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ALGUNAS REGLAS ELEMENTALES PARA LA AUTOSUPERACION

In document El Poder de La Mente (página 42-48)

El sistema de autoayuda fundamental

ALGUNAS REGLAS ELEMENTALES PARA LA AUTOSUPERACION

Para iniciar un método seguro y eficaz de auto superación, me permitiré sugerirle que siga tres reglas básicas que harán rendir al máximo sus esfuerzos, ayudándole a incorporar su vida el Principio de la Maxi-Mente.

Regla n° 1: No intente reemplazar un sistema básico de creencias por el

Puede haber problemas con el seguimiento de programas de autoayuda si éstos no son más que sustitutos de una búsqueda auténtica de un significado más profundo de la vida. Muchas veces la gente se embarca en un programa de mejoramiento personal en un esfuerzo consciente o inconsciente, de encontrar una visión de mundo amplia y gratificante. El intento puede ocultar incluso un deseo de burlar a la muerte y alcanzar la inmortalidad.

Una persona que comienza queriendo ponerse en buenas condiciones físicas puede terminar convirtiéndose en un adicto de la cultura física que dedica todas sus horas de vigilia al ejercicio y la dieta, además de lecturas múltiples sobre el tema. He conocido personas –y usted también, estoy seguro- que han llegado a estar tan obsesionados con la forma física que descuidan otras preocupaciones y responsabilidades importantes, sus compromisos familiares pongamos por caso. Algunos maratonistas, por ejemplo, terminan creando una situación familiar crónica de auténtica “viudez”, en que el cónyuge se queda solo en casa mientras el obsesivo se entrena o participa en carreras. Cuando un régimen de autoayuda se descontrola de esta manera, los resultados pueden ser tremendos.

Sé de un caso en que un profesional, a quién llamaremos Guillermo, se obsesionó a tal punto con la idea de mejorar sus tiempos de maratonista que al final de cada día se pasaba dos horas o más entrenándose. Guillermo estaba casado, y tenía tres hijos, pero comprobó que no tenía tiempo suficiente para dedicarle a su familia… por lo menos, si quería seguir con aquel programa de ejercitación.

Si usted no es corredor ni atleta aficionado, tal vez se pregunte con asombro en qué demonios está pensando un individuo así, para olvidarse de su familia y pasarse todo el tiempo corriendo por las aceras. Pero si alguna vez ha probado a hacer distancia, es probable que entienda un poco dónde está el atractivo.

En parte, el interés de este tipo de deportes reside en que inducen la Relajación. A medida que los pies del corredor de fondo golpean rítmicamente el pavimento, se producen los efectos fisiológicos de la Relajación, y la mente se abre más al cambio. Un estado así puede ser un fenómeno muy apacible y placentero. Por eso los corredores en buenas condiciones, después de haber estado corriendo durante quince o veinte minutos, suelen sentir podrían seguir eternamente. De hecho, muchos relatan una vivencia a la que se ha llegado a llamar el “cielo de corredor”.

Al parecer, a Guillermo, nuestro maratonista, las sensaciones placenteras y la apertura mental que le daba acceso a niveles superiores del condicionamiento físico le dieron la experiencia de un cambio de vida. Guillermo no se había interesado para nada por el atletismo cuando era más joven, y siempre se sentía incómodo junto a sus compañeros de tendencia más deportiva. Muchas veces había querido mejorar su forma física, e iniciarse en ese tipo de actividades, pero al parecer nunca tuvo la motivación ni la capacidad atlética natural que se necesitan para embarcarse con éxito en un programa de entrenamiento.

Sin embargo, cuando descubrió el maratón había encontrado por fin “lo suyo”. Tras haber dedicado unas cuantas semanas a alcanzar un nivel básico de condicionamiento, descubrió que realmente quería continuar con el programa. Dicho de otra manera, después de haber dado el primer paso hacia un cambio de vida, la regular experiencia de la Relajación en el acto repetitivo de correr distancia, lo había abierto a nuevos cambios.

Casi antes de darse cuenta de lo que sucedía, toda su vida se había transformado. Había reordenado sus prioridades y la distribución de su tiempo de manera de poder dedicar dos horas diarias o más a correr. Además, con frecuencia dedicaba todo el fin de semana a viajar fuera de la ciudad, para poder participar en competiciones. De hecho su afición se convirtió en su vida. Todo lo demás pasó a un segundo plano, incluso su matrimonio y su familia.

