hacia el cielo. Los monasterios de Hemis y de Gotsang se encuentran próximos a la cumbre de algunos de esos promontorios, a una altura aproximada de unos cinco mil metros. Las observaciones habían sido programadas para una noche que, según la predicción de los tibetanos, sería una de las más frías del año: la del 5 de febrero de 1985. La verdad es que la temperatura llegó a ser de 18 grados centígrados bajo cero.

Los filmadores vestidos como para las condiciones climáticas del Ártico, partieron a medianoche, acompañados de un grupo de diez monjes, que a su vez calzaban sandalias y se cubrían con un taparrabo y una ligera tela de algodón. El grupo terminó por subir a mayor altura hasta un voladizo que se asomaba sobre un acantilado, a unos seis mil doscientos metros sobre el nivel del mar.

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En ese lugar gélido e inhóspito, los monjes se quitaron las sandalias y se sentaron en cuclillas. Después, inclinándose hacia delante, apoyaron la cabeza sobre el suelo y se echaron sobre el cuerpo la delgada tela de algodón. En esa posición, prácticamente desnudos, se pasaron toda la noche practicando una forma especial de la meditación gTum mo, conocida como Repeu. Casi parecía que habían entrado en un estado de muerte aparente. Ni siquiera reaccionaron cuando, a primeras horas de la mañana, les cayó encima una ligera nevada.

Ninguna persona ordinaria podría haber soportado tales condiciones; de eso estamos seguros. Y sin embargo, los monjes no exhibieron ningún efecto negativo. Se limitaron a permanecer inmóviles en su postura meditativa durante unas ocho horas consecutivas, tan quietos y silenciosos que un observador no informado podría haber temido que se hubieran congelado.

Finalmente, respondiendo al sonido de un pequeño cuerno, se pusieron de pie, se sacudieron la nieve de la espalda, se calzaron las sandalias y volvieron a bajar tranquilamente la montaña. Perfectamente podrían haber sido un grupo de hombres de negocios al salir de las cómodas y abrigadas habitaciones de su hotel, con la intención de desayunar tras una noche de sueño profundo.

Es indudable que una persona común habría empezado en seguida a tiritar violentamente tanto durante el ejercicio de las sábanas mojadas como al permanecer toda la noche a una temperatura de dieciocho grados bajo cero. Normalmente el cuerpo reacciona así para generar el calor suficiente para poder mantenerse con vida. De hecho, es casi seguro que sin temblar – o sin alguna otra forma de moverse- ni el lector ni yo habríamos sido capaces de aguantar semejantes condiciones. E incluso temblando violentamente, con una temperatura de dieciocho grados centígrados bajo cero no habríamos podido evitar la congelación y hasta es posible que nos hubiéramos muerto.

¿Cómo era posible que esos monjes consiguieran semejante cosa? Creo que un factor clave, subyacente a cualquier respuesta es su capacidad para alcanzar la Relajación. A medida que, confiando firmemente en su fe budista se entregaban a una forma específica y profunda de plegaria y de meditación, en su mente y en su cuerpo se producían cambios espectaculares. Pero la Relajación no es más que uno de los mecanismos físicos y mentales que operan en estos monjes.

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Aunque todavía no conocemos todas las respuestas, se han adelantado algunas explicaciones más para estos poderes.

Una de estas teorías sostiene que los monjes pueden haberse valido de un proceso al que se ha denominado “termogénesis sin temblores”, que pone en juego la capacidad que tiene el cuerpo, en ciertas circunstancias de quemar o metabolizar un tipo de grasa que es capaz de generar una elevada cantidad de calor. Antes los científicos creían que solo cierto tipo de mamíferos no humanos, en especial los que están sujetos al proceso de hibernación, podían quemar ese tipo de grasa, pero ahora parece que también los seres humanos podemos tener la capacidad de generar calor a partir de ella. Según nuestra hipótesis, podría ser que los monjes hubieran aprendido a hacerlo valiéndose de poderes mentales generalmente desconocidos.

En todo caso, está claro que tanto nuestra mente como nuestro cuerpo son capaces de hazañas que hasta ahora se han considerado imposibles, y que incluyen -sin limitarse ciertamente a ello- la capacidad de superar los efectos de un frío intenso. Pero estas posibilidades espectaculares no se limitan a los monjes tibetanos, también están abiertas para usted, en la medida en que aprenda cómo valerse de esas capacidades mentales que hoy no usa.

