• No se han encontrado resultados

Entre democracia y violencia

In document LA PAZ ES MÁS REVOLUCIONARIA QUE LA GUERRA (página 184-192)

Nuestro tiempo y nuestro mundo Contexto y origen del M-19

3.3.1. Entre democracia y violencia

180

3.3. ¿Y Colombia?

181 plural – hay, además de élites políticas, económicas, élites culturales, intelectuales, élites de origen criollo, emergentes, etc., y no necesariamente están asociadas a la exclusión.

Oligarquía sí tiene un sentido de exclusión.

Hay quienes dicen que acá no han sido necesarias las dictaduras militares porque hemos tenido “la dictadura de la ley”250, es decir, la norma al servicio del autoritarismo. Una de las manifestaciones más claras de esta violencia es el “estado de sitio”, un régimen de excepción que todos los gobiernos usaron, antes de 1991. En 70 de los 105 años que estuvo vigente la Constitución de 1886, la excepción se convirtió en un instrumento ordinario de la política gubernamental y en la expresión de un poder autoritario que se usó indistintamente para combatir a los grupos subversivos y como arma jurídica para reprimir las protestas y la oposición política, borrando así las fronteras entre subversión y el inconformismo social y político, violar los derechos civiles y humanos, al considerar que las manifestaciones de inconformidad, las protestas, huelgas y movilizaciones ciudadanas, obreras, campesinas, estudiantiles, cívicas eran alteraciones del orden público.251 Entre 1949 y 1991 Colombia vivió más de 30 años bajo el estado de sitio, con períodos de enormes restricciones a las libertades públicas, en los cuales, por ejemplo, la justicia militar juzgaba a los civiles. Gran parte de las normas de excepción fueron legalizadas por el Congreso, con lo cual el Presidente se convertía en legislador, sin control político y jurídico.

250 Esta es la tesis de Antonio García Nossa, pensador colombiano, autor de libros como: Dialéctica de la democracia. Cruz del Sur, Bogotá, 1972; o Sociología de la Reforma Agraria en América Latina. Cruz del Sur.

Bogotá, 1973; Una Vía Socialista para Colombia. Cruz del Sur, Bogotá, 1973

251 El estado de sitio, un concepto equivalente al de estado de guerra, es un régimen de excepción que es declarado por el jefe de Estado, con la autorización del Congreso. Durante el estado de sitio quedan en suspenso las garantías constitucionales, con mayor o menor extensión, según las leyes establecidas y se otorgan facultades amplias a las fuerzas armadas facultades para actuar. El estado de sitio funcionó en Colombia basado en la Constitución de 1886 que en su artículo 121 decía: "Artículo 121. En los casos de guerra exterior, o de conmoción interior, podrá el Presidente, previa audiencia del Consejo de Estado y con la firma de todos los Ministros, declarar turbado el orden público y en estado de sitio toda la República o parte de ella. Mediante tal declaración quedará el Presidente investido de las facultades que le confieran las leyes, y, en su defecto, de las que le da el Derecho de gentes, para defender los derechos de la Nación o reprimir el alzamiento. Las medidas extraordinarias o decretos de carácter provisional legislativo que, dentro de dichos límites, dicte el Presidente, serán obligatorios siempre que lleven la firma de todos los Ministros. El Gobierno declarará restablecido el orden público luego que haya cesado la perturbación o el peligro exterior; y pasará al Congreso una exposición motivada de sus providencias (…)" El gobierno colombiano usó esta figura para actuar contra los grupos subversivos, pero igualmente como arma jurídica contra todo tipo de expresión de inconformidad, protestas, movilización que definía como alteración del orden público. Tras la promulgación de la Constitución de 1991 el estado de sitio fue reemplazado por los estados de excepción.

