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LOS ENEMIGOS DE LOS CULTIVOS

LA VIDA EN EL CAMPO I LOS CAMPESINOS

VII- LOS ENEMIGOS DE LOS CULTIVOS

Ya sabemos que numerosos enemigos amenazaban las cosechas. Cuando la cebada estaba en espigas y el lino en flor, el rayo y el granizo castigaron los campos en todo el país de Egipto, y también a los hombres y a los animales. Fue la séptima plaga, y como el corazón del faraón seguía endurecido, pues el centeno y el trigo candeal, que son tardíos, no habían sido dañados, el viento de oriente trajo una nube de langostas que devoraron lo que el granizo había dejado; no quedó nada verde en los árboles ni en la hierba de los campos. Contra semejantes enemigos el campesino sólo podía invocar a sus dioses y más especialmente al dios langosta. Pero podía defenderse eficazmente de dos huéspedes enojosos que visitaban las huertas en primavera y en otoño. La oropéndola (genu) y el arrendajo (surut).39 Estos pájaros útiles, porque destruyen

muchos insectos, son de temer porque les gustan mucho las frutas. Los artistas los representan revoloteando alrededor de los árboles frutales. Los cazadores conseguían capturarlos desplegando sobre los árboles una amplia red cuyas puntas estaban sujetas por estacas. Esa red no impedía que los pájaros se posaran en el árbol. Cuando había una buena cantidad, los niños se acercaban despacio y tumbaban las estacas. La red envolvía al árbol y a sus huéspedes. Los cazadores se introducían en esa ligera prisión, cogían los pájaros como si fueran frutas y los metían en jaulas. No por eso dejaban de usarse las trampas de resorte, conocidas desde tiempos remotos y siempre aprovechadas.40

En la época de su migración, las codornices llegan a Egipto en densas nubes. Tan cansadas están, que se dejan caer al suelo. Naturalmente, preferían capturar pájaros en buen estado de salud. Una pintura del museo de Berlín muestra cazadores en número de seis, utilizando una red de mallas estrechas extendida sobre un cuadro rectangular. Debemos fijarnos en la indumentaria de los cazadores. Van calzados con sandalias para

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Mem. Tyt., V, 30; Wr. Atl., I, 19, 422 (Leide,cat. Nº50), 193, 346. El arrancamiento del lino está representado además en las tumbas del Imperio Medio, en Beni Hasán, El Bercheh, Meir; cf. Petosiris, pl. 13.

38 M

ASPERO,Cantes populaires, 4ª ed., 43.

39 G

AILLERD,Sur deux oiseaux figurés dans les tombeaux de Beni-Hassan, Kêmi, II, 19-40.

no pincharse en los rastrojos, y llevan un chal blanco alrededor del cuerpo. Cuando las codornices pasan a montones por sobre el campo segado, los cazadores se muestran de repente y agitando los chales provocan el pánico en la bandada, que deja de volar y cae en la red. A muchas se les enredan las patas en las mallas, y apretadas por sus compañeras no pueden desprenderse a tiempo. Cuatro cazadores levantan la red y sus dos compañeros recogen cuantas codornices quieren.41 Las codornices eran seguramente apreciadas por la familia del campesino. Los dioses no las desdeñan. Amón, por su parte, recibió 21.700 durante el reinado de Ramsés III.42 Ese número es poco más o menos la sexta parte del total de pájaros diversos ofrecidos a ese dios durante el mismo tiempo.