LOS SECRETOS DE LOS SABIOS

El punto focal físico de este poder parece ser el estado especial que hemos identificado hace más de una década, al que llamamos respuesta de Relajación, y de la cual he dado una breve explicación en el capítulo introductorio. ¿Cuál es exactamente, la forma de provocar esta reacción? ¿Cuáles son los pasos prácticos necesarios para abrir las puertas a cambios extraordinarios en nuestra manera de pensar y actuar?

Son varios los pasos básicos que se requieren para alcanzar la Relajación.

Paso1: Elija para concentrarse una palabra o una frase breve que esté

firmemente arraigada en su sistema personal de creencias. Por ejemplo, un cristiano podría elegir las palabras iniciales del Salmo 23, “El señor es mi pastor”; un judío la palabra “Shalom” y una persona que no sea religiosa, una palabra neutra, como “uno” o “paz”.

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Paso 3: Cierre los ojos. Paso 4: Relaje los músculos.

Paso 5: Respire en forma lenta y natural, y mientras lo hace, repita al

exhalar la palabra o frase elegida.

Paso 6: Adopte una actitud pasiva y no se preocupe de si lo está

haciendo bien o mal. Cuando otros pensamientos acudan a la mente, limítese a decirse: “Ya está bien” y vuelva apaciblemente a la repetición.

Paso 7: Continúe así de diez a veinte minutos. Paso 8: Practique la técnica una o dos veces al día.

Nuestras últimas investigaciones han revelado que aunque todos estos pasos son importantes, hay dos absolutamente importantes: son la repetición de una palabra, un sonido, una plegaria, una idea o una acción muscular y la actitud pasiva hacia los pensamientos que interfieran. Con estas dos condiciones, se aminoran los efectos de la intrusión de pensamientos, actividades y mecanismos que pueden impedirle a uno entrar en un estado meditativo. Además, desentenderse pasivamente de los pensamientos cotidianos le ayudará a ir desarmando algunas de las viejas pautas de funcionamiento mental negativo, y a abrirse a las influencias positivas renovadoras que pueden llegar a cambiar su vida.

Al seguir estos pasos –si lo hace en el contexto de sus creencias más profundas- se encontrará usted con que va encaminándose hacia una expansión increíble de sus capacidades mentales. Estará avanzando en las direcciones exploradas por los monjes tibetanos, los místicos y sanadores cristianos y judíos, y por otras personas que llevan una vida arraigada en la plegaria y la meditación. Igualmente, a medida que su mente se expanda hasta abrirle las puertas que le conducirán a nuevas aventuras interiores, irá adquiriendo la capacidad de cambiar sus hábitos personales… incluso aquellos que lo aplastan con su peso, como el proverbial albatros, e incrementará sus probabilidades de cultivar disciplinas y nuevos hábitos.

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EL CEREBRO MARAVILLOSO

Para hacerse una idea de cómo se puede adquirir esta capacidad para el cambio, es importante considerar ciertas teorías referentes a la forma como funciona el cerebro. Pero este es un tema, que debemos abordar con una dosis de humildad. Aunque durante las últimas décadas los resultados de la investigación del cerebro han ensanchado en forma extraordinaria nuestros conocimientos, la comprensión que tenemos de la fisiología cerebral sigue siendo relativamente rudimentaria, dada la increíble complejidad del cerebro humano.

Anatómicamente, el elemento estructural básico del cerebro es la célula cerebral o neurona. En cierto nivel se puede considerar a estas células como fábricas vivientes, que utilizan como combustible el oxígeno y el azúcar transportados por la sangre. Mediante pasos bioquímicos bien definidos, este combustible produce la energía que posibilita una gran cantidad de trabajos biológicos, necesarios para mantener la vida de la célula. Por ejemplo, cada célula interactúa con otras, desempeña un importantísimo papel de apoyo en las complejas redes que producen el pensamiento y la acción y finalmente, produce elementos de deshecho que la sangre se lleva para eliminarlos.

Sin embargo, es importante recordar que cada una de esas células cerebrales está realmente viva, con todo el potencial para el poder y la debilidad que entraña el hecho de estarlo. Si la neurona se ve privada de su combustible –que proviene principalmente de lo que comemos y del aire que respiramos-, se morirá. En otras palabras, que si el aporte sanguíneo portador de combustible al cerebro se encuentra bloqueado, como sucede cuando hay un endurecimiento grave de las arterías, puede suceder que las células del cerebro abastecidas por la arteria bloqueada dejen de funcionar. La consecuencia es un “ataque” o “schock”, es decir, un accidente vascular cerebral.