182 Esta combinación de democracia con violencia es una constante en la historia republicana, no sólo en el sentido hobbesiano del monopolio de la fuerza legítima en manos del Estado para garantizar la convivencia ciudadana, sino un estilo de poder para poner límites a la rebeldía, a las expresiones que para las élites se salen de lo previsto y aceptable en los que consideran cabe dentro de la democracia, por lo general limitada al ejercicio del voto. Las fuerzas militares han tenido facultades extraordinariamente amplias para hacer uso de la represión, es decir, de una fuerza legítima de modo no tan legítimo, complementada con fuerzas no tan legítimas, paraestatales. Este uso siempre ha estado permitido, mientras no se desborde y se salga de madre, y ayude a mantener la democracia. Cuando se desborda, hay que ponerle límite, lo cual generalmente sucede, porque las dinámicas de la violencia son expansivas. La violencia se reproduce con violencia y necesita más violencia para vivir. La pregunta siempre es ¿cuándo y dónde está el límite?252

En la historia reciente de Colombia es evidente. El ejército colombiano, otra élite, se autolimitó en su lucha contra la subversión para evitar pérdida de legitimidad, de manera que el paramilitarismo se convirtió en instrumento contrainsurgente. Sin embargo, los grupos paramilitares pudieron actuar mientras, bajo el manto del silencio y la indiferencia, se mantuvieron dentro de “límites”; cuando ya sus actos fueron inocultables en número y barbarie, y afectaron a millones, había que pararlos. Mientras se llegaba a este

252El politólogo colombiano Francisco Gutiérrez ha publicado recientemente un libro sobre el tema en cual desarrolla este carácter de este régimen democrático como “anomalía. GUITERREZ, Francisco. El orangután con sacoleva. Cien años de democracia y represión en Colombia (1910-2010). IEPRI Universidad nacional de Colombia- Penguin Random House Editorial. Bogotá, 2014, p. 17 ss.

183 desbordamiento, el tema fue preocupación de algunos izquierdistas, de familiares y activistas de Derechos Humanos. La gran prensa callaba.

¿Cuál fue el límite en el periodo denominado “La Violencia” de los años 50, para que los partidos conservador y liberal decidieran parar la violencia? En esta guerra activada desde el gobierno, por fuera y en contra de él, el límite estuvo definido tanto por las cifras de muertos en el campo y ciudades, expresión de la polarización entre “rojos” y “azules”, la barbarie en los actos de violencia y el crecimiento, y expansión en diversas regiones de Colombia de grupos guerrilleros, por lo general liberales, pero también algunos ya con influencia de ideas comunistas.

Los directivos de los partidos liberal y conservador habían permitido y animado la acción violenta que ahora se les había salido de las manos. Hicieron conciencia de una dinámica de violencias que se retroalimentaban e incrementan en una lógica de acción-reacción con desenlaces imprevisibles, y en la cual estaban perdiendo el control de buena parte del país.

Por esta razón los análisis siempre se han movido en el debate si este periodo fue una guerra civil (las guerras implican una estructura y una organización, por lo tanto un control) o violencia. Podríamos decir que es una combinación de ambas, ya que se superponen estructuras armadas con violencia social y política, producto de sectarismos partidarios.

Así que los partidos en confrontación deciden propiciar un régimen de transición. Con el aval de la iglesia, los gremios, la prensa y los partidos liberal y conservador, el 13 de junio de 1953, un militar, el general Gustavo Rojas Pinilla, da un golpe de estado al gobierno del conservador Laureano Gómez253 para iniciar una transición que permitiera superar las dinámicas de muerte y odio que había adquirido la polarización. El político liberal Darío Echandía254 calificó el golpe militar de Rojas como un “golpe de opinión”, por el respaldo y acogida con que inició: no hubo derramamiento de sangre, incluso se ordenó la protección de la casa y vida de la familia de Laureano Gómez después del golpe, para que no fuera quemada por “los extremistas”. Una Asamblea Nacional Constituyente expidió un acto legislativo

253 Laureano Gómez es la cabeza visible del sector conservador más radical a la derecha durante este periodo.

254Darío Echandia es un político liberal y jurista colombiano, a quien se nombra como expresidente, porque fue Primer Designado o presidente encargado en varias ocasiones durante el gobierno conservador.