En el caso de Guillermo, su mujer terminó por divorciarse. Al principio él se quedó muy afectado y sin poder entender lo que pasaba. Al volver a reflexionar sobre la situación, recordó que su mujer y sus hijos se habían quejado y le habían pedido que dedicase menos tiempo a correr y más a estar con ellos. Pero él, sin saber por qué, había supuesto que en realidad no estaban tan afectados como a veces parecían. Además, estaba tan fascinado por el cambio que se iba produciendo en su cuerpo y en su vida que sentía que no podía interrumpir lo que, en realidad era un comportamiento destructivo.

Es evidente que Guillermo se había zambullido en su programa de autoayuda sin tener en cuenta todas las consecuencias. No había llegado a evaluar la forma en que su condicionamiento físico y sus compromisos como maratonista debían adecuarse a todos los aspectos de su vida.

Aunque no tuviera una fe religiosa determinada. Guillermo defendía la importancia de ciertos valores familiares. Al volver a pensar en su matrimonio deshecho, reconoció que si tuviera que volver a hacerlo todo

nuevo intentaría más bien promover una vida familiar feliz y estable que sus aspiraciones atléticas de hombre maduro. Era indudable que la actividad de corredor de fondo era sumamente importante para él: le había dado un sentimiento nuevo de su propio valor, y había reforzado su confianza personal. Pero dejó que su afición se le escapará de las manos y siguió adelante con un programa de auto mejoramiento demasiado exigente, que le dejaba muy poco tiempo y energías para el resto de sus compromisos importantes.

Guillermo esperó demasiado tiempo sin hacer ningún intento de salvar su vida familiar. Usted puede aprender de los errores de él. Es cuestión de empezar por decidir cuáles son sus creencias básicas en la vida. Después, hay que hacer que cualquier esfuerzo de autoayuda se conforme a esas creencias. Si su programa de auto superación se convierte en la única razón y objeto de su vida, en la fuente de su forma de entender la existencia, bien puede encontrarse con que su vida cambia, pero para empeorar. Pero si el programa de autoayuda se integra adecuadamente en un sistema de creencias más amplio, es probable que encuentre usted que su vida se vuelve mucho más gratificante.

Regla n° 2: Confíe en un guía mental máximo

En mis escritos anteriores he insistido en la importancia, para los que creen en Dios, de practicar la Relajación en el contexto de una fe y una tradición religiosa probadas y verdaderas. Creo que cuando una persona así se introduce en programas cuyo objeto es transformar la vida y llevar al máximo las potencialidades de la mente, se hace más importante que nunca que se apoye en la religión tradicional.

En particular, es importante que una persona de inclinación religiosa, no sólo confíe, en general, en una fe religiosa establecida, sino también en un guía espiritual específico perteneciente a esa fe. Para quien no sea especialmente religioso, es conveniente que encuentre lo que yo llamaría un “guía mental máximo”, es decir, una persona madura que pueda ayudarle a mantener en perspectiva su sistema de valores básicos mientras comienza a cambiar por mediación del poderoso Principio de la Maxi- Mente.

¿Quién debe ser, exactamente, su guía espiritual o mental máximo?

Si su programa se relaciona con la corrección de un problema de salud, es aconsejable que cuente con la ayuda de un profesional médico cualificado, comprensivo y de confianza. Si lo que desea es poner mayor

énfasis en la espiritualidad, en todas las religiones importantes hay quienes han llegado lo suficientemente lejos en crecimiento y en técnicas espirituales como para que puedan aconsejar y guiar a los recién llegados. El guía en este caso puede ser un pastor o un sacerdote, según de qué religión se trate. La persona elegida no debe ser un mero miembro nominal de esa tradición religiosa, sino alguien realmente experimentado y versado en las sutilezas espirituales de ese preciso sistema de creencias.

Un guía espiritual o mental máximo llega a tener especial importancia cuando uno dedica más tiempo y energía a programas de auto superación potencialmente eficaces, de los cuales espera obtener cambios en su vida. Entonces necesita alguien que le ayude a ver si sus intentos de auto transformarse se adecuan a su sistema fundamental de valores.

Por ejemplo, ¿no está yendo demasiado lejos, como el maratonista de quien hablamos antes? O tal vez no vaya lo bastante lejos. Su programa de auto superación, ¿favorece otros aspectos de su vida o está privándolo de relaciones y actividades importantes? ¿Cuál es el objetivo final del programa?