Entre otras cosas, un cerebro sano acumula y transmite información, y ésta es lo que, en última instancia, se convierte en lo que llamamos pensamientos. Es muy difícil escribir exactamente lo que sucede en este proceso, porque el acto de pensar, como tal, es sumamente complejo y pone en juego una cantidad enorme de neuronas cerebrales que interactúan en nuestros procesos mentales. Piense el lector, por ejemplo que en su cerebro hay aproximadamente 10,000 millones de células cerebrales.

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Además, al observar cuidadosamente la estructura de cada una de ellas, se comprende que todo el asunto es indescriptiblemente más complicado. Cada una de las células nerviosas tiene numerosos tentáculos, es decir, axones y dendritas. Durante la actividad cerebral estos elementos se “comunican” con los tentáculos de otras células, a través de conexiones llamadas sinapsis; de esa manera interactúan y hacen su trabajo las células cerebrales. Las dendritas se comunican también con otras partes de su propia célula.

Pero ahora piense en lo siguiente: cada célula nerviosa tiene entre 1,000 y 500,000 conexiones y cada conexión tiene la potencialidad de comunicarse con cualquier otra conexión celular del cerebro. Esto significa que el número de conexiones posible en el cerebro es incomprensiblemente pasmoso.

¿Cuántas son las conexiones posibles? Por expresarlo con una sola cantidad, la cifra sería de 25.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000. Dicho de otra manera: si usted empieza a apilar sobre su escritorio hojas de papel de máquina, una encima de otra, igual al número de sus posibles conexiones cerebrales, la pila llegaría más allá de la luna. Llegaría más allá del planeta Plutón, más allá de nuestra galaxia, e incluso más allá de los límites conocidos del universo, ¡a distancia de unos dieciséis mil millones de años luz!

Con esta complejidad increíble, se entiende que jamás podamos llegar a comprender la totalidad de las posibilidades inherentes al cerebro humano. De hecho, cuanto más se investiga, más sobrecogedor resulta ser el proceso del pensamiento.

Por ejemplo, sabemos ahora que esos billones y billones de conexiones que alberga el cerebro “conversan” entre sí por medio de ciertas sustancias químicas, a las que se denomina neurotransmisores, que son segregadas en los extremos de las conexiones entre las células cerebrales. Es decir que las conexiones existentes entre las células cerebrales no son conexiones físicas, sino que más bien hay una brecha – una brecha minúscula microscópica- en cada una de ellas. La conversación entre una célula y otra se lleva a cabo mediante la acción de esas sustancias químicas.

Para complicar un poco más las cosas, muchas células nerviosas contienen dos o más agentes neurotransmisores, y hasta el momento se han descubierto más de sesenta de ellos. Pero la complejidad no termina aquí. Al comunicarse con otras células, los neurotransmisores también

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influyen sobre otras conexiones en su entorno inmediato. Es decir, es como si se filtrarán a otras conexiones en su entorno inmediato. Es decir, es como si se filtrarán a otras conexiones neuronales. Estas penetrantes acciones químicas son lo que permite que un mensaje pase de una célula a otras, y es así cómo creemos que se produce la conversación entre las células.

Pero aún hay más. Estos mensajeros químicos se incorporan al torrente sanguíneo y pueden afectar a células cerebrales muy alejadas de la fuente original. De hecho, los neurotransmisores producen cambios en su propia “casa” o lugar de origen, e influyen incluso sobre su propia producción. Tampoco en los mensajes hay una constancia rigurosa. Cada uno de los miles de millones de células nerviosas emite diferentes señales en diferentes momentos, además, le influyen las señales que recibe: la forma en que habla depende de cómo le hablen.

Uno de los neurotransmisores es una sustancia de estructura parecida a la del opio, conocida como endorfina. Las endorfinas pueden aliviar el dolor, producir euforia en ciertas circunstancias, o bien actuar como sedantes. Después de haber sido segregadas por ciertas células nerviosas del cerebro, las endorfinas pueden hacer su trabajo en las inmediaciones de su lugar de origen, pero también pueden hacer largos viajes y llegar hasta otras células más alejadas para producir una sensación de bienestar o aliviar el dolor.

Se han obtenido en laboratorio ciertas sustancias capaces de imitar en mayor o menor medida la operación de algunos de estos neurotransmisores. Algunos afectan el estado anímico de una persona, o sirven de una manera u otra para dar a los pacientes un tratamiento benéfico, pero la forma en que actúan los fármacos en comparación con el funcionamiento natural, delicadísimo y sutilmente afinado, de los neurotransmisores cerebrales.

