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Textualidad e hipotaxis. Los tipos de texto

En efecto, según hemos señalado, las tres estrategias operan conjuntamente para superar la mera transmisión de datos y favorecer la participación intelectual del lector. Sin embargo, es posible concebirlas independientemente y analizar las conse-cuencias de la ausencia de cada una de ellas, de más de una o de todas, en el proceso comunicativo; creemos que, de esta manera, se podría establecer una jerarquía y una tipificación de mensajes que no son texto pero se aproximan en mayor o menor medida.

Con anterioridad hemos recurrido a la apariencia formal de los mensajes para corroborar la noción intuitiva de texto: en la mera apariencia visual de los mensajes que consideramos textos se presentan dos rasgos que también afectan a su estructura profunda, la unidad y la textura, incluso, más concretamente, la unidad derivada de la textura, es decir de la formación de una red de enlaces entre los componentes del mensaje de manera que lo que se nos presenta a nuestros ojos es una totalidad sin más solución de continuidad que los puntos y aparte que, por otro lado, no son cortes, sino formas convencionales de marcar una forma de relación más atenuada o, en el caso de textos largos, las formas convencionales de distribución del contenido, como los capítulos o los apartados.

El encadenamiento de las oraciones y los párrafos es una forma de dar a los enunciados una apariencia de texto, aun si los elementos de unión son innecesa-rios, redundantes o puramente retóricos, por ejemplo si, en vez de una lista de los

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objetos presentes en una habitación, es decir una mera enumeración consecutiva, los presentamos con un ropaje sintáctico subrayando la posición de unos con respecto a otros, las diferencias de tamaño, etc.; por el contrario, conjuntos de enunciados que cumplen con los requisitos de la interacción textual, no son reco-nocidos como textos si carecen de todo el entramado lingüístico de la hipotaxis:

pongamos, por ejemplo, un silogismo: a pesar de su orientación de abstracción inequívoca, de su apelación a la lógica compartida y al encadenamiento implícito en la repetición de los términos, no se percibe como texto si no va acompañado del aparato textual que establece relaciones, la primera con el exterior del propio texto, con el contexto y el trasfondo que permite al lector situarse adecuadamen-te con respecto al mensaje adecuadamen-textual. Y, sin embargo, en el silogismo exisadecuadamen-te una hipotaxis subyacente, la que procede de las reglas lógicas y la repetición de los términos, solo falta la formal, la de las conexiones explícitas. Esta última es la que da a los conjuntos de enunciados la apariencia de textos (textura), aunque comunicativamente es más importante la hipotaxis subyacente, especialmente la que conecta la información concreta con la abstracta, pues actúa también como fuerza apelativa: es la validez de los enlaces según las reglas la que invita a asumir los puntos de vista del texto.

Estas consideraciones invitan a tener presentes dos nociones de texto, una débil y otra plena. El texto en sentido pleno es el que despliega las tres estrategias de ape-lación, abstracción e hipotaxis. Si alguna de ellas deja de actuar, el mensaje no puede funcionar como unidad de interacción comunicativa y, en sentido estricto, no mere-cería el nombre de texto. En este sentido, una descripción, por ejemplo, no sería un texto. De hecho muchas descripciones constituyen solo una parte del texto en que se encuentran. Sin embargo, vamos a utilizar una noción más amplia de texto que nos permita integrar en ella los usos convencionales (texto descriptivo, texto expositivo, etc.) y darles una definición coherente con nuestros criterios; para ello, tomamos como base los rasgos más formales y externos de unidad y textura y su expresión en lo que podemos llamar pseudohipotaxis, es decir, la presencia de elementos de relación puramente formales, que no dan un contenido preciso a la relación, sino que son marcas de adición o separación («además», «junto a», «por otra parte» y muchísimas variedades semejantes). En suma, consideramos texto, en sentido amplio, todo con-junto de enunciados dotado de cierta unidad de sentido y fuertemente imbricado (hipotaxis) o al menos con marcas formales de interrelación (pseudohipotaxis). Lo consideramos texto pleno si despliega las tres estrategias de apelación, abstracción e hipotaxis, y defectivo si carece de alguna o de todas, pues en última instancia la

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dohipotaxis es suficiente para producir esa impresión de unidad y textura que permi-te definir a los permi-textos en sentido amplio. Así pues, proponemos la siguienpermi-te clasifica-ción que completamos con una exposiclasifica-ción sucinta acerca de cada tipo, entendemos que suficiente para nuestro propósito que es situar a la literatura, y en particular a las narraciones literarias, dentro de la panorámica general de los textos:9

Defectivos:

Descriptivo (- Apelación, - Abstracción, - Hipotaxis) o

Expositivo (- Apelación, + Abstracción, - Hipotaxis) o

narrativo ( - Apelación, - abstracción, + Hipotaxis) o

Plenos:

Argumentativo (+ Apelación, + Abstracción, + Hipotaxis) o

Descriptivo

El texto descriptivo carece de apelación, de abstracción y de hipotaxis, es decir, se limita a presentar información concreta, yuxtapuesta con enlaces pseudohipotácticos.

