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CAPITULO I Il contesto storico 11

3.3. Discursos alrededor de la novela

3.3.2. España

Resumiendo, la retahíla de fragmentos, de voces de testigos oculares que hemos venido relatando, nos ha ayudado a dar una visión global del momento en el que la novela decimonónica se abre a la experimentación, encaminada hacia otro proyecto estético. Nos centraremos en las modalidades, los protagonistas y las obras que configuran ese proceso evolutivo, en el capítulo que abre la segunda parte del presente trabajo.

revistas literarias que florecen entre siglos como de las crónicas literarias editadas en los periódicos de difusión nacional, como El imparcial, El liberal o Madrid Cómico320.

Dejando al lado la añosa polémica que enfrenta a los críticos pro-modernistas con los anti-modernistas (ya tratada en el segundo capítulo a propósito de la cuestión terminológica), y careciendo de lúcidos espectadores de la escena internacional, como los italianos Vittorio Pica o Arturo Graf, emerge de las palabras de los principales observadores de la época una imagen del estado de las letras algo confusa. Es fácil, de todas formas, deducir un cuadro literario finisecular árido, pero a la vez revelador de una gran variedad de directrices, algunas de ellas precursoras de una nueva estética.

Los mismos protagonistas no tardan en darse cuenta de que están viviendo un período de transición o crisis, señalado además por la parábola descendente trazada por la novela realista y el debate que desata esa fórmula narrativa. Una aguda analista de la situación española y europea, como fue Emilia Pardo Bazán, saludaba con entusiasmo, en los primeros años ochenta, tras la gloriosa etapa de la novela de la Restauración321, la fórmula naturalista propuesta por Zola. Los artículos de la Pardo Bazán sacados a la luz en La Época (desde noviembre de 1882 a abril de 1883), y recogidos en el célebre volumen La cuestión palpitante (1883) marcan un momento fundamental para la introducción del Naturalismo francés en España322. La operación no fue, sin embargo, baldía, puesto que mereció la oposición firme de numerosos críticos, y también de Juan Valera, que se pronuncia en contra de sus ideas en el ensayo “Apuntes sobre el nuevo arte de escribir novelas” (1886-1887)323. Pese a ello, la escritura anti-realista francesa ya había contaminado los modos representativos de los españoles, con la salvedad de los que seguían siendo fieles a un tipo de realismo realista, como Juan Valera, o José María de

320 Salaün e Serrano ofrecen una lista exhaustiva y aclaran que: “se crean entre 1897 y 1909, numerosas revistas más o menos literarias o radicales cuyo objetivo común es “galvanizar la vida del país” (Mainer, 1983, 65): Germinal (1897-98), Vida Nueva (1898-99), La Vida literaria (1898), Revista Nueva (1898), Electra (1901), Arte joven (1901), Juventud (1901-1902), Alma española (1903-1904). La mayoría de estos títulos efímeros son otras tantas profesiones de fe en la juventud y en la renovación-regeneración de España”, cfr. S. Salaün- C. Serrano, 1900 en España…., p. 47.

321 No hay que olvidar que entre finales de los años setenta y la primera mitad de los años ochenta ya habían aparecido los grandes títulos de la prosa realista española como: El sombrero de tres picos (1873) de Pedro A. de Alarcón, Los Pazos de Ulloa (1886) de Emilia Pardo Bazán, Fortunata y Jacinta (1886) de Benito Pérez de Galdós.

322 Cfr. E. Pardo Bazán, La cuestión palpitante (1883), ed. de Rosa de Diego, Madrid, Biblioteca Nueva, 1998.

323 En el largo ensayo de Valera se funden los diez artículos publicados en la Revista de España, del 10 de agosto de 1886 al 10 de abril de 1887. En el “Prólogo” de la obra se lee: “ha sido menester para que yo escriba, como quien despierta de prolongado sueño, que nuestra entusiasta amiga doña Emilia Pardo Bazán se declare naturalista y que yo lo sepa con sorpresa dolorosa. Ansia de refutar el naturalismo ha vuelto a poner la pluma en mi mano”, cfr. Juan Valera, “Apuntes sobre el nuevo arte de escribir novelas (1886-1887)”, en El arte de la novela, ed. de A. Sotelo Vázquez, Barcelona, Lumen, 1996, p.107.

Pereda y Pedro Antonio de Alarcón. En sus manos la novela costumbrista conseguiría llegar a nuevas cimas artísticas.