Otras combinaciones de neurotransmisores se relacionan con la memoria. Una teoría nos sugiere que son ellos los que nos dan la capacidad de tener varios tipos de memoria: hay una memoria para las habilidades y los procedimientos, que almacena hábitos o funciones relacionadas con el “cómo-se-hace” algo. Hay una memoria declarativa, que almacena fechas, números y otras cosas que uno dice tras haber expresado: “Recuerdo que…” Gracias a los dos tipos de memoria, uno puede recordar como se anda en bicicleta o se juega al tenis, y también lo que le pasó el día que cumplió los dieciséis años.

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Nuestros recuerdos se derivan en parte de nuestras propias experiencias vitales. Surgen de las capacidades del cerebro, que permiten que nuestras experiencias sean recibidas, codificadas, almacenadas, recuperadas e interpretadas. Cuanto más vasta es nuestra experiencia, tanto más tiene para almacenar el cerebro y por consiguiente, más debe interpretar.

¿De qué manera seleccionamos toda esta información para que, cuando tenemos que abordar una tarea específica, no nos abrume y confunda la cantidad de conocimientos que tenemos acumulados? ¿Cómo apartamos las señales que son inmediatamente significativas y útiles de todo el “ruido” que hay en la memoria?

Gradualmente estamos aprendiendo a reducir un tanto esta complejidad. En el proceso, hemos ido descubriendo que podemos entender un poco mejor qué es lo que pasa en el cerebro humano y cómo podemos usar de manera más práctica esos poderes impresionantes. Ya me he referido brevemente a un campo de reciente investigación – la del llamado split brain -, que nos proporciona un acceso al entendimiento de las funciones de nuestros dos cerebros, y de la posibilidad de alcanzar un máximo aprovechamiento de nuestra mente.

Los científicos que investigan estos temas han demostrado de qué manera el hemisferio izquierdo difiere del derecho, y cómo se relaciona con él, especialmente en pacientes que han sufrido ataques, se han sometido a cirugía cerebral o padecen algún otro problema neurológico. Los estudios de los doctores Sperry, Gazzaniga y otros investigadores han comprobado que ambos hemisferios tienden a tener funciones características. Y cada conjunto de funciones es importante para que podamos tener una experiencia plenamente integrada del mundo en cuánto seres humanos.

En el caso de las personas que usan la mano derecha, el hemisferio izquierdo del cerebro actúa a la manera de un “super-agente de prensa”. Procura encontrar sentido en esa enorme cantidad de información, tanto nueva como almacenada; el hemisferio izquierdo selecciona y categoriza la información. Extrae conclusiones y formula predicciones. Para facilitarse esta función ilativa el hemisferio izquierdo recurre a sus amplios depósitos de habilidades analíticas, lógicas y verbales. El hecho de que podamos verter nuestros pensamientos al lenguaje y dar razones precisas de por qué hacemos las cosas es en gran medida un resultado directo de esta función del lado izquierdo del cerebro.

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Este lado del cerebro nos presta, pues servicios inapreciables. Sin él no podríamos desempeñarnos eficazmente como seres humanos. La mente humana alberga demasiada información como para que podamos manejarla en su totalidad, y el hemisferio izquierdo nos ayuda, momento a momento, a seleccionar lo que es importante que sepamos.

Lamentablemente, esta función del lado izquierdo es tan importante que tendido a hacer sombra al papel que corresponde al hemisferio derecho. Y sin embargo, al lado derecho le cabe un papel clave en la plasticidad mental humana, en nuestra capacidad para cambiar pautas y hábitos de pensamiento profundamente arraigados. Y tiene un papel clave en el funcionamiento del Principio de la Maxi-Mente.

El hemisferio derecho sirve como centro de muchas de nuestras funciones mentales intuitivas y creativas. Muchas veces, uno tiene una intuición o una idea que aparentemente viene “no se sabe de dónde”. Uno sabe que la idea es válida, pero no llegó a ella mediante ningún proceso lógico ni analítico. Lo más probable es que esa idea haya llegado a la mente por la acción de los neurotransmisores del hemisferio cerebral derecho. Muchas de nuestras capacidades y funciones artísticas entre ellas la capacidad de percepción espacial de las cosas, suelen estar radicadas en el hemisferio derecho. Entonces, después de recibir este tipo de aporte, el hemisferio derecho le pasa la información al izquierdo para que la interprete, haga la selección y extraiga las inferencias del caso. Específicamente la información pasa a través del llamado cuerpo calloso, que conecta ambos hemisferios.

