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DISFRUTE DE SU PROGRAMA DE ACTIVIDAD FISICA

In document El Poder de La Mente (página 98-101)

El secreto para ponerse en forma

DISFRUTE DE SU PROGRAMA DE ACTIVIDAD FISICA

Incluso después de haber avanzado bastante con uno de estos programas puede suceder que uno vuelva a sus costumbres sedentarias. Puede pasar que alguna lesión le obligue a suspender durante u tiempo su actividad y pierda así el hábito de practicarla, o bien que se aburra y decida que en realidad quiere descansar por un tiempo o intentar algo distinto. Es muy posible que algo así le lleve a perder la disciplina que había logrado.

¿Qué puede hacer para incorporar su nueva disciplina a su vida y no correr el riesgo de perderla?

Una de las mejores “pólizas de seguro” a que puede recurrir es encontrar la forma de hacer placentera esa actividad. En la sección anterior vimos como una nadadora empezó a tener una vivencia casi mística de fusión con el agua. Ese era su equivalente del “cielo del corredor” del que tal vez los lectores hayan oído hablar, o incluso lo hayan sentido. En la mayoría de las actividades de resistencia que requiere el movimiento regular y repetitivo de las extremidades es posible pasar por esa experiencia cuasi trascendente.

Como ya señalamos, este tipo místico de experiencia atlética conlleva la inducción de la Relajación, Un factor clave en ella es que la repetición de los movimientos físicos de la carrera, la natación o el ciclismo continúa durante períodos relativamente largos. La cadencia transporta a la mente más allá de las preocupaciones de la vida diaria, hacia un estado de conciencia modificado, más trascendente. Una vez experimentado este estado mental, en el cual creemos que la interacción entre ambos hemisferios cerebrales es diferente, su carácter placentero bastará para que intentemos repetir la vivencia, y eso puede ser una poderosa motivación para volver a una actividad aeróbica, aunque uno haya tenido que dejarla durante un tiempo.

Recuerdo el caso de Horacio, un hombre a quien nunca le había gustado correr. Tanto en la escuela secundaria como en la universidad se había visto obligado a participar en actividades atléticas y correr tres o cuatro kilómetros diarios. Lo mismo le había pasado con distancias bastantes

largas, durante su servicio militar en la Infantería de Marina, pero aún así, Horacio jamás aprendió a disfrutar de la carrera ni del jogging.

Al dedicarse a una carrera civil en el ramo comercial, hizo varios intentos de iniciar un programa de jogging, sabiendo que para mantenerse en forma necesitaba alguna forma de condicionamiento regular en una actividad de resistencia. Pero después de dos o tres frustrados intentos abandonó el empeño.

Más adelante cuando a fines de los años setenta empezó el auge del jogging, leyó una descripción del “cielo del corredor”, que lo fascinó porque él nunca había tenido una vivencia así durante el tiempo, relativamente corto, en que sin entusiasmo alguno lo había practicado en su juventud. En aquella época, siempre suponía que correr le resultaría desagradable.

Empezó entonces a considerar el jogging con una actitud diferente. Además de leer libros populares sobre el tema se sumergió apasionadamente en la lectura de revistas para aficionados. Finalmente, decidió volver a intentarlo, y esta vez su experiencia fue completamente diferente.

Gracias a sus lecturas, sabía que tenía que pasar un período de dos o tres semanas para poner su cuerpo en condiciones y aumentar su resistencia. Entonces resolvió practicar su programa de jogging durante un mes por lo menos, y descubrió que se iba sintiendo más en forma, tal como lo había leído. Al final del primer mes, los músculos doloridos y podía correr entre cinco y seis kilómetros sin quedarse sin aliento.