VIII. - LA CRÍA DE GANADO

Los egipcios de los orígenes anduvieron a tientas mucho tiempo antes de reconocer qué animales era ventajoso domesticar. El hombre y el perro han hecho alianza en la cacería. Y el burro y el buey han sido reconocidos aptos para los transportes. La lana de los borregos es apreciada por los beduinos, en tanto que los egipcios la temen para los muertos y aun para los vivos. Al carnero prefieren la cabra. Además de esos animales que pronto fueron domesticados, e igualmente el cerdo, los egipcios capturaban en la caza y criaban en parques la gacela y el ciervo, el orix, el búbalo, el addax, el íbice y hasta la abominable hiena.43 Aun en el Medio Imperio, el gobernador del Orix cría en sus establos algunos representantes de la especie cuyo nombre había tomado su nomo. En el Nuevo Imperio se han desengañado de esas tentativas. A un escolar le dicen: "Eres más malo que el búbalo del desierto, que vive corriendo. No aprende a arar. No pisotea la era ordenadamente. Vive de lo que hacen los bueyes, pero no se mete entre ellos." 44 El común de los criadores se atiene, pues, a los verdaderos amigos del hombre: El caballo, el buey y el asno, la cabra y el carnero, el cerdo, los gansos y los patos.45 El camello casi no lo conocen más que los habitantes de la Delta oriental. En cuanto al gallo, sólo aparecería más tarde. Otros animales, naturalmente, reciben muchos cuidados, algunos conmovedores, pero en los templos y por razones religiosas. Aquí sólo hablamos de la cría agrícola.

En tiempos de los Ramsés no hacía mucho que el caballo había sido introducido en Egipto, y a pesar de las contribuciones de guerra impuestas a los asiáticos todavía no estaba muy difundido.46 Huy posee una cuadra distinta del establo de bueyes y del local de asnos, pero Huy, hijo real de Kuch, es en el Estado un personaje muy grande.47 Estaba entre los privilegiados que montaban en carro cuando los convocaban a palacio, para pasearse, para visitar sus dominios. Los propietarios de caballos no se arriesgaban a dárselas de caballeros. Solamente dos o tres veces, según lo que sabemos, un artista egipcio ha representado a un hombre a caballo.48 Los beduinos eran más atrevidos. En la guerra, cuando el carro ya no podía rodar, desenganchaban, montaban a caballo y huían al galope. En los prados no mezclaban los caballos con los otros animales.

El establo de los bueyes estaba situado no lejos de la casa del señor y de los graneros, en el mismo recinto. Los lacayos vivían en él para proteger de los ladrones a sus animales y para estar más pronto listos por la mañana. En esas modestas casas de barro, negras por dentro y por fuera, se hacían de un rinconcito para preparar su comida de la noche y guardar sus provisiones. Caminan, pesadamente cargados, a la cabeza o a la cola del hato. Para más comodidad, hacen de su carga dos partes iguales, en ánforas, en espuertas, en cestos,

41 Wr. Atl., I, 33 (Berlin, Nº 18540). 42 Pap. Harris, I, 20 b, 8.

43 G

AILLARD, "Les tátonnements des Égyptiens de l'Ancien Empire à la recherche des animaux à domestiquer" en Revue d'ethnographie et de sociologie, 1912.

44 Pap. Lansing, pl. 3, 8, 10.

45 El príncipe de El Kab, Renny, registra 122 bueyes, 100 borregos, 1200 cabras, 1500 cerdos (Urk., IV, 75).

46 Ramsés III se esforzó por aumentar el ganado egipcio: "He hecho por ti (Amón) rebaños en el sur y en el norte, con bueyes y aves

y ganado menor por centenares de miles, con encargados de los bueyes, escribas, encargados de los cuernos, gnafirs y numerosos pastores tras ellos." (Pap. Harris, I, 7, 9.) El oryx es siempre una ofrenda agradable a los dioses, pero Ramsés III envía cazadores para capturarlos en el desierto (Pap. Harris, I, 28).

47 Th. T. S., IV, 8.

que cuelgan de una palanca. Si sólo tienen un lío, lo llevan al hombro con un varal. Ése es el género de vida de Bitau, pero Bitau es un mozo garrido. Las mujeres lo miran con buenos ojos. La mayoría de los pastores son unos pobres diablos, gastados por una vida de trabajo, calvos, de barba hirsuta, a veces barrigudos, otras de una delgadez que asusta, enfermos. En una tumba de Meir un dibujante despiadado los ha representado sin embellecerlos.49

Esa vida estaba exenta de monotonía. Cuando el pastor quería a sus animales, no dejaba de hablarles. Sabía los lugares donde crecían las hierbas que a éstos gustaba y se las ofrecía. Los animales aprobaban y le pagaban sus cuidados creciendo, engordando, dándole terneros en gran cantidad. Y ocasionalmente sabían prestar algún servicio al pastor.