Esta es, por ejemplo, la descripción del escudo de la Universidad Carlos iii de madrid:

El escudo de la Universidad responde a la siguiente descripción: círculo blanco en el que aparecen dos letras C de color negro opuestas, que incluyen sobre ellas el número tres en notación romana de color amarillo, y en cuya parte inferior figura en color negro la leyenda homo homini sacra res, rodeado todo ello de una corona circular de color azul donde aparece la inscripción UnivERSiDAD CARLOS iii DE mADRiD en color amarillo.

Por su carácter, es decir, por la ausencia de las tres estrategias, puede presentarse como una simple enumeración, sin ropaje textual, como ocurre en el artículo 10.1.

de los estatutos de la Universidad de Alcalá, que igualmente describen su escudo:

9 La mayoría de las tipologías que se proponen actualmente remiten a la de E. Werlich (1975) que distingue 5 tipos de textos: narración, descripción, exposición, argumentación y prescripción. Sin embargo, el estatuto de estos tipos no tiene una base bien definida, es decir, no se apoya en una definición explícita y precisa de texto, sino en aspectos fragmentarios y abiertos, un focus dominante y una matriz cognitiva precisa.

Ese carácter abierto dota a la clasificación de una inestabilidad permanente, como lo prueban las continuas reformulaciones con añadidos, matizaciones, supresiones y recategorizaciones del propio modelo. más que cla-sificaciones, lo que la bibliografía sobre el tema suele presentar son listas abiertas de tipos de texto; por tanto no son exhaustivas, ni jerarquizadas, ni definen cómo y en qué medida cada tipo realiza las propiedades intrínsecas del texto. Vid. por ejemplo, Jean-michel Adam (2001), Lavinio (1993), m. A. K Halliday y R. Hasan (1989).

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El escudo de la Universidad de Alcalá responde a la siguiente descripción:

• Timbre heráldico de dignidad cardenalicia (capelo rojo con quince borlas del mismo color, pendientes en cinco series a cada lado).

• Campo: ajedrezado o de jaqueles.

• Esmaltes: Oro (punteado) y gules (rayado vertical). Dispuestos así: Gules en el «Jefe» y

«Punta» y «Flancos» diestro y siniestro; oro en «Cantones» diestro y siniestro del Jefe, en el «Abismo» y ambos cantones de «Punta».

• Cruz patriarcal flanqueada con dos cisnes blancos afrontados y debajo del timbre.

• Divisa: sobre el timbre «Compluti Urbis Universitas» en la parte de arriba y «Universidad de Alcalá» en la de abajo.

Podemos encontrar descripciones incrustadas dentro de textos de otro tipo en los que pueden recibir una significación o interpretación (estrategia de abstracción) que transforma su naturaleza descriptiva; el conjunto ya no es una descripción, solo el fragmento o bloque que conserva sus características; por ejemplo, un anuncio que describe el producto. Como texto autónomo, en todo caso, la descripción no es un vehículo de interacción comunicativa; su función se limita a caracterizar e identificar los objetos a los que se aplica.

Expositivo

El texto expositivo yuxtapone abstracciones con ropaje pseudohipotáctico, sin apelación, es mera transmisión de información abstracta, como en las lecciones de los libros de texto o en los artículos de las enciclopedias:

Los árboles tienen una estructura compleja y elaborada. Los árboles crecen usando los compuestos formados en sus hojas, las cuales toman dióxido de carbono y agua y los combinan usando energía de la luz solar. El agua llega a las hojas a través del tronco, un cilindro impresio-nantemente alto y esbelto que es fuerte pero, al mismo tiempo, lo suficientemente flexible para soportar los fuertes vientos. …

La información se acumula, como en la descripción, aunque esta acumulación adopta los signos del encadenamiento formal y, en algunos casos, la forma de esque-mas textuales complejos en los que se distribuye y organiza la información, pero no puede considerarse texto pleno, pues esa organización no es en absoluto apelativa o dialógica, sino que obedece a esquemas conceptuales prefijados: comparativo, causal, evolutivo, problema-solución, etc. (miguel Sánchez 1993: 321-336). La exposición

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es el equivalente abstracto de la descripción, una especie de descripción de ideas:

transmite información sobre un objeto abstracto o genérico (la filosofía de Hegel, el hombre primitivo, los romanos, el impuesto de sucesiones) sin organizarla en un en-tramado comunicativo complejo; si hay un orden y unas conexiones entre las frases y los párrafos, derivan más de la propia organización del objeto que de la intención de hacer partícipe al lector de un proceso intelectual que recorre diversos estadios, como hace el texto pleno.

Narrativo

El texto narrativo es representación de eventos o acciones, es decir, hechos con-cretos, cuyas relaciones de causa y efecto definen su hipotaxis, carece de apelación y abstracción. En sentido estricto, la narración es texto defectivo, mera transmisión de datos concretos. Así el siguiente:

Un jurado popular de Zaragoza ha encontrado culpable de asesinato a un joven de 21 años, Aitor galindo, juzgado por matar a patadas, en septiembre de 2000, a un indigente, Jesús millán, de 78 años, que dormía en un garaje del centro de la ciudad. El fiscal pedía 20 años para el joven pero se le puede aplicar la atenuante de embriaguez, ya que cuando fue detenido en el lugar de los hechos el índice de alcoholemia era cuatro veces superior a la tasa de alcoholemia.

