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Los amigos y mecenas de El Greco

CAPÍTULO 1. DE LA VIDA Y OBRA DE UN PINTOR QUE SE BURLÓ DEL NATURAL

1.6. Acomodación definitiva en Toledo (1580-1586)

1.6.2. Los amigos y mecenas de El Greco

En Toledo El Greco estaba en estrecho contacto con representantes de las principales corrientes intelectuales y religiosas de su tiempo; con hombres, en su mayoría ahora olvidados, que eran figuras importantes en la vida cultural de la ciudad. El cretense fue capaz de establecer esos contactos porque se consideraba a sí mismo un

179 Fernando MARÍAS, El Greco, op. cit., p. 176.

180 Francisco de Borja de SAN ROMÁN, El Greco en Toledo, op. cit., pp. 173-177. 181 Íd., pp. 177-179.

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artista culto. En esto se diferenciaba de los otros artistas de Toledo, la mayoría de los cuales estaban dispuestos a trabajar, y por consiguiente a ser considerados, como artesanos. Esta concepción del artista como artesano resultaba en parte del fracaso de los artistas locales a la hora de promocionar sus propios intereses. Toledo no tenía ni gremio ni academia, las organizaciones normalmente utilizadas por los artistas para definir y regular sus actividades. Además, las condiciones de trabajo eran duras. En lo tocante a los artistas, Toledo funcionaba como una ciudad dominada por una única empresa poderosa. La única institución de mecenazgo era la iglesia, especialmente la catedral, cuyo poderoso obrero estaba en condiciones casi de fijar la remuneración recibida por los artistas, escultores y otros artesanos. A aquéllos que desafiaban su autoridad, fácilmente podían serle denegados futuros encargos. De este modo los artistas que trabajaban para la catedral generalmente lo hacían sin discutir la cantidad de dinero ofrecida por su obra. El Greco tenía un concepto diferente y más alto de sí mismo y su arte. Mientras vivía en Roma se había tratado con hombres de iglesia, nobles y otros entendidos amantes de los clásicos, la literatura y el arte. Cuando llegó a Toledo esperaba ser tratado como un artista renacentista, y en lugar de eso se vio considerado como un artesano medieval. Pero, a diferencia de la mayoría de los otros artistas de Toledo, él no estaba dispuesto a ceder terreno a sus clientes. Si surgía la necesidad, estaba listo para defender sus intereses en los tribunales. En Toledo, El Greco representaba una ruptura con la tradición. Consideraba la pintura como una de las artes liberales, igual en rango a las matemáticas, la música y la poesía. Él se veía a sí mismo como un pintor culto y ejecutor de un arte noble. Esta concepción del artista era ampliamente aceptada en Venecia, Florencia y Roma, pero en España, y sobre todo en Toledo, representaba algo totalmente nuevo.

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Sin embargo, había en Toledo un núcleo de hombres cultivados, muchos de los cuales habían estado en Italia, que estaban preparados para aceptar como igual a un artista hábil e intelectual. Ese núcleo incluía a miembros de las profesiones liberales, nobles interesados en el arte y en la literatura, y especialmente eclesiásticos influyentes, que se sabían dependientes de los artistas para promover la causa de la iglesia de la Contrarreforma. Fue entre estos hombres donde El Greco encontró el equivalente de los ilustrados mecenas que había conocido en Roma183.

Algunos de ellos, como Luis de Castilla, Gregorio de Angulo, Antonio de Covarrubias, Alonso de Narbona, Domingo Pérez de Ribadeneyra o Francisco Pantoja de Ayala fueron, sin duda, íntimos amigos suyos, ya que aparecen ayudándole en los momentos de penuria económica, defendiéndole en sus pleitos o saliendo fiadores de él. Con otros mantendría, esencialmente, una relación intelectual. Y otros quizá fueron sólo conocidos, clientes o coleccionistas de sus obras, personas con las que tendría contactos ocasionales pero que admiraban su pintura y estaban situados en puestos desde los que, llegado el caso, pudieron proporcionarle encargos sustanciosos como por ejemplo Pedro Salazar de Mendoza, Pedro Laso de la Vega, Jerónimo de Cevallos o Martín Ramírez. Hoy día es difícil saber con exactitud el grado de amistad que cada uno de ellos mantuvo con el pintor. Pero como han puesto de manifiesto las investigaciones más recientes184, es en la Toledo de estos personajes, y no en la pretendida castellanidad [de El Greco] de Giner y Cossío, ni en la “ciudad mística” de los literatos de la generación del 98, o en la “ciudad oriental”, fruto de un cruce de razas, culturas y religiones, de Barrés y Marañón, en la que hay que situar al cretense185. El Greco, pintor manierista,

183 Richard L. KAGAN, “La Toledo del Greco”, en VV.AA., Cat. expo. El Greco de Toledo, op. cit., pp.

61-70.

184 José ÁLVAREZ LOPERA, El Greco, 2005. op. cit., p. 72.

185 Vid. José ÁLVAREZ LOPERA, “La construcción de un pintor. Un siglo de búsquedas e

interpretaciones sobre El Greco”. En José ÁLVAREZ LOPERA, El Greco. Estudio y Catálogo, op. cit., pp. 19-69.

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habría recalado en Toledo obligado por las circunstancias y habría permanecido allí fiel a las convicciones adquiridas en Italia sin dejarse contaminar por el ambiente y refugiado en la amistad y protección de un grupo de eruditos y humanistas que debido a su formación intelectual estaban en condiciones de comprender su pintura y los intereses intelectuales y estéticos sobre los que se fundaba186. Pero en opinión de Álvarez Lopera, cabe preguntarse, dado que se propone un Greco completamente extraño al medio toledano, con la excepción de sus amigos y mecenas cultos, cómo puede explicarse desde esos supuestos el éxito popular de sus cuadros de devoción187.