184 ratificando como presidente a Gustavo Rojas Pinilla por el resto del período presidencial en curso, inicialmente por un año. Sin embargo, su gobierno se alargó por cinco años, durante los cuales se evidenció la intención de Rojas de perpetuarse con autonomía en el poder, al presentar en 1956 su propio partido político, la Tercera Fuerza.255 De ahí nació el calificativo de dictadura, porque, así se argumentara esta calificación por las medidas represivas que tomó, el argumento central fue su pretensión de autonomía. El proyecto de Rojas Pinilla mezclaba ideas socialistas, nacionalistas, reforma social, catolicismo, anticomunismo, bolivarianismo.256 En una estrecha alianza con el Ejército y la Iglesia, Rojas optó por una línea de reformas sociales en beneficio de los sectores pobres. Ante lo que consideró el fracaso de los partidos tradicionales, su camino fue el binomio Pueblo - Fuerzas Militares, para una paz que significara justicia social, trabajo con protección del capital, y educación en un país con un pueblo con mayoría analfabeta.

EL GOBIERNO DE ROJAS PINILLA EN SINTESIS:

Junio 1953 a Mayo de 1957

El gobierno militar de Gustavo Rojas Pinilla se caracterizó por grandes obras de infraestructura: la terminación del ferrocarril del Atlántico, la construcción de acueductos (entre ellos un primer acueducto de la comunidad indígena Wayuu de la Guajira), alcantarillados, represas hidroeléctricas;

avenidas, carreteras, la construcción del aeropuerto Eldorado, del Observatorio Astronómico, entre otros. Terminó la construcción de la nueva refinería de Barrancabermeja, las Acerías Paz de Río y el Hospital Militar, el Centro Administrativo Nacional, el Club Militar. Para facilitar el manejo de licencias de importación creó dos bancos públicos, el Banco Ganadero y el Banco Cafetero, medidas que los bancos privados consideraron «competencia desleal». Capitaliza la Caja Agraria, establece el Instituto de Fomento Tabacalero, y el Instituto Nacional de Abastecimiento (INA). Automatizó la telefonía urbana y rural para el fortalecimiento de las comunicaciones e impulsó la educación popular, práctica y tecnológica, y rural con nuevas tecnologías agrícolas. Estimuló las Escuelas Radiofónicas de Sutatenza. Introdujo en 1954 la televisión en Colombia. Creó el SENA (Servicio Nacional de Aprendizaje), apoya la creación de escuelas, colegios y universidades. Como apoyo a los

“desposeídos”, creó la institución SENDAS (Secretaría Nacional de Asistencia Social), que entregaba mercados populares, restaurantes escolares, guarderías infantiles y centros de bienestar social en ciudades y campos. Impulsó vivienda popular urbana y rural, un seguro campesino y la bolsa de empleos. Para contrarrestar la oposición a los impuestos que afectaban a los sectores más ricos de la sociedad, creó Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y el Movimiento de Acción Nacional (MAN), que pronto se disolvieron.

255 ANAPO tiene muchas afinidades con el peronismo argentino de los años 40 y 50, aquella corriente política que se define como movimiento popular y nacionalista con énfasis en la justicia social.

256 ARCHILA NEIRA, Mauricio. Idas y venidas Vueltas y revueltas. Protestas sociales en Colombia 1958-1990.

ICNH –Instituto Colombiano de Antropología e Historia /CINEP –Centro de investigación y Educación Popular, Bogotá, 2003, pp. 88-89

185 Inició el proceso de despolitización de la Policía, agregándola al Ministerio de Guerra, como cuarto componente de las Fuerzas Militares.

