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FIRMADO, KUSHIM

In document Sapiens – Yuval Noah Harari (página 113-116)

La escritura es un método para almacenar información mediante signos materiales. El sistema de escritura de los sumerios lo hizo mediante la combinación de dos tipos de signos, que eran impresos sobre tablillas de arcilla. Un tipo de signos representaba números. Había signos para 1, 10, 60, 600, 3.600 y 36.000. (Los sumerios utilizaban una combinación de sistemas numéricos de base 6 y de base 10. Su sistema de base 6 nos confirió varios legados importantes, como la división del día en 24 horas y la del círculo en 360 grados.) Los otros tipos de signos representaban personas, animales, mercancías, territorios, fechas, etcétera. Mediante la combinación de ambos tipos de signos, los sumerios podían conservar muchos más datos que los que un cerebro humano puede recordar o que cualquier cadena de ADN puede codificar.

En esta etapa inicial, la escritura estaba limitada a hechos y cifras. La gran novela sumeria, si acaso hubo alguna, nunca se consignó en tablillas de arcilla. Escribir requería tiempo, y el público lector era minoritario, de manera que nadie vio razón alguna para emplearla para otra cosa que no fuera mantener registros esenciales. Si buscamos las primeras palabras de sabiduría que nos llegan de nuestros antepasados hace 5.000 años, nos encontraremos con un gran desengaño. Los primeros mensajes que nuestros antepasados nos legaron rezan, por ejemplo: «29.086 medidas cebada 37 meses Kushim». La lectura más probable de esta frase es: «Un total de 29.086

medidas de cebada se recibieron a lo largo de 37 meses. Firmado, Kushim».[1] ¡Qué

lástima!, los primeros textos de la historia no contienen ideas filosóficas, ni poesía, leyendas, leyes, ni siquiera triunfos reales. Son documentos económicos aburridos que registran el pago de impuestos, la acumulación de deudas y la posesión de propiedades (véase la figura 13).

FIGURA 13. Una tablilla de arcilla con un texto administrativo procedente de la ciudad de Uruk, hacia 3400-3000 a.C. Aparentemente, la tablilla registra una cantidad de 29.086 medidas de cebada (unos 100.000 litros) recibidas a lo largo de 37 meses por Kushim. «Kushim» puede ser el título genérico de un funcionario, o el nombre de un individuo concreto. Si Kushim fue, efectivamente, una persona, ¡puede ser el primer individuo de la historia cuyo nombre nos es conocido! Todos los nombres aplicados a la historia humana anterior (los neandertales, los natufios, la cueva de Chauvet, Göbekli Tepe) son inventos modernos. No tenemos ni idea de cómo los constructores de Göbekli Tepe denominaban aquella localidad. Con la aparición de la escritura empezamos a oír la historia a través de los oídos de sus protagonistas. Cuando los vecinos de Kushim lo llamaban, podían haber gritado realmente «¡Kushim!». Es revelador que el primer nombre registrado en la historia pertenezca a un contable, y no a un profeta, un poeta o un gran conquistador.

Solo otro tipo de texto sobrevivió de esta época antigua, y es todavía menos estimulante: listas de palabras, copiadas una y otra vez por aprendices de escriba como ejercicios de adiestramiento. Aun en el caso de que un estudiante fastidiado hubiera querido escribir algunos de sus poemas en lugar de copiar un recibo de venta, no hubiera podido hacerlo. La primera escritura sumeria era una escritura parcial y no una escritura completa. La escritura completa es un sistema de signos materiales que pueden representar el lenguaje hablado de manera más o menos completa. Por lo tanto, puede expresar todo lo que la gente puede decir, incluida la poesía. La escritura parcial, en cambio, es un sistema de signos materiales que pueden representar únicamente tipos determinados de información, que pertenecen a un campo de actividad limitado. La escritura latina, los jeroglíficos del antiguo Egipto y el Braille son escrituras completas. Se pueden emplear para escribir registros de impuestos, poemas de amor, libros de historia, recetas de comida y leyes comerciales. En cambio, la escritura sumeria temprana, como los símbolos matemáticos y la notación musical modernos, son escrituras parciales. Se puede utilizar la escritura matemática para efectuar cálculos, pero no se puede utilizar para escribir poemas de amor.

La escritura parcial no puede expresar todo el espectro del lenguaje hablado, pero puede expresar cosas que quedan fuera del ámbito del lenguaje hablado. La escritura parcial como el sumerio y los escritos matemáticos no pueden usarse para escribir poesía, pero pueden mantener de manera muy efectiva los registros de impuestos.

A los sumerios no les molestaba que su escritura no fuera adecuada para escribir poesía. No la inventaron para copiar el lenguaje hablado, sino más bien para hacer cosas que el lenguaje hablado no podía abordar. Hubo algunas culturas, como las precolombinas de los Andes, que utilizaron solo escrituras parciales a lo largo de toda su historia, que no se inmutaron por las limitaciones de su escritura y que no sintieron la necesidad de una versión completa. La escritura andina era muy diferente de su homóloga sumeria. En realidad, era tan diferente que muchas personas pondrían en duda que se tratara de una escritura. No se escribía sobre tablillas de arcilla ni en fragmentos de papel. Se escribía anudando nudos en cuerdas coloreadas llamadas quipus. Cada quipu estaba compuesto de muchas cuerdas de diferentes colores hechas de lana o algodón. En cada cuerda había nudos en distintos lugares. Un único quipu podía contener cientos de cuerdas y miles de nudos. Combinando diferentes nudos sobre distintas cuerdas con colores diferentes era posible registrar grandes cantidades de datos matemáticos relacionados, por ejemplo, con la recaudación de impuestos y la posesión de propiedades.[2]

Durante cientos de años, y quizá durante miles, los quipus fueron esenciales para los negocios de ciudades, reinos e imperios.[3] Alcanzaron todo su potencial bajo el Imperio inca, que gobernaba a 10-12 millones de personas y cubría lo que actualmente es Perú, Ecuador y Bolivia, así como zonas de Chile, Argentina y Colombia. Gracias a los quipus, los incas podían conservar y procesar grandes cantidades de datos, sin los cuales no habrían podido mantener la compleja maquinaria administrativa que un imperio de dicho tamaño requiere (véase la figura 14).

FIGURA 14. Un quipu del siglo XII, procedente de los Andes.

De hecho, los quipus eran tan efectivos y precisos que en los primeros años después de la conquista española de Sudamérica, los propios españoles los emplearon en la labor de administrar su nuevo imperio. El problema era que los españoles no sabían cómo registrar y leer quipus, lo que los hacía depender de profesionales locales. Los nuevos dirigentes del continente se dieron cuenta de que esto los colocaba en una posición de desventaja: los nativos expertos en quipus podían fácilmente engañar y timar a sus señores. De modo que una vez que el dominio de España se estableció de manera más firme, los quipus fueron eliminados progresivamente y los registros del nuevo imperio se mantuvieron exclusivamente en lengua latina y en números. Muy pocos quipus sobrevivieron a la ocupación española, y la mayoría de los que han quedado son indescifrables, puesto que, lamentablemente, se ha perdido el arte de leerlos.

In document Sapiens – Yuval Noah Harari (página 113-116)