El texto (la noticia) cuenta cosas que sucedieron; el periódico, en su dimensión narrativa, nos informa de lo que pasa; los lectores quedamos simplemente informa-dos. no se nos dirige para que obtengamos una conclusión o desarrollemos cierta forma de conducta. Los mensajes narrativos son, en cierto modo, objetivos, represen-tan acontecimientos que han ocurrido en el mundo y que llegamos a conocer porque nos los cuentan. Desde luego, el narrador puede mentir o transmitir unos hechos que conoce imperfectamente, pero el mensaje sigue siendo un conjunto de acciones y acontecimientos concatenados que, si no existen indicios externos sobre su falsedad, el lector tomará como verdaderos, es decir, como hechos ocurridos en el mundo. Las interpretaciones o generalizaciones a partir de lo concreto constituyen abstracciones que deslizan el texto hacia la argumentación, es decir, hacia el texto pleno.

Argumentativo

El texto argumentativo es el texto en sentido pleno: relaciona (hipotaxis) datos con ideas e ideas con ideas (abstracciones) para captar el asentimiento del lector (apelación).

Un texto argumentativo puede contener descripciones o narraciones, por ejemplo,

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pero, en cuanto se hallan orientadas a una conclusión medianamente abstracta que los estructura y organiza, dejan de ser mera transmisión de información para plantear un encuentro con el interlocutor en torno al sentido general que se propone. valga como ejemplo el siguiente texto de Julio Ramón Ribeyro (de su libro Prosas apátridas):

Cenando de madrugada en una fonda con un grupo de obreros me doy cuenta de que lo que separa lo que se llama las clases sociales no son tanto las ideas como los modales. Probablemente yo compartía las aspiraciones de mis comensales y, más aún, estaba mejor preparado que ellos para defenderlas, pero lo que nos alejaba irremediablemente era la manera de coger el tenedor. Este sim-ple gesto, así como la forma de mascar, de hablar y de fumar, creaba entre nosotros un abismo más grande que cualquier discrepancia ideológica. Es que los modales son un legado que se adquiere a través de varias generaciones y cuya presencia perdura por encima de cualquier mutación intelec-tual. Yo estaba de acuerdo con la manifestación de la que hablaban e incluso con la huelga, pero no con la vulgaridad de sus ademanes ni con el carácter caótico y estridente de su discurso. mi bistec me hubiera sabido mejor si lo hubiera comido frente a un oligarca podrido, pero que hubiera sabido desdoblar correctamente su servilleta. Lo que me habría permitido alternar con él no hubiera sido nuestras opiniones, sino nuestro comportamiento, pues la comunicación entre las gentes se da más fácilmente a través de las formas que de los contenidos. La importancia de los modales es tan grande que los que en mi país se llaman los huachafos tratan de saltar de una clase a otra, no mediante un cambio de mentalidad, sino gracias a la imitación de los modales, sin darse cuenta, como lo hacen los arribistas, que lo fácil es copiar las ideas, puesto que son invisibles, y no las maneras, lo que requiere una demostración permanente que los expone generalmente al ridículo. Pues los modales no se calcan, sino que se conquistan, son como una acumulación de capital, un producto, fruto del esfuerzo y la repetición, tan válido como cualquier creación de la energía humana. Son el santo y seña que permite a una clase identificarse, frecuentarse, convivir y sostenerse, más allá de sus pugnas y discordias ocasionales. Lo único que puede llegar a nivelar los modales, inventando otros nuevos más naturales y soportables, son las verdaderas revoluciones. De ahí que a las inauténticas se las reconoce, no por la ideología que tratan de propagar, sino por la perpetuación de los modales de una sociedad que creen haber destruido.

Se trata de un texto argumentativo. Defiende que los modales identifican más a una clase social (y por tanto la separa de las otras) que la misma ideología. Las afirmaciones más concretas (narrativas, por decirlo así, como la primera frase refe-rida a la cena) enseguida quedan trascendidas (a través de la hipotaxis lógica) hacia una significación más general (abstracción) que se quiere compartir con quien leyere (apelación). El texto pleno, que es estructuralmente argumentativo y se apoya en el

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recurso al razonamiento y a la lógica, no deja a la iniciativa del lector la construcción del conocimiento, sino que es por sí mismo una presentación directa del proceso mismo del conocer; frente a los textos expositivos, por ejemplo, portadores de un conocimiento ya elaborado que no se ofrece a la discusión (como los artículos de diccionarios enciclopédicos, que reproducen el conocimiento de fuentes diversas ya aceptado y difundido), los textos plenos transmiten el conocimiento haciéndose, en su proceso mismo de convalidación, en la presentación de pruebas y argumentos que, de ser consistentes, exigirán al lector que adopte sus conclusiones y, de no serlo, le incitarán a la réplica o el desacuerdo interior.