Observe usted lo que estaba sucediendo, este hombre combinó sus lecturas y estudios sobre el tema con los aspectos repetitivos del jogging. Estos factores, unidos a la creciente sensación de bienestar que derivaba de la actividad física, le ayudaron a alcanzar una intensa convicción de que el jogging sería una actividad buena para él, y, mientras seguía con su programa, continuó también leyendo sobre el tema.

Además descubrió que durante los entrenamientos pensaba continuamente en los conceptos básicos del ejercicio que practicaba.

Era obvio que allí estaba actuando el Principio de la Maxi-Mente. Horacio podía alcanzar la Relajación mediante el golpeteo regular de sus pies al ir recorriendo una distancia de varios kilómetros. También, tanto mientras corría como antes y después, se concentraba en ideas y

pensamientos positivos relacionados con su ejercicio. Es decir que estaba cambiando la forma en que estaba estructurado su cerebro. Nuevas vías cerebrales estaban permitiéndole desarrollar hábitos nuevos y positivos para su forma física. Horacio estaba suplantando las antiguas inferencias negativas del hemisferio izquierdo por otras nuevas y más positivas.

No pasó mucho tiempo sin que experimentase el “cielo del corredor”, es decir, el análogo del fenómeno de fusión del que hablaba Bárbara, la nadadora. Estas no son vivencias que se tengan en cada entrenamiento, es posible que sólo se produzcan en forma esporádica, pero la sensación de euforia ocurre con la frecuencia suficiente para que el atleta aficionado insista en buscarla una y otra vez.

En el caso de este hombre, la primera vez que tuvo esta vivencia, fue después de haber corrido, en uno de sus entrenamientos, unos seis kilómetros.

-Hasta ese momento- recordaba Horacio-, yo sabía que el que ponía la energía para correr era yo. No sentía ninguna molestia y mi nivel energético era excelente. Pero seguía siendo yo quien controlaba los movimientos de mi cuerpo.

Entonces, repentinamente, tuve la sensación de que me llevaban. Correr no me exigía absolutamente ningún esfuerzo. Me sentía como si pudiera seguir eternamente. Además tenía una sensación de unidad con los árboles y el agua que me rodeaban. Me sentí realmente muy exaltado y feliz… eufórico sería la palabra justa. Ese día seguí corriendo hasta unos diez kilómetros y ni siquiera entonces me apetecía detenerme.

Para Horacio fue una suerte haber tenido esa experiencia en ese momento, porque más o menos una semana después se hizo una lesión grave jugando un partido de baloncesto. Se rompió los ligamentos del tobillo izquierdo y tuvo que andar con bastones e incómodamente enyesado durante más de un mes. Naturalmente, durante ese tiempo no pudo seguir con su programa de jogging.

Muchas veces, cuando se producen accidentes así, la inevitable interrupción de los ejercicios hace que el individuo pierda el hábito que tanto esfuerzo le costó adquirir. En el caso de Horacio, estaba desesperado por volver a la práctica de su programa de jogging. El día después de haberse quitado la escayola salió a caminar para así fortalecer el tobillo y volver a su nivel anterior de condicionamiento. Lo interesante es que casi no tuvo dolores musculares, cuando, unos diez días después, empezó a

practicar el jogging. Y uno de los principales factores que lo movían a volver a su programa de puesta en forma era el recuerdo acuciante de aquella euforia o éxtasis que había sentido algunas semanas antes.

Para la mayoría de los corredores, el período de preparación preliminar puede ser relativamente corto, ya que generalmente correr no exige demasiada destreza. Es decir, que con frecuencia basta un período de tres o cuatro semanas para establecer la disciplina y ponerse en situación de tener la vivencia de esa especie de éxtasis. En todo caso, son importantes la repetición y una actitud pasiva de “dejar que la cosa suceda”, tanto para adquirir y perfeccionar habilidades como para aumentar las probabilidades de experimentar ese estado modificado de conciencia. Si ese es su objetivo, debe usted evitar todo intento de forzarlo: la euforia se le dará si usted se limita a dejar que se le dé.

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