Llamó a superar el sectarismo bipartidista y a la reconciliación nacional. Una de sus primeras medidas fue el decreto de amnistía de 1953, para resolver la situación de militares que habían sido juzgados en consejos de guerra y condenados por intento de golpe en 1944. Aceptó la propuesta de cese al fuego hecha por las guerrillas liberales del Llano y propuso una amnistía para todos los guerrilleros que entregaran sus armas. Al mismo tiempo se otorgó beneficios a los militares, paramilitares y a civiles implicados en la violencia. En 1953 hubo la entrega de armas de más de 8.000 guerrilleros liberales, sobre todo de los Llanos Orientales lideradas por Guadalupe Salcedo. También se frenó a los “pájaros”

y escuadrones de la muerte que había promovido el régimen conservador. Se creó la Oficina de Rehabilitación y Socorro para colaborar con los damnificados de la violencia, pero el decreto de amnistía no integró demandas políticas y sociales que pretendían los comandantes liberales. De las guerrillas que se desarmaron, algunos líderes fueron asesinados, entre ellos Guadalupe Salcedo. Las guerrillas y contraguerrillas se reactivaron en el Tolima, Huila, Cauca, Caldas, Valle y en la región del Carare. En 1954 Rojas lanzó una ofensiva contra las guerrillas comunistas, lo cual erosionó su imagen como pacificador. En 1955 movilizó a miles de soldados, tanques y bombardeos, en una operación sin antecedentes en contra de grupos guerrilleros y poblaciones rurales. Esta respuesta exagerada tiene una explicación en la transformación del Ejército a partir de la intervención del Batallón Colombia al lado de Estados Unidos en la guerra anticomunista contra Corea, y en una lectura de la realidad interna con la lógica de la guerra fría. Prohibió y persiguió al Partido Comunista. A pesar de su apertura a ideas socialistas, el general Rojas siempre estuvo alineado con la postura de los Estados Unidos y su postura anticomunista.

El gobierno de Rojas debía terminar en 1954; sin embargo se quedó apoyado en su popularidad y en el argumento que el sectarismo liberal-conservador no había sido superado. Convocó a la Asamblea Nacional Constituyente (ANAC) y fue reelegido en abril de 1954, anunciando que todavía no existían

“condiciones de orden público” para efectuar elecciones. En julio de 1954 una protesta estudiantil fue duramente reprimida en Bogotá, con el resultado de trece estudiantes muertos. Reiteró que dejaría el poder una vez estuviese asegurado el retorno de los principios democráticos. Propuso el establecimiento del sufragio femenino.

Reemplazó las Asambleas Departamentales y Concejos municipales por cuerpos administrativos.

Apoyó y promovió el voto de las mujeres. 257

Me he detenido en el general Rojas Pinilla por la conexión de su historia con el surgimiento del M-19, y porque, salvo en estudios e historias especializadas258, y dependiendo de quién cuenta la historia, la historiografía “general”, sobre este periodo del gobierno de transición, se limita a decir que los partidos entregaron el poder a un militar y luego, cuando se vuelve dictador, es derrocado. Unos dicen que es para recuperar la democracia, otros para decir que

257PALACIOS, Marco. Entre la legitimidad y la violencia. Colombia 1874-1994. Grupo Editorial Norma, Bogotá, 1995, pp. 213 -217

258 Ejemplo de un tratamiento completo de la historia de ANAPO y el General Rojas son los estudios de César Augusto AYALA DIAGO: La explosión del populismo en Colombia. Anapo y su participación política durante el Frente Nacional. Bogotá (Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, 2011); El populismo atrapado, la memoria y el medio. (La Carreta Histórica. Medellín, 2006), entre otros.

186 es la transición al Frente Nacional de los partidos liberal y conservador para repartirse a partir de entonces el poder. 259 En polaridades en las cuales todo lo demás o los demás son subordinados o subsidiarios. Tenemos mucha dificultad para leer constelaciones complejas.

El gobierno de Rojas, controlado por el alto mando militar y una coalición conservadora, contó con apoyo de los liberales y la jerarquía eclesiástica hasta mediados de 1955. Cuando el general Rojas se perpetuó en el poder, se activó la oposición al “usurpador”.260 A pesar del auge cafetero y del crecimiento económico, los liberales se sentían relegados; la reforma fiscal molestaba a los industriales; y agitaciones estudiantiles con respuesta del ejército el 8 y 9 de junio de 1954.