La exaltación de la autora sobre la nueva estética tardó poco en apagarse, ya que ésta llegó pronto a un punto de inflexión. De hecho, al cabo de una década, las nuevas tendencias florecidas a finales del siglo desmienten lo que la escritora había sostenido tajantemente en el artículo “Últimas modas literarias (Sobre un libro italiano)” publicado en La España Moderna en 1890. En esa reseña, pone de manifiesto su fe inamovible en la solidez y persistencia de la novela del Realismo español, en cuanto producto autóctono y prolongación de la ilustre tradición nacional de un género encabezado por Don Quijote324. Pocos años más tarde, en cambio, trazando un balance sobre la más reciente producción poética española en el artículo “Le mouvement littéraire en Espagne” habrá de constatar, con algo de decepción, que:

c’est bien du néo-romantisme, du néo-idéalisme que nous trouvons ou fond de ce mouvement appelé peut-être inexactement, “decadentiste et moderniste”. Après le naturalisme, le réalisme et le vérisme, il fallait s’y attendre”325.

En su trabajo, la Pardo Bazán toma en consideración la literatura en general así que llega a ratificar la liquidación de la poética del Naturalismo, del Realismo y la del Verismo italiano, y a corroborar lo que ya emergía en su anterior trabajo “La nueva generación de novelistas y cuentistas en España” (Helios, 1904). En este texto, la autora se había ocupado de la narrativa española acuñada por la última generación de escritores y había reagrupado a unos autores con estilo y poética muy distinta, entre ellos Martínez Ruiz, Pío Baroja y Llanas Aguilaniedo, “como máximos representantes de la corriente modernista”.

Había tomado conciencia de que no sólo una nueva actitud rebelde, sino también la búsqueda de formas y contenidos inéditos más conformes al gusto y a la sensibilidad actuales, sacudían los cimientos de la novela tradicional y realista.

No obstante, es preciso recalcar que el dato más significativo de la gradual superación del Naturalismo está representado por la evolución de la trayectoria artística de los escritores realistas más consagrados, como la misma Pardo Bazán, Galdós y Clarín. En el proceso de metamorfosis influye, además, la sugestión realizada por la narrativa rusa, con las obras de Dostoievski, Tolstoi, Gogol o Turgenev. A este propósito, cabe decir que, como para los novelistas italianos, esas novedades literarias llegan a difundirse entre los autores españoles gracias a la mediación llevada a cabo por ensayos y artículos de literatos

324 El libro italiano reseñado es All’avanguardia (1890) de Vittorio Pica.

325 Cfr. E. Pardo Bazán, “Le mouvement littéraire en Espagne”, La Revue, LXIII (1906), consultado en: E.

Pardo Bazán, Obras completas, vol. III, Madrid, Aguilar, 1973, pp. 1274-1281.

franceses, entre los cuales destacamos el fundamental Le Roman russe (1886) del vizconde de Vogüé. Le tocaría de nuevo a la Pardo Bazán dar a conocer en España esa obra tan crucial con su ensayo La revolución y la novela rusa (1887).

Si en Italia, el giro anti-naturalista se lleva a cabo con los tonos exacerbados por la polémica suscitada en torno a los nuevos ideales artísticos y por los vitales debates sobre la novela, protagonizados por Gabriele D’Annunzio y un conspicuo numero de escritores y críticos que apoyaban el nuevo ideal de Arte y de Vida, en España, en cambio, los más relevantes exponentes del Realismo-Naturalismo consiguieron romper el círculo estrecho impuesto por los dictámenes naturalistas. Paralelamente, al final del siglo, emerge una multitud de jóvenes literatos imitadores de los modelos extranjeros y menospreciados, o del todo ignorados, por la crítica, entre los cuales emergerán los futuros protagonistas de un año crucial para la narrativa española, el 1902. Muchos de ellos, con resultados no siempre satisfactorios, siguen a los grandes maestros decadentistas del momento (Maeterlink, Ibsen, D’Annunzio, Huysmans), apoyando una concepción estética y adoptando unos modos de escritura más adecuados para representar una visión de la realidad de signo opuesto a la propuesta por el cientifismo positivista.