Si no responde usted adecuadamente a esta última pregunta, puede encontrarse con que ha dedicado menos, e incluso años a marchar en una dirección que, de hecho, es improductiva. Una mujer que trataba de decidir su cultivar su habilidad para jugar al bridge o consagrar su tiempo libre a ayudar a los necesitados, optó por dedicarse al juego, que por cierto le daba mucho placer, y llegó a hacer bastante buen papel en varios torneos.

Pero después de tres años de ese tipo de actividad, al recapacitar sobre su vida, comprendió con tristeza que en efecto había cambiado de orientación y cultivado sus capacidades, pero en dirección equivocada. Dado su personal sistema de valores, se habría sentido finalmente mucho más satisfecha de haber dado prioridad al objetivo de ayudar a sus semejantes. Un guía espiritual o mental máximo podría haberle ayudado desde el principio a tomar una decisión adecuada.

Sin embargo, no es necesario que el guía adecuado sea un gurú omnisciente ni un mandamás que planifique todo detalladamente para que uno lo haga sin chistar. Los guías más útiles son los que hacen preguntas señalando aspectos que uno puede haber pasado por alto. Y cuando mejor funcionan es cuando insisten en volver a considerar valores que quizá uno haya descuidado temporalmente.

Regla n° 3: Comience cualquier intento de cambiar su vida con una

actitud positiva

Con la mayor parte de las personas, el problema principal no está tanto en el programa de autoayuda que se descontrola como en la total incapacidad de ponerse en marcha. Parecería que la mayor parte de nosotros no tuviéramos ni siquiera la disciplina necesaria para iniciar un programa de autoayuda. Decimos que queremos aprender tal o cuál lengua extranjera, adquirir habilidad con la guitarra, perder diez kilos, ponernos físicamente en forma e intensificar nuestra vida espiritual. Pero después de una serie de intentos frustrados, terminamos por renunciar al intento. Decidimos que lo que pasa es que no tenemos la fortaleza interior necesaria para “ponernos en marcha”, y cambiar nuestra vida.

Debido a las experiencias de fracaso anteriores, es probable que lleguemos a tener actitudes negativas hacia nosotros mismos y hacia nuestra capacidad de cambiar. Nos convencemos de que la incapacidad de hacer algo no es más que un “reflejo de nuestro modo de ser” y dejamos de intentarlo. En realidad, puede que el cambio aún sea posible: sólo se trata de encontrar primero la puerta por donde puede entrar esa benéfica mejora, y después, simplemente, de aprender a abrirla.

Para la mayoría de las personas, el primer paso para iniciar con éxito un programa de autoayuda es liberarse de las dudas y sentimientos negativos hacia sí mismas y hacia sus capacidades. Aunque haya fracasado muchas veces, todavía hay una posibilidad de que pueda triunfar. Es, primera y principalmente, cuestión de creer que el progreso y la evolución son posibles.

A esta actitud de “puedo hacerlo” se le suele denominar “pensamiento positivo”. Lamentablemente, la popularización misma de estos conceptos en los escritos de Norman Vincent Peale y de otros autores los ha hecho tan familiares que es probable que estemos demasiado prontos a desdeñarlos, o quizá que creamos entenderlos mejor de lo que en realidad los entendemos.

En los años cincuenta, cuando apareció el libro de Peale, El poder del

pensamiento tenaz, en su edición original su impacto fue inmediato y

espectacular. Pese a la aparente novedad de las ideas, el evangelio del optimismo que se predica en este volumen contaba con amplios precedentes. Peale era el continuador de una tradición cuyas raíces en Norteamérica desde el trascendentalismo de Ralph Waldo Emerson, hasta el movimiento del nuevo pensamiento, desde mediados del siglo XIX, y también a una filosofía cristiana de la vida de tendencia optimista. Millones

de personas respondieron a los libros y a los sermones de Peale porque sabían, quizás en forma instintiva, que su autor había expresado un concepto que era fundamental para alcanzar el éxito, satisfacción y felicidad en la vida.

El reverendo Robert H. Schuller, con su concepto de pensamiento “de la posibilidad”, y otros autores y oradores posteriores han continuado enfatizando los puntos principales popularizados por Peale.

EL PENSAMIENTO POSITIVO Y LA PIEDRA ANGULAR DE LA

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