CAPITULO I Il contesto storico 11
3.1. Unas palabras más sobre el problema terminológico
CAPITULO III
Italia y España entre los siglos XIX y XX
La solución para una eficaz aproximación al sentido global de los nuevos fenómenos artísticos reside, en nuestra opinión, en el reconocimiento de sus comunes denominadores, sin perder de vista la multiplicidad y complejidad tanto de las líneas poéticas como de las actitudes culturales e innovaciones literarias que despliegan. Por ese motivo, más que ofrecer unas interpretaciones de conjunto, nuestra intención fue detectar unos elementos distintivos que representan la raíz de un nuevo orden estético, de una nueva visión de la existencia, de unos nuevos parámetros de acción intelectual, sobre el telón de fondo de la crisis finisecular. Establecidas las fechas de referencia para nuestra investigación, el 1885 y 1910-15, en cuanto indicativas de una época de transición, hicimos hincapié en los distintos vectores que vehicularon unas dinámicas responsables del cambio, subyacentes a unas manifestaciones artísticas inéditas.
Por otra parte, la presencia simultánea de diferentes modalidades de escritura deja patente la realidad heterogénea del objeto como centro del interés. Se trata, de hecho, de una realidad que no se puede desatender, evidenciada en algunas coincidencias editoriales.
En Italia, por ejemplo, se publicaron contemporáneamente obras relativas a líneas poéticas divergentes, como I Malavoglia de Verga y Malombra de Fogazzaro en 1881, o Il Piacere de D’Annunzio y Mastro Don Gesualdo de Verga en 1898. Una situación análoga se podría indicar, con un desfase temporal de algunos años, también en el ámbito español.
Aunque lo que llama la atención es, prioritariamente, la metamórfica evolución de autores capitales del Realismo-Naturalismo con textos que abren grietas en las angostas paredes divisorias alzadas por las teorías zolianas. Por ejemplo, La quimera (1905) y La sirena negra (1908) de Emilia Pardo Bazán, o El caballero encantado (1909) y las novelas dialogadas de Benito Pérez Galdós.
Volviendo a las dificultades de periodización, cabe decir que, tras tomar conciencia de la crisis de las fundamentales orientaciones de la crítica literaria del siglo XX, como el
escuela alemana de la “Estética de la recepción” llamaba la atención sobre ese problema. Hans Robert Jauss afirma en su ensayo La historia de la literatura como provocación de la ciencia literaria: “la historia de la literatura, en nuestra época, ha caído cada vez más en descrédito, pero ello no ha ocurrido en modo alguno sin su culpa. La historia de esta digna disciplina describe inconfundiblemente en los últimos ciento cincuenta años la trayectoria de una constante decadencia”, (Cfr. H. R. Jauss, La historia de la literatura como provocación (1970), ed. de. J. Godo Costa- J. L. Gil Aristu, Barcelona, Península, 2000, p. 137.). En la misma línea se coloca René Wellek con un trabajo donde ejemplifica sus ideas al respecto y que lleva el elocuente título de “El ocaso de la historia literaria” (tit.or., “The Fall of Literary History”, en Geschichte-ereignis und Erzählung, dir. R. Koselleck-W.D.Stempel, Wilhem Fink Verlag, Munich, 1973). Después de hacer referencia a la falta de un modelo temporal adecuado, Wellek concluye diciendo que: “no hay ni progreso, ni desarrollo, ni historia del arte a excepción de la historia de los escritores, las instituciones y las técnicas. Esto viene a ser, al menos para mí, el fin de una ilusión, el ocaso de la historia literaria”, cfr. R.
Wellek, “El ocaso de la historia literaria”, Historia literaria. Problemas y conceptos, ed. de L. López Oliver, Barcelona, Laia, 1983, pp. 245-260, p. 260.
historicismo de raíz krausista para la vertiente española y el idealismo de Croce, o las ideas marxistas, sobre todo en la versión del húngaro Luckás, nos planteamos, en las investigaciones que llevaremos a cabo, identificar la peculiar dialéctica que se establece entre situación histórica, premisas culturales, nuevos programas poéticos, inéditos modos representativos y expresivos. De hecho, el fracaso de las ideas fuertes y de las “filosofías de la historia”, que apuntalaban esos modelos interpretativos, no implica renunciar al reto hermenéutico que entraña el fin de siglo y se corresponde con la que muchos estudiosos designan como “la crisis de la modernidad”278.
