CAPITULO I Il contesto storico 11
3.2. Un posible acercamiento histórico y cultural
3.2.2. El “98”: el año del desastre
“nacionalista” de la crisis del 98 por la cual se identifican los intereses de la oligarquía dominante con los de la nación en su conjunto”291.
De todas formas, también parece claro que, sin contar con determinados retratos pintados por la retórica nacionalista y patriótica española, a la luz de una valoración histórica global, la crisis del 1898 descubre unos rasgos universales, puesto que coincide con la problemática transición entre los siglos XIX y XX que se vive simultáneamente en toda Europa occidental292. En breve, no sólo se destapan antiguos problemas soterrados hasta entonces por el sistema de Cánovas sino que se presentan otros nuevos, que contribuyen a crear una situación confusa.
En el marco de la difícil coyuntura en la que se halla España, se sobrentiende cómo los intelectuales y los artistas desarrollan su actividad en un ambiente asfixiante, poco dinámico, y nada prometedor. Sin embargo, las esferas culturales levantan las protestas más vigorosas para un cambio. Queda de manifiesto la distancia que separa España de los más pujantes Estados europeos: el retraso interesa a todos los sectores: las artes, las ciencias, las tecnologías, la jurisprudencia, la economía. La orden será, pues, ponerse al nivel europeo, como pronunciaba el manifiesto suscrito por Joaquín Costa, uno de los representantes más importantes del Regeneracionismo español.
De cara a la ineptitud de la clase política, incapaz de solucionar los problemas urgentes de la realidad española, los jóvenes intelectuales responden a la llamada de Costa y, ensalzándose como continuadores del anhelo de regeneración de filiación krausista, asumen la importante responsabilidad de contribuir a modificar la situación de la patria. Si en primer lugar, según la indicación de Costa, se dirigen a los modelos representados por los vecinos europeos, pronto llegan a convencerse de que el país ha de encontrar la solución a sus males y a sus contradicciones por sí mismo, recuperando su identidad extraviada. Sobre esa cuestión giran un gran cantidad de ensayos y textos redactados por la élite intelectual española en el período comprendido entre los siglos XIX y XX. Sobre el problema de España, pues, se concentra una intensa labor de reflexión por parte de los
291 Cfr. J.L.Abellán, La crisis..., p.29.
292 Véase el sintetico cuadro comparativo trazado en el capítulo “La edad contemporánea” de la Historia de la literatura española. “En rigor, la tan traída y llevada crisis española del 1898 tuvo caracteres universales.
La misma derrota colonial y su correspondiente digestión dolorosa fue parecida a la crisis portuguesa del
“ultimátum” británico de 1890, a la italiana que sucedió a la derrota en la batalla abisina di Adua (1894), a la francesa que siguió a la quiebra de la compañía constructora del canal de Panamá (1900) y a la […]
Revolución rusa de 1905 tras la guerra ruso-japonesa (1904). En todos los países se desprestigiaron los partidos, se agudizaron las luchas sociales, hubo bombas anarquistas y se radicalizaron las clases medias”, cfr. C. Alvar, J.C. Mainer, R. Navarro, Breve historia de la literatura española. La edad contemporánea, vol. II, Madrid, Alianza editorial, 1997, p. 548. Para desentrañar los diferentes niveles de la crisis de fin de siglo, véase el ya citado volumen de Pedro Cerezo Galán, El mal del siglo...
protagonistas de la escena cultural. Entre los exponentes más relevantes cabe destacar a Ramiro de Maetzu, con Hacia otra España (1899), Miguel de Unamuno, con los ensayos recogidos en En torno al casticismo (1895), y también al Azorín de Alma contemporánea (1900), para llegar a la “Generación del 14” con Ortega y Gasset y las ideas expuestas en Meditaciones del Quijote (1914) y España invertebrada (1921).
A pesar del inmovilismo que aparentaba la sociedad española, uno de sus importantes sectores advertía la necesidad de una renovación y se predisponía a acoger y dar difusión a una serie de nociones nuevas, relacionadas con el debate sobre la ciencia y con la parsimoniosa asimilación de las más novedosas líneas de pensamiento. A comienzos del siglo XX, de hecho, se asiste a la propagación de inéditas corrientes filosóficas con la circulación, por ejemplo, de los trabajos traducidos al castellano de Bergson o Nietzsche (la obra capital del pensador alemán Así habló Zaratustra se publica en 1900). Todo ello favorecido tanto por la progresiva laicización de la cultura como por la consolidación de las infraestructuras culturales. Las últimas dos décadas del siglo XIX, de hecho, están marcadas por el aumento del número de libros impresos, por la creación de numerosos periódicos y revistas literarias, por el auge de la traducción de obras extranjeras que, una vez leídas y comentadas, esparcen su semilla.
La visión de conjunto quedaría incompleta si no se advirtiera del carácter limitado de ese movimiento de renovación cultural protagonizado, en verdad, por una minoría293. De hecho, las plumas más conciliadoras con las ideas procedentes de Europa tienen que enfrentarse con múltiples obstáculos, como el fuerte apego a la tradición, la hegemonía de la Iglesia sobre el sistema educativo y, en consecuencia, sobre la vida cultural del país, o el analfabetismo todavía predominante en la sociedad española (63% de la población). Para muchos, sobre todo los pintores, como en el caso de Picasso, no queda otra posibilidad que irse al extranjero para completar su formación artística. El destino elegido por la mayoría es la capital francesa, donde los artistas españoles hallan los estímulos y las condiciones necesarias para desarrollar libremente su actividad creativa. Observa Serrano:
En la España de 1900 puede surgir la innovación artística y cultural, pero difícilmente logra pervivir en contacto con una sociedad en la cual la escasa fuerza del mercado y la escasa diversidad del público hace que el artista innovador lleve una existencia precaria y que el destino de su obra sea aleatorio.294
293 A propósito de la difícil renovación cultural a las puertas del nuevo siglo, véase S. Salün-C.Serrano, 1900 en España, Madrid, Espasa-Calpe, 1991.
294 Cfr. Ibidem, p. 195
Con pocas pinceladas, el estudioso ha recreado el telón de fondo sobre el que enmarcamos no sólo el intento perpetrado por los escritores para coaligar la moderna literatura europea, sino también el abigarrado panorama resultante tanto de los acercamientos audaces de poéticas antitéticas, como de las sorprendentes soluciones individuales y de las líneas innovadoras inconciliables. Por lo que respecta al ámbito narrativo, tras el ocaso de la experiencia capital del Realismo-Naturalismo, en los primeros años del siglo XX, la historiografía literaria fija el inicio de una nueva estación de la novela, precisamente en el año 1902, que marca un giro en las letras españolas hacia la modernidad295.