De hecho, el funcionamiento de los hemisferios cerebrales no es más que un ejemplo de lo que el doctor Michael Gazzaniga ha llamado los “módulos” del cerebro. Hay tareas específicas que tienden a ser abordadas por determinadas partes del cerebro más bien que por otras. Una parte se especializa en imágenes mentales; otra se concentra en las funciones auditivas; puede haber otra que se ocupe principalmente de los sentimientos.

Pero usted se estará preguntado qué tiene que ver todo esto con su capacidad de cambiar sus malos hábitos y de cultivar formas nuevas y constructivas de auto disciplina.

El problema con que todos tropezamos es que ciertos módulos del cerebro son tan fuertes, y sus pautas de funcionamiento están tan profundamente arraigadas, que tienden a controlar a los otros. Este es,

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en particular, un problema que parece haberse planteado muchas veces en la relación entre ambos hemisferios, el izquierdo y el derecho. Al lado izquierdo del cerebro, con sus poderosas capacidades de análisis y su poder de extraer inferencias convincentes, se lo puede describir en este contexto como una especie de “pequeño dictador” que tiene sometido al lado derecho. Muchas de nuestras funciones intuitivas y creadoras, como también gran parte de la información que necesitamos tener y usar para introducir en nuestra vida cambios positivos, han estado efectivamente esclavizadas por la “autoridad” racional del hemisferio izquierdo. Se podría decir que estamos prisioneros del lado izquierdo del cerebro.

Entonces, es posible caracterizar nuestro objetivo como una especie de revolución mental interna: debemos derrocar la hegemonía del hemisferio izquierdo y permitir que el derecho se libere y asuma la estatura que le cabe en el proceso pensante. De esta manera podemos abrigar la esperanza de abrir la puerta de nuestra vida a un nuevo conocimiento y a cambios benéficos.

Pero ¿cuánto cambio podemos esperar de nuestros cerebros, y cuáles son los procedimientos mediante los cuáles se produce?

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3

Los canales del cambio

Los hábitos, las pautas de pensamiento y las actitudes que influyen sobre nuestra manera de pensar y de conducirnos no son nada que tengamos grabado en nuestra cabeza como en una losa de hormigón. Por el contrario, la mente es en todos nosotros algo maleable, capaz de dejarse imprimir formas y disposiciones nuevas, como una delicada escultura viviente.

Tal como hemos visto, el hemisferio izquierdo del cerebro – esencial e importante como es en su función de ayudarnos a llevar una vida eficaz y con sentido- tiende a interferir con los esfuerzos que hacemos por cambiar. En cierto sentido, el hemisferio izquierdo puede actuar como una especie de guardián intelectual rígido, que desbarata cualquier maniobra que realizamos para cambiar, mejorándolos, nuestros hábitos y disciplinas personales.

No se trata de que el hemisferio izquierdo sea naturalmente malo, una especie de enemigo con quien tenemos que enzarzarnos en una lucha a muerte. Se trata, más bien de que ha sido condicionado para pensar de que ciertas cosas son buenas para nosotros en cuánto seres humanos, cuando de hecho son cosas que pueden ir en detrimento de nuestro crecimiento y de nuestro bienestar.

Un ejemplo de cómo “cuida” su dominio el hemisferio izquierdo nos lo proporciona una teoría que en la profesión psicológica se conoce como “disonancia cognoscitiva”, y que es el concepto formulado por el doctor Leon Festinger, pionero de la psicología social, de que cuando una creencia y un comportamiento están en conflicto, la creencia debe cambiar para adaptarse al comportamiento o el comportamiento debe cambiar para estar de acuerdo con la creencia. El hemisferio izquierdo al hallarse frente a un conflicto relacionado con la creencia, se ve impulsado a buscarle algún sentido, a establecer alguna forma coherencia entre nuestros valores y nuestras acciones. Y generalmente, según Festinger, lo que cambia es la creencia.

En un experimento que ayudó a llegar a esta conclusión participó un grupo de estudiantes a quien se le preguntó qué les parecía hacer

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trampas. Algunos dijeron que eso les parecía muy mal, en tanto que otros respondieron que, en realidad, la cosa no era tan grave.

Posteriormente, a todos los estudiantes se les tomó un examen en el que era muy fácil de hacer trampa, de una manera que era imposible descubrir, aunque en realidad los investigadores podían determinar quiénes lo hacían y quiénes no. Los que dirigían el estudio comprobaron que, aun cuando muchos habían dicho inicialmente que les parecía mal hacer trampa, de hecho la hicieron al verse frente a una oportunidad fácil. Luego, una vez terminado el examen se les volvió a preguntar a todos los estudiantes qué pensaban acerca de hacer trampas.