Vamos a dar a continuación algunos ejemplos indicativos del arraigo de un orden estético inédito. En el ensayo Alma contemporánea. Estudio de estética (1899), José María Llanas Aguilaniedo observa que la nueva novela, “se dirige también al alma [como lo estaba haciendo la novela psicológica], pero por el lenguaje de las sensaciones”326. En la misma línea, Ramón del Valle-Inclán refuerza la tendencia crítica de considerar moderna la novedad estilística de los modos esteticistas. En el artículo “Modernismo”, publicado en su La Ilustración Española y Americana (el 22 de febrero de 1902), define el carácter moderno y original de la literatura actual: “La condición característica de todo el arte moderno, y muy particularmente de la literatura, es una tendencia a refinar las sensaciones y acrecentarlas en el número y en la intensidad”327. El autor colocará el mismo texto, a modo de prólogo, al principio de la obra Corte de amor. Florilegio de honestas y nobles damas (1908) con el título “Breve noticia de mi estética cuando escribí este libro”, indicando la continuidad de sus intenciones programáticas.

Finalmente, la situación confusa en la que se halla el arte literario finisecular puede ser sintetizada por el elocuente título “La decadencia del naturalismo y la anarquía

326 Cfr. José M.ª Llanas Aguilaniedo, Del jardín del amor, ed. di J. L. Calvo Carrilla, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2002, p. LXIV.

327 Cfr. R. del Valle-Inclán, “Modernismo”, en Valle-Inclán, ed. de J. A. Hormigón, Madrid, Fundación Banco Exterior de España, 1987, pp. 292-294.

literaria” de un artículo del crítico Eduardo Gómez de Baquero, donde corrobora la crisis del Naturalismo y declara, aludiendo al panorama español, que “no hay hasta ahora quien ocupe su trono”328. En realidad, el puesto no estaba vacío, sino que, como escribe Galdós, estaba ocupado por reinas con edades y características muy variadas:

en el orden literario, parece que es ley la volubilidad de la opinión estética, y de continuo la vemos pasar ante nuestros ojos, fugaz y antojadiza, como las modas de vestir. Y así, en brevísimo tiempo, saltamos del idealismo nebuloso a los extremos de la naturalidad.329

Unos años más tarde, Gómez de Baquero vuelve sobre el asunto y pone en evidencia como la novela, en manos de los escritores del nuevo siglo, se había convertido en un objeto de lujo, ya que privilegiaban el refinamiento del estilo. Además subraya como entre los elementos más representativos de la nueva narrativa destaca el estudio psicológico del protagonista:

los escritores que he citado no son casos aislados. En casi todos se advierte la tendencia formalista: el afán de hacer literatura pulida y bella, la preocupación del estilo.

También se nota afición o sutileza psicológica a caracteres excepcionales. […] El caso es que estos nuevos literatos parecen más inclinados a hacer un arte selecto que un arte de vasta resonancia social.330

En definitiva, a la vista de lo expuesto, se puede observar que tanto la literatura italiana como la española presentan, para el período que nos ocupa, una situación variada, en ebullición, marcada por líneas de tendencias antitéticas, muchas de ellas extranjeras.

Los años ochenta y noventa, tanto en Italia como en España, están connotados por el triunfo de la estética naturalista, sus matizaciones psicológicas y espiritualistas, pero también por la difusión de fórmulas decadentes y simbolistas; en los comienzos del nuevo siglo, en cambio, arranca un más decidido proceso de experimentación del género. En el siguiente capítulo, analizaremos más detenidamente el surgimiento de nuevas modalidades narrativas peculiares del “Decadentismo” italiano y del “Modernismo” español.

328 Vid. E. Gómez Baquero, “La decadencia del naturalismo y la anarquía literaria”, La España Moderna, (1896), pp. 118-121. Se cita de S. Salaün- C. Serrano, 1900..., p.100. Véase también el interesante capítulo

“Andrenio” y la crítica de la novela” en: J. M. Pérez Carrera, Andrenio. Gómez de Baquero y la crítica literaria de su época, Madrid, Turner libros, 1991, pp. 200-299.

329 Cfr. B. Pérez Galdós, “La sociedad presente como materia novelable” (en Discursos leídos ante la Real Academia Española en las recepciones públicas del 7 y 21 de febrero de 1897, Est. Tip. de la Viuda e Hijos de Tello, Madrid, 1897). El texto del discurso está reproducido en, B. Pérez Galdós, Ensayos de crítica literaria, Barcelona, Península, 1999, pp. 218-226, p. 224.

330 Cfr. E. Gómez de Baquero, “Los nuevos novelistas”, La España Moderna, (1908). Se cita de J. M. Pérez Carrera, Andrenio..., p. 224.