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1.2 La comunicación y la socialización

1.2.1 La memoria y su aporte social

El conocimiento que cada persona posee, es el resultado de procesos complejos de formación y construcción constante, la convergencia de las experiencias sociales y el conocimiento adquirido en la formación académica, definen al ciudadano, al ser social y a la sociedad misma. El conocimiento citado, que sirve de referencia es la memoria, todo el banco de información representa quien soy, las perspectivas, los temores y las motivaciones.

Para conocer y comprender la memoria es preciso contar con mecanismos que permitan la búsqueda de conocimiento en la complejidad de la mente. Se necesita de estructuras sintácticas

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para dar significado a los verbos y a la posibilidad de pasar de un estado a otro. Así denota, en el ordenamiento, procesos de continuidad para dar sentido al saber, marcas que enuncien series discursivas para legitimar en el decir, el creer. La incertidumbre se convierte en certidumbre al crear en el discurso un proceso continuo de elementos enunciativos en la construcción de lo dicho. De esto se desprende que el conocimiento debe ser dicho para ser compartido por una comunidad, la cual debe aceptarlo como la posibilidad de conocer la memoria. (Thom, 1990, pág. 144)

El punto de partida para determinar la existencia de un saber, es en la posibilidad de ser comprendido, es decir que el saber, en su práctica, está accionando un sistema de comprensión, cuya aprehensión es la entrada en escena del diálogo permanente entre el evento y el saber hacer- decir-hablar acerca de ese evento. En este sentido, la referencia estaría dada a partir de un posible comprender visto desde la limitación de su propio saber. De ahí el valor del saber conocer. (Morín, 1994, pág. 20)

El conocimiento que se difunde de forma espontánea en las RSOL, aporta a sus usuarios, experiencias sobre hechos históricos, percepciones de la realidad, con sus limitaciones y parcialidades; al difundirse tanta información de muchas formas y desde muchas perspectivas, se construye y reconstruye la memoria colectiva, pero este aporte no debe verse como algo lineal y uniforme, pues hay mucha información, buena o mala, de calidad o deficiente, que aunque todas las personas reciban la misma información, su interpretación responderá al conocimiento y a las experiencias previas.

Cada concepción de la historia va siempre acompañada por una determinada experiencia del tiempo que está implícita en ella, que la condiciona y se trata de esclarecer. Del mismo modo, cada cultura es ante todo una determinada experiencia del tiempo y no es posible una nueva cultura sin una modificación de esa experiencia. (Agamben, 2001, pág. 131)

De forma colectiva, el registro creó un principio de incertidumbre en las narraciones, lo que sirvió para dejar plasmado en el presente la actualización del pasado como un sistema de enunciados para legitimar el proceso de lo vivido y lo recordado. (Goody, 1987)

El proceso de construcción-reconstrucción de la memoria, organiza y retiene lo que se quiere recordar. Así se enfoca, en la elaboración de algo que defina el conocimiento y la experiencia, el sentido de hacer presente lo pasado. En materia de digitalización, el mundo

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adquiere sentido a través del lenguaje, y su organización periódica nos ubica en una relación que nos deja ver que toda forma lleva intrínseco su propio contenido. El aporte de las RSOL para la memoria, consiste en la representación constante de los eventos pasados y convocarlos al contexto y a la realidad actual.

El intercambio constante de información, demuestran la existencia del conocimiento y de la experiencia, que resulta en la cultura para atestiguar su paso por el tiempo. En consecuencia, el tiempo se encuentra vinculado directamente a las diferentes posibilidades de gestación del pasado, el presente y el futuro. De esta forma la producción de conocimiento se convierte en la herramienta fundamental para dejar evidencia de su paso. (Pérez-Taylor, 2002)

La memoria colectiva es una verdadera memoria cultural, que enmarca y articula las ‘corrientes de pensamiento’ que han sobrevivido a las múltiples peripecias del pasado, actualizándose, eso sí modificadas en función de los retos e intereses del aquí y el ahora, en la experiencia del presente (Duch, 2002, p. 166)

Es necesario como Chaparro lo menciona en su libro: Claves para repensar los medios de comunicación y el mundo que habitamos, la reivindicación de la identidad, en el reconocer que la cultura es sabiduría que aún no es reconocida, porque el sistema suprimió las ideas propias, las originales de nuestros contextos, para superponer las ajenas a la realidad y se suma la pérdida de autonomía productiva.

En países como El Salvador, donde no solo las ideas sino también las decisiones políticas han aplicado modelos económicos de moda, como el Modelo Agro-exportador basado en un solo cultivo; la Industrialización, modelo basado en reformas estructurales y Modelo Neoliberal de fomento de exportaciones, convirtiendo la banca nacional en privada y tratando de crear un territorio con mano de obra barata y libre de impuestos para las industrias transnacionales contaminantes no solo por sus residuos con incidencia en el entorno natural, sino también por su oferta de malos tratos laborales, bajos salarios, confirmando que estos obreros solo sirve para realizar procesos mecánicos, conformes con un salario, con el que solo suple sus necesidades mínimas de alimentación, que le permitirá los sábados por la tarde visitar algún centro comercial, donde gasta el salario en un teléfono celular de moda, comprar saldo para navegar en Internet y así ingresar a un estatus irreal basado en la imagen.