¿Los resultados? Los que la primera vez habían dicho que estaba mal hacer trampa, pero efectivamente la habían hecho ahora dijeron que no era tan malo. En otras palabras, los valores y las acciones terminaron por conformarse unos a otros al entrar en conflicto con la situación de tener que afrontar directamente la cuestión de hacer trampa.

En esta situación, el hemisferio izquierdo intervino intentando encontrar algún sentido en el difícil reto que se les planteaba a los estudiantes. Mediante un proceso de racionalización, los que al hacer trampa violaban sus propias creencias encontraron razones para modificar sus valores. Además de decidir que lo que habían hecho no estaba tan mal, el razonamiento parece haber sido: “Si en una situación así todo el mundo hace trampa, también puedo hacerlo yo. Puede que no sea perfecto, pero sigo siendo una buena persona”.

Los sistemas de valores de algunos estudiantes cayeron atrapados en la necesidad del hemisferio izquierdo de mantener la coherencia lógica. Y este no es más que un ejemplo de un problema cuyo alcance es mucho mayor. De manera muy semejante a ésta, el hemisferio izquierdo puede aprisionarnos con otros problemas como las fobias.

Supongamos, por ejemplo, que está usted en la cola de un supermercado, con la desagradable sensación de la multitud que se agolpa a su alrededor, y empieza a sentir que le duele el estómago. Además, una vez fuera el dolor del estómago no se le va y usted se pasa la noche descompuesto.

Es muy posible que el lado izquierdo del cerebro establezca una relación entre el dolor y la cola en el supermercado, y le sugiera el siguiente mensaje: “No tengo que hacer cola en supermercados, porque si la hago, la experiencia será desagradable. Esta conclusión puede ser

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completamente errónea. Es probable que no haya relación alguna entre el hecho de haber estado en la cola del supermercado y aquel dolor de estómago, pero si la actividad de su hemisferio izquierdo consigue llevarlo a esa conclusión, podría ser que usted termine por tener miedo de hacer cola en un supermercado.

Evidentemente, este ejemplo es simplista; no es probable que a usted le pase algo igual. Una experiencia más común se da con las aglomeraciones y con las colas en los aeropuertos. Hay personas que les enferma viajar porque en los aeropuertos han tenido una serie de experiencias desagradables, exacerbadas quizá por otros problemas diferentes, pero que coincidieron en aquellos precisos momentos. Estas personas pronto comienzan a asociar los aeropuertos con circunstancias desagradables que les producen angustia, y como resultado de ello, comienzan a ponerse nerviosas y a sentirse incómodas ante la sola idea de encaminarse al aeropuerto.

Muchas fobias pueden originarse de esta manera, es decir, como resultado directo de las interpretaciones y deducciones que hace el hemisferio izquierdo a partir de las circunstancias y de los sentimientos que experimentamos.

Sin embargo, la gente que las padece no está condenada a seguir siendo siempre esclava de sus miedos. Como veremos en el capítulo siguiente, muchas formas de psicoterapia y psicología conductista han ayudado a la gente a cambiar sus pautas de funcionamiento cerebral de modo tal que las fobias empiezan a atenuarse y hasta llegan a desaparecer. He comprobado que una forma de tratar con éxito las fobias consiste en hacer que el individuo practique regularmente la Relajación durante varias semanas e incluso meses. Cuando este hábito ha llegado a arraigarse es mucho más fácil corregir las falsas interpretaciones que son parte de la situación que genera el miedo y enfrentar los problemas de la forma más constructiva.

En otras palabras, el cerebro es realmente capaz de adaptarse para superar muchas de estas trabas emocionales que nos limitan. Ahora bien en términos físico, ¿cómo sucede esto?

CÓMO SE PRODUCE LA TRANSFORMACION MENTAL

Dicho brevemente, es probable que la consecución de un rendimiento máximo de la mente funcione más o menos así: cuando cambiamos

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nuestras pautas o modelos de pensamiento y de acción, las células cerebrales comienzan a establecer conexiones adicionales, a hacer “instalaciones” nuevas. Estas nuevas conexiones se comunican de maneras nuevas con otras células, y entonces las “instalaciones” o vías nerviosas que mantenían vivo el hábito negativo o la fobia son reemplazadas o alteradas.