Volviendo sobre nuestra paradoja democracia-violencia en la historia colombiana, que contiene siempre una dosis de violencia y represión por parte de quien gobierna, calificar a Rojas como “dictador” por ser un militar, no tiene que ver con las medidas represivas que toma. Los gobiernos civiles en Colombia siempre han tomado medidas represivas, sin que por eso se califiquen oficialmente como “dictaduras”, salvo por parte de sectores de oposición o la izquierda. Es paradójico que el bipartidismo que alentó el golpe militar de junio de 1953 lo califique de dictador y lo deponga cuatro años después. Pero, dentro de las lógicas de las élites, el general Rojas, que debía servirles para la transición, ha emprendido vuelo propio y se ha convertido en un competidor que quiere seguir en el poder. Por esta razón los partidos tradicionales reaccionan y plantean la confrontación en términos de “dictadura” vs.

“democracia”, y muestran al general Rojas como el tirano que “había interrumpido el cauce de la democracia colombiana”.261

No busco desconocer los rasgos dictatoriales del gobierno Rojas, pero sí denotar que esos rasgos no son privativos de un gobierno militar en Colombia. Rojas se encontró entonces con

259ARIAS TRUJILLO, Ricardo. Historia de Colombia contemporánea (1920-2010). Edición Uniandes. Bogotá, 2011, p. 112

260PALACIOS, Marco. Entre la legitimidad y la violencia. Colombia 1874-1994. Grupo Editorial Norma, Bogotá, 1995, pp. 213 -217

261 No hace referencia a una cita concreta, sino a opiniones que hacen carrera y se vuelven verdades establecidas.

187 la oposición de un bloque bipartidista, y una Iglesia católica que le retiró su apoyo.262 Todo parece un arreglo de élites y contraélites, pero no se puede desconocer en sectores estudiantiles, en la intelectualidad y sectores de izquierda, etc., un sentimiento antidictatorial, de cansancio de la “dictadura”263. Ese resorte democrático civil que siempre podemos ver en otros momentos de la historia colombiana.

El jefe del partido liberal, Alberto Lleras Camargo, y el jefe del partido conservador y expresidente, Laureano Gómez, reunidos en Benidorm, España, lugar del exilio de Gómez, el 24 de julio de 1956 firmaron un comunicado que planteaba la necesidad de unir a los dos partidos colombianos para luchar contra la dictadura militar. Este hecho, conocido como el Pacto de Benidorm, buscaba el retorno al gobierno civil “interrumpido” por el “golpe de opinión de 1953”. Mientras tanto, al interior del país también se acercaron los dos partidos y conformaron un Frente Civil, al cual se suman sectores conservadores264 que habían sido cercanos a Rojas Pinilla. Este Frente luego cambió su nombre por el de “Frente Nacional”

para dar cabida a los militares que se distanciaron del gobierno de Rojas.

En marzo de 1957 Rojas proclamó que continuaría en el poder otros cuatro años, Simultáneamente a las agitaciones estudiantiles, Rojas tomó medidas de censura contra los periódicos y la libertad de expresión. Los liberales y conservadores intensificaron sus esfuerzos para deslegitimar al “dictador”, y a la oposición se sumaron los gremios empresariales, la gran prensa, las directivas sindicales y la Iglesia. Ante estas presiones, con paros bancarios, huelgas estudiantiles y disturbios en el país, el general Rojas Pinilla dejó el mando presidencial el 10 de mayo de 1957, sin ofrecer resistencia violenta, y se designó una Junta integrada por cinco generales conservadores, encargada de agenciar la transición a un gobierno civil.

262ARCHILA NEIRA, Mauricio. Idas y venidas Vueltas y revueltas. Protestas sociales en Colombia 1958-1990 ICNH –Instituto Colombiano de Antropología e Historia /CINEP –Centro de investigación y Educación Popular, Bogotá, 2003, p. 89

263 ARCHILA, Mauricio. Op.cit. ,p.91

264 Había varias tendencias en el conservatismo, unos más afines que otros al gobierno de Rojas; laureanistas (por Laureano Gómez, conservador radical; ospinistas (Mariano Ospina, expresidente, moderado -conciliador), etc.

188

In document LA PAZ ES MÁS REVOLUCIONARIA QUE LA GUERRA (página 184-192)