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Utilitarismo y negocios

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Previamente mencionamos que el estudio de las teorías éticas cobra una relevancia práctica para la ética en los negocios. De hecho, quizás la mayor contribución del utilitarismo al pensamiento fi losófi co es su infl uencia en la economía. Originada a partir de Adam Smith, la ética que subyace a gran parte de la economía del siglo XX —en esencia, a lo que consideramos el libre mercado — es

decididamente utilitarista. De este modo, el utilitarismo sigue provocando un efecto muy fuerte en los negocios y en la ética en los negocios.

Si bien el imperativo de maximizar el placer o la felicidad suena egoísta, el utilitarismo difi ere del egoísmo en formas sustanciales. El egoísmo es también una teoría consecuen- cialista, pero se enfoca en la felicidad del individuo . En otras palabras, en vez de determinar el mayor bien para el mayor número, el egoísmo busca el mayor bien para uno mismo.

El utilitarismo juzga las acciones por sus consecuen- cias para el bien general . Consecuente con el compromiso

utilitario para la igualdad democrática, sin embargo, el bien general debe tomar en cuenta el bienestar de todos y cada individuo afectado por la acción. De esta manera, el utilita- rismo cumple el fi n último de la ética: la promoción impar- cial del bienestar humano . Es imparcial porque considera las consecuencias para todos, no solo para el individuo. La gente que actúa de forma que maximiza solo su propia fe- licidad, o la felicidad de su compañía, no es utilitarista, es egoísta.

Vistazo a la realidad

¿Es egoísta el utilitarismo?

OBJETIVO 2

El utilitarismo responde a la pregunta fundamental de la ética sobre qué debemos hacer mediante la referencia a una sola regla: maximizar el bien general. Pero hay otra cuestión que demanda ser con- testada: ¿Cómo logramos ese objetivo? ¿Cuál es el mejor medio para obtener la meta utilitarista de maximizar el bien general? Hay dos respuestas especialmente relevantes para los negocios y su ética.

Dentro de la corriente utilitarista existe un movimiento que invoca la tradición de Adam Smith, y sostiene que los mercados libres y competitivos son el mejor medio para lograr las metas utilita- rista. Esta versión promovería políticas que desregulan la industria privada , protegen los derechos de propietarios , permiten el libre intercambio y alientan la competencia . En dichas situaciones, las decisiones tomadas por individuos que persiguen racionalmente sus propios intereses resultarán, como guiadas por una “mano invisible” para usar el término de Adam Smith, en la máxima satisfac- ción de la felicidad individual .

En las economías clásicas de libre mercado , la actividad económica apunta a satisfacer la de- manda del consumidor. La gente es feliz —el bienestar humano aumenta— cuando obtiene lo que desea. Por lo tanto, la felicidad humana general se eleva cuando se incrementa la satisfacción de la demanda del consumidor . La ley de oferta y demanda nos dice que las economías deberían, y las economías saludables así lo hacen, producir (oferta) aquellos bienes y servicios que los consumi- dores más quieren (demanda). Como la escasez y la competencia evitan que todos obtengan todo lo que desean, el objetivo de la economía de libre mercado es satisfacer en forma óptima, es decir, maximizar, la satisfacción de los deseos (felicidad). El libre mercado logra este objetivo en la ma- nera más efi ciente, de acuerdo con sus defensores, permitiendo a las personas decidir por sí mismas lo que más quieren y después negociar por estos bienes en un mercado libre y competitivo . Con el tiempo, y bajo las condiciones adecuadas, este proceso garantizará la satisfacción óptima de los deseos, que esta teoría equipara con maximizar la felicidad general.

Dada esta meta utilitarista, las economías actuales de libre mercado nos aconsejan que el medio más efi ciente de obtener dicho objetivo es estructurar nuestra economía según los principios del capitalismo de libre mercado . Lo que requiere que los gerentes de las empresas, a su vez, busquen maximizar las ganancias. Esta idea es central a una perspectiva común en la responsabilidad so- cial corporativa . Al perseguir las ganancias, la empresa asegura que los escasos recursos vayan a aquellos que más los valoren y, por lo tanto, asegura que dichos recursos proporcionen una óptima satisfacción. Así, los mercados competitivos se consideran el medio más efi ciente para lograr el fi n utilitario de maximizar la felicidad .