Otro ejemplo, si usted decide que quiere aprender a jugar al tenis, puede tomar lecciones y pasarse las horas en las pistas, practicando las jugadas y puliendo su capacidad física. Durante este proceso, las células cerebrales que controlan este tipo particular de habilidad establecen conexiones nuevas que le permiten a usted jugar mejor de cómo jugaba cuando empezó.

Lo mismo pasa con el proceso de pensamiento. Si usted no hace ningún esfuerzo por cambiar de manera de pensar o de cultivar habilidades o disciplinas nuevas, las células cerebrales no llegarán jamás a establecer las conexiones o pautas nuevas que para ello se requiere. De modo similar, si no se esfuerza por mantenerlas, esas nuevas pautas de pensamiento y habilidades físicas irán disminuyendo. Por lo que al cerebro se refiere, es cuestión de “o lo usas o lo pierdes”.

Lo que ayuda y, a la vez fundamenta este proceso de cambio en el cerebro es el hecho básico de que se trata de un órgano maleable y adaptable. El sistema nervioso que incluye nuestros poderes mentales, no es inmutable. No es algo imposible de cambiar, con hábitos, modelos de pensamiento y habilidades fijados de una vez para siempre. Por ende, no hay absolutamente ninguna razón por la cual usted no pueda hacer progresos considerables con todos los programas de autoayuda que le resultaban tan difíciles. Realmente, usted puede alcanzar muchas de las mejoras que usted siempre había querido lograr en su salud, en su espiritualidad y en las demás dimensiones de su vida. Una de las claves de este cambio es aprender a eliminar la nociva dictadura del cerebro izquierdo y a armonizar mejor los dos hemisferios cerebrales.

El mecanismo básico que favorece estos procesos de cambio es la Relajación, es la puerta fisiológica que le abrirá el camino para cambiar sus pautas de pensamiento y su vida.

De diversas maneras, la Relajación prepara el camino para esos benéficos cambios cerebrales. Ante todo las mediciones que hemos efectuado en personas que están practicando la Relajación demuestran que este fenómeno excluye los aspectos que crean confusión, estrés o

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angustia de lo que se llama comúnmente la “reacción de ataque-o-fuga”. Al activarse esta reacción, es decir, cuando uno está exaltado, angustiado o enojado ante un reto o una situación difícil, el cuerpo segrega ciertas hormonas llamadas catecolaminas, que lo “aceleran”, preparándolo para enfrentar en forma rápida y decidida la amenaza percibida.

Para el hombre primitivo, cuando el peligro de encontrarse cara a cara con un animal salvaje, era cosa de todos los días este tipo de respuesta era muy útil. En nuestra época, sin embargo, la reacción de ataque-o-fuga tiende a ponernos más nerviosos e incómodos, e incluso a ser dañina. ¿Por qué? Como ya no utilizamos los recursos físicos, la huída o la pelea, que originariamente permitirían gastar las energías provenientes de los cambios hormonales que se producen en el cuerpo en estas situaciones, nos sentimos tensos e incómodos, y nuestra capacidad de lograr un cambio útil en nuestra vida disminuye o desaparece por completo.

Tal como cabía esperar, la reacción de ataque-o-fuga tiende a dispararse por obra de las conclusiones poderosas y casi automáticas, a que llega el lado izquierdo del cerebro, por ejemplo, “es un tigre…hay que huir” o “es un enemigo… hay que luchar”. Pero la Relajación puede ayudarnos a superar estas reacciones tan arraigadas y que ahora, con frecuencia, son inadecuadas y puede desconectar o impedir este tipo de reacción desproporcionada a las circunstancias. La Relajación no altera en forma significativa la excitación requerida cuando se presenta un verdadero peligro o una situación apremiante. En una verdadera crisis, el riesgo real de las circunstancias anula los efectos de la Relajación, probablemente porque lo que está en juego es la supervivencia.

Además la Relajación también estimula una importante actividad cerebral que intensifica la comunicación entre los dos hemisferios del cerebro. Se ha confirmado, mediante estudios científicos, que durante el proceso de la Relajación los dos lados del cerebro comienzan a interactuar más, como lo evidencia la similitud de las pautas de ondas cerebrales que se observan simultáneamente en el hemisferio izquierdo y en el derecho. En los electroencefalogramas de individuos que estaban entregados a la práctica de la Relajación, los investigadores han descubierto que en esos momentos hay, entre ambos lados del cerebro, una mayor coherencia de las frecuencias de ondas cerebrales alfa y theta.

