• No se han encontrado resultados

ES POR TU PROPIO BIEN

In document Sapiens – Yuval Noah Harari (página 174-176)

El primer imperio del que tenemos información fidedigna fue el Imperio acadio de Sargón el Grande (hacia 2250 a.C.). Sargón inició su carrera como rey de Kish, una pequeña ciudad-estado en Mesopotamia. A las pocas décadas había conseguido conquistar no solo todas las demás ciudades-estado mesopotámicas, sino también extensos territorios fuera del ámbito de Mesopotamia. Sargón se jactaba de haber conquistado todo el mundo. En realidad, su dominio se extendía desde el golfo Pérsico al Mediterráneo, e incluía la mayor parte de lo que en la actualidad es Irak y Siria, junto con algunas zonas de los modernos Irán y Turquía.

El Imperio acadio no duró mucho después de la muerte de su fundador, pero Sargón dejó tras de sí un manto imperial que rara vez quedó sin reclamar. Durante los 1.700 años siguientes, los reyes asirios, babilonios e hititas adoptaron a Sargón como modelo a seguir, y se vanagloriaron de que también ellos habían conquistado todo el

mundo. Después, hacia el 550 a.C., apareció Ciro el Grande de Persia con una jactancia todavía más impresionante.

Los reyes de Asiria siempre eran reyes de Asiria. Incluso cuando afirmaban dominar todo el mundo, era evidente que lo hacían por la mayor gloria de Asiria, y no pedían disculpas por ello. Ciro, en cambio, no solo afirmaba reinar sobre todo el mundo, sino que lo hacía por el bien de todas las gentes. «Os conquistamos por vuestro propio beneficio», decían los persas. Ciro quería que los pueblos que sometía le amaran y se consideraran afortunados de ser vasallos de Persia. El ejemplo más famoso de los esfuerzos innovadores de Ciro para conseguir la aprobación de una nación que vivía bajo el dominio de su imperio fue su orden de que se permitiera a los exiliados judíos en Babilonia retornar a su patria, Judea, y que reconstruyeran su Templo. Incluso les ofreció ayuda financiera. Ciro no se consideraba un rey persa que gobernaba a los judíos: era también el rey de los judíos, y por ello responsable de su bienestar.

La presunción de gobernar el mundo entero para beneficio de sus habitantes era sorprendente. La evolución ha convertido a Homo sapiens, como a otros animales sociales, en un ser xenófobo. Instintivamente, los sapiens dividen a la humanidad en dos partes: «nosotros» y «ellos». Nosotros somos personas como tú y yo, que compartimos idioma, religión y costumbres. Nosotros somos responsables los unos de los otros, pero no responsables de ellos. Siempre hemos sido distintos de ellos, no les debemos nada. No queremos ver a ninguno de ellos en nuestro territorio, y nos importa un comino lo que ocurra dentro de sus fronteras. Ellos apenas son humanos. En el lenguaje de los dinka del Sudán, «dinka» significa simplemente «personas». Las que no son dinka, no son personas. Los enemigos acérrimos de los dinka son los nuer. ¿Qué significa la palabra «nuer» en el idioma de los nuer? Significa «personas originales». A miles de kilómetros de los desiertos de Sudán, en las frías y heladas tierras de Alaska y el nordeste de Siberia, viven los yupik. ¿Qué significa «yupik» en el lenguaje de los yupik? Significa «personas reales».[3]

En contraste con esta exclusividad étnica, la ideología imperial, desde Ciro en adelante, ha tendido a ser inclusiva y global. Aunque a menudo ha puesto énfasis en las diferencias raciales y culturales entre los gobernantes y los gobernados, aun así ha reconocido la unidad básica de todo el mundo, la existencia de un conjunto único de principios que rigen todos los lugares y épocas, y las responsabilidades mutuas de todos los seres humanos. La humanidad es vista como una gran familia: los privilegios de los padres van de la mano con la responsabilidad por el bienestar de los hijos.

Esta nueva visión imperial pasó de Ciro y los persas a Alejandro Magno, y de este a los reyes helenos, los emperadores romanos, los califas musulmanes, los dinastas indios y, finalmente, incluso a los premiers soviéticos y a los presidentes estadounidenses. Esta visión imperial benevolente ha justificado la existencia de los imperios y ha negado no solo los intentos de los pueblos sometidos a rebelarse, sino

también los intentos de los pueblos independientes a resistirse a la expansión imperial.

Visiones imperiales similares se desarrollaron con independencia del modelo persa en otras partes del mundo, de manera muy notable en América Central, la región andina y China. Según la teoría política tradicional china, el Cielo (Tian) es el origen de toda autoridad legítima sobre la Tierra. El Cielo elige a la persona o familia más valiosa y les confiere el Mandato del Cielo. Después, esta persona o familia

gobiernan sobre Todo lo que está bajo el Cielo (Tianxia) para beneficio de todos sus

habitantes. Así, una autoridad legítima es, por definición, universal. Si un gobernante no tiene el Mandato del Cielo, entonces carece de legitimidad para gobernar siquiera una única ciudad. Si un gobernante goza del Mandato, está obligado a extender la justicia y la armonía al mundo entero. El Mandato del Cielo no se puede conferir simultáneamente a varios candidatos, y en consecuencia no se puede legitimar la existencia de más de un Estado independiente.

El primer emperador del Imperio chino unido, Qin Shi Huangdi, se jactaba de que «a través de las seis direcciones [del universo] todo pertenece al emperador […] allí donde haya una huella humana, no hay nadie que no se haya convertido en súbdito [del emperador] su benevolencia se extiende incluso a bueyes y caballos. No hay

nadie que no se beneficie. Todo hombre se encuentra seguro bajo su propio techo».[4]

En consecuencia, en el pensamiento político chino, así como en la memoria histórica china, los períodos imperiales se consideraban épocas doradas de orden y justicia. En contraposición con la moderna idea occidental de que un mundo justo está compuesto por estados-nación separado, en China los períodos de fragmentación política se consideraban épocas oscuras de caos e injusticia. Esta percepción ha tenido implicaciones de gran alcance para la historia china. Cada vez que un imperio se desplomaba, la teoría política dominante estimulaba a los poderes correspondientes a no conformarse con mezquinos principados independientes, sino a intentar la reunificación. Tarde o temprano, tales intentos siempre tenían éxito.

In document Sapiens – Yuval Noah Harari (página 174-176)