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Se trata de una sociedad de consumo, pero llevada ahí por conveniencia empresarial, menos educación igual a empleo mal pagado, necesidades básicas y adornadas con procesos de aculturización como televisión-cable, Internet -teléfono celular; así el ciclo repetitivo, reforzado por los medios de comunicación tradicionales y las RSOL que están de moda. Como lo define Chaparro: Desarrollo con inequidad en el que hay claras manifestaciones de una pobreza provocada. (Chaparro Escudero, 2015, pág. 19)

Así como en 1881, con la idea de hacer del café un producto de exportación de El Salvador, se decidió expropiar a las comunidades de sus tierras, las que producían para su consumo y canasta básica, con la “Ley de Extinción de las Comunidades” se decretó la abolición de la propiedad de tierras comunales y donde se afirma que “…la indivisión de los terrenos poseídos por comunidades impide el desarrollo de la agricultura, entorpece la circulación de la riqueza y debilita los lazos de la familia y la independencia del individuo. (Torres Rivas, pág. 65) Ahora al ciudadano salvadoreño promedio, ha sido llevado al punto de formar parte del sistema económico que se ha ido adecuando a la globalización, es impensable el autoempleo, la formación de los jóvenes está enfocada a formar parte de un sistema económico basado en el consumo.

Esta es una sociedad con defectos estructurales, políticos-económicos y a partir de ahí todas sus deficiencias en la educación, irrespeto a los derechos básicos, imposición de medidas económicas, incumplimiento de leyes. Un escenario propicio para generar ciudadanos con una visión a corto plazo, conformes, con imaginarios y propósitos inciertos creyentes de que la respuesta se encuentra lejos, quizás en otro país y esa es la razón de la migración de cientos de salvadoreños parten con la esperanza de saciar una necesidad poco clara que redunda en lo material.

El conocimiento y la información que se transfiere discursivamente, se construyen partiendo de una realidad pasada y que se recrea en el contexto inmediato, un proceso de abstracción complementado con la posibilidad de verificar la información, de interpretar la realidad, tomando como referencia la información previa, entendida como memoria. La función de la memoria colectiva siendo productora y reproductora de conocimiento en la práctica social.

Si el tiempo es una construcción social, que legitima geométricamente la existencia de distintos niveles del vivir y del pervivir, se puede afirmar que el estar aquí-ahora se convierte en

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el presente vivido, lo que esparce en su aceptación la elaboración de lo vivido: Acción discursiva legitimadora de lo vivido cuando ya no está, es decir, cuando éste ha pasado o se ha convertido en un elemento anterior en la continuidad espacio-temporal. Pero mientras esto acontece las dimensiones del recuerdo, como experiencia vivida o no, sufren al interior del discurso una constante transformación en virtud del propio razonamiento interno del sujeto social. Dicha transformación va acompañada de la apropiación posterior de nuevos saberes y experiencias que obligan al sujeto a reactivar los mecanismos de la memoria, la capacidad individual y colectiva de resguardar los relatos del pasado. (Pérez-Taylor, 2002)

Este movimiento refresca el discurso-memoria, lo actualiza y lo revitaliza desde el lenguaje pensado. Lo que Peter Laslett llama “el mundo que hemos perdido, recobrado de nuevo”, es un principio articulador de dos tiempos en extenso, sobre un presente prolongado que servirá socialmente al pasado-presente o al presente-futuro, según sea la sociedad, es la acción del discurso que nombra y significa la comprensión del pasado como práctica social. (Laslett, 1990)

Atestiguar, dejar evidencia, recordar y rescatar del olvido, son los valores discursivos que crean el pasado, un pasado reconocible que al sostenerlo como retórica, provoca la creación de la historia, pero también de la memoria colectiva. El intercambio de información entre unos y otros, algo que en el pasado se trataba de uno a uno o de uno para muchos, en la actualidad es un proceso acelerado de flujos de información, multiforme, desordenado pero refrescante, considerando que nadie debe conformarse con una sola versión de los hechos, hay muchas visiones encargadas de recrear la realidad, desde la propia perspectiva.

El pasado es lo conocido, igual que el presente, y está adelante. En realidad, solo se puede asegurar el futuro en función del presente que construimos, y con la memoria que vamos acumulando como aprendizaje imprescindible. (Chaparro Escudero, 2015, pág. 58)

Interpretar el presente a partir del conocimiento del pasado, la memoria colectiva le da sentido al presente, haciendo resaltar los actos que signifiquen el hoy vivido. Este movimiento logra la convivencia entre el presente y las retóricas del pasado, las cuales manifiestan su saber en las historias, en las fiestas, en los actos y celebraciones institucionales, trayendo al presente lo pasado. Este recordar refuerza la identidad y facilita los giros de la historia como presente. Es la interpretación de la memoria colectiva lo que hace prevalecer a las unidades de significación.

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La recreación del presente, considerando el pasado como parte esencial para entender la realidad, hace constar la existencia de imaginarios sociales que demuestran que los hechos realmente existieron. El presente al convertirse en pasado produce un desplazamiento en el acto de vivir como acto narrativo. (Pérez-Taylor, 2002)