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Lo más importante de todo esto es que este estado mental prepara la escena para cambios significativos. Entre otras cosas, parece que fuera más fácil pensar en forma creativa cuando el cerebro está funcionando con mayor sincronización entre sus dos mitades. Entonces, uno puede examinar y usar con más facilidad la información que aportan tanto el lado izquierdo como el derecho del cerebro, sin la interferencia de pensamientos ajenos que en otras circunstancias podrían estorbar. Es decir, que cuando uno se encuentra en este estado de comunicación intensa entre ambos hemisferios, es más fácil procesar la información y considerar las situaciones de manera nueva e innovadora. Dicho de otra manera, se produce entonces una “receptividad” o “plasticidad” cognoscitiva en la cual cambia efectivamente su manera de ver el mundo.

Esta plasticidad se utiliza en el proceso de la hipnosis. Nuestras investigaciones han demostrado que para pasar a lo que se llama el estado hipnótico, lo que primero que se provoca es la Relajación. Después el hipnotizador puede sugerir diversas acciones al individuo a quién está hipnotizado. Entre las sugerencias puede incluirse la de recordar acontecimientos aparentemente olvidados o la de realizar ciertos movimientos, como puede ser la levitación de un brazo.

Es un hecho interesante el que muchas personas que han logrado la Relajación – y experimentado una mejor comunicación entre los dos lados del cerebro- expresan la experiencia como una especie de “totalidad”. Se valen de expresiones como “sin limitaciones”, “correlación infinita”, “bienestar” y “más despiertos”. Además quienes se encuentran en ese estado tienden a percibir con mucha mayor intensidad la riqueza de detalles en el medio donde se hallan.

Con frecuencia, la gente dice que es un estado indescriptible, que está más allá de las palabras y del lenguaje y que sólo es posible sentirlo, no describirlo. En su forma más intensa, este tipo de experiencia es lo que se conoce como una “experiencia cumbre”, y para el caso es lo mismo que se esté hablando de una revelación espiritual, de un logro deportivo de un importante progreso intelectual.

El profesor Stanley R. Dean, profesor de psiquiatría en las Universidades de Miami y Florida, caracteriza a este tipo de experiencia cumbre como algo que produce una transmutación suprahumana de la conciencia, que se resiste a la descripción. Definitivamente embriagada, la mente es literalmente presa del vértigo de sí misma a tientas, penosamente, busca palabras que tengan la grandeza y la exaltación

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suficientes para expresar la visión trascendental. Pero hasta ahora no hemos encontrado las palabras adecuadas.

Dean cita luego un pasaje de uno de los Cuatro cuartetos, de T. S. Elliot, aun cuando el poeta lo usa en otro contexto:

Las palabras se cansan,

Restallan y a veces se rompen bajo la carga, Resbalan, vacilan, perecen bajo la tensión, Se desmoronan con la impresión,

No quieren mantenerse en su lugar, No quieren estarse quietas.

Por supuesto que nadie tiene experiencias cumbres en forma constante. De hecho, muchas personas no llegan a las cimas mentales o espirituales que otras pueden alcanzar. Pero no importa a dónde pueda llegar usted; es incuestionable que será más capaz de mejorar su vida con sólo que pueda aprender a aumentar la coherencia entre los lados izquierdo y derecho del cerebro, mediante el buen uso de la Relajación.

EL FACTOR FE

Otro factor importante que le permite a uno cambiar su cerebro y su vida, y al que ya he aludido antes brevemente, es la intensidad del sistema personal de creencias.

El cerebro reacciona y cambia cuando en la vida cobran importancia una convicción y una fe personal profundas. Nuestras creencias y convicciones son parte de nuestros pensamientos y, por ende, parte de nuestro cerebro. Cuando pensamos o actuamos por una convicción profunda, estamos recurriendo a una “instalación cerebral” ya existente. Por lo tanto, sentimos que lo que estamos haciendo es auténtico y correcto, nos sentimos cómodos cuando operamos apoyándonos en los cimientos de convicciones profundamente arraigadas.

En estas circunstancias, las nuevas pautas de pensamiento y de acción se pueden adquirir mucho más pronto. Las “vías” ya están, por decirlo así “engrasadas”, y las nuevas pautas se instalan con más facilidad. De esa manera, los neurotransmisores pueden transmitir más fácilmente los mensajes, lo que a su vez simplifica el desarrollo de los nuevos procesos de pensamiento y de las disciplinas y habilidades nuevas. Si bien son muchos los factores que contribuyen al desarrollo de

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