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CUÁNTO CUESTA?

In document Sapiens – Yuval Noah Harari (página 157-159)

Los cazadores-recolectores no tenían dinero. Cada banda cazaba, recolectaba y manufacturaba casi todo lo que necesitaba, desde carne a medicinas, y desde sandalias a brujería. Los diferentes miembros de una banda quizá se especializaban en tareas diferentes, pero compartían sus bienes y servicios mediante una economía de favores y obligaciones. Un pedazo de carne que se ofrecía gratuitamente llevaría consigo la asunción de reciprocidad: una asistencia médica gratuita, pongamos por caso. La banda era económicamente independiente; solo unos pocos artículos raros que no podían encontrarse localmente (conchas marinas, pigmentos, obsidiana, entre otros) tenían que obtenerse de extranjeros. Por lo general, esto podía conseguirse mediante simple trueque: «Os daremos conchas muy bonitas y vosotros nos daréis pedernal de gran calidad».

Esta forma de actuar cambió muy poco con el inicio de la revolución agrícola. La mayoría de la gente continuaba viviendo en comunidades pequeñas e íntimas. De manera muy parecida a una cuadrilla de cazadores-recolectores, cada aldea era una unidad económica autosuficiente que se mantenía mediante favores y obligaciones mutuos y el trueque con los forasteros. Un aldeano bien podría haber sido particularmente hábil a la hora de hacer zapatos y otro como dispensador de cuidados médicos, de manera que los lugareños sabían a quién dirigirse cuando iban descalzos o estaban enfermos. Pero las aldeas eran pequeñas y sus economías limitadas, de modo que no podía haber zapateros ni médicos a tiempo completo.

El auge de ciudades y reinos y la mejora en las infraestructuras de transporte produjeron nuevas oportunidades para la especialización. Las ciudades densamente pobladas proporcionaban empleo a tiempo completo no solo a zapateros y médicos, sino también a carpinteros, sacerdotes, soldados y abogados. Las aldeas que se labraron una reputación por producir vino, aceite de oliva o cerámicas realmente buenos descubrieron que valía la pena especializarse casi exclusivamente en dicho producto, y canjearlo con otros poblados por todos los demás bienes que necesitaban. Esto tenía mucho sentido. Los climas y los suelos difieren, de modo que ¿por qué beber vino mediocre procedente del propio huerto si se puede comprar una variedad

más suave de un lugar cuyo suelo y clima están mucho mejor adaptados a la vid? Si la arcilla que podemos obtener cerca de casa produce cacharros más resistentes y bellos, entonces podemos conseguir un intercambio. Además, los especialistas vinateros y alfareros a tiempo completo, por no mencionar los médicos y los abogados, pueden perfeccionar su experiencia para beneficio de todos. Pero la especialización creó un problema: ¿cómo gestionar el intercambio de bienes entre especialistas?

Una economía de favores y obligaciones no funciona cuando hay un gran número de extraños que pretenden cooperar. Una cosa es proporcionar asistencia gratuita a una hermana o un vecino, y otra muy distinta es atender a extraños que quizá nunca devuelvan el favor. Se puede volver al trueque. Pero el trueque es efectivo solo cuando se intercambia una gama limitada de productos. No puede formar la base de

una economía compleja.[4]

Con el fin de entender las limitaciones del trueque, imagine el lector que posee un manzanar en las colinas que produce las manzanas más firmes y dulces de toda la provincia. Trabaja tan duro en el manzanar que sus zapatos se desgastan. De modo que enjaeza el asno a la carreta y se dirige al pueblo que hay junto al río, que tiene mercado. Su vecino le dice que un zapatero que hay en el extremo sur del mercado le hizo un par de botas realmente resistentes que le han durado cinco temporadas. El lector encuentra el taller del zapatero y le ofrece baratar algunas de sus manzanas a cambio de los zapatos que necesita.

El zapatero duda. ¿Cuántas manzanas debe pedir en pago? Cada día se encuentra con decenas de clientes, algunos de los cuales le traen sacos de manzanas, mientras que otros le traen trigo, cabras o tela, todo ello de calidad variable. Otros todavía le ofrecen su experiencia en dirigir peticiones al rey o en curar el dolor de espalda. La última vez que el zapatero canjeó zapatos por manzanas fue hace tres meses, y entonces pidió tres sacos de manzanas. ¿O fueron cuatro? Pero, ahora que lo piensa, aquellas manzanas eran las ácidas del valle, y no las de primera calidad de las colinas. Por otro lado, en aquella ocasión obtuvo las manzanas a cambio de pequeños zapatos de mujer. Este compadre le pide botas de tamaño apropiado para un hombre. Además, en las últimas semanas una enfermedad ha diezmado los rebaños de los alrededores del pueblo y las pieles escasean. Los curtidores han empezado a pedir el doble de zapatos acabados por la misma cantidad de cuero. ¿No debería tomar esto en consideración?

En una economía de trueque, todos los días el zapatero y el criador de manzanas tendrán que aprender de nuevo los precios relativos de decenas de mercancías. Si hay 100 artículos diferentes que se truecan en el mercado, los compradores y los vendedores tendrán que conocer 4.950 tasas de canje. Y si los artículos que se truecan son 1.000, ¡los compradores y los vendedores tendrán que habérselas con 499.500 tasas de canje distintas![5] ¿Cómo se resuelve esto?

calcular cuántas manzanas equivalen a un par de zapatos, el trueque no siempre es posible. Después de todo, una barata requiere que cada parte quiera lo que la otra ofrece. ¿Qué ocurre si al zapatero no le gustan las manzanas y, en el momento en cuestión, lo que realmente desea es el divorcio? Ciertamente, el granjero puede buscar un abogado al que le gusten las manzanas y establecer un trato a tres partes. Pero ¿qué ocurre si el abogado está hasta el tope de manzanas pero necesita un corte de pelo?

Algunas sociedades intentaron resolver el problema mediante el establecimiento de un sistema de trueque centralizado que recolectaba productos de los granjeros y artesanos especialistas y los distribuía a los que los necesitaban. El mayor y más famoso de dichos experimentos se realizó en la Unión Soviética y fracasó estrepitosamente. La frase «Todos trabajarán según sus capacidades y recibirán según sus necesidades» se transformó, en la práctica, en «Todos trabajarán tan poco como puedan y recibirán todo lo que puedan conseguir». En otras ocasiones se hicieron experimentos más moderados y con más éxito, por ejemplo en el Imperio inca. Pero la mayoría de las sociedades encontraron una manera más fácil de conectar a un gran número de expertos: el dinero.

In document Sapiens – Yuval Noah Harari (página 157-159)