El cruce de los pantanos era siempre un momento difícil. Donde el hombre y los animales adultos aún hacen pie, un ternero podría ahogarse. El pastor se lo echa a cuestas por las patas y entra en el agua resueltamente. La madre sigue mugiendo, agrandados los ojos por la angustia. Las otras vacas no la abandonan. Los discretos bueyes encuadrados por otros pastores avanzan en buen orden. Si el agua es profunda, en la vecindad de los juncos y de los papiros, el cocodrilo es de temer. Los pastores de los tiempos antiguos sabían lo que hay que decir para transformar al enemigo en inofensivo vegetal, o para cegarlo.50 Supongo que esa ciencia no se había perdido, pero los documentos recientes están mudos sobre el particular. Una tumba de El-Bercheh nos ha conservado la canción de un pastor que había recorrido muchos países: "Habéis picado los bueyes por todos los caminos. Habéis pisoteado las arenas. Ahora holláis la hierba. Coméis las plantas cabelludas. Ya estáis hartos. Está bien para vuestros cuerpos.,"51 En casa de Petosiris el pastor pone a sus vacas nombres poéticos, la Dorada, la Brillante, la Bella, como si éstas hubiesen podido encarnar a la diosa Hator que poseía todos esos epítetos.52

La monta, el nacimiento del ternero, las corridas de toros son, con los viajes, las principales oportunidades que un pastor tenía para mostrar su saber y su abnegación. Si fracasaba, peor para él. Si el cocodrilo alcanza un ternero, si el ladrón se apodera de un buey, si la epidemia diezma el rebaño, no hay explicación. Al culpable se le tiende en el suelo y se le apalea.53

Una excelente precaución contra el robo era marcar las bestias. Eso se hacía sobre todo en el dominio de Amón y de los grandes dioses y en el dominio real. Se juntan las vacas y los terneros en un rincón del prado, y luego se los va enlazando. Se manea al animal. Lo tumban como si quisieran matarlo. Los operadores calientan el hierro en un hornillo y lo imprimen en la paleta derecha. Naturalmente, los escribas están presentes con todos sus bártulos, y los pastores besan respetuosamente la tierra ante esos representantes del poder.54

Unas cabras acaban de invadir un bosquecillo cuyos árboles habían de ser derribados, y en menos de un instante quedan despojados de verdura.55 Hacen bien en apresurarse, pues ya está ahí el leñador. Descarga su primer hachazo sin que las cabras abandonen la partida. Los cabritos gambetean. Los machos cabríos no pierden el tiempo. Pero el cabrero, que lleva altivamente un bastón parecido al cetro de Tebas, reúne su rebaño. De una pértiga lleva suspendido un saco grande y para hacer contrapeso, un cabrito. También lleva una flauta, pero ningún Teócrito, ningún Virgilio, cantó en las orillas del Nilo los amores de pastores y cabreros.

49 MASPERO,Égypte, en Ars Una. 50 MONTET,Vie privée, cap. III. 51

NEWBERRY,El Bersheh, I, 18.

52 L

EFEBVRE,Petosiris, textos, 46, 48.

53 Mem. Tyt., II, 12 (Puyemré); Wr. Atl., I, 264 (Anna). 54 Th. T. S., III, 31; Wr. Atl, I, 183 (Userhat). 55 Mem. Tyt., V, 30 y 34.

La hierra del ganado.

La cría de aves de corral se hacía en locales especiales que casi no han cambiado de forma entre el Antiguo y el Nuevo Imperio. Se entra en un patio que decoran una estela y estatuas de Renutet. De un lado, un almacén lleno de ánforas y de fardos, una balanza para pesar los granos. Del otro, un terreno limitado por un enrejado, cuyo centro lo ocupa una laguna. Los patos y los gansos se bañan o se pasean por las orillas cuando el lacayo les trae la ración de granos.56