Nos hemos querido adentrar en el fragmentario, cambiante y enmarañado panorama de la literatura italiana y española de entresiglos, atraídos por un fenómeno literario de gran interés: la gradual superación de las prescripciones de la novela decimonónica y el albor de la moderna. Antes de abordar las cuestiones propiamente literarias, y a la vista de la intención comparatista que guía el presente trabajo, se procederá a examinar la difícil situación histórico-cultural donde se enmarca la evolución
278 Se ha de entender tal sintagma según una acepción positiva y en relación con el turbulento período de transformación epocal. Una crisis, pues, que se puede concebir como acto de nacimiento de la
“modernidad”. Es el vocablo clave, en forma sustantiva y adjetival, de un período marcado por un fuerte y generalizado afán de renovación. El vocablo sobresale en muchos documentos de aquellos años, en los debates literarios, en las polémicas políticas, en los discursos filosóficos, en obras divulgativas de economía y de sociología. Pero, sobre todo, remite a una categoría utilizada por históricos y filósofos del último medio siglo para hacer referencia a la globalidad de las nuevas líneas de tendencia y de los nuevos ordenes que marcaron la historia del hombre occidental a partir, para algunos, de la formación de los estados del Renacimiento o del descubrimiento de América, y para otros coincidiría con el siglo XX (en nuestro discurso adquiere ese significado). Se han ocupado de la definición del concepto de “modernidad” ilustres pensadores occidentales del calibre de Hegel o, más recientemente, Habermas, señalando sus orígenes y rasgos constitutivos. A este respecto, en una de sus obras fundamentales, Fenomenologia dello spirito (1807), Hegel lo define como la conciencia de vivir en un nuevo mundo, sustanciado por un neue Zeit. Otros filósofos han abordado el nudo del origen de la “modernidad”. Foucault individualiza en la crítica al sistema kantiano el inicio de la filosofía moderna; para Husserl, en cambio, el fundador de la “modernidad” ha de considerarse Descartes. Moviéndonos en el terreno de la historia económica y de la sociología, hallamos nuevos indicadores del inicio de esa época. Por un lado, para Karl Marx empieza con la revolución industrial inglesa, como declara en Il Capitale (1867); por otro, según sostiene Max Weber en L’etica protestante e lo spirito del capitalismo (1904-1905), coincide con la difusión de la ética protestante. A estas posturas cabe añadir la de Habermas. En su Discorso filosofico della modernità (1985) avanza la propuesta de un origen poligenética. De hecho, aunque el término designe el período sucesivo a la Ilustración y al Romanticismo, no cabe duda de que es posible detectar algunos de sus gérmenes en el Renacimiento europeo. Es decir, surgían en la revolución epistemológica de los siglos XVI y XVII, llevada a cabo por Kepler, Tycho Brahe, Copernico, Galileo. Si, por una parte, consiguieron plasmar una nueva visión del mundo y del cosmos, la distinción filosófica operada por Cartesio entre res cogitans y res extensa constituye, por otra, un ulterior paso decisivo. El advenimiento de la “modernidad” se refleja también en la literatura. No se puede considerar el arte en general como un ente ajeno a los procesos modernizadores que atraviesan la historia del hombre occidental del siglo XVII en adelante. Por lo dicho, se sobrentiende que no es fácil tarea delimitar dicho concepto por medio de un esquema definitorio, y es preferible centrar los esfuerzos en describir y analizar sus rasgos constitutivos, como pone de manifiesto el agudo ensayo de A. Giddens, The Consequences of Modernity (1990). En torno a esa problemática, véase, para el ámbito hispánico e italiano, respectivamente, las obras de: N. Santiáñez Tió, Investigaciones literarias. Modernidad, historia de la literatura y modernismos, Barcelona, Editorial Crítica. 2002 (en part. “Los vectores de la modernidad”, pp.
13-50) y G. Landolfi, Per un’interpretazione del decadentismo..., pp. 21-32.
del género, atentos no sólo a evidenciar tangencias sino también divergencias significativas.