Una segunda versión infl uyente de la política utilitarista se vuelca hacia los politólogos que pueden predecir el resultado de diversas políticas y llevar a cabo aquellas que obtendrán fi nes utilita- rios. Como el razonamiento utilitario determina qué hacer con base en las consecuencias, los juicios razonables deben tomar en cuenta las posibles consecuencias de nuestras acciones. Pero predecir las consecuencias de un acto humano puede ser estudiado y mejorado a través de la observación cuidadosa. Los expertos en predecir esos resultados, que suelen tener formación tanto en ciencias sociales y economía como en ciencias políticas y política pública, están familiarizados con los de- talles específi cos de la forma en que funciona la sociedad, y por lo tanto se encuentran en posición

OBJETIVO 3

Considere la forma en que el Consejo de la Reserva Federal (Federal Reserve Board) de Estados Unidos fi ja las tasas de interés. Existe una meta establecida, un “bien” derivado de la política pública que, según la Reserva Federal , es el ma- yor bien para el país. (Esta meta es algo así como la tasa más alta sustentable de crecimiento económico , compati- ble con la mínima infl ación.) La Reserva examina los datos económicos relevantes y emite un juicio acerca del estado presente y futuro de la economía. Si la actividad económica parece estar desacelerando, la Reserva puede decidir fi jar

las mínimas tasas de interés como una forma de estimular el crecimiento económico ; si la economía parece estar cre- ciendo demasiado rápido, y el índice de infl ación aumen- tando, puede elegir elevar las tasas de interés. El bajar o subir las tasas, en sí mismo, no es bueno ni malo; la rectitud del acto depende de las consecuencias. El papel de los fun- cionarios públicos es utilizar su experiencia para juzgar las posibles consecuencias y tomar la decisión que tenga ma- yores probabilidades de producir el mejor resultado.

32 Capítulo 2 Filosofía moral y negocios

de determinar qué política maximizará el bien general . (Vea “Vistazo a la realidad: Los expertos utilitaristas en la práctica”)

Este acercamiento hacia la política pública subyace en una teoría del lado administrativo y burocrático entero del gobierno y de las organizaciones. Desde tal perspectiva, el cuerpo legislati- vo (del Congreso a los consejos municipales locales) establece las metas públicas que, asumimos, maximizarán la felicidad general. El lado administrativo (presidentes, gobernadores y alcaldes) eje- cuta (administra) las políticas para cumplir estos objetivos. La gente que trabaja dentro de la admi- nistración sabe cómo funciona el sistema político y social , y utiliza su conocimiento para llevar a cabo el mandato legislativo. El gobierno está lleno de esa gente, normalmente capacitada en campos como economía, leyes, ciencia social, política pública y ciencias políticas. Por ejemplo, tal abordaje utilitario apoyaría las regulaciones gubernamentales de las empresas basándose en que dichas regu- laciones asegurarían que las actividades comerciales contribuyeran al bien general.

El confl icto entre estas dos versiones de la política utilitarista , a las que podríamos llamar las versiones “administrativa ” y “de mercado ” del utilitarismo, protagonizan muchos debates en la ética en los negocios. Un claro ejemplo tiene que ver con la regulación de productos inseguros o peli- grosos . (Disputas similares involucran la salud y seguridad del trabajador , la protección ambiental , la regulación de la publicidad y casi cualquier otro ejemplo de regulación gubernamental de los negocios .) Un lado argumenta que las cuestiones de seguridad y riesgo deben ser determinadas por expertos, que después establezcan estándares que las empresas deban cumplir. Los reguladores del gobierno , por ejemplo, la Comisión de Seguridad en los Productos al Consumidor (Consumer Pro- ducts Safety Commission) en Estados Unidos se responsabilizan de la implantación de estándares de seguridad en el mercado . (Vea la “Toma de decisión ética: ¿Los mercados fi nancieros deben tener mayor regulación gubernamental?”)

El otro lado sostiene que los mejores jueces del riesgo aceptable y la seguridad son los mismos consumidores. Un mercado de consumidores libre y competitivo asegurará que la gente obtenga el nivel de seguridad que pretende. Las personas calculan por sí mismas cuáles riesgos desean tomar y qué compromisos están dispuestas a hacer para obtener seguridad. Los consumidores que acepten correr riesgos posiblemente pagarán menos por sus productos que quienes demandan productos más seguros y menos peligrosos. El concepto económico tan básico de efi ciencia puede ser entendido como el marcador para el objetivo utilitario de máxima felicidad general . Así, las soluciones basadas en el mercado serían mejores para satisfacer óptimamente estos diversos y contrapuestos intereses, y por lo tanto